Un equipo internacional de científicos ha descrito por primera vez al Homo naledi, una nueva especie de homínido que tiene rasgos de Australopithecus y que podría ser el ejemplar más antiguo del género Homo.
Pero ¿cómo era este individuo? «Homo naledi es un mosaico de caracteres de forma, es decir, tiene un tronco con forma de embudo, no en forma de barril como el de los hombres actuales, sino parecido a una pirámide, un rasgo propio del Australopithecus o de los grandes simios actuales como el chimpancé», explica el investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) y coautor del estudio, Markus Bastir.
Además, «tiene un cráneo pequeño, con la forma de los primeros representantes del género Homo, como el hábilis o el erectus, y una capacidad craneal muy pequeña, aproximadamente un tercio de lo que ocupa nuestro cerebro actual», agrega. Sin embargo, aunque es muy robusto, y tiene un cráneo y un tronco primitivos, sus extremidades son «prácticamente iguales a las de los humanos modernos».
Dedos curvos
Sus manos tienen la capacidad de manejo de objetos que tenemos los hombres de ahora pero sus dedos y falanges están curvos, lo que, según los expertos anatómicos, significa que estarían adaptados para vivir en un hábitat arbóreo. Al mismo tiempo, «tanto la muñeca como los huesos de la palma de la mano son muy modernos, lo que indica que, pese a que no se han encontrado herramientas en el yacimiento, con esa anatomía podrían utilizarlas perfectamente», matiza el investigador.
«Los pies también son como los nuestros, salvo que los dedos son ligeramente curvos, lo que significa que estarían adaptados para vivir en los árboles y en la tierra». En conjunto, este homo, de 1,50 metros y unos 50 kilos, tiene rasgos de Australopithecus pero es más grácil que esta especie, lo que le acercaría más a los primeros homo.
En cuanto a la datación del fósil, los expertos aún no se atreven a dar una porque la ausencia de otros fósiles animales está complicando el análisis pero «todo un equipo de paleontólogos está analizando los sedimentos del yacimiento para hacer un cálculo aproximado»
Los miembros de algunas de estas especies eran grandes y otros eran enanos. Algunos eran cazadores temibles y otros apacibles recolectores de plantas. Algunos vivieron solo en una única isla, mientras que muchos vagaban por continentes enteros. Pero todos pertenecían al género Homo. Todos eran seres humanos.
Sapiens. De animales a dioses
Es un libro contradictorio que juega a la vez con la idea de progreso, incluso de anhelos visionarios como el proyecto Gilgamesh -que hará que la muerte ya no sea una amenaza- y con la inevitable, y falsa “Edad de oro”. Así, por ejemplo, se une al coro de almas sensibles que lloran por unos humanos arrancados estúpidamente de las sociedades cazadoras recolectoras y que vieron su dieta empobrecida y su tiempo libre anulado con la llegada de la nefasta agricultura, un “crimen”. O cuando asegura que “los cazadores recolectores conocían los secretos de la naturaleza antes de la revolución agrícola”. Y lo simultánea con las buenas noticias de la progresiva pacificación de las costumbres y las sociedades humanas siguiendo la estela de un Steven Pinker. Mucho mejor cuando, en su estrategia de dar una de cal y otra de arena, osa hablar de manera solvente y razonada de la aparición del dinero, del crédito, del capitalismo o su sorprendente defensa del imperialismo, auténticos supositorios entre tanta vaselina.
Las propuestas principales del libro son dos. Por un lado, que toda cultura humana es una invención. A pesar de apoyarse a menudo en la ciencia, Yuval Harari sostiene que la cultura humana pertenece a un ámbito radicalmente distinto del biológico. “No hay dioses en el universo, no hay naciones, no hay dinero, ni derechos humanos, ni leyes, ni justicia fuera de la imaginación común de los seres humanos”, dice llevando al extremo la tesis de investigadores como Diamond que piensan que la estructura de nuestras emociones y deseos nos llega básicamente intocada desde las ancestrales sociedades de los cazadores-recolectores. Harari no parece contemplar el probable enraizamiento de lo cultural en lo biológico, que tan importantes abogados tiene a día de hoy.
Por el otro, la posibilidad de superar el “sufrimiento”. Esta le permite convertir su recorrido histórico en una reflexión filosófica con propuestas reconfortantes. Su desparpajo y desacomplejada resolución le permiten decir cosas como que “lamentablemente, el régimen delos sapiens ha producido hasta ahora pocas cosas de las que podamos sentirnos orgullosos. No hemos reducido la cantidad de sufrimiento en el mundo”. Al parecer la solución podría estar en algo parecido al budismo.
CONCLUSIONES
En la primera, La revolución cognitiva, da cuenta de los orígenes del mundo desde la explosión del Big Bang hace 14,500 millones de años que necesariamente lleva al campo de la física, la química y la biología. En el proceso de la evolución aparecen diversas versiones del homo, para finalmente surgir el homo sapiens hace 200,000 años. Él crea el lenguaje ficticio que es parte fundamental de la construcción de su superioridad.
La segunda, La revolución agrícola, es el paso, hace unos 10,000 años, de la sociedad de cazadores-recolectores nómadas a la de agricultores y pastores sedentarios. Nacen las primeras sociedades complejas capaces de organizar la producción y la distribución de los bienes agrícolas cada vez más abundantes. Eso lleva a la jerarquización de la sociedad y los grupos de la clase superior se imponen a los grupos de productores que están sometidos a su poder real y simbólico.
En La unificación de la humanidad, la tercera parte, inicia con la primera globalización cuando aparecen los grandes imperios en la ahora España, Gran Bretaña y Francia. Dominan y se expanden a través de actividades económicas que le permite acumular cada vez más. Se adentra también sobre el rol que han jugado las religiones. Diserta sobre el papel de los politeísmos, portadores de tolerancia, frente a los monoteísmos, portadores de intolerancia.
El último apartado, La revolución científica, contempla los grandes hallazgos de la ciencia y la tecnología en los últimos 500 años. Desarrolla los cambios producidos por la revolución industrial y trata con amplitud los más recientes inventos de la ingeniería genética que se ha propuesto, entre otras cosas, recrear al cerebro humano dentro de una computadora. Da cuenta del Proyecto Gilgamesh y otras posibilidades abiertas en la creación de nuevas y distintas vidas producto de la intervención del hombre.
A lo largo del texto hay tres ideas-reflexión que se hacen presentes a veces en forma clara y otras veladas:
- Toda cultura humana es una invención y así el autor asegura que “no hay dioses en el universo, no hay naciones, no hay dinero, ni derechos humanos, ni leyes, ni justicia fuera de la imaginación común de los seres humanos”.
- La realidad del sufrimiento humano. “Hemos domeñado nuestro entorno, aumentado la producción de alimentos, construido ciudades, establecido imperios y creado extensas redes comerciales. Pero ¿hemos reducido la cantidad de sufrimiento en el mundo? Una y otra vez, un gran aumento del poder humano no mejoró necesariamente el bienestar de los sapiens individuales y por lo general causó una inmensa desgracia a otros animales”.
- No estamos seguros de hacia dónde vamos. “Hemos avanzado de las canoas a los galeones, a los buques de vapor y a las lanzaderas espaciales, pero nadie sabe a dónde vamos. Somos más poderosos de lo que nunca fuimos, pero tenemos muy poca idea de qué hacer con ese poder. Pero todavía, los humanos parecen ser más irresponsables que nunca”.
El texto resulta una reflexión interesante, original, provocadora y sugerente que invita a preguntarse por muchas cosas y también a cuestionarse otras más. La dimensión del proyecto, sin duda ambicioso, deja necesariamente de lado eventos que uno piensa debieron ser incluidos y en otros casos que algunos de los expuestos pudieron haber tenido un desarrollo más amplio.
Las interpretaciones del autor, a veces afirmaciones lapidarias, llaman a tomar distancia o francamente a discrepar de las mismas. Eso no demerita el libro. Es algo natural en un texto que abarca un tema de tal amplitud. En todo caso es la visión y valoración del autor. Uno puede estar o no de acuerdo con él. La manera en que está redactado el texto invita al diálogo. La información que se ofrece es relevante.
Es un libro de difusión histórica muy bien hecho y una síntesis inteligente de millones de años de vida en la tierra. La escritura es ágil, directa y siempre comprensible. Es una lectura que vale la pena. Que ayuda a ordenar las etapas de la vida en la tierra y también el desarrollo de la historia de los homos y de los homo sapiens. Se podría decir que el autor es un irreverente ilustrado que expresa de manera abierta lo que piensa.
En este libro Homo Deus “Breve historia del futuro” se plantea un cambio, que se empieza a esbozar, hacia una nueva especie. Sapiens evoluciona y se crea un nuevo reino que abarca la vida inorgánica, los individuos híbridos (ciborgs) y la creación de nuevos individuos en un trabajo que correspondió históricamente a Dios. Se vislumbra incluso la inmortalidad o al menos la prolongación extrema de la vida, y la solución tecnológica de los ancestrales desafíos sin solución.
La propuesta no deja de intimidar, pero no es un ejercicio de ciencia-ficción excesivamente anticipado. Los primeros ejemplos ya se están viendo, cuando los artefactos manejan la vida de quienes pretenden manejarlos y creen que lo hacen, los sensores identifican los cambios en las variables y actúan en consecuencia, los algoritmos empiezan a tener afectividad, los sistemas operativos dialogan entre sí y con los humanos y toman decisiones, la programación de la vida está contenida en un dispositivo y tenemos que obedecerlo, etc. y conforme se avanza se van identificando nuevos tipos de individuos. “La mayor revolución biológica de la historia está por venir”. Aprenderemos cómo fabricar cuerpos, cerebros y mentes, seres naturales de nueva creación. Acelerar la selección natural. Es una lectura obligada si queremos saber cómo va a estar el mundo en unos 25 años
En su Homo Deus (2015), el autor incide en la idea de que los humanos funcionamos siguiendo algoritmos complejos. Como explica el autor en la continuación de Sapiens, para gran parte de la humanidad la guerra, la peste y el hambre han dejado de ser un problema. Según su tesis, ahora nos toca preocuparnos por la felicidad, la vida eterna y nuestra posición respecto a Dios. Empezamos a dejar atrás el humanismo sin que aún esté claro qué lo sustituirá.
Y mientras que Sapiens es un recorrido por nuestro pasado y Homo Deus, una mirada a nuestro futuro. 21 lecciones para el siglo XXI (2018) es una exploración de nuestro presente. ¿Cómo podemos protegernos de las guerras nucleares, los cataclismos ecológicos o las tecnologías disruptivas? ¿Qué podemos hacer contra la propagación de la pos verdad o la amenaza del terrorismo? ¿Qué debemos enseñar a nuestros hijos? Con la misma prosa inteligente, fresca y provocadora.
En su libro (2018), 21 lecciones para el siglo XXI, en el que examina algunas de las cuestiones más urgentes de nuestro presente. Un compendio de 21 temas esenciales para el presente. Mientras estamos atareados en nuestros problemas cotidianos, están pasando cosas a nivel global que nos deberían importar.
“A la filosofía, a la religión y a la ciencia se les está acabando el tiempo”. La inminente crisis ecológica, la creciente amenaza de las armas de destrucción masiva y el auge de las nuevas tecnologías disruptivas no permitirán prolongar mucho más el debate sobre el significado de la vida. Porque ese significado se ha de usar para tomar decisiones importantes (en ciencia, biotecnología, inteligencia artificial…). Los mercados son impacientes y no toman siempre las mejores decisiones para
1. Decepción ante la ausencia de una ideología convincente
Tras la caída del fascismo y del comunismo, el liberalismo se ha impuesto casi por todo el mundo de una u otra forma, defendiendo cosas tan bonitas como la libertad, los derechos humanos, la libertad de movimiento (más para el dinero que para las personas, ciertamente), o el libre mercado (que con tanto acierto criticó N. Klein). Pero desde la crisis global de 2008, los decepcionados por el liberalismo crecen y hay, además, dos retos que para Harari son muy inquietantes: la infotecnología (desarrollos tecnológicos, inteligencia artificial, robots…) y la biotecnología (modificar genes, transgénicos…). “Los humanos siempre han sido mucho más duchos en inventar herramientas que en usarlas sabiamente. Es más fácil reconducir un río mediante la construcción de una presa que predecir las complejas consecuencias que ello tendrá para el sistema ecológico de la región”.
El poder de “manipular el mundo” ha llevado a que “nos enfrentamos a un colapso ecológico”, porque las revoluciones en biotecnología y en infotecnología las lideran científicos o emprendedores “que apenas son conscientes de las implicaciones políticas de sus decisiones”.
2. Trabajo: en el futuro habrá mucho menos empleo
La robotización tiene ventajas e inconvenientes. Es obvio que las máquinas y los robots están efectuando cada vez más trabajos: mejoran nuestra vida y, a la vez, nos quitan el trabajo. El poder de las máquinas, junto con la IA (Inteligencia Artificial) es inmenso y tienen dos capacidades muy importantes: la conectividad y la capacidad de actualización. Por ejemplo, en conducción automática de vehículos, dos coches podrían conectarse para acordar quien pasa primero y evitar colisionar. Además, cualquier nueva norma de tráfico o mejora del software podría actualizarse en todos los vehículos automáticos de forma inmediata.
También es cierto que se están creando nuevos empleos, pero en general exigen “un gran nivel de pericia y, por tanto, no resolverán los problemas de los trabajadores no cualificados”. Podría ocurrir que padezcamos “a la vez unas tasas de desempleo elevadas y escasez de mano de obra especializada”. Además, dado la vertiginosa velocidad de cambio, podrían ser profesiones que surgen y desaparecen en cuestión de una década, por lo que es muy complicado exigir derechos laborales o crear sindicatos en tales circunstancias. El autor sostiene que “hoy ya son pocos los empleados que esperan ocupar el mismo empleo toda la vida”. Además reconoce que “el cambio es siempre estresante” y podría ser complicado reeducar a miles de empleados.
3. Libertad: computadoras y big data contra los derechos humanos
Dice Harari , que “los referéndums y las elecciones tienen siempre que ver con los sentimientos humanos, no con la racionalidad”. Aunque algunas personas están más informadas y otras son más racionales, al final cada voto cuenta lo mismo y los sentimientos son los que guían a la mayoría.
Pensemos que, al final, los sentimientos están basados en el cálculo. Millones de neuronas calculan, por ejemplo, cuando tener miedo según la probabilidad de ser dañados. Los sentimientos “encarnan la racionalidad evolutiva”, pero “pronto los algoritmos informáticos podrán aconsejarnos mejor que los sentimientos humanos”. Seguramente cometerán errores, pero solo se necesita que sean, de media, mejor que nosotros, lo cual “no es muy difícil, porque la mayoría de las personas no se conocen muy bien a sí mismas, y (…) suelen cometer terribles equivocaciones en las decisiones más importantes de su vida”. Incluso en ética, las máquinas superarán a la mayoría de los humanos, porque las máquinas no tienen emociones. Se ha demostrado que las emociones humanas controlan las decisiones humanas, por encima de sus ideologías o de sus planteamientos filosóficos. La selección natural no ha seleccionado a los homínidos más éticos, sino a los que gracias a sus emociones (miedo, deseo…) han conseguido reproducirse con más éxito. Por otra parte, “los ordenadores no tienen subconsciente” y si fallaran, resultaría “mucho más fácil corregir el programa que librar a los humanos de sus prejuicios”. Esto abre mercado a los filósofos, pues hará falta la filosofía para hacer buenos programas.
Cuando las decisiones importantes las tomen los algoritmos, basados en el cómputo de millones de datos (macrodatos o big data), ¿dónde queda nuestra libertad? ¿Confiaremos en los algoritmos para que nos escojan pareja, qué estudiar o dónde trabajar? ¿Escogerán también a quién votar? ¿Qué sentido tienen entonces las elecciones y los mercados libre
Por otra parte, evitar la pérdida de puestos de trabajo no es una buena opción, porque supone abandonar las ventajas de la mecanización, pero tampoco podemos hacerlo sin dar alternativas a los empleados. Harari, alaba lo que ocurre en Escandinavia, donde los gobiernos siguen el lema «proteger a los obreros, no los empleos». Una forma de hacer esto es lo que llamamos las dos erres urgentes: Reducir la jornada laboral y la RBU (Renta Básica Universal). Por supuesto, también se está aplicando en muchos países la subvención de servicios básicos universales: educación, sanidad, transporte… Pero en estas opciones el problema está en definir qué es «universal» y qué es «básico».
4. Igualdad: El que tenga los datos dominará el mundo
Los primeros grupos de sapiens eran más igualitarios que cualquier sociedad posterior. La revolución agrícola multiplicó la propiedad (tierra, herramientas…) y con ella la desigualdad. En el siglo XX se ha reducido la desigualdad en muchos países, pero “hay indicios de una desigualdad creciente”: “El 1% más rico posee la mitad de las riquezas del mundo” y las 100 personas más ricas tienen más que los 4.000 millones más pobres. En el futuro, la biotecnología podría dar ventajas a ciertos sapiens (mayor longevidad, mejores capacidades físicas…) y podrían generarse “castas biológicas”, lo cual ahondará en la desigualdad. También insiste en el poder de la infotecnología para eliminar la utilidad de los humanos para las élites.