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Implicaciones para Palestina del giro a la derecha de América Latina

Written by Debate Plural

Cecilia Baeza (Al Shabaka, 12-2-19)

Panorama general

El pasado mes de octubre [de 2018] la derecha política de Chile obtuvo decenas de alcaldías en las elecciones municipales al derrotar de forma aplastante a la coalición de centro izquierda que está en el gobierno. Ese mismo mes el obispo evangélico de derecha Marcelo Crivella se convirtió en alcalde de Rio de Janeiro. A lo largo del año pasado otras elecciones celebradas en América Latina han tenido como resultado victorias similares de la derecha, lo que indica el retroceso de la “marea roja” de gobiernos de izquierda en la zona. Este giro a la derecha no augura nada bueno para la causa palestina con unos dirigentes como Crivella, cuyo primer viaje como alcalde fue a Jerusalén en una clara señal de apoyo a los intereses israelíes.

Esto supone un importante cambio respecto al pasado reciente. Aunque durante décadas los gobiernos latinoamericanos tuvieron en general buenas relaciones con Israel, esta situación cambió en la década de 2000 cuando muchos de estos gobiernos, tanto progresistas como menos progresistas, demostraron una fuerte solidaridad hacia Palestina por medio de acciones como reconocer el Estado palestino y condenar los ataques israelíes a Gaza. Esta solidaridad marcó una “década dorada” de las relaciones entre América Latina y Palestina.

Pero al mismo tiempo estas acciones oficiales fueron muy simbólicas, lo que permitió que siguieran prosperando sin trabas los intereses materiales israelíes en América Latina. Sin embargo, aunque los recientes cambios políticos son desalentadores para quienes trabajan por los derechos palestinos, también preparan el terreno para que los movimientos de base, como el [movimiento de] Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), y los grupos locales de la sociedad civil se unan para impulsar unos cambios que no eran posibles ni siquiera bajo gobiernos de izquierdas mejor dispuestos.

Este informe traza la historia de las relaciones entre América Latina y Palestina, y a continuación examina el papel del grupo de presión de la diáspora palestina y judía respecto a los cambios políticos en la zona. Por último, valora lo que está en juego para la causa palestina en América Latina y recomienda unas posibles vías de acción contra los intentos por parte de Israel de hacer avanzar su agenda de violaciones de los derechos palestinos.América Latina y Palestina: de la parcialidad a la solidaridad

Durante décadas se consideró que América Latina, excepto Cuba, tenía una buena relación con Israel (1). La benevolencia latinoamericana respecto al proyecto sionista empezó en 1947 cuando los diplomáticos de la zona apoyaron la Resolución 181 de la ONU que solicitaba la partición de Palestina en un Estado judío y un Estado árabe. Trece de los treinta y tres votos a favor provenía de América Latina. En l as dos décadas siguientes las posturas de los gobiernos latinoamericanos siguieron siendo en general favorables a Israel.

A diferencia de los gobiernos de África y Asia, durante aquel período los gobiernos de América Latina ya no estaban preocupados por la cuestión de la descolonización y, en ese sentido, no tenían un interés especial en apoyar la causa palestina. Por ejemplo, ningún país latinoamericano acudió a la Conferencia de Bandung en 1955 y, aparte de Cuba, ningún país latinoamericano participó en la creación de Movimiento de los No Alineados en 1961. Ambos acontecimientos fueron unas plataformas importantes para que los activistas e intelectuales palestinos afirmaran su solidaridad con las luchas globales de liberación y cuestionaran el relato sionista que consideraba a Israel parte del Tercer Mundo. De hecho, tras la Guerra de los Seis Días en 1967 la Organización para la Liberación de Palestina pudo estrechar sus relaciones con otros movimientos anticoloniales y antiimperialistas (2).

A mediados de la década de 1970 las relaciones con Israel se estrecharon más abiertamente. Excepto Brasil, todos los gobiernos conservadores y/o autoritarios (que en aquel momento eran la mayoría de los gobiernos de la zona) establecieron unas relaciones fuertes con Israel a través de la asistencia militar y/o la ayuda al desarrollo (3). Israel suministró a las dictaduras militares armas, transporte militar, equipamiento de inteligencia, adiestramiento en contrainsurgencia e incluso asesoría en relaciones públicas.

Con el fin de la Guerra Fría y la subsiguiente oleada de democratizaciones la retórica oficial latinoamericana respecto a Israel y Palestina se volvió más equilibrada lo que llevó a los países de la zona a normalizar relaciones tanto con Israel como con los palestinos. Los Acuerdos de Oslo reforzaron esta dinámica. Sin embargo, en última instancia esta equidistancia benefició más a Israel que a los palestinos. Por ejemplo, en diciembre de 1991 todos los países de América Latin a excepto Cuba votaron a favor de revocar la Resolución 3379 de la ONU que define el sionismo como una forma de racismo (4).

Con el auge de los movimientos de izquierda a mediados de la década de 2000 se inició un giro en las políticas respecto a Palestina. A partir de 2008 los gobiernos latinoamericanos mostraron una solidaridad sin precedentes con el pueblo palestino. La oleada de reconocimientos del Estado de Palestina entre 2008 y 2013 marcaron un punto culminante de este giro. Actualmente, con la excepción de México, Panamá y Colombia, todos los países de la zona reconocen oficialmente a Palestina como Estado.

Esta no fue la única forma de solidaridad. Venezuela y Bolivia suspendieron sus relaciones diplomáticas con Israel en enero de 2009 en protesta por la Operación Plomo Fundido y Nicaragua lo hizo en febrero de 2010 en respuesta al ataque al convoy de ayuda humanitaria que se dirigía a Gaza, la Flotilla de la Libertad. Ante el brutal ataque israelí de 2014 contra Gaza, el presidente venezolano Nicolás Maduro emprendió la campaña “SOS Palestina”. Bolivia fue más allá al renunciar a un acuerdo de exención de visado con Israel y declarar a Israel “Estado terrorista”.

No solo los gobiernos de la izquierda radical, sino también de izquierda y centro izquierda participaron en esta tendencia. El presidente brasileño Luis Inácio Lula da Silva y el presidente dominicano Leonel Fernández hicieron unas visitas históricas a los Territorios Palestinos Ocupados (TPO) en 2010 y 2011, respectivamente, mientras que Argentina y Uruguay abrieron nuevas embajadas en Ramala. Además, ante el silencio de la comunidad internacional durante el ataque de Israel [a Gaza] en 2014 Brasil, Argentina, Chile, Perú y Ecuador hicieron públicos unos duros comunicados de condena y llamaron a consultas a sus embajadores. Más recientemente, en 2015, el gobierno de Dilma Rousseff en Brasil rechazó el nombramiento de Dani Dayan, exlíder del Yesha Council (un comité que representa las colonias israelíes en Cisjordania) como embajador israelí en Brasilia.

Este apoyo gubernamental se tradujo también en donaciones financieras y cooperación técnica Sur-Sur. Venezuela, Chile, Bolivia y Brasil aumentaron el nivel de su cooperación con Palestina. Por ejemplo, desde 2008 la Agencia de Cooperación Brasileña ha dirigido seis proyectos en Palestina en ámbitos como la salud, el deporte y los medios de comunicación. Entre 2006 y 2012 la cantidad de dinero donado por Brasil a sucesivas conferencias internacionales, particularmente para la reconstrucción de Gaza, ascendió a más de 30 millones de dólares. Este país también se ha convertido en el principal donante de la [Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos] UNRWA entre los BRICS.

Aunque está claro que los gobiernos de izquierda eran los más interesados en mostrar solidaridad a los palestinos por medio de pasos más audaces y explícitos, algunos gobiernos de derecha también participaron en esta tendencia. Los gobiernos de Sebastián Piñera en Chile, Otto Pérez Molina en Guatemala y Porfirio Lobo en Honduras participaron en la oleada de reconocimientos del Estado palestino. Piñera incluso visitó los TPO en 2011 (5).La “marea roja” retrocede y con ello el apoyo a Palestina

Sin embargo, no mucho después de estos hechos varios gobiernos de derecha empezaron ganar elecciones en América Latina y a declarar su apoyo a Israel. Varios factores son los causantes este giro político, incluidos los escándalos de corrupción entre partido gobernantes de izquierda y una crisis económica regional. Aunque las cuestiones internacionales no son un elemento fundamental de ese cambio, la “década dorada” de las relaciones entre América Latina y Palestina se ha convertido en un símbolo de lo que la derecha denuncia como una política exterior “ideológica”.

Después de 12 años de un gobierno kirchnerista de izquierda en noviembre de 2015 Argentina fue el primer país que giró al centro derecha al dar la victoria en las elecciones presidenciales al alcalde conservador de Buenos Aires, Mauricio Macri. Menos de un mes después el Partido Socialista Unido de Venezuela, la fuerza política que apoyó la Revolución bolivariana encabezada por el presidente Hugo Chávez hasta su muerte en 2013 y que ahora lidera su sucesor, Nicolás Maduro, sufrió una pérdida importante en las elecciones parlamentarias. Actualmente el futuro del gobierno de Maduro es incierto.

En Brasil el controvertido proceso de destitución de Dilma Rousseff en 2016 acabó con 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores. El vicepresidente Michel Temer, líder del partido Movimiento Democrático Brasileño, se convirtió en presidente interino y se alió con los partidos de derecha para formar su gobierno. Pocos meses después el Partido de los Trabajadores había perdido más de la mitad de las 644 alcaldías que había logrado en 2012. En Perú se produjo otro giro, donde Pedro Pablo Kuczynski, exfinanciero de Wall Street, ganó la segunda vuelta de las presidenciales en junio de 2016, aunque Veronika Mendoza, candidata del Frente Amplio de izquierda, había quedado la tercera en la primera vuelta. En 2011 el candidato de izquierda Ollanta Humala y su alianza habían ganado tanto la presidencia como una mayoría de diputados.

Los dirigentes de la derecha aprovecharon de la cuestión de Palestina como símbolo de su cambio en las alianzas internacionales, en especial en Argentina. En junio de 2014, Macri, que entonces todavía era alcalde de Buenos Aires, participó en una conferencia internacional de alcaldes en Jerusalén y aprovechó la oportunidad para asegurar al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu que si obtenía la presidencia el trato de Argentina hacia Israel y también la cooperación entre ambos países iban a mejorar. Macri empezó a cumplir sus promesas en cuanto fue elegido. En enero de 2016 se reunió con Netanyahu en el Foro Económico Mundial celebrado en Davos, donde acordaron aumentar la inversión en tecnología, seguridad, defensa y alimentación .

Ningún otro país de la zona ha sido testigo de un cambio tan rápido y radical de actitud hacia Israel y Palestina. Sin embargo, hay señales claras que apuntan en esta dirección en otros países. Menos de un mes después de haber sido nombrado ministro de Asuntos Exteriores de Brasil en mayo de 2016, José Serra, el exgobernador de São Paulo conocido por sus relaciones durante muchos años con organizaciones judeo-brasileñas favorables a Israel y altos cargos israelíes, anunció que el país iba a reconsiderar su reciente voto favorable a la resolución de la UNESCO sobre Jerusalén que insta a Israel a poner fin a “las agresiones y las medidas ilegales contra la libertad de culto y el acceso de las personas musulmanas a sus santos lugares”. Aunque final mente Brasil mantuvo su voto, surepresentante indicó que era poco probable que en el futuro apoyara este tipo de resoluciones .

El sector evangélico, la tercera agrupación electoral más fuerte de Brasil, desempeña un papel cada vez más importante en el fortalecimiento de las relaciones entre los políticos de derecha e Israel. La cada vez mayor población evangélica de Brasil, que asciende a unos 50 millones de personas (la segunda mayor de mundo detrás de Estados Unidos), es una presa fácil para el sionismo cristiano. La misma lógica se aplica a Jimmy Morales, un cristiano evangélico y cómico de televisión que en octubre de 2015 ganó la carrera presidencial en Guatemala. El Jerusalem Post describió a Morales como “amigo de Israel” (6).

El papel de las diásporas judía y palestina

Se calcula que en América Latina habita medio millón de personas judías, más del 80% de las cuales en Argentina. En Brasil viven unas 120.000 personas judías. En la década de 1920 se crearon las organizaciones sionistas de la zona, que han desempeñado un papel fundamental en la estructuración e influencia de estas comunidades, algunos de cuyos miembros han pertenecido a las élites económicas y políticas locales.

La diáspora judía en América Latina, como en cualquier otra zona, no es uniforme. Aunque la mayoría de las instituciones judías siempre han mantenido unas estrechas relaciones con Israel, algunas voces disidentes y de izquierda importantes, muchas de ellas trostkystas, lograron hacerse escuchar. Con todo, desde la segunda Intifada lo dominante ha sido un alineamiento estricto con Israel. Importantes organizaciones judías desempeñan un papel activo en el apoyo al gobierno israelí y sus políticas, sobre todo por medio de la diplomacia pública a través de contactos personales y entrevistas con los medios de comunicación. También organizan y patrocinan a menudo viajes a Israel para periodistas y miembros de sus parlamentos como forma de difundir el relato de Israel acerca de Palestina (7).

En la zona también hay una fuerte presencia árabe, sobre todo siria y libanesa. Algunos observadores creen que el 5% de la población latinoamericana es de origen árabe, lo que equivale aproximadamente a entre 25 y 30 millones de personas. Aunque es difícil obtener unas cifras fiables, está claro que las mayores comunidades sirias y libanesas están en Brasil, Argentina, Venezuela y México. La población de la diáspora palestina equivale aproximadamente a la de personas judías latinoamericanas. Se encuentran sobre todo en dos países, Chile, donde hay 350.000 personas palestinas, y Honduras, donde hay 120.000.

Muchas personas latinoamericanas de ascendencia sirio-libanesa, como las judías latinoamericanas, pertenecen a la clase altas, por lo que frecuentan los mismos barrios, universidades y clubes sociales de élite. Este sector de la clase alta de las diásporas árabe y judía tiende a apoyar a partidos de derecha. Dado que la lucha por los derechos palestinos se ha asociado a los movimientos de izquierda y hasta la década de 1980 a las guerrillas, a menudo los intereses de clase y la afiliación política han distanciado de la causa palestina a estas personas latinoamericanas ricas de ascendencia árabe (8). Aunque otros sectores de esta diáspora, sobre todo pertenecientes a la clase media, han sido más activos en la defensa de los derechos palestinos, la falta de unidad en la comunidad contrasta con la diáspora judía latinoamericana para la que el sionismo supone el vínculo que la mantiene unida.

No resulta fácil cuantificar la influencia del grupo de presión de la diáspora en las políticas exteriores latinoamericanas. Solo se han hecho unos pocos estudios empíricos sobre este tema. No obstante se podría afirmar que ni el grupo de presión palestinos ni el sionista pueden explicar por sí solos una orientación de la políticas exterior. Esto no significa negar la importancia de los grupos de presión de la diáspora, sino señalar que su eficacia depende de la acumulación de factores convergentes. En términos generales, estos grupos de presión pueden inclinar una decisión política en un sentido u otro, pero nunca son el factor principal. Por ejemplo, el voto a favor de la partición en 1947 fue el resultado tanto de un alineamiento con Estados Unidos y de una simpatía por el sionismo tras los horrores de la Segunda Guerra Mundial como de la capacidad de persuasión de una diplomacia sionista que se basó en las comunidades judías locales para convencer a los dirigentes latinoamericanos.

El grupo de presión árabe a favor de los derechos palestinos, en cambio, fue relativamente débil hasta la década de 2000. Aunque a finales de la década de 1980 y en la de 1990 la OLP concienció a la juventud latinoamericana de ascendencia palestina acerca de la causa palestina, los contextos autoritarios que caracterizaron a la mayoría de los países de la zona en aquel momento restringieron la movilización y la influencia alcance político a favor de Palestina. Los procesos de democratización de la década de 1990 acabaron con esas restricciones, pero para entonces la desvinculación de la OLP, ocupada con la promesa de un proyecto hipotético de creación de un Estado, impidió el establecimiento de un movimiento a favor de Palestina más activo en América Latina.

El fracaso de los Acuerdos de Oslo, la desilusión que supusieron y el estallido de la segunda Intifada en septiembre de 2000 empujaron a actuar a las organizaciones a favor de Palestina. La Intifada también tuvo una resonancia particular entre la diáspora gracias a Internet: por fin las personas latinoamericanas de origen palestino accedían directamente a lo que estaba sucediendo en Palestina sin el filtro de los medios de comunicación occidentales. Y aunque con el tiempo se habían perdido muchas relaciones familiares transnacionales, los medios de comunicación vía Internet y las redes sociales fueron fundamentales para volver a unir a esta diáspora palestina con la sociedad palestina.

El estatus diplomático que había obtenido la Autoridad Palestina (AP) gracias a Oslo también tuvo un efecto movilizador. El reconocimiento oficial de la AP por parte de las autoridades locales permitió a algunos miembros conservadores de la diáspora palestina latinoamericana apoyar una causa que anteriormente se había considerado vinculada al “terrorismo internacional”. Gracias a eso, el grupo de presión palestino se pudo conformar y ser más persuasivo, y ayudar a las organizaciones palestinas a influir en el ámbito político.

Chile es un buen ejemplo de ello. La creación o reactivación de organizaciones como Fundación Palestina Belén 2000, Federación Palestina y la Unión General de Estudiantes Palestinos permitió llevar a cabo actividades políticas a favor de Palestina. El Grupo Interparlamentario Chile-Palestino, una coalición de parlamentarios de partidos tanto de derecha como de izquierda, también brindó su apoyo (9). Esta red más amplia a favor de Palestina incluye a empresarios ricos, estudiantes, activistas y políticos. Ha trabajado en cooperación con el gobierno chileno y sus instituciones. Por ejemplo, varias organizaciones de solidaridad con Palestina invitaron a la cisjordana Hanan Al-Hroub, que en 2016 ganó el Global Teacher Prize, a Chile, donde fue recibida por la presidenta Michelle Bachelet.

Estos grupos chilenos abordan su trabajo desde ideologías diferentes. Aunque es de esperar esta heterogeneidad, puede desdibujar el mensaje político de la lucha palestina y, a veces, impedir que se obtengan resultados satisfactorios. Tanto en Chile como en el resto de América Latina el grupo de presión sionista judío, en cambio, está más unificado tanto en su discurso como en sus actividades. Por lo tanto, aunque en la década de 2000 aumentó la eficacia del activismo latinoamericano a favor de los derechos palestinos, hay que implementar estrategias mejores, sobre todo ante el renovado resurgimiento de la derecha.Más allá de los símbolos: ampliar las campañas de base

La próxima década se presenta sombría en los ámbitos gubernamental y diplomático para las relaciones entre Palestina y América Latina. No obstante, una mirada más crítica a la “década dorada” muestra que el movimiento a favor de Palestina siempre se encontró con obstáculos al relacionarse con los gobiernos latinoamericanos. Armado con estrategias para luchar contra estos obstáculos, el movimiento puede y debe contar con otros recursos y alianzas para promover su causa.

Los intereses materiales israelíes no se vieron amenazados ni siquiera cuando los gobiernos de izquierda latinoamericanos hacían gestos a favor de los derechos palestinos. Por ejemplo, Israel y Mercosur (el bloque regional de América del Sur que incluye a Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) negoció y firmó un acuerdo de libre comercio en abril de 2010. Desde entonces las exportaciones israelíes a Mercosur aumenta ron significativamente y pasaron de 807 millones de dólares en 2009 a 1.300 millones en 2012 (10). Brasil es actualmente el primer destino de las exportaciones de Israel a América Latina, que suponen un total de un tercio de todas las exportaciones israelíes a la región.

El gobernador de Rio Grande do Sul, Tarso Genro, una figura destacada del Partido de los Trabajadores, firmó un acuerdo de cooperación en investigación en abril de 2013 que convertía a Elbit Systems en la primera empresa militar israelí que dirigía un proyecto militar brasileño. En 2014, también cuando gobernaba el Partido de los Trabajadores, las empresas de seguridad israelíes ganaron casi 307 mil lones de dólares en contratos militares con las Fuerzas Armadas Brasileñas. Además, el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, candidato del partido gobernante de izquierda Frente para la Victoria en las elecciones presidenciales de 2015, firmó un acuerdo con Mekorot y Ashtrom BV (una empresa holandesa-israelí) para construir una planta regional de tratamiento de aguas en La Plata. Este fortalecimiento de las relaciones económicas ha ayudado a facilitar el actual giro a la derecha.

Solo las comunidades palestinas, los movimientos sociales y las campañas de base que recuerdan a sus gobiernos sus responsabilidades respecto a los derechos humanos pueden desafiar estas actividades. En este sentido el movimiento de BDS está aumentando el grado de concienciación. Por ejemplo, en 2014 Buenos Aires suspendió el contrato por valor de 170 millon es de dólares con Mekorot para construir una planta de tratamiento de aguas debido a las presiones de los activistas de la campaña de BDS, la Central de Trabajadores de la Argentina y los movimientos sociales, que afirmaba que Mekorot trataba de exportar las discriminatorias políticas de agua que utiliza contra el pueblo palestino. Otra importante victoria en América Latina fue la cancelación del acuerdo con Elbit Systems tras las protestas por la participación de Elbit en la construcción del muro de separación de Israel y su estrecha relación con el ejército israelí.

El boicot académico, en cambio, está en sus inicios. Todavía tiene que romper sus relaciones con Israel alguna universidad latinoamericana o una asociación académica importante. Con todo, hay varias iniciativas en marcha. En enero de 2016 más de 200 intelectuales brasileños firmaron una carta pidiendo el boicot académico Israel. En Argentina hay una lista similar en la que se incluyen más de 400 académicos. El pasado mes de abril en Chile el 64% de los alumnos de la Universidad de Chile votó a favor de romper las relaciones institucionales con las universidades israelíes y el 56% se opuso a aquellas actividades en las que participara el Estado de Israel. En septiembre la federacion de estudiantes de la Pontificia Universidad Católica de Chile votó a favor de que la universidad cancelara dos acuerdos de cooperación con la Universidad Hebrea de Jerusalén y el Technion (Instituto de Tecnología de Israel). En ambos casos las y los estudiantes de ascendencia palestina desempeñaron un papel fundamental en las movilizaciones. Es evidente que queda mucho por hacer, pero el movimiento de BDS va por buen camino.Lecciones de la “década dorada”: Avanzar en favor de los derechos palestinos

Es fundamental fortalecer el movimiento a favor de Palestina de América Latina en el ámbito de los movimientos de base no sólo porque el giro a la derecha de la zona le está privando de sus aliados en el ámbito gubernamental, sino también porque puede desafiar los intereses económicos de Israel en la región, algo que ni siquiera los gobiernos de izquierda han hecho.

El movimiento de BDS se puede seguir centrando particularmente en el boicot a la industria de defensa israelí, incluidas las empresas de seguridad privada. Aunque América Latina solo ocupa el cuarto lugar en estas importaciones tras la zona de Asia y el Pacífico, Europa y América del Norte, este sector es extremadamente simbólico, ya que su presencia en América Latina se remonta a los años de gobiernos autoritarios.

Además, en Brasil la industria de defensa israelí participa en el adiestramiento y equipamiento de la policía militar, a la que se ha acusado de violaciones de los derechos humanos como el asesinato y tortura de detenidos. Las personas jóvenes negras de las favelas y las comunidades marginadas están especialmente en peligro. Las fuerzas de seguridad suelen hacer además un uso excesivo de la fuerza para reprimir las protestas. Los movimientos a favor de Palestina pueden estrechar sus relaciones con organizaciones de derechos humanos y con organizaciones de base y de víctimas que luchan contra la brutalidad policial para denunciar esta relación israelo-brasileña basada en el racismo y la violencia policial.

En Rio de Janeiro podemos encontrar un ejemplo de esta solidaridad . La empresa israelí International Security and Defense Systems (ISDS) adiestra a la policía de las favelas con las mismas técnicas que se utilizan en Gaza. Había conseguido un contrato para los Juegos Olímpicos en Rio del año 2016. Movimientos palestinos como Stop the Wall y el Comité Nacional de BDS unieron sus fuerzas con los movimientos que trabajan en Rio a favor de los derechos humanos en las favelas en una campaña titulada “Juegos Olímpicos sin Apartheid” para cancelar en contrato, aun que sigue vigente y la compaña contra la presencia de ISDS en Rio de Janeiro continúa.

En un momento en el que los movimientos a favor de Palestina están perdiendo acceso a los gobiernos, incluidos los Ministerios de Defensa, sería ingenuo pensar que las campañas de embargo militar vayan a tener resultados a corto plazo. Sin embargo, no es una opción esperar pasivamente a que vuelva una situación política más favorable. Los ciclos electorales en América Latina son de cuatro años. Para el movimiento a favor de Palestina es fundamental empezar a situar sus prioridades estratégicas en las agendas de los partidos de izquierda, lo que puede contribuir a evitar en el futuro otro ciclo de gestos simbólicos que satisfacen a los representantes diplomáticos palestinos, pero que a menudo son ajenos a las verdaderas reivindicaciones palestinas.

Se podría argumentar que quienes trabajan por los derechos palestinos pueden aprovechar las relaciones que mantiene la diáspora árabe con las élites de derecha para llegar a los gobiernos actuales. Sin embargo, no es probable que produzca resultados. Cada vez son más los impedimentos que tiene la derecha a la hora de favorecer los intereses palestinos (como sus vínculos con el ejército y, cada vez más, con la iglesia evangélica) para permitir impulsar Palestina como una verdadera cuestión que atañe a ambos partidos. Esto no significa que los políticos de derecha no puedan apoyar reivindicaciones específicas, pero hay que tener en cuenta que este apoyo concreto seguirá siendo limitado.

Tanto en el ámbito organizativo como en el individual la diáspora palestina tiene un importante papel que desempeñar en la cuestión de los derechos humanos y la autodeterminación palestinos. Las personas latinoamericanas de ascendencia palestina son las más capacitadas para concienciar a sus respectivas sociedades acerca de la realidad actual de Palestina. Para ello tienen que trabajar más allá de sus redes étnicas y crear unas relaciones fuertes con los movimientos sociales locales. Por ejemplo, traer a Hanan Al-Hroub a Chile para reunirse tanto con la comunidad palestina como con altos cargos chilenos fue una excelente iniciativa, pero habría sido aún más eficaz presentar su trabajo a los movimientos de educación de base para forjar unos vínculos duraderos entre la sociedad palestina y la chilena.

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