Nacionales Sociedad

Cuando el Caribe era uno solo

Written by Debate Plural
Henry Mejía Oviedo (Listin, 3-6-17)

Con su habitual erudición renacentista, Pedro Henríquez Ureña dejó escritas dos obras de recio carácter dominicano. Se trata de “El español en Santo Domingo” y “Las letras coloniales en Santo Domingo”. Es una suerte que haya comenzado por analizarnos a nosotros, sus coterráneos, dentro de la labor titánica, e inconclusa, de explorar la realidad, orígenes y peculiaridades del castellano en América Latina, como bien señala el compilador Miguel de Mena, en el prólogo al tomo 10 de sus Obras Completas.

Aún en nuestros días, y puesta a nuestra disposición, todo el adelanto tecnológico que ha traído consigo el mundo de las computadoras e Internet, asombraría por lo desmesurado plantearse siquiera una obra tan colosal y que exigía de un saber más que enciclopédico para quien tuviese la osadía de acometerla. Honra saber que con toda naturalidad, y sin el menor atisbo de temor o altanería, fue iniciada por Pedro Henríquez Ureña, a solicitud del Instituto de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Finalmente, “El español en Santo Domingo” vio la luz en 1940, como el tomo V de la Biblioteca de Dialectología Americana. El ambicioso proyecto del que formaría parte quedó trunco debido, entre otras razones, a la inesperada muerte del maestro, ocurrida el 11 de mayo de 1946, a la temprana edad de 61 años.

Escrito entre 1935 y 1936 es “El español en Santo Domingo” una lectura amena y enjundiosa, que despierta en el lector el sano deseo de emular en estudios y lucidez a su paradigmático autor, a sabiendas de que se trata más de un acicate intelectual que de una meta alcanzable. En sus páginas encontramos una reflexión y recordatorio de enorme valor, especialmente en los tiempos globalizantes y nacionalistas que corren, la cual vale la pena resaltar: en un tiempo remoto de su evolución histórica, avanzada ya la tarea de la colonización hispana del Nuevo Mundo, el Caribe fue una sola región, ajeno por completo a la balcanización que establecieron los mismos poderes imperiales que se disputaban su dominio, ante la imposibilidad de lograr ninguno un triunfo aplastante que hubiese sacado a sus rivales del juego geopolítico de entonces.  En el primer capítulo de la obra indicada, titulado “Santo Domingo y la zona del Mar Caribe”, aquel Pedro glorioso nos recordaba que “Ö daba unidad a la zona del mar Caribe la Real Audiencia de Santo Domingo, establecida en 1511, y que ejercía jurisdicción sobre todas las Antillas”. Más de un siglo después, en 1628, de acuerdo a las reales ordenanzas, a esta instancia se sometían los asuntos de todo las islas antillanas, América Central, y todo el norte de la América del Sur, a las que luego se sumarían los de La Florida.

Aquella paradisíaca unidad caribeña, jamás reeditada hasta el presente, fue erosionada al crearse las audiencias de Panamá, Bogotá, Caracas, y finalmente la de Puerto Príncipe, Cuba, adonde los fueros de la de Santo Domingo se trasladaron en 1800. Y por supuesto, por tantas guerras, conquistas, pérdidas, reconquistas, compras, ventas y cambalaches en los que los poderes europeos nos sometieron.

About the author

Debate Plural

Un medio independiente, libre, plural, sin ataduras con empresas o gobiernos; buscando el desarrollo de una conciencia critica, y la verdad que subyace en el correr de la vida nacional e internacional para el empoderamiento del pueblo dominicano en relación con las luchas y reivindicaciones económicas y sociales fundamentales

Leave a Comment