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Las confesiones del Tío Bolton

Written by Debate Plural

Richard Canán (La Jornada, 25-6-20)

 

Las infidencias reveladas en el diario de quinceañera de John Bolton (su famoso block de notas amarillo), revelan en primer lugar, sus carencias humanas, su baja calaña, su falta de escrúpulos y su preferencia por el maquiavelismo. Cualidades que comparte perfectamente con su iracundo expatrono, el deschavetado Donald Trump. Ambos son la evidente demostración de que existen seres que están desprovistos de cualquier vestigio de ética y moral.

Siendo terriblemente peligroso por los altos cargos que estos míseros personajes ostentan, los cuales utilizan para satisfacer sus inescrupulosas ambiciones sectarias, políticas y financieras. En el caso del Bolton, el pago inicial que recibió para la publicación de su incendiario libro «La habitación donde ocurrió: memorias de la Casa Blanca», arranca con la módica suma de 2.000.000 de dólares.

Con esto en mente nada sorprende en las revelaciones hechas por Bolton. Escrito con el desdeñable estilo de una vieja chismosa, no deja de sorprender la olímpica inmoralidad para distanciarse de las barrabasadas y crímenes que él mismo ayudó a crear durante su repugnante carrera funcionarial que viene desde la época de Ronald Reagan. El acusador Bolton, es mil veces más malo que el acusado Trump. Sus maldades y patanerías sembradas por todo el mundo superan con creces cualquier ficción distópica.

Entre los reconcomios documentados por Bolton, resaltan (en su mala conciencia) sus múltiples frustraciones por las «desacertadas» decisiones de Trump en la construcción de su propia perspectiva en la relación personal con los líderes de Rusia, Corea del Norte y Ucrania. Más de una vez pone el grito en el cielo por la terquedad de Trump. En el caso de Venezuela, Bolton se presenta como el Sheriff salvador, el confabulador estrella.

Sus grotescas confesiones (que resultan por demás esclarecedoras de la magnitud del nivel de manipulación y complot), revelan la verdadera agenda imperial que nos amenaza con sus putrefactas garras, con el único objetivo de procurar el saqueo de las riquezas del país para sus exclusivos intereses. Veamos las confesiones de puño y letra del enajenado Bolton, el cual dedica a Venezuela todo el capítulo 9 de su libro «La habitación donde ocurrió: memorias de la Casa Blanca».

Bolton reseña a lo largo del capítulo todos los empeños del imperio norteamericano para acabar con el Gobierno Bolivariano, sin guardar la forma del respeto a la democracia y la soberanía del país. Refiere con desfachatez que su estrategia de golpe de Estado «requería de una determinación firme de nuestra parte y de presión constante, a todo dar, implacable». De inmediato, ante la incapacidad para alcanzar el éxito, culpa a Trump señalando que «Fracasamos en alcanzar este estándar. El presidente vaciló y trastabilló, exacerbando los desacuerdos internos del gobierno en vez de resolverlos».

Sobre el intento de magnicidio con los drones en la Avenida Bolívar, señaló con profuso lamento que «Aunque el ataque fracasó, demostró la vigorosa disidencia dentro de los militares». Confiesa que el propio Trump lo alentaba a montar aceleradamente el escenario de la agresión militar a gran escala: «Hazlo», «Esta es la quinta vez que lo he pedido». Y revela que recomendó, que a pesar de la posible oposición del Congreso, «podíamos alcanzar el mismo objetivo trabajando con los opositores de Maduro». Es decir, que aunque se lavaron las manos con el fallido intento de invasión de la Operación Gedeón, la misma era parte integral de los escenarios planificados por el maléfico Bolton.

También revela Bolton todas las maquinaciones para asfixiar al país con las sanciones económicas. En el punto central concebían que «Las sanciones petroleras era una elección natural», y con ellas lograrían «Conducir la producción del monopolio estatal petrolero de Venezuela hasta su nivel más bajo posible, lo que la oposición apoyaba plenamente». Esto demuestra la confabulación bien sincronizada entre los halcones gringos y los apátridas venezolanos encabezados por Julio Borges y Leopoldo López.

En varios pasajes del capítulo, el hampón rapiñero de Bolton relata cómo orquestaron y planificaron el bloqueo financiero en contra de Venezuela. Las sanciones y el reconocimiento al espurio Guaidó se montaron como una excusa previendo de antemano que «La Fed automáticamente entregaría el control de los activos del gobierno venezolano que poseía al gobierno encabezado por Guaidó». Son unos despreciables saqueadores. También señala Bolton que las sanciones provocarían un cerco financiero en el sistema bancario mundial en contra de Venezuela, pues los «otros bancos centrales y banqueros privados, no estaban buscando motivos para ponerse de malas con la Fed». Todos se arrodillaron de inmediato, temerosos ante las sanciones y procedieron a bloquear las cuentas corresponsales del BCV, FONDEN y PDVSA.

Incluso hace la revelación de que «El ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, Jeremy Hunt, estaba encantado de cooperar con medidas que ellos podrían tomar, por ejemplo, congelar las reservas de oro venezolanas en el Banco de Inglaterra, así el régimen no podría vender el oro para seguir de pie». Esta es una prueba de la conspiración transnacional de la extrema derecha conservadora para asfixiar las finanzas del Gobierno Bolivariano que alcanzó presiones directas al «Fondo Monetario Internacional, a Banco de Pagos Internacionales e instituciones similares».

Un acto de violación fragrante a las leyes de comercio internacional. Con el mayor descaro del mundo, con la soberbia imperial que los caracteriza, Bolton afirma que en la agenda contra Venezuela «Se trata de usar el masivo poder económico de Estados Unidos para avanzar en los intereses nacionales. Son mucho más efectivas cuando son aplicadas, masiva, rápida y decididamente y cuando son impuestas con todo el poder disponible». Son unos miserables, sus mayores preocupaciones no eran el bienestar del pueblo venezolano, para nada, sus recurrentes vacilaciones eran que el bloqueo al «sector bancario le harían daño a Visa y Mastercard».

Bolton expone a la luz pública que entre sus escenarios estaba la opción de convertirse en piratas modernos, barajando seriamente la idea de asaltar en altamar los buques petroleros provenientes de Venezuela. Confiesa que «Trump también pidió repetidamente al departamento de defensa opciones concretas sobre cómo parar a los tanqueros incluyendo la prohibición», esto en violación de los distintos convenios de navegación marítima.

Los ojos de Bolton terminaron llenos de «niebla de guerra». Se tragó su propio veneno, ya que a pesar de su destacada experiencia como golpista (un amplio prontuario), rodó garrafalmente con Venezuela. Le quedó claro que los «escorpiones en una botella» están es en Washington DC, en el Departamento de Estado, en la Casa Blanca, en la Burocracia neocolonialista y guerrerista que él representa y que con total impudicia pretenden derrocar gobiernos y colonizar pueblos para decidir sus destinos.

Los pueblos soberanos, libres e independientes siempre forjarán con sus propias manos su destino. Nunca jamás permitirán que un imperio decadente e inmoral imponga un presidente «débil», un títere que gobierne arrodillado a los exclusivos intereses corporativos de Estados Unidos. Muy a pesar de sus intentos por resucitar la Doctrina Monroe, Bolton suelta una grase más que lapidaria y que marcará por siempre su amarga experiencia con Venezuela: «Sin embargo, estos pronósticos optimistas no se cumplieron». Este nefasto personaje no pudo concretar nunca sus aberrantes planes.

Trump es virulentamente rencoroso. Lo perseguirá con saña en tribunales, por soplón y traidor. El mentiroso Trump acusa a su exempleado de fraguar una «compilación de mentiras» en su contra. Esto parece una karmática aberración. Pero alerta, Trump es un maquinador y vive de la polémica. Este aparente desliz le auxilia sobremanera al distraer a la opinión pública norteamericana del desastre en su gestión del Covid-19. Trump surfeará todos estos mares agitados durante la campaña electoral 2020.

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