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Cómo y por qué el ejercito de EEUU fracasó en Afganistán

Written by Debate Plural

Misión Verdad (19-8-21)

 

Desde el pasado domingo 15 de agosto circulan fotos y videos sobre la toma de Kabul por parte del Talibán y la retirada desesperada del personal diplomático estadounidense y de otras naciones, imágenes que representan una derrota militar y simbólica, así como una muestra de que el imperialismo norteamericano está en decadencia.

Las circunstancias fabricadas por las que Estados Unidos y países de la OTAN ocuparon militarmente Afganistán son más que conocidas, así como costo material y humano en veinte años de invasión y saqueo.

No obstante, más allá de lo que está a simple vista cabe preguntarse, ¿por qué el Talibán logró controlar la totalidad del territorio afgano sin mayores contratiempos apenas los estadounidenses emprendieron la retirada?

Al tratar de responder esta interrogante surgen otras dudas porque el triunfo del Talibán es proporcional al fracaso de Estados Unidos y sus aliados. Entonces, ¿qué pasó en veinte años de ocupación?

Si bien no hace falta rememorar detalladamente cada paso de la intervención, es justo mencionar que las circunstancias en las que ocurre la ocupación sirven de contexto para entender el fracaso de Occidente.

BREVE CONTEXTO

Luego del atentado contra el World Trade Center el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos y sus aliados se dieron una autolicencia para convertirse en la policía del mundo e iniciar una campaña para acabar con el terrorismo a nivel global. Esto no hubiera sido posible si el atentado contra las Torres Gemelas no hubiese tenido el impacto necesario para que estas decisiones no fueran cuestionadas.

Lo que siguió a continuación fue una coalición liderada por Estados Unidos que invadió, un mes después de los atentados, a Afganistán, supuesta cuna del terrorismo, aun cuando los principales señalados eran saudíes y no afganos. Con este mismo argumento invadió y saqueó a otras naciones de Medio Oriente.

Vale acotar que el país de Asia Central desde 1996 estaba controlado por el Talibán, un movimiento islámico fundamentalista que años atrás había sido financiado y entrenado por los servicios secretos de Estados Unidos y Pakistán.

Lo cierto es que la ocupación se llevó sin mayores contratiempos y el Talibán aparentemente fue expulsado de las grandes ciudades. Pocos años después se instaló un gobierno compatible con los intereses de Estados Unidos. Lo resaltable de todo esto es que la invasión fue un hecho de gran impacto debido a la abultada movilización de tropas de varios países, así como bombardeos y bajas de supuestos terroristas. También es necesario mencionar los ataques aéreos indiscriminados a la población civil, que dejó un saldo de miles de afganos fallecidos, incluidos mujeres y niños.

Sin duda alguna, Occidente en esos primeros años ganó importantes batallas, sobre todo la narrativa. Sin embargo, tales victorias no tuvieron las suficientes propiedades elásticas para extenderla a lo largo de estos 20 años de ocupación y de la imposición de su ley.

Los últimos hechos demuestran que el poderío militar no es suficiente para sostenerse por mucho tiempo en otro territorio y, sobre todo, con otros códigos. Lo que en un momento se vio como fácil, lograr sacar al Talibán del poder se fue complejizando con los años.

PRIMERAS SEÑALES DEL FRACASO

Y la verdad es que el Talibán nunca dejó de desestabilizar a los ocupantes y al nuevo gobierno, asedio que fue mellando lentamente la imagen poderosa del ejército estadounidense. Por lo que fue necesario un reforzamiento de los contingentes militares unos años después.

Ya en la primera década se empezaron a ver las señales del fracaso militar de Occidente en Afganistán. ¿Por qué tardaron en tomar la decisión de retirarse o negociar con el Talibán? ¿Acaso hacer eso significaba aceptar la derrota?

«Es imposible saber si alguno de los principales dirigentes políticos, incluidos tres presidentes, habría escuchado a algún uniformado que aconsejara moderación o un enfoque de las intervenciones radicalmente distinto al que se produjo», refiere Douglas Macgregor en un trabajo para The American Conservative.

¿NEGACIÓN DE LA DERROTA?

Macgregor sostiene que todo lo que se puede decir con certeza es que entre 2001 y 2021 ningún oficial superior expresó su oposición a las políticas de intervención y ocupación con la suficiente fuerza como para justificar su retirada.

«Ninguno se sintió obligado a dejar el servicio y llevar sus opiniones contrarias al foro público».

Asimismo, refiere que la mayoría de los altos mandos militares de Estados Unidos optaron por mentir y distorsionar los hechos en público en tanto que mostraban avances que no existían. Reflexiona que muchas vidas estadounidenses se pudieron haber salvado si alguien hubiera dicho la verdad.

«No hay forma de evitarlo. Los altos dirigentes civiles y militares de Estados Unidos (junto con sus burocracias de apoyo) son fundamentalmente incapaces de desarrollar o implementar una estrategia militar efectiva», señala.

SOSTENIMIENTO FORZADO DE LA MENTIRA

Todo parece indicar que el ocultamiento de la realidad se debió a una negación de la decadencia. Sin embargo, esto no es solo un asunto de los militares: la Casa Blanca en varias oportunidades también negó esa realidad. Hasta el último momento el presidente Joe Biden subestimó el avance del Talibán.

El presidente estadounidense dijo que confiaba en el ejército afgano al referir que contaba con 300 mil efectivos bien armados y entrenados por los estadounidenses. Su confianza estaba sostenida por el número de militares en comparación con los 75 mil miembros del Talibán, supuestos pastores y bárbaros sin mucho conocimiento en tácticas de guerra. A los pocos días los «salvajes» tomaron la capital sin mayor resistencia.

Pascual Serrano, periodista español, dice que las mentiras se mantuvieron hasta el último momento. «Desde el 7 de octubre de 2001 en que Estados Unidos inició la invasión de Afganistán todo lo que allí hizo, junto con sus socios de la OTAN, España incluida, ha sido una estafa», escribe en Mundo Sputnik.

El general de tres estrellas Douglas Lute, que ejerció de alto mando de la Casa Blanca en la guerra durante las administraciones de George W. Bush y Barack Obama, dijo que «carecíamos de un conocimiento fundamental de Afganistán, no sabíamos qué estábamos haciendo. ¿Qué tratamos de hacer aquí? No teníamos la más remota noción de lo que estábamos acometiendo», para luego agregar: «Si el pueblo estadounidense conociera la magnitud de la disfunción… 2 mil 400 vidas perdidas. ¿Quién va a decir que eso fue en vano?».

La soberbia imperial de saberse ante un fracaso colosal también pudo haber retrasado la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán. De hecho, desde el pasado domingo han hecho comparaciones entre la retirada forzada de Kabul y la huida de Saigón en 1975, símbolos de derrota.

«Los talibanes no son el Ejército de Vietnam del Norte. No son ni remotamente comparables en términos de capacidad. No habrá ninguna circunstancia en la que veas a gente ser levantada del techo de una embajada en Estados Unidos desde Afganistán. No es en absoluto comparable», dijo el presidente estadounidense. A los pocos días las imágenes fueron exactamente las mismas: un helicóptero se posa sobre un edificio desalojando al personal diplomático en medio de un caos militar y social para Occidente.

Afganistán maneja unos códigos culturales muy diferentes a los de Occidente. Si Estados Unidos mantuvo el «control» durante mucho tiempo fue por el poder de las armas. Esto quedó demostrado por el hecho de que una vez que se retiraran, el gobierno a cargo se diluyera también y no encontrara la forma de contener al Talibán.

La verdad es que el ejército estadounidense nunca dejó de ser visto como un invasor que llevó muerte y desestabilización a esos territorios.

En última instancia, ya el poder de Estados Unidos y sus aliados no era sostenido ni siquiera por las armas. Es por ello que finalmente tuvieron que reconocer y pactar con el Talibán la retirada. Si los 75 mil talibanes lograron derrotar al ejército local y a los ocupantes fue porque contaban con la base política, social y estratégica para hacerlo.

«Aunque los talibanes sean impopulares para muchos afganos, al menos son afganos y no un gobierno apuntalado bajo ocupación extranjera», escribe Joe Lauria, editor de Consortium News. También dice que durante el tiempo de ocupación nunca se preocupó por comprender ese territorio.

«Mantener las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN en el país, en el mejor de los casos, habría prolongado un estancamiento interminable. Joe Biden está siendo interrogado vivo, incluso por los demócratas del establishment, por los acontecimientos que se están desarrollando en este momento. Puede ser incluso un suicidio político. Pero ha sido un acierto retirarse finalmente», dice Lauria.

¿QUÉ PIERDE ESTADOS UNIDOS?

Más allá de la humillante derrota en Afganistán, la decadencia del imperialismo norteamericano radica realmente en la pérdida de influencia en la región. Este territorio para Estados Unidos constituía un eje de desestabilización para China, Rusia e Irán, por lo que la derrota es sobre todo política.

«Nunca se trató de luchar contra el terrorismo o convertir a Afganistán en un Estado democrático de formato occidental que purgara al Talibán, sino de utilizar este importante territorio con el propósito de atacar los flancos débiles de las potencias emergentes de Eurasia», señala el Instituto Samuel Robinson.

Al retirarse del territorio afgano también pierde la posibilidad de controlar un territorio rico en minerales importantes, así como la producción de opio y heroína, que aumentó vertiginosamente durante su ocupación.

«Parece que una de las principales razones fue el control de la vasta riqueza mineral sin explotar de Afganistán. ¿Por qué iba Estados Unidos a dejar eso atrás? Tal vez no deba sorprendernos que en un futuro no muy lejano veamos a empresas estadounidenses negociando los derechos de excavación con los talibanes», dice Lauria.

La derrota en el campo militar y su intento forzado de ocultarla, así como la pérdida de influencia regional, son inocultables señales de la decadencia de Estados Unidos y sus aliados. Y todo el mundo lo vemos en vivo y directo a través de nuestras pantallas.

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