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La intemporalidad del pensamiento puro en Andrés Avelino

Written by Juan de la Cruz

Por: Juan de la Cruz

 

El pensamiento es el único ente que tiene la capacidad de pensarse a sí mismo. Piensa la estructura neurobiológica en que se asienta. Piensa los demás pensamientos que se piensan a sí mismos, la otredad y el cosmos. Reflexiona la realidad ontológica de todo tipo y piensa sobre el ser humano, su historicidad, sus circunstancias presentes, lo que le depara el porvenir y la posibilidad de concretar sus utopías. Esto convierte al pensamiento en un ente especial, distinto y, al mismo tiempo, idéntico a los demás. Idéntico, por cuanto es un ente que existe como los demás y, al mismo tiempo, distinto, en la medida en que posee características que ningún otro tiene.

Cuando el pensamiento se piensa a sí mismo, recibe el nombre de autoconciencia, puesto que es a través de ella que el pensamiento hace conciencia de su propia existencia o de la existencia de su yo. La autoconciencia es la forma que tiene el pensamiento de revelarse en su estado puro, ya que hace abstracción del mundo ontológico que le rodea para centrarse en su propia mismidad. Es a esa forma de expresarse el pensamiento que algunos filósofos llaman pensamiento puro. Para Avelino el pensamiento puro, considerado como lo verdaderamente significativo y eterno, es totalmente intemporal.

El tiempo, categoría fundamental para toda la física y la metafísica ontológica desde Aristóteles hasta hoy, está estrechamente conectado con la realidad y su devenir. En la antigüedad, Aristóteles (2002, p.281) concebía el tiempo como la medida del movimiento, de todo aquello que es susceptible de destrucción-generación y, en general, de todo cuanto, a veces, es y, a veces, no es. Kant (2006, p. 207), de su lado, entendió el tiempo como una categoría a priori del pensamiento, ya que “sólo en él es posible toda la realidad de los fenómenos”. Para Hegel (1980, p. 126), es el devenir inherente a todos los fenómenos objetivos y subjetivos del universo, por cuanto:

El tiempo es el ser que, mientras es, no es, y mientras no es, es; el devenir intuido; lo que quiere decir que las diferencias, simplemente momentáneas, o sea, que se niegan inmediatamente, son determinadas por diferencias extrínsecas, esto es, exteriores a sí mismas”.

En tanto que para Heidegger (1980, pp. 356-357) el tiempo es algo inseparable del ser. Para él sólo el tiempo tiene la capacidad de unificar en una totalidad estructural la existencia, los objetos y la muerte o transformación de los entes. En ese sentido expresa:

La temporalidad hace posible la unidad de la existencia, la facticidad y la caída, constituyendo así originalmente la totalidad de la estructura de la cura”, la que define, a su vez, como “ser relativamente a la muerte”.

Avelino (1951, p. 163) postula que la esencia formal ideal e intemporal del mundo de lo significativo rechaza, de manera absoluta, la temporalidad de los pensamientos, ya que las formas puras están fuera del tiempo. Al respecto señala:

La forma pura del pensamiento sólo expresa que un concepto primario comprende significativamente a un concepto secundario. Esta comprensión es ajena totalmente al tiempo. Si un concepto primario comprende un concepto secundario, lo comprenderá siempre, lo comprenderá eternamente. El pensamiento puro, es pues, esencialmente intemporal”.

Con esta idea, Avelino quiere mostrar que el pensamiento puro es eterno. Pero la eternidad no debe ser confundida con la capacidad libertaria que tiene en sí mismo el pensamiento, puesto que no puede ser aprisionado en pará- 501 metros lógicos rígidos ni en estructuras fosilizantes. Es por lógicos rígidos ni en estructuras fosilizantes. Es por ello que la lógica formal se queda corta ante la complejidad que de por sí implica el pensamiento. De ahí a que el tiempo no cuente para él, hay una gran diferencia, por cuanto el pensamiento y sus resultados se producen en momentos concretos del discurrir histórico. Ningún pensamiento por más abstracto que sea o parezca, tiene la posibilidad de originarse, desarrollarse o perpetuarse al margen de la temporalidad. El tiempo, Cronos, para su perpetuación cuenta con la colaboración del dios Jano, el cual, con sus dos caras: una mirando hacia el pasado y otra mirando hacia el porvenir, permite que se generen los cambios y las transformaciones que permitirá el desarrollo integral del cosmos, la naturaleza, los seres humanos y la sociedad.

Sobre el concepto de eternidad, Hegel tiene una visión diametralmente opuesta a la esbozada por Avelino. Veamos:

El concepto de eternidad no debe ser entendido negativamente, como la abstracción del tiempo, de modo que la eternidad pueda existir fuera del tiempo, y tampoco en el sentido de que la eternidad viniese después del tiempo; de este modo, de la eternidad se haría un futuro, esto es, un momento del tiempo”.

Queda claro, pues, que la eternidad no significa una abstracción del tiempo y de lo temporal, sino más bien la condición que tienen determinados sujetos u objetos de traspasar la línea del tiempo y situarse más allá de los límites propios del pasado, del presente y el futuro, pero sin obviarlos, hasta lograr su trascendencia óntica en el infinito.

En los argumentos que sustenta para demostrar que sólo la lógica pura tiene la capacidad de abstraerse de la temporalidad, Avelino descarta de plano que la lógica óntica tenga esa capacidad, ya que sus juicios hacen referencia permanentemente a los contenidos objetivos. En ese orden, sostiene que los juicios científicos y literarios proceden a desmentir esa posibilidad, por cuanto en la expresión gramatical de los juicios, los verbos son usados en los tiempos presente, pasado y futuro. No obstante, Avelino (1951, pp. 162-163) reconoce que existen ciencias y pensamientos específicos en todas las ciencias que se enuncian en presente, así como los pensamientos de valor, los cuales se expresan en un presente intemporal. En ese sentido expresa:

Los pensamientos matemáticos e ideales y pensamientos de valores se enuncian en un presente intemporal, pues la suma de los ángulos de un triángulo es igual a dos rectos, no lo fue sólo ayer, ni sólo hoy ni lo será mañana, sino lo es siempre, eternamente. Lo mismo puede decirse de los pensamientos de valor. Este cuadro es bello, que no lo es sólo ahora si no lo es siempre, lo es eternamente. Todo pensamiento juicio ontológico que expresa el ser se enuncia en presente intemporal”.

Pero esto no quiere decir que el tiempo no cuente para estas ciencias y disciplinas abstractas o relacionadas con una conducta ética adecuada. La supuesta o real eternidad de estos pensamientos se refiere a principios, reglas y formulaciones que tienen la capacidad de trascender una temporalidad concreta, pero sin obviar que fueron concebidos en un momento determinado del desarrollo de esas áreas de conocimiento, por lo cual es muy difícil que las pueda entender al margen del tiempo.

Avelino cree que, si bien las ciencias sistemáticas de objetos reales expresan sus pensamientos en forma intemporal, la lógica ontológica, de por sí, al usar pensamientos en referencia a los contenidos objetivos, está obligada a someterse a la temporalidad propia que llevan implícita los objetos en su ser. Esto sucede por el hecho de que los pensamientos juicios son correlatos de los contenidos objetivos y se amoldan a éstos al diseñarlos. Es por ello que, desde su punto de vista, la lógica ontológica no tiene fundamento alguno para rechazar la temporalidad que en la realidad manifiestan determinados pensamientos juicios de su ámbito. En esto el pensador dominicano tiene toda la razón, pues todo aquello que haga referencia al mundo objetivo y a la realidad, en general, sea ésta concreta o figurada, lleva consigo la marca indeleble del tiempo.

La aspiración de Avelino de lograr que el pensamiento puro no responda a ningún parámetro de la temporalidad, es legítima, pero, totalmente irreal, ya que no existe nada en el cosmos, por muy abstracto que sea o lo pretenda, que no se someta a los designios de lo temporal. Lo temporal no es una categoría a priori del pensamiento como pensaba Kant -queriendo desconocer con ello su carácter objetivo y pretendiendo reducirlo, exclusivamente, al ámbito subjetivo-, sino que es algo consustancial a todos los objetos, fenómenos, hechos y procesos de la realidad objetiva y subjetiva, razón por la cual el pensamiento que vive en permanente contacto con la realidad no puede abstraerse de su influjo abrasador.

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Juan de la Cruz

Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Santo Domingo

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