El problema del hambre
América Latina y el Caribe como región tiene un superávit agropecuario anual de más de 127.000 millones de dólares, equivalente a 200 dólares por habitante, más que cualquier otra región del mundo, a excepción de Oceanía.
Aun así, la gran mayoría de los países de la región están expuestos a los problemas de producción y comercialización y a las alzas de precios derivados del conflicto en Ucrania, pues son importadores netos de trigo, maíz y aceites vegetales.
Mario Lubetkin, subdirector general y representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe,
señaló que «el hambre aumentó en la región en un 30% entre 2019 y 2021. La alta dependencia de la importación de fertilizantes y la variación de los precios de los alimentos tiene un impacto negativo e inevitable en los medios de vida, principalmente de la población rural, y en el acceso a una dieta saludable».
Añadió que, «si bien el índice de precios de los alimentos de la FAO bajó en los últimos siete meses, su nivel aún se mantiene 14% más alto en comparación al 2021. El fortalecimiento de los sistemas de protección social en las zonas rurales, particularmente orientados a agricultores familiares; y eliminar las restricciones al comercio internacional de alimentos y fertilizantes serán medidas clave en el proceso de respuesta a la actual crisis».
El estudio indica que reforzar el papel activo que los sistemas de protección social, incluyendo a los programas nacionales de alimentación escolar, desempeñaron durante la fase más crítica de la pandemia, es una necesidad para evitar que los segmentos más vulnerables de la población, como niños y ancianos, se vean irreversiblemente afectados por el alza de precios de los alimentos.
Pobreza multidimensional
Lola Castro, directora regional del WFP para América Latina y el Caribe, explicó que «en un escenario regional donde la pobreza multidimensional está cada vez más vinculada a la inseguridad alimentaria y nutricional y donde diferentes crisis se están sumando a inequidades estructurales profundas, los sistemas de protección social, incluyendo a la alimentación escolar, juegan un papel fundamental en mitigar la vulnerabilidad de las personas antes, durante y después de las crisis».
Indicó que con el
Programa Mundial de Alimentos están
acompañando a los gobiernos nacionales para identificar y responder a estas necesidades incrementales, a través del uso y expansión de la protección social de manera sostenible.