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Otra «democracia ejemplar» en llamas: el turno de Perú

Written by Debate Plural

Rebeca M. Westphal (Sin Permiso, 2-10-19)

 

En menos de 48 horas el gobierno de Martín Vizcarra disolvió el Congreso del Perú, este a su vez lo suspendió por un año y nombró presidente en funciones a la vicepresidenta Mercedes Aráoz, quien más tarde anunció en un tuit su renuncia al cargo y declinación al nombramiento.

La primera pregunta que se puede hacer cualquiera que presencia la cadena de eventos que ocurren en el palacio de gobierno y el Congreso es: ¿quién es el presidente del Perú?

Las razones de dicha pregunta, obviamente, obedecen al interés mediático que despertó la crisis institucional del gobierno de Vizcarra.

Por horas, ha sido centro del debate en las redes sociales, motivo de interacciones entre expertos e iniciados en el tema. De allí partieron otras dudas sobre términos jurídicos, interpretaciones de la Constitución y atribuciones presidenciales.

Seguirle el paso a estas menudencias impide que profundicemos en aspectos políticos de mayor aporte a este capítulo de la serie peruana «Cuestión de confianza».

Porque lo trascendental de este conflicto de poderes no es quién ganará la pelea que libran el parlamento y el ejecutivo por la autoridad para gobernar el país (aunque es válido hacer apuestas). Si Vizcarra prevalece o no en los próximos días, no cambiará en nada el clima de conflictividad que se impone desde hace varios años en la política interna.

PERÚ EN PERMANENTE CRISIS POLÍTICA E INSTITUCIONAL

La transición democrática de Perú comenzó hace apenas unas dos décadas con la caída simbólica del régimen fujimorista, subrayando lo «simbólica» porque en los hechos la mafia de esta familia nunca ha abandonado los pasillos de la Casa de Pizarro.

Evidencia de ello es que Keiko Fujimori, en prisión desde 2018, recibió 536 visitas entre enero y junio de este año. Los más asiduos visitantes de la hija del ex presidente Alberto Fujimori fueron los congresistas de derecha que lideran el parlamento peruano.

En efecto, el sistema político y las instituciones que sucedieron a la dictadura se exhiben débiles y fragmentados. Cosa contraria sucede con los promotores del neoliberalismo, que no tuvieron ninguna traba para preservar su tejido en el sistema económico nacional.

Comenzaron comprando a políticos para evitar la intromisión del Estado en asuntos de negocios y cada acto de corrupción fue archivado a la espera de ser utilizado magistralmente en las pugnas internas entre nuevas y viejas élites políticas. ¿Compiten por ver quién es más corrupto? En menos de lo que imaginen saldrán a relucir las evidencias y recursos legales que favorezcan al aliado de turno.

Las corporaciones lograron una maniobra de distracción envidiable, quitando y colocando gobiernos sin que ninguna parte del descrédito público afectara al sector privado.

Desde Alejandro Toledo fugándose a Estados Unidos para escapar de las acusaciones de recibir sobornos de la constructora brasileña Oderbrecht hasta Alan García quitándose la vida momentos antes de ser procesado por la misma trama de corrupción, el país observó con vergüenza cómo uno a uno los mandatarios que ocuparon la silla presidencial en el siglo XXI terminaron enfrentando cargos ante la justicia.

DIME DE QUÉ PRESUMES Y TE DIRÉ DE QUÉ CARECES

¿Es este el modelo ejemplar que debe seguir Venezuela? Una pregunta que viene al caso al tener en cuenta la participación y protagonismo de esta nación en el Grupo de Lima.

Doce países se reunieron en la capital limeña para conformar esta instancia que se vendió como la plataforma del hemisferio que, se suponía, iba a «resolver» el conflicto venezolano. Para nadie es un secreto que el verdadero interés de conformar este bloque era lograr una legitimidad regional que ampliara la estrategia de bloqueo internacional, bajo los designios de la Administración Trump.

Honestamente, estos países nos han hecho muy sencilla la tarea de señalarlos por las mismas cosas de las que nos acusan, ya sea de violación de derechos humanos, apoyo a organizaciones criminales o corrupción. Por supuesto, cómo olvidarlo ahora, también de crisis institucionales.

Tuvimos la oportunidad con la caída del «perro simpático» Pedro Pablo Kuczynski, el año pasado. Ironía de la vida que lo alcanzara la justicia antes de poder ver concretado una operación equivalente contra Nicolás Maduro. Le faltó tiempo… y pruebas.

AHORA ES EL TURNO DEL TECNÓCRATA VIZCARRA

Sí, esta semana le nació un protogobierno a Martín Vizcarra en las puertas del Congreso. Que además guarde similitudes con el gobierno fake de Juan Guaidó es otra de esas coincidencias interesantes para contrastar escenarios. Pero que no se sienta amenazado el antichavismo, nadie en Lima tuvo el atrevimiento de autojuramentarse en una plaza.

Las potencias de Occidente no parecen darle mucho crédito a los Guaidós peruanos, quizá aún no les hace ruido el mandato de Vizcarra o prefieren que nadie en la región opaque el experimento venezolano, por muy desgastado que se encuentre.

En el caso de Vizcarra y los congresistas de Fujimori, la OEA se negó a blanquear la operación, reconociendo al Tribunal Constitucional del Perú como única entidad para zanjar el conflicto. Tampoco hubo mayor revuelo internacional por la disolución del parlamento.

No es comparación odiosa pero aquí mantuvimos la existencia de la Asamblea Nacional, a pesar de su desacato y su firme apoyo a la injerencia estadounidense, sin que eso significara la pérdida del control gubernamental del país.

Al gobierno peruano se le abre la oportunidad de romper con la maldición del sillón de Pizarro: solo debe dejar de fingir que puede dictar cátedra de algo que carece y observar la lección venezolana, que mantiene el orden constitucional en un nivel superior de asedio. Si de algo puede servir nuestra experiencia tras el asedio de Lima.

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