Thierry Meyssan (RedVoltaire, 8-1-19)
En una serie de artículos anteriores presentamos en este sitio web el plan del SouthCom (que los latinoamericanos designan como el “Comando Sur” estadounidense) destinado a provocar una guerra entre naciones latinoamericanas para destruir los Estados en todos los países de la llamada «Cuenca del Caribe.
La preparación de una guerra de esa envergadura, sucesora de la serie de conflictos provocados en el «Medio Oriente ampliado» (o «Gran Medio Oriente»), es un proceso que exige alrededor de 10 año.
Después de la fase de desestabilización económica y del subsiguiente periodo de preparación militar, la operación propiamente dicha debería comenzar en los próximos años con una agresión militar contra Venezuela. En esa agresión participarían Brasil (con apoyo de Israel), Colombia (aliada de Estados Unidos) y Guyana (o sea, el Reino Unido).
Vendrían después agresiones militares contra Cuba y Nicaragua, los dos países que completan la «troika de la tiranía», según el consejero estadounidense de seguridad nacional John Bolton.
Pero el plan inicial pudiera verse modificado, principalmente por las nuevas ambiciones imperiales del Reino Unido, que podría ejercer cierta influencia sobre el Pentágono.
Veamos el panorama actual:
La evolución de Venezuela
El presidente bolivariano Hugo Chávez había desarrollado relaciones con el «Gran Medio Oriente» sobre una base ideológica. Chávez se acercó principalmente al entonces presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, y al presidente sirio Bachar al-Assad. Juntos, estos tres presidentes habían concebido la posibilidad de fundar una nueva organización intergubernamental –el «Movimiento de Aliados Libres»–, siguiendo un modelo similar al del Movimiento de Países No Alineados, actualmente paralizado este último por el alineamiento de ciertos miembros tras las políticas de Estados Unidos.
El actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, mantiene el discurso de Hugo Chávez pero ha optado por una política exterior diferente.
Maduro sigue adelante con la política de acercamiento a Rusia, recibiendo en Venezuela la visita de bombarderos estratégicos rusos y firmando con Moscú un contrato para la importación de 600 000 toneladas de trigo, que permitirá enfrentar la escasez en Venezuela. Más importante aún, Rusia invertirá en Venezuela 6 000 millones de dólares, de los cuales 5 000 millones irán al sector petrolero. Ingenieros rusos reemplazarán en ese sector a los especialistas venezolanos que abandonaron su país atraídos por los cantos de sirena de las compañías extranjeras.
Nicolás Maduro ha reorganizado las alianzas de su país sobre bases nuevas, estableciendo estrechos vínculos con Turquía, un país miembro de la OTAN y cuyas tropas ocupan actualmente amplios territorios en el norte de Siria. En el marco de esas relaciones, Maduro ha viajado 4 veces a Estambul y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan visitó Caracas recientemente.
Suiza fue un país aliado de Hugo Chávez, llegando incluso a impartirle consejos para la redacción de la actual Constitución de la República Bolivariana. Actualmente, por temor a no poder seguir tratando en Suiza el oro venezolano, Nicolás Maduro lo envía a Turquía para convertir el mineral bruto en lingotes. En el pasado, ese oro quedaba depositado en bancos suizos como garantía del cumplimiento de los contratos de exportación de petróleo. Ahora, los fondos provenientes de las ventas de petróleo se transfieren a Turquía mientras que el oro ya convertido en lingotes regresa a Venezuela. Esta orientación puede interpretarse como basada ya no en una ideología sino en intereses, quedando por definir qué tipo de intereses.
Al mismo tiempo, Venezuela está siendo blanco de una campaña de desestabilización que comenzó con manifestaciones antigubernamentales extremadamente violentas (las llamadas «guarimbas»), antes de pasar al intento de golpe de Estado de febrero de 2015 (la «Operación Jericó») y a ataques contra la moneda venezolana y la orquestación de una ola migratoria. En ese contexto, Turquía proporcionó a Venezuela la posibilidad de sortear las sanciones estadounidenses. Los intercambios entre ambos países se multiplicaron por 15 durante el pasado año 2018.
Sea cual sea la evolución del «régimen» de Venezuela, nada justifica lo que hoy se prepara en contra de la población de ese país.
Coordinación de los medios logísticos
Desde el 31 de julio y hasta el 12 de agosto de 2017, el “Comando Sur” (SouthCom) organizó un gran ejercicio militar con la participación de más de 3 000 efectivos provenientes de 25 países aliados –entre ellos Francia y Reino Unido. El objetivo era la preparación de un desembarco relámpago de tropas en Venezuela.
Colombia
Colombia es un Estado, pero no llega a ser una nación. La población colombiana vive dividida en clases sociales geográficamente separadas. Casi ningún colombiano se aventura en un barrio perteneciente a una clase social que no sea la suya. Esta estricta separación geográfica en función de las clases o categorías sociales ha hecho posible la multiplicación de fuerzas paramilitares y, por consiguiente, los conflictos armados internos que han dejado en Colombia más de 220 000 muertos en unos 30 años.
Desde su llegada al poder, en agosto de 2018, el presidente colombiano Iván Duque ha hecho tambalearse la frágil paz que su predecesor, Juan Manuel Santos, ya había concluido con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y que estaba por concretarse con el ELN (Ejército de Liberación Nacional). Duque no ha excluido la opción de una intervención militar contra Venezuela. Según revelaciones del presidente Nicolás Maduro, Estados Unidos entrena actualmente 734 mercenarios en un campamento de la región colombiana de Tona, para utilizarlos en una operación de “bandera falsa” destinada a desatar la guerra contra Venezuela. Debido a la particularidad sociológica de Colombia, no es posible decir con certeza si ese campo de entrenamiento está o no bajo control del gobierno de Bogotá.
Guyana
En el siglo 19, las potencias coloniales se pusieron de acuerdo sobre el trazado de la frontera entre la Guayana británica (la actual República Cooperativa de Guyana) y la Guayana holandesa (hoy República de Surinam). Pero ningún texto fijó la frontera entre la zona británica y la zona española (la actual Venezuela). Hoy en día, Guyana administra de facto 160 000 kilómetros cuadrados de jungla aún sujetos a litigio con Venezuela. En virtud del acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966, ambos países recurrieron al entonces secretario general de la ONU –el birmano U Thant. Pero la solución sigue pendiente. Guyana propone poner el problema en manos de la Corte de Arbitraje de la ONU mientras que Venezuela prefiere la negociación directa entre los dos países.
Este diferendo territorial no parecía urgente ya que la zona en disputa es una jungla despoblada que aparentemente carecía de valor, pero se trata de un inmenso espacio que representa dos terceras partes de Guyana. El acuerdo de Ginebra ha sido violado 15 veces por Guyana, por ejemplo autorizando la explotación de una mina de oro en ese territorio. Pero lo más importante apareció en 2015 cuando ExxonMobil descubrió petróleo en el Atlántico, precisamente en las aguas territoriales de la zona en disputa.
La población de Guyana se compone en un 40% de descendientes de indios, un 30% de descendientes de africanos, un 20% de mestizos y un 10% de poblaciones autóctonas amerindias. Los indios están muy presentes en los organismos públicos de Guyana y los descendientes de africanos son mayoría en el ejército.