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La última del «Pájaro Loco»

Written by Debate Plural

Javier Cortines (Rebelion, 2-8-19)

 

El presidente estadounidense Donald Trump ha amenazado con borrar de la faz de la tierra a los habitantes de Afganistán e Irán si siguen causando problemas a Washington aunque, ejerciendo el “autocontrol” como un gran yogui, espera que ambos pueblos entren en razón y obedezcan los planes que tiene la Casa Banca y el Pentágono para ellos para que ambos pueblos sean felices con la venia del águila bicéfala.

“Afganistán podría ser borrada de la faz de la Tierra” en un pispás. “EEUU podría matar a diez millones de personas (hombres, mujeres y niños) en una semana”, dijo Trump, el pasado 22 de julio, durante una reunión con el primer ministro de Pakistán, Imra khan, con quien analizó, entre otras cosas, los ataques de la insurgencia contra el Gobierno pro americano de Kabul.

El Gobierno afgano respaldado por Estados Unidos ha perdido ya cerca del 15 por ciento de todo el territorio, que ahora está controlado por los Taliban, Al Qaeda y el Estado Islámico (ISIS). Según últimas informaciones de la BBC, los rebeldes están en condiciones de tomar hasta el 70% de todo el país.

En Afganistán permanecen todavía unos 14.000 soldados estadounidenses y mil británicos que son continuamente hostigados por “esa resistencia” que pide la retirada inmediata de EEUU del país asiático, que tiene una población de unos 36 millones de habitantes.

Esta amenaza de Trump se une a la que hizo el pasado 21 de junio contra Irán, (país que forma parte del “Eje del Mal”) en un tweet que lanzó al mundo y que decía: Si atacamos a Irán “serán una destrucción como nunca se ha visto. Será el final de Irán (…) En una semana (al parecer le gusta ese periodo de tiempo) podemos matar a diez millones de iraníes (hombres, mujeres y niños)”.

Donald está convencido de que puede poner firme a toda la Humanidad con las 500 ojivas nucleares del arsenal atómico de EEUU que, para no engañarnos, pueden acabar con la vida del planeta, incluyendo la flora y fauna marina, tres o cuatro veces.

Lo que no ha pensado Trump es que China y Rusia pueden (o podrán) terminar con la vida de cien millones de estadounidenses, también en una semana, si seguimos jugando a “quién es el más fuerte” (no quien es el más inteligente) y continuamos sembrando, sin prisas pero sin pausas, las semillas de una Tercera Guerra Mundial.

Donald Trump debería saber que todos los imperios “sin ninguna excepción” acaban cayendo, a veces por un factor desencadenante imprevisto, y que a continuación “los países que han sido masacrados o maltratados” se suelen tomar la revancha, para que “se mantenga el equilibrio en la Galaxia”.

Eso lo recuerda la memoria histórica, pero es un comportamiento humano que se repite en todos los campos de la vida. Nada explica mejor ese fenómeno, que se da tanto en individuos como en grandes grupos, como la tercera Ley de Newton, que dice así:

“Por cada fuerza que actúa sobre un cuerpo, éste realiza una fuerza igual, pero en sentido opuesto sobre el cuerpo que la produjo”.

Es decir, si Juan saca un ojo a Pedro, mata a tus padres y viola y asesina a sus hermanas, es muy posible que la víctima (nadie sabe herir tanto como el ser humano) o sus descendientes, hagan lo mismo con Juan o sus descendientes, aunque tengan que esperar quinientos años, o actúen como Osama Bin Laden (entrenado por la CIA para combatir al Gobierno socialista de Kabul (1), autor intelectual de los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas de Nueva York, la Casa Blanca y el Pentágono.

Sabido es que el pueblo estadounidense (que muchas veces no es responsable de las decisiones de sus gobernantes), teme consciente e inconscientemente que, debido “al comportamiento asesino” de EEUU a nivel global, (lo que algunos traducen en “películas apocalípticas”) podría desatarse, el día menos pensado, “la ira de Dios (o alguien o algo) con un castigo sin precedentes sobre esa nación”, levantada sobre la esclavitud, que se enorgullece de pisar la cabeza o impedir el desarrollo, con bloqueos, de medio mundo.

Los pueblos, la gente corriente, muchas veces pagan el pato con atentados terroristas, etc., por el desprecio con el que los gobernantes toman decisiones equivocadas para ganarse las simpatías del amo, al estilo Aznar (vocablo que procede de Azno), cuando apoyó la Guerra contra Irak, con la criminal mentira de que Sadam Hussein poseía armas de destrucción masiva. El expresidente debería ser juzgado por ese «gravísimo delito» o por lo menos tener la delicadeza de pedir perdón a los españoles y españolas, tal y como hizo Tony Blair con los británicos y británicas.

 

 

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