Nacionales Sociedad

Contribución de la Batalla del 19 de marzo de 1844 a la Consolidación de la Independencia Dominicana

Written by Juan de la Cruz

Por: Juan de la Cruz

 

El 27 de febrero de 1844 -al filo de la medianoche-, después que Ramón Matías Mella disparó el trabucazo en la Puerta de la Misericordia, el cual retumbó en todos los rincones de la amurallada ciudad de Santo Domingo y en las afueras, los patriotas dominicanos se dirigieron a la arcada de la Puerta del Conde, donde el patricio Francisco del Rosario Sánchez procedió a izar la bandera tricolor. Con esta acción simbólica se dejó sellada formalmente la proclamación de la Independencia Nacional y el establecimiento de la República Dominicana como nación libre y soberana, en presencia de Mella, Manuel Jimenes, Vicente Celestino Duarte, Tomás Bobadilla y Briones, José Joaquín Puello y más de un centenar de patriotas y ciudadanos identificados con la causa nacional.

Inmediatamente después de proclama la Independencia Nacional y dejar constituida la República Dominicana con una nueva perspectiva revolucionaria, se procedió a crear la Junta Gubernativa Provisional, presidida por el patricio Francisco del Rosario Sánchez e integrada por Ramón Matías Mella, Manuel Jimenes, José Joaquín Puello, Remigio del Castillo y Tomás Bobadilla.

El 28 de febrero fue el día de más intensa y angustiosa agitación para la Junta recién instalada, ya que el eco del trabucazo disparado por Mella no se había disipado aún entre los habitantes de la ciudad de Santo Domingo, lo que obligó a tomar medidas perentorias que garantizaran la permanencia y profundización del nuevo estado de cosas, como fueron: la conformación y movilización de las tropas dominicanas, para que, sin demora, salieran a contener la esperada incursión de tropas haitianas por diferentes puntos del territorio nacional; la organización del nuevo Gobierno de acuerdo con lo definido en la Manifestación del 16 de Enero de 1844, así como garantizar los pronunciamientos públicos de los diferentes pueblos de la parte Este de la Isla de Santo Domingo en favor de la recién creada República Dominicana.

Las personas designadas por la Junta Gubernativa Provisional para garantizar los pronunciamientos de adhesión de los diferentes pueblos de la República Dominicana a la Independencia Nacional, fueron: Tomás Bobadilla y Briones, quien fue enviado a Monte Plata, Bayaguana y Sabana Grande de Boyá; Manuel Jimenes al Sur; Remigio del Castillo al Este y Pedro Ramón de Mena, al Cibao.

Parque de la Batalla del 19 de Marzo en Azua

Las heroicas poblaciones de San Cristóbal y Baní se adelantaron a la misión de Manuel Jimenes, procediendo a proclamar su adhesión al nuevo orden revolucionario. Algo similar hicieron los pueblos de Monte Plata, Bayaguana y Sabana Grande de Boyá, quienes se adelantaron a la misión de Tomás Bobadilla y se adhirieron a la recién proclamada República Dominicana. Igual actitud asumieron los distintos pueblos de la naciente República, con lo cual la causa independentista logró una aplastante victoria frente a las pretensiones del general Charles Riviére Hérard de mantener su dominio sobre la parte oriental de la Isla de Santo Domingo.

Mientras tanto, en San Cristóbal, ciudad involucrada desde hacía varios años en los trabajos revolucionarios, los oficiales Antonio Duvergé, José Esteban Roca y Juan Álvarez organizaban la contribución de la Villa a la importante y abnegada empresa de constituir el Ejército Dominicano, de manera que estuviera en condiciones de hacer frente a las huestes de las tropas haitianas que el propio presidente Riviére Hérard encabezaba.

Haciendo caso omiso de las múltiples comunicaciones que el gobierno dominicano le había enviado a las autoridades haitianas, donde se les informaba del proceso que habían seguido los revolucionarios febreristas y la firme resolución del pueblo dominicano de constituirse en una Nación libre e independiente de toda dominación extranjera, el 9 de marzo de 1844 el presidente haitiano general Riviére Hérard invade el territorio de la República Dominicana al mando de un ejército expedicionario de aproximadamente 30,000 efectivos militares bien armados y entrenados con el propósito de someter a sus habitantes a la obediencia para que se mantuvieran bajo el dominio haitiano.

Ese ejército fue dividido en tres columnas: la primera, al mando del propio Riviére Hérard, que salió por el camino de Las Caobas con destino a Azua; la segunda, bajo las órdenes del general Agustín Souffrant, por el camino de Neiba, la que debía unirse a la primera en Azua; y la tercera, dirigida por el general Jean Louis Pierrot, marchaba sobre Santiago y Puerto Plata, con el objetivo de encontrarse con ambas en la ciudad de Santo Domingo. De esta forma, se inicia la Primera Campaña de Resistencia del Pueblo Dominicano y su ejército por la defensa de la soberanía nacional frente a las autoridades haitianas y su ejército invasor.

Imagen de la Batalla del 19 de Marzo

3.1. ACCIONES DE LA FUENTE DE RODEO, LAS CABEZAS DE LAS MARÍAS Y LAS HICOTEAS

El primer encuentro entre las tropas dominicanas y las tropas haitianas fue el que se escenificó en La Fuente del Rodeo el 11 de marzo de 1844, considerado por el historiador José Gabriel García (1888, pág. 3) como “el verdadero bautismo de sangre de la República”. En ese encuentro el ejército invasor fue derrotado por las tropas dominicanas capitaneadas por el teniente coronel Fernando Taveras, quien sufrió una herida de gran consideración, razón por la cual fue sustituido en el mando por los tenientes Vicente Noble, Dionisio Reyes y Nicolás Mañón. Las tropas haitianas se vieron obligadas a retirarse en busca de refuerzo.

En el segundo encuentro, que se produjo en Las Cabezas de las Marías, les tocó la peor parte a las tropas dominicanas, las cuales, al no avanzar inmediatamente sobre Neiba, dieron tiempo a que el coronel haitiano Louis Auguste Brouard fuera en busca de auxilio y, encontrando en Las Barbacoas (actual municipio de Villa Jaragua) a los regimientos 20 y 21, volvió de nuevo a la carga con el objetivo de dominar la situación. Fue así como las tropas al mando de Brouard lograron derrotar a las tropas dominicanas, teniendo éstas que replegarse, pasando de esta manera el ejército haitiano a posesionarse de Neiba, manteniéndola ocupada hasta que llegó el general Souffrant.

La vanguardia de la columna al mando del general Souffrant marchó sin dificultad, el 18 de marzo, hasta Las Hicoteas, al este de la Sierra Martín García, donde encontró, cubriendo el camino real, un batallón capitaleño, comandado por el capitán Manuel Mora, y otro banilejo, comandado por el teniente coronel Manuel de Regla Mota. La vanguardia dominicana al mando de los comandantes José María Cabral y Francisco Soñé, derrotó a la vanguardia haitiana de Souffrant, obligándola a pernoctar allí e impidiéndole participar en la batalla del 19 de marzo que se escenificó en Azua.

Después de varias emboscadas y no pudiendo resistir la superioridad numérica del enemigo, los dominicanos se vieron precisados a abandonar el campo de batalla y tuvieron que replegarse al Cuartel General instalado en la ciudad de Azua, del que estaba encargado el general Pedro Santana, quien había recibido orden de la Junta Central Gubernativa de marchar al encuentro del ejército invasor.

Mapa Batalla 19 de Marzo

El 21 de marzo llegó el general Souffrant a la cabeza de su columna, que tenía tres días de retardo a causa de las emboscadas dominicanas que debió combatir, casi diariamente, desde su salida de Neiba. Esos combates y emboscadas fueron las acciones de guerras de guerrillas libradas por las fuerzas dominicanas de avanzada como parte de la defensa flexible adoptada por el entonces coronel Antonio Duvergé desde Azua, encargado del Cordón Defensivo del Sur, que tenía como objetivo desgastar y dilatar las fuerzas enemigas en su avance, mediante acciones móviles, cediendo terreno, hasta lograr anular el impulso de su marcha e impedir, tal como sucedió, que la división del general Souffrant llegara a tiempo para participar en la batalla librada el 19 de marzo. La retaguardia del general Riché, integrada por toda la caballería con que contaba Riviére Hérard, llegó retrasada y demasiado tarde, al igual que la columna del general Souffrant.

 

3.2. LA BATALLA DEL 19 DE MARZO EN AZUA

 

En el momento en que las tropas dominicanas eran desalojadas de Neiba, el general Riviére Hérard desalojaba de San Juan de la Maguana a las pocas fuerzas con que el comandante Luis Álvarez había dejado ocupada la Plaza. Después, el general haitiano siguió su marcha a paso redoblado, incorporando a sus filas de forma obligatoria a todos los dominicanos que encontraba en el camino.

Una carta del general Pedro Santana, enviada a su íntimo amigo don Abraham Cohen, de fecha 17 de marzo de 1844, cuando se dirigía con sus tropas por el camino de Azua, dos días antes de la significativa batalla que habría de escenificarse en aquella gloriosa ciudad, refleja el gran temor y desconcierto que apesadumbraba al jefe del Ejército del Sur ante la pronta llegada del ejército haitiano. En ella le solicita interceder por ante el cónsul general de Francia en República Dominicana, Eustache Juchereau de Saint Denys, para que el gobierno galo pusiera a disposición del pueblo dominicano tropas que le ayudaran a contrarrestar al enemigo poderoso que se avecinaba, dando seguridad de que garantizaría en todas sus partes un convenio de protección y unión entre ambas naciones, el cual estaba dispuesto a cumplir a su entera satisfacción, aún en perjuicio de la Patria por la que decía luchar.

Veamos los términos de la referida comunicación:

Camino de Azua y marzo 17 de 1844.

Muy sor. mío y amigo:

En este momento que serán las cuatro de la mañana, en marcha para Azua, acabo de recibir un expreso de Azua con la noticia positiva que los haitianos marchan sobre nosotros y además que los habitantes de San Juan, Las Matas e Hincha se mantienen en inacción y sin pronunciarse, reunidos.

En esta virtud, mi buen amigo, yo espero de su actividad y patriotismo que sin pérdida de tiempo V. hable con el Cónsul de Francia y vea si hay posibilidad de poner a mi disposición las tropas francesas que necesitamos para contrarrestar los enemigos para cuando yo les avise.

En fin, mi amigo, yo espero de V. que este asunto lo tratará con la atención y la brevedad que merece.

Yo digo a V. y V. puede ofrecer al Cónsul que mis proposiciones convenidas entre nosotros de protección y unión, las garantizo yo en todas sus partes y a su satisfacción

Saludo a V. con amistad,

Pedro Santana” (Emilio Rodríguez Demorizi, 1957, p. 396).

 

El 18 de marzo, las avanzadas dominicanas que ocupaban el paso del río Jura, al mando del teniente Lucas Díaz, las que habían sido enviadas al lugar en una misión de reconocimiento, hacen una emboscada con varios fusileros a las tropas del presidente Riviére Hérard. Después de efectuar varias descargas sobre el enemigo, las tropas dominicanas se repliegan hacia Azua de Compostela, despertando así el interés de las tropas haitianas de realizar un ataque importante sobre esta ciudad.

Las tropas dominicanas, desde antes de aparecer el alba, estaban listas para entrar en combate. Se encontraban situadas en el frente oeste de la ciudad de Azua, formando una línea de defensa que iba desde el camino del Barro por el norte hasta el camino de Los Conucos por el sur.

La milicia dominicana ascendían a 2,500 soldados, que estaban constituidos por alrededor de 1,000 hateros y monteros que formaban el ejército con que arribó el general Pedro Santana, los cuales procedían del Seibo, Hato Mayor, El Cuey y Los Llanos, expertos en el manejo de la lanza y el machete; alrededor de 500 jóvenes azuanos, entrenados por Antonio Duvergé y Francisco Soñé, en la finca de este último en Las Yayitas; dos compañías, una de gendarmería y una de caballería, con alrededor de 200 neiberos, comandados por Vicente Noble y Nicolás Mañón; dos regimientos que arribaron en barco desde la ciudad de Santo Domingo, al mando del capitán Manuel Mora; la tropa banileja al mando del teniente coronel Manuel de Regla Mota, ascendente a 300 soldados; una tropa de San Cristóbal, con alrededor de 300 soldados, comandada por Lorenzo Araujo y José María Cabral, así como un cuerpo de caballería al mando del coronel Buenaventura Báez.

La distribución de esas tropas en la línea de defensa era la siguiente: en el flanco derecho de la línea defensiva, cortando el camino del Barro, estaba la fuerza de fusileros azuanos al mando del teniente coronel Valentín Alcántara y el capitán Vicente Noble, así como un contingente de macheteros pertenecientes a las tropas entrenadas por el coronel Antonio Duvergé. En la retaguardia se encontraba el destacado combatiente Nicolás Mañón, al mando de 200 hombres en las inmediaciones del Cerro de Resolí.

Hacia el sur, bloqueando el camino de San Juan de la Maguana, se encontraba emplazada en el centro una pieza de artillería de 24 libras, dirigida por Francisco Soñé, siendo jefe de la pieza José del Carmen García. Alrededor de este cañón, se encontraban emboscados en sus inmediaciones, para protegerlo, tropas de a pie, hateros y monteros, comandados por Juan Esteban Ceara, Lucas Díaz y Luís Álvarez.

En el flanco izquierdo, bloqueando el paso hacia Los Conucos y Las Clavellinas, en las inmediaciones del Convento Viejo, se encontraba otra pieza de artillería de pequeño calibre, así como una fuerte línea de fusileros al mando de Matías de Vargas, José Leger y Feliciano Martínez. El coronel Antonio Duvergé, el hombre más activo en la defensa, en su papel de jefe de la línea, por ser el oficial más familiarizado con la plaza de armas y un gran conocedor del terreno de operación, se movía incansablemente en todo el perímetro de la defensa, de acuerdo a como lo requiriera la situación. El general Pedro Santana, en su calidad de Comandante en Jefe, tenía su Cuartel General en la retaguardia de la posición del centro, junto al coronel Buenaventura Báez, Felipe Alfau y Lorenzo Santamaría, quienes estaban en calidad de asesores, respaldados a su vez, por los hateros de a caballo y por el cuerpo de caballería de Báez.

A las 7:30 de la mañana, el general Riviére Hérard atacó vigorosamente a Azua con el grueso de sus tropas, ascendente a 8,000 soldados, por el camino que conduce a Puerto Príncipe. Su columna estaba formada por soldados procedentes de los dragones de la Guardia Nacional de Port Repúblicaine, de los cazadores y granaderos de los regimientos segundo, sexto, noveno y décimo noveno, así como por otras unidades de la Guardia Nacional de Verrettes de L’Arcahaie y Mirebalais. La vanguardia estaba comandada por el experimentado general Thomás Héctor, secundado por los coroneles Therlonge Perpiñag y Brunet Brise, entre otros.

Entrada la mañana del 19 de marzo, el presidente haitiano Riviére Hérard divide su ejército en tres columnas: la primera fue enviada por el camino del Barro; la segunda por el camino de San Juan y la tercera por el camino de Los Conucos. Desprovistos de artillería y pensando que el general Souffrant se encontraba en posición, las tropas haitianas avanzaron sobre las posiciones dominicanas. La vanguardia del General Thomás Héctor, encabezada por los antiguos dragones de la caballería del ex presidente Boyer, fue quien inició el ataque por el camino de San Juan de la Maguana, en formación cerrada. Aprovechando esta imprudencia del enemigo, el oficial Francisco Soñé disparó su pieza de artillería sobre aquella masa enorme de soldados, logrando así crear una gran baja al ejército haitiano. Ante ese hecho, el coronel Therlonge Perpiñag ordenó abrir las filas, siendo ya demasiado tarde, ya que los comandantes Lucas Díaz, Juan Esteban Ceara y José del Carmen García, ordenaron cerradas descargas de fusilería y carga de machetes desde sus posiciones en torno a la pieza de artillería.

El ala derecha haitiana, compuesta por los regimientos noveno y décimo noveno, se dispuso a atacar, bordeando el bosque y tomando el camino de Los Conucos. La posición izquierda de los patriotas dominicanos, situada en las inmediaciones del antiguo Convento, con una pieza de pequeño calibre y una certera fusilería al mando de Matías de Vargas, José Leger y Feliciano Martínez, logró exterminar a los comandantes de los dos regimientos haitianos, coronel Vincent del noveno y coronel Jean Gilles del décimo noveno. Ante este desenlace trágico, las tropas de ambos regimientos se replegaron en gran desorden. Mientras esto ocurría, el general Thomás Héctor ordena al ala izquierda, compuesta por el segundo y sexto regimientos, que avanzaba por el camino del Barro, a que hiciera un movimiento envolvente. Pero en ese momento tropieza con los macheteros azuanos de Antonio Duvergé, quienes, apoyados por los fusileros de Nicolás Mañón, que habían bajado del Fuerte Resolí, irrumpieron de sus filas, en un heroico asalto de machetes, sembraron el terror y la muerte en esta ala del ejército del presidente Riviére Hérard. Esta columna se retiró presa del pánico ante la mortandad ocasionada por las armas blancas, completando así, después de tres horas de combate, la total retirada del ejército haitiano, que fue perseguido y hostigado en su retirada, dejando tras de sí un saldo de alrededor de 300 bajas, entre muertos y heridos, incluidos varios coroneles, oficiales y soldados.

Los patriotas dominicanos que más se destacaron en esta batalla fueron: Antonio Duvergé, Francisco Soñé, José del Carmen García, Matías de Vargas, Feliciano Martínez, Lucas Díaz, Vicente Noble, Nicolás Mañón, Marcos Medina, Juan Esteban Ceara, Manuel Mora, Manuel de Regla Mota, José Leger, Luís Álvarez, Lorenzo Araujo y cientos de oficiales, suboficiales, clases y soldados, meritorios en toda la extensión de la palabra, aunque bisoños en su mayoría. Sin embargo, quien se arrogó todos los honores y lauros obtenidos fue el general Pedro Santana, quien opacó con su autocrática personalidad a los verdaderos adalides de esta trascendental gesta patriota.

La Batalla del 19 de marzo, aunque representó una victoria espectacular, espléndida y gloriosa para los dominicanos, se vio disminuida en su trascendencia cuando el general Pedro Santana ordenó en horas de la noche de ese mismo día, el retiro de los campos de batalla de las tropas bajo su mando para instalarse en Sabana Buey, Baní. El general Santana sólo dejó en las inmediaciones de Azua la retaguardia del ejército dominicano, encabezada por el coronel Antonio Duvergé, por el temor que le embargaba de que las tropas encabezadas por el General Souffrant, procedentes de Neiba, pudieran derrotarle, en virtud de su superioridad numérica.

Las tropas haitianas dirigidas por el presidente Riviére Hérard, reforzadas con las de la segunda división del general Souffrant y con hombres reclutados a la fuerza en las zonas de Las Caobas, Las Matas de Farfán, San Juan de la Maguana y Neiba, tras comprobar el abandono de la ciudad por parte de las tropas dominicanas, se posesionaron de Azua el 21 de marzo, procediendo así a ocupar la Plaza de Armas, a enterrar sus muertos y hacerle prometer a sus hombres que no descansarían en su accionar hasta llegar a la ciudad de Santo Domingo.

Veamos tan sólo algunos párrafos de la Proclama del presidente Riviére Hérard, tras su retorno a Azua, en su marcha sobre la parte oriental de la Isla de Santo Domingo, donde se mofa del ejército dominicano bajo el mando del general Pedro Santana por haberse retirado de la ciudad y revela las intenciones de algunos “malos dominicanos” de buscar el apoyo en una potencia extranjera para la concretización de sus planes:

Haitianos: Nuestras disensiones afligían al país y algunos pérfidos, ante el espectáculo de la postración en que parecía sumido, soñaron con fraccionar el territorio, constituir en Estado independiente a la población extraviada del Este. Y para colmo de su criminal empresa, buscaron el respaldo del extranjero y se mostraron dispuestos a aceptar el funesto obsequio de su intervención. ¡Insensatos! Insensatos que, blandiendo las antorchas de la guerra civil, se han atrevido a amenazar la Patria con envolverla en sus fuegos, ¡en sangre y en matanzas! Ya lo sabéis, ciudadanos.

Rápido como el rayo, volé al encuentro de ellos. En Las Caobas, en Las Matas, en San Juan, aparecieron las columnas republicanas y su sola presencia bastó para restablecer el orden, la tranquilidad. Se presentan ante Azua, y los rebeldes que se jactaban de detenernos allí, tan pronto como descargaron su artillería, esa artillería que de terrible no tiene más que el ruido, buscaron despavoridos la salvación en la huida, abandonando sus provisiones, su pólvora, sus lanzas, sus cañones aún cargados. Ese día del 19 de marzo ha revelado el delirio que impulsa a esos insensatos a la rebelión. Nos presagia grandes y prontos éxitos. Unos días más, y el baluarte de la rebelión, ese soberbio Santo Domingo, verá sus muros abiertos para nuestras columnas victoriosas. ¿Podrá, efectivamente, con sus traidores y sus fugitivos, contener el esfuerzo de un ejército impaciente por alcanzar nuevos triunfos al que anima el sagrado amor a la Patria poderosa e indivisible?” (Emilio Rodríguez Demorizi, 1957, págs. 368-369).

 

Como se ha podido ver en la Proclama del presidente, general Riviére Hérard, tan sólo se muestran dos verdades bastantes claras, pero que adornadas de tantas mentiras, justificaciones y subterfugios, tienden a opacarlas y a quitarle peso: la primera verdad está relacionada con los esfuerzos desplegados por los sectores conservadores de la Junta Central Gubernativa y del Ejército Dominicano de obtener el protectorado de Francia a cambio de la entrega de la Bahía y Península de Samaná, y la segunda verdad está relacionada con el error cometido por el general Pedro Santana de no perseguir a las tropas haitianas en su retirada hasta diezmarlas y, por el contrario, haber tomado la decisión de retirarse de Azua, dejándole la Plaza de Armas libre al enemigo.

En cambio, el historiador haitiano Thomas Madiou, es más objetivo cuando evalúa en sus detalles los acontecimientos del 19 de marzo de 1844 en la ciudad de Azua. Observemos:

El general Riviére se presentó frente a Azua el 19 de marzo; sus tropas se componían de la infantería y la caballería de la antigua guardia de Boyer, que era la suya; de los regimientos 2º, 6º y 19º; de las guardias nacionales de Verettes, de L’Arcahaie de Mirebalais y de la caballería de la guardia nacional de Port-au-Prince. Santana, general en jefe del ejército dominicano, había llegado a Azua la víspera de la aparición de las tropas haitianas frente a esa ciudad. Apenas había tenido tiempo de tomar algunas disposiciones militares; no tenía bajo sus órdenes sino cerca de mil hombres, la mayor parte del Seibo e Higüey. Hizo colocar a la entrada del pueblo dos piezas de cañón, una de a 24 y otra de pequeño calibre, y colocó para protegerlas algunos hombres armados de fusiles. Los haitianos se excitaron el 19 de marzo, el mismo día de su llegada, para penetrar en la ciudad, a cuya entrada estaban perfectamente ocultos los dos cañones. Eran ocho mil hombres. Fueron recibidos con tiros de cañón y metralla y se vieron obligados a replegar, batiéndose en retirada un poco en desorden. Los dominicanos lanzaron contra ellos sus escasos fusileros que los inquietaron hasta una legua de la ciudad. Nuestras tropas perdieron una cincuentena de hombres, muertos o heridos, oficiales subalternos, superiores y soldados, entre otros el coronel Vincent del 9º, muerto heroicamente a la cabeza de su regimiento y el coronel Jean Gilles del 19º, gravemente herido. Las pérdidas de los dominicanos fueron insignificantes. Juzgando que no podía resistir a la superioridad numérica de los haitianos, bien armados y equipados, Santana evacuó la ciudad de Azua del 19 al 20 de marzo, llevándose las municiones de guerra y de boca que pudo acarrear. El no ignoraba que la columna mandada por el general Souffrant se acercaba a marchas forzadas y podía llegar de repente y asaltarlo por la parte del Sur. Se retiró a Sabana Buey, a ocho leguas de Azua, y se atrincheró allí. El día 20 tomó el general Riviére Hérard posesión de Azua. Encontró la Plaza abastecida todavía de algunas municiones, muchas mercancías secas y de una gran cantidad de azúcar en serrones. Todos los habitantes la habían evacuado: los haitianos no vieron sino dos mujeres, de las cuales una era loca y la otra de edad muy avanzada, y algunos animales. El 21 llegó el general Souffrant a la cabeza de su columna, que tenía tres días de retardo a causa de las emboscadas que se había visto obligado a combatir, casi diariamente, desde su salida de Neiba” (Emilio Rodríguez, 1957, págs. 368-369).

 

Encontrándose acorralado por todas partes y abrumado por la superioridad numérica del enemigo, el coronel Antonio Duvergé secundado por el capitán Vicente Noble, permaneció en la ciudad de Azua con la misión de cubrir la retirada de las tropas dominicanas. En esas circunstancias, Duvergé se vio obligado a retirarse hacia las zonas del Fuerte Resolí y Las Yayitas, desde donde luego pasó a operar con sus guerrillas en las sierras del Maniel (San José de Ocoa).

El historiador José Gabriel García (1982, Tomo II: 235-236), refiriéndose a la decisión adoptada por el general Pedro Santana de replegarse a Sabana Buey, Baní, expresa lo siguiente:

Si el general en jefe hubiera estado a la altura del papel que representaba, habría comprendido que, para coronar tan espléndida victoria, lo procedente era destacar alguna fuerza, de caballería o de infantería, que picara la retaguardia al enemigo; y si esto no era posible porque estuvieran escasos los pertrechos, designar una compañía para que observara sus movimientos, estableciendo el servicio ordinario de vigilancia. Pero como no tenía conocimientos técnicos, ni práctica todavía en el arte de la guerra, lo que es disculpable siendo el primer lance en que se encontraba, lejos de hacerlo así, no pensó, abrumado con el peso de la responsabilidad que tenía sobre sí, sino en levantar el campo, sin que hubiera sospechas inminentes de un nuevo ataque, ni falta absoluta de medios de resistencia, pues que a más de no haber dado el enemigo señales de vida, hubo de incorporarse al campamento en el curso del día, un cuerpo procedente de San Cristóbal, a las órdenes del coronel Lorenzo Araujo. Este no obstante, consecuente con el fin que se proponía, convocó a los oficiales superiores a una junta de guerra, y aunque en ella hubo opiniones contradictorias, la inexplicable retirada se llevó a cabo durante la noche, con tan poco orden, que los dos panaderos de la tropa, sargentos Jacinto Gatón y Félix Coliet, y algunos más, entre ellos el sargento Segundo Rodríguez, lo supieron al amanecer, porque se encontraron solos en el pueblo, y la guardia de La Playa vino a saberlo por casualidad, no porque recibiera orden de reunirse a sus banderas. Andando el tiempo, el mismo general Santana, al hacerle cargos a Báez en 1853, le atribuyó el haber instado a su hermano Ramón a que le aconsejara la retirada ‘y dejase entrar a los haitianos a la capital’, con cuyo motivo hizo aquel en su defensa la siguiente revelación: ‘Santana me imputa haber aconsejado en esta ocasión (después de la batalla de Azua): mentira atroz, puesto que fui de los pocos que creyeron segura la victoria, si se empleaba en oportunidad la excelente caballería que yo mismo había reunido; y fue por esto que para hacer triunfar en la junta de guerra su pensamiento de retirarse a Baní, me despachó a la capital en solicitud de municiones’. Lo que indica, que la operación no es tan justificable, ni fue correcta, cuando su autor trató de rehuir la responsabilidad de ella ante la historia, que no puede dejar de reprocharla desde luego que está comprobado que el ejército haitiano no se acampó en el Jura sino en orden de marcha, pero que a los tres o más días, al ver que no le iban a atacar, ni le molestaban de ninguna manera, fue que se decidió a explorar el campo, y no encontrando en él obstáculos qué superar, hizo contramarcha y avanzó a tambor batiente y banderas desplegadas sobre la plaza abandonada, que ocupó con todas sus existencias, para establecer en ella su campamento en orden de batalla”.

 

Esa decisión del general Santana generó contradicciones al interior de la Junta Central Gubernativa, pero al ser predominante el sector conservador en la misma no fue posible lograr su destitución, sino la adopción de una posición intermedia tendente a reforzarlo con la presencia del patricio Juan Pablo Duarte. El mismo día en que las tropas haitianas ocuparon la ciudad de Azua, el 21 de marzo de 1844, la Junta Central Gubernativa designó al general Juan Pablo Duarte en calidad de “oficial superior” que pudiera reemplazar a Santana en caso de que faltare o necesitare ayuda o cooperación para defender a la Patria de la agresión haitiana. Veamos la comunicación mediante la cual fue designado el general Duarte:

 

DIOS, PATRIA Y LIBERTAD

REPÚBLICA DOMINICANA

Santo Domingo, Marzo 21 de 1844, y 1º. de la Patria

La Junta Central Gubernativa

Al General de Brigada J. Pablo Duarte,

Comandante del Departamento de Santo Domingo y miembro de la misma corporación.

Compañero y amigo: Siendo de necesidad en la armada expedicionaria del Sur, que además del Jefe expedicionario General Santana, haya otro oficial superior que pueda reemplazarle en caso de falta y que le ayude y coopere con él a la defensa de la Patria en la agresión que nos han hecho los haitianos, Ud. se dispondrá a marchar inmediatamente para el cuartel general con la división que sale hoy bajo sus órdenes, y se pondrá de acuerdo con dicho General Santana para todas las medidas de seguridad y defensa, procurando que sean en armonía con nuestra resolución de ser libre o morir y según los principios que hemos proclamado.

Saludamos a Ud. afectuosamente,

El Presidente de la Junta: Bobadilla. – C. Moreno. – Félix Mercenario. – Valverde. – Medrano. – Abreu. – Caminero. – S. Pujol” (José Gabriel García, 1890, pág. 7).

 

Sin embargo, los generales Pedro Santana y Juan Pablo Duarte no lograron ponerse de acuerdo, ya que tenían posiciones y percepciones totalmente diferentes en torno a qué era lo más oportuno y favorable para la recién creada República Dominicana, si una postura defensiva ante un ejército numeroso y bien armado y entrenado, hasta recibir apoyo militar de una potencia amiga, como Francia (posición que defendía el general Santana) o una postura ofensiva que permitiera colocar al ejército haitiano de aquel lado de la frontera dominico-haitiana con las fuerzas con que contaba el país para mantener la soberanía nacional y lograr la tranquilidad del pueblo dominicano (posición asumida por el patricio Juan Pablo Duarte).

Ante el desacuerdo surgido entre ambos generales, el patricio Duarte opta por dirigirse a la Junta Central Gubernativa reiteradamente para solicitar su anuencia para avanzar sobre las tropas haitianas al frente de las tropas dominicanas, dispuestas para tales fines. En la tercera ocasión, en fecha del primero de abril de 1844, le expresa:

DIOS, PATRIA Y LIBERTAD

REPÚBLICA DOMINICANA

Cuartel General de Baní, 1º. de Abril de 1844

A los miembros de la Junta Central Gubernativa.

Es por la tercera vez que pido se me autorice para obrar solo con la división que, honrándome con vuestra confianza, el 21 del pasado, pusisteis bajo mi mando para que, en todo de acuerdo con el General Santana, tomara medidas de seguridad y defensa de la Patria.

Hace ocho días que llegamos a Baní, y en vano he solicitado del General Santana que formemos un plan de campaña para atacar al enemigo, que sigue en su depravación oprimiendo a un pueblo hermano que se halla a dos pasos de nosotros.

La división que está bajo mi mando sólo espera mis órdenes, como yo espero las vuestras, para marchar sobre el enemigo, seguro de obtener un triunfo completo, pues se halla diezmado por el hambre y la deserción.

Dios guarde a Vds. muchos años. Juan Pablo Duarte”. (García, José Gabriel,1890, pág. 8).

La respuesta recibida por el general Juan Pablo Duarte de parte de la Junta Central Gubernativa, dominada por los socios del general Pedro Santana no se hizo esperar, la cual fue tan breve o lacónica como decepcionante:

Santo Domingo 4 de Abril de 1844 y 1º. de la Patria.

La Junta Central Gubernativa

Al General de Brigada J. Pablo Duarte.

Compañero y amigo: Al recibo de ésta se pondrá Ud. en marcha, con sólo los oficiales de su estado mayor, para esta ciudad donde su presencia es necesaria, avisándoselo al General Santana.

Saludamos a Ud. afectuosamente.

El presidente de la Junta: Bobadilla. – Echavarría. – Fco. Sánchez. – Delorve. – Jimenes. – Félix Mercenario. –

El Secretario de la Junta, S. Pujol” (Clío, Santo Domingo, Noviembre-Diciembre, 1935, pág. 164).

Por actitudes y decisiones como esas, fue que, transcurridos varios meses, el general Pedro Santana se salió con las suyas, al contar con el apoyo mayoritario de la Junta Central Gubernativa. Fue así como, en complicidad con el cónsul francés en la República Dominicana, Juchereau de Saint Denis, la emprendió contra el patricio Juan Pablo Duarte y los demás defensores de ideal trinitario.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

Academia Dominicana de la Historia (1935), Clío, Noviembre-Diciembre 1935, Santo Domingo, ADH.

BALCÁCER, Juan Daniel & GARCÍA ARÉVALO, Manuel (1992), La Independencia Dominicana, Madrid: Editorial Mapfre.

CASSÁ, Roberto (1999), Antonio Duvergé: Primer Guerrero de la Independencia, Santo Domingo: Tobogán.

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Juan de la Cruz

Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Santo Domingo

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