Tulio Ribeiro (Kaosenlared, 23-4-19)
Al abordar estos cien días del gobierno Bolsonaro, es difícil construir algún análisis que no lo lleve a definir como un completo retroceso.
No hay precedente histórico para lo que la población pasó en este período. Las encuestas muestran que es el presidente con peor evaluación en un inicio de mandato en Brasil. En ese sentido podemos nos preguntar, ¿cuál es la medida concreta de este gobierno? El silencio llena nuestros oídos, no hay un proyecto para el país sino servir como pieza del neocolonialismo, desestatización, desnacionalización y una subordinación a las demandas externas.
Brasil muestra la cara de una nueva realidad, somos 13 millones de desempleados y otros 28 millones que viven de pequeños servicios temporales, sin renta fija, sin derechos y sin futuro. El nivel de desempleados, desocupados y sub-empleados alcanza el 37%, mientras que, por lo menos un millón de personas se quedaron sin trabajo en el período de este nuevo gobierno. Es mucha pérdida para el corto periodo de tiempo. Dejamos de ser una nación mayoritariamente de clase media, alcanzada en el período nacional desarrollista de Lula da Silva y Dilma Rousseff (2003-2016).
El informe de la CEPAL, ya demostraba que posteriormente el golpe de Estado contra Rousseff (2016) hubo un incremento del 11% en la pobreza extrema aún en aquel año. En 2017, rompimos los 13,34 millones para llegar a los 14,83 millones de la población en el piso más bajo de la dignidad.
El puñal sobre la democracia, que financió Estados Unidos, aniquiló el acentuado progreso que tuvimos entre 2002 y 2012 cuando se erradicó el 75% de la pobreza. La desregulación de los programas sociales, de la ley laboral, permitió al capital avanzar sobre los salarios aumentando la concentración de la renta, una fotografía que aclara porqué los cinco más ricos detienen una renta equivalente a 100 millones de brasileños.
Bolsonaro es un ex teniente del ejército, que fue obligado a retirarse, luego se eligió diputado y en 28 años de mandato no aprobó ni siquiera un proyecto relevante, se jubiló a los 33 años y como parlamentario de la base del ex presidente Michel Temer llegó al ejecutivo con el deber de profundizar en el modelo que sólo beneficia a los más ricos.
Entregados por bajo valor, los aeropuertos, puertos, carreteras, nuestro petróleo, constructoras, parte de la agroindustria y la tercera mayor fabricante de aviones, poco restó de la fuerza desarrollista del capitalismo nacional. Incluso la base de lanzamiento de satélite de Alcántara fue repasada a los estadounidenses, un hecho inédito. Incluso los bancos que sirven al crecimiento del país desde el imperio con el Banco do Brasil con agricultura, y más recientemente el banco “Caixa”(Caja) en el sector de vivienda, están en riesgo de desaparecer, aumentando la concentración del sistema financiero del país. Petrobras, ambicionada por Shell y las petroleras de EEUU, y la principal causa del golpe de 2016, aunque no pueda ser vendida por la constitución, pierde patrimonio y reservas por precios vis, Carcará fue entregado a los noruegos por 1,35 dólares el barril. El norte que financió el golpe quiere el parque rentable para dejarnos con casi nada.
En los ministerios del gobierno de Brasil caminan personajes que se reportan al nazismo como movimiento de izquierda, el ministro de la educación, un colombiano que caracterizó a los brasileños como ladrones hasta cuando viajan al exterior, para no seguir esta en esta enciclopedia de devaneos una ministra de derechos humanos, que piensa que los muchachos deben vestir azul y las muchachas rosado. Una irrealidad fantástica para servir a un gobierno que maneja su «rebaño» de forma fundamentalista asesinando la historia y la verdad.
El presidente se ve cada vez más débil políticamente, perdido en investigaciones desde el primer día de gobierno sobre el vínculo de su familia con operación de caja dos y por su proximidad con grupos de milicianos. En el ámbito internacional, habló en Davos apenas seis minutos donde podría discursar al principales líderes del PIB del mundo por cuarenta y cinco atrayendo inversión, fue en Chile y defendió a la dictadura de Pinochet transformándose en una indelicada visita. Incluso se declara aliado del genocida Netanyahu, se aventuró perdonar el nazismo y generó una nueva vergüenza. Provocó un fuerte desentendimiento con los árabes por abrir una oficina en AL-Quds (Jerusalén), naciones que compran 15 mil millones de dólares al año de carne del país.
Ante tantas premisas negativas, tenemos el presidente más rechazado en la historia del país para un inicio de mandato presidencial. Su evaluación de malo y pésimo alcanza el 30% ante el 26% de bueno y óptimo. Su administración elevó del 46% al 70% a los brasileños insatisfechos con el país. Dentro de la base que aún apoya al presidente, ya son el 54% de insatisfechos y muy insatisfechos.
En este mes Bolsonaro declaró que no nació para ser presidente y sí para ser militar, de donde fue compelido a jubilarse, que no entiende de economía, que nada más es que el motor de una nación. En este conjunto de ideas que el consumo en su gestión ya cayó el 5,2%, el producto interno bruto que en enero decreció el 0,31%, amplió su caída a febrero en el 0,73%, indicando que el primer trimestre está perdido. Febrero representó la mayor caída de la actividad desde mayo de 2018 cuando sufrimos una huelga de camioneros y desabastecimiento, que por señal marcó para el 29 de abril un nuevo paro nacional.
El liberalismo al extremo de Bolsonaro, anuló el ahorro de la familia, concentró en las grandes fortunas los recursos que no invierte, por la destrucción de mercados y hasta por la desindustrialización con alto nivel de ociosidad. Si la economía se derrumbó con un anti-presidente, la dignidad en la sociedad termina.
En la campaña electoral, del año pasado, era corriente Bolsonaro enseñar sus manos si fuera un arma, o subir en tarimas haciendo mención a las ametralladoras, decía hasta que ametrallaría adversarios como si fueran enemigos en una guerra. La más sorprendente imagen es de él enseñando a los niños a moldear las manos como un revólver. El presidente es defensor de la liberación del uso y tenencia de armas. En este sentido, el ataque a la escuela de Suzano, estado de São paulo, por dos jóvenes que tuvieron acceso a armas para matar a colegas y el propio tío muestra el reflejo del mal ejemplo. Ellos tenían a Bolsonaro en sus redes sociales y realizaron lo que veían como ejemplo. En el mismo conjunto de ideas, para quien defiende el uso de las fuerzas armadas en la policía y la tortura, no fue difícil decir que el ejército ‘no mató a nadie ni en la dictadura ni en los 80 tiros dados contra una familia’ que seguía para una fiesta de familia. Los jóvenes que dispararon buscaran algo que justificara esos tiros en un carro, y existía, eran afrodescendientes, pobres circulando en el barrio humilde llamado Guadalupe, el conductor murió, un recolector de basura que intentó ayudar también y su suegro fue imputado, familias destruidas, una sociedad partida, más por los que comandan do que por aquellos aprietan literalmente el gatillo.
«Bolsonaro es una persona peligrosa, racista y homofóbica». Así fue la descripción del mandatario brasileño que hizo el alcalde de Nueva York, Bil de Blasio. El fascismo brasileño no es sólo peligroso para su sociedad, sino para los países vecinos y para un mundo cada vez más antagónico, pues sigue en el sentido del odio e intolerancia. Imposible por el grado de incapacidad del candidato, que la mayoría de los brasileños pudieran esperar un buen gobierno, pero lo que 208 millones no esperaban es que viviríamos una tragedia.