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La cumbre del G20 fue ‘histórica’, pero por sus cumbres bilaterales

Written by Debate Plural

Alfredo Jalife (Sputnik, 5-7-19)

 

Desde su creación en 2008, debido a la crisis financiera provocada por Lehman Brothers en EEUU, el disfuncional G20, de corte vulgarmente economicista, no resuelve nada a escala planetaria, pero paradójicamente es un punto de contacto inigualable entre las grandes potencias que se reúnen al margen en forma bilateral, trilateral o en bloques.

La cumbre del G20 en Osaka, a mi juicio, fue histórica: no por su agenda global —donde Japón no contó con la aprobación de Trump para el crucial tema del cambio climático—, pero sí por los vitales encuentros que se generaron al margen, como las trascendentales cumbres bilaterales de Trump con Vladímir Putin; otra de Trump con Xi Jinping; otra de Trump con Narendra Modi y otra, por enésima vez, entre Putin y Xi.

Relaciones Rusia-Japón

Llamó la atención la tersura con la que Vladímir Putin trató al primer ministro nipón, Shinzo Abe, mientras Trump amenazaba a Japón con romper su tratado de seguridad en caso de que avanzara demasiado la agenda que contravenía a los intereses de EEUU.

En la también ya ‘histórica’ entrevista de Vladímir Putin con The Financial Times, en vísperas de la cumbre del G20 en Osaka, (FT 27.06.19), donde sepulta al «obsoleto» modelo «liberal», no pasó desapercibido su coqueteo con Japón, al tiempo que colocaba los alcances de la cumbre del G20 como «un foro clave de desarrollo económico internacional»: «apoyamos la presidencia de Japón; así como el desarrollo de tecnología moderna, el mundo de la información, la economía de la información y la atención de nuestros colegas japoneses a asuntos como la longevidad y la ecología».

Llamó la atención la gran diplomacia del presidente ruso al abordar el asunto de la «longevidad» —cuando Japón padece un severo déficit demográfico, como antes lo padecía Rusia y que ya se estabilizó— y sin citar abiertamente el ‘cambio climático’ para no indisponer a «Donald» (Trump), como ya le llama al presidente de EEUU.

Vladímir Putin adelantó en la entrevista lo que al final de cuentas sucedió: «es difícil esperar avances o decisiones trascendentales en las condiciones presentes» (nota: se refiere a la ‘fragmentación’ del mundo,  a las guerras comerciales y a los desarrollos en el golfo Pérsico que «se han vuelto mas dramáticos y explosivos»).

Pero no perdió la «esperanza» de que, en las «reuniones bilaterales», los participantes «sean capaces de suavizar los acuerdos existentes y colocar el fundamento de una base para un movimiento positivo hacia adelante».

En el sentido de la cosmogonía de Putin, como resultado de las cumbres bilaterales y multilaterales al margen del G20, se puede aducir que hubieron avances para la edificación de un nuevo orden tetrapolar entre EEUU y el núcleo RIC (Rusia/India/China).

Sin alterar la dinámica global

También existieron encuentros bilaterales muy relevantes, pero que no son susceptibles de alterar la dinámica global —como el de Trump con el sultán neotomano Erdogan; el del príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman tanto con Trump como con Putin (para acordar la reducción de la producción del oro negro), entre otros— aunque sí de colaborar y/o participar, en el nuevo orden multipolar del siglo XXI que se está construyendo a pequeños pasos y que mostró particularmente sus prolegómenos en el G20 de Osaka.

También se gestaron en Osaka reuniones de bloques, como la de los BRICS (Brasil/Rusia/India/China/ Sudáfrica) que, a mi juicio, en la fase de Bolsonaro —quien es totalmente adicto al ‘trumpismo’— pero que quedaron eclipsados por la ascendencia nuclear del RIC.

Además, de la cumbre de la Unión Europea con el Mercosur donde firmaron un acuerdo transregional después de 20 años de negociaciones, pese a las reticencias del presidente de Brasil, que contó con el apoyo circense de Argentina cuyo canciller llegó hasta a verter sus lágrimas (literal) de júbilo.

También se notaron desprecios obvios de Bolsonaro al primer canadiense, Justin Trudeau, y de Trump al presidente español, Pedro Sánchez, a quien lo puso en su lugar (literal).

A mi juicio, la cumbre trilateral del RIC (Rusia/India/China) —núcleo conceptualizado por el ex primer ministro ruso Evgueni Primakov— alcanzó el máximo nivel geoestratégico ante los ojos atónitos del G20.

En este sentido, la cumbre de Osaka fue ‘histórica’, ya que marca un punto de inflexión del rumbo geoestratégico entre las tres superpotencias del planeta: las dos superpotencias nucleares (EEUU y Rusia), sumada la superpotencia geoeconómica China, a quienes en forma espectacular, se sumó la India, bajo el formato del RIC, que fue delineado en la reciente cumbre del Grupo de Shanghái en Biskek (Kirguistán).

El mundo se fractura

De dos cosas una: o el mundo se fractura aún más entre el RIC y EEUU, en su fase ‘trumpiana’, y con quienes quieran seguir a Washington —cuando la Unión Europea se encuentra más fragmentada que nunca entre el Brexit del Reino Unido y el resurgimiento nacionalista en Francia, Italia, Alemania y Hungría—; o se encamina a un reparto cuatripartita entre el RIC y EEUU, que, en un esquema racional de paz y armonía universales, no puede quedar fuera.

Desde hace varios años he propuesto como paradigma para el nuevo orden multipolar del siglo XXI la instauración de un mundo tripolar de EEUU/Rusia/China, donde, hay que reconocerlo, EEUU no sería su líder, ante la asociación estratégica de Rusia y China.

Es probable que a Trump le seduzca más la idea de un nuevo orden tetrapolar, donde participaría con el RIC, cuando desprecia ostensiblemente a la Unión Europea.

Un defecto intrínseco del hipotético mundo tripolar conformado por EEUU/Rusia/China es que dejaría fuera a India, que antes de la cumbre del Grupo de Shanghái en Biskek andaba buscando su posicionamiento geoestratégico cuando era motivo de la seducción anglosajona para integrarse al bloque Indo-Pacífico con EEUU, Australia y Japón.

A mi juicio, Trump cometió un grave error al declarar su guerra comercial contra India, que no se quedó con los brazos cruzados.

Después de Biskek y de la cumbre trilateral al margen del G20 en Osaka, India se incorpora más bien a un modelo tetrapolar con EEUU mediante su adhesividad al RIC. De allí que, pese a que siempre me manifesté a favor de un nuevo orden tripolar, ahora hay que ajustar la mira y admitir que India es un jugador a carta cabal aceptado por EEUU/Rusia/China.

Pero una cosa son los primeros niveles del Olimpo geoestratégico tetratripolar del siglo XXI y otra cosa son sus aliados respectivos que, por razones evidentes, se encuentran en un segundo plano, lo que de facto opera en el mundo de la desglobalización y refleja un proceso que cada día se acentúa más con genuinos regionalismos en donde cada uno de los integrantes del nuevo orden tetrapolar del RIC y EEUU tendría su propia esfera de influencia.

De acuerdo con la dinámica de los eventos y la reciente visita de Trump al Reino Unido, para reanudar la ‘relación especial’ entre Washington y Londres, el Brexit —hermano simbiótico del trumpismo— conlleva a la cohesión de la anglósfera: encabezada por EEUU y el Reino Unido y con la participación de Australia y Nueva Zelanda, además de quienes quieran integrarse del caduco Commonwealth al bloque de espionaje anglosajón de los ‘Cinco Ojos’.

Lo más impactante de la asunción del nuevo diseño del mundo tetrapolar del RIC y EEUU —como consecuencia de la desglobalización, el cataclismo del neoliberalismo global y la obsolescencia del «liberalismo»— es la primacía del nacionalismo de sus cuatro integrantes con sus propias características idiosincráticas.

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