La persona inteligente busca la experiencia que desea realizar. Aldous Huxley
Mientras admiramos y exaltamos las facultades de la inteligencia humana, nos olvidamos de buscar sus verdaderos colaboradores. Sir Francis Bacon.
Saber mucho no es lo mismo que ser inteligente. La inteligencia no es sólo información, sino también juicio, la manera en que se recoge y maneja la información. Carl Sagan.
Introducción
¿Por qué empezar hablando de la inteligencia? En un principio no vamos a distinguir entre dos conceptos intuitivos, que admitimos no saber definir, la conciencia y la inteligencia; sin embargo, sí nos vamos a hacer una pregunta sencilla sobre ellos: ¿Sabemos atribuir la inteligencia a seres y objetos? El estudio de la inteligencia siempre ha estado envuelto en complejas polémicas éticas, políticas y educativas, por eso es imposible abordar el tema de manera objetiva. La inteligencia ha sido usada como excusa para ordenar a los seres.
La sociedad no suele reflejar este orden: Los más inteligentes no ocupan las posiciones más elevadas e influyentes. Aquí intentamos aclarar su naturaleza, su origen y su papel evolutivo y social.
L a inteligencia es un término y un concepto cuya historia científica es relativamente breve, pero llena de contradicciones.
Uno de los constructos1 psicológicos más ambiguos y confusos que, sin embargo, ha sido objeto de las más variadas interpretaciones y cuyo uso ha conducido a grandes errores. La inteligencia despierta un intenso interés y aún escapa a todo intento de definición. Con todo, ¿puede la ciencia prescindir de esta palabra? El uso frecuente de la misma pone en evidencia su utilidad a la hora de describir la realidad interna y el comportamiento. La utilizamos para hace referencia a la naturaleza de los humanos, de otros seres vivos e incluso a las características de objetos («mi jefe no es demasiado inteligente», «tengo un perro muy inteligente», «sistema de software inteligente»). Todos hablamos de inteligencia, pero ¿sabemos acaso de qué estamos hablando?
Los partidarios de los test de cociente intelectual (CI) sugieren que la inteligencia es una entidad localizada en el cerebro y determinada en gran medida por la herencia.
Este enfoque organicista ha estado presente no solamente en los círculos científicos sino también reflejados, de una manera más o menos sutil, en la sociedad y la política.
La suposición de que los genes determinan directamente la inteligencia, llevó a afirmar que las jerarquías sociales eran un mero reflejo del orden natural. La situación de los pobres se explicaba como consecuencia de su menor capacidad innata o se justificaba la esclavitud, sin dejar duda alguna de que el negro estaba más cerca del mono que del blanco Homo Sapiens Sapiens.
Una discriminación tan acusada y respaldada por la «ciencia» ha pasado ya a la historia.
No obstante, los test siguen utilizándose para seleccionar a las personas en base a su inteligencia (selección de directivos, orientación profesional, etc.) y la aplicación de una prueba de CI implica casi siempre un etiquetado social. ¿No es verdad que cuando usted hace un test y le dan el resultado, experimenta satisfacción o sufrimiento según el valor numérico que ha obtenido?
Ahora bien, ¿a quién debemos este interés casi obsesivo que la inteligencia despierta en la sociedad moderna? La palabra «inteligencia» hizo su primera aparición en los textos científicos gracias a Sir Francis Galton (1822-1911), primo hermano de Charles Darwin. Este controvertido personaje de la ciencia estaba literalmente fascinado por las matemáticas y, sobre todo, por las técnicas de medición. Acertadamente, sus primeros pasos como científico le llevaron a la topografía y la meteorología. No obstante, inspirado por su pariente más famoso (Darwin) pronto empezó a dirigir su atención hacia el campo de la herencia. Para probar sus teorías sobre el origen genético de la inteligencia, Galton en su laboratorio (por el cual pasaron unos 17.000 sujetos en los años 80 y 90 del siglo XIX) recogía datos sobre diversas variables como la fisionomía, la agudeza sensorial, los tiempos de reacción, etc. que en su opinión se relacionaban con la capacidad intelectual.
Su afán por «medir» al ser humano le convierte en un verdadero precursor de la psicometría actual. En la obra Hereditary Genius (El genio hereditario), mantiene que la inteligencia es fruto de la herencia donde la influencia del ambiente y de la educación es despreciable. Estas ideas le llevaron a propagar el método de perfeccionamiento de la raza humana, basado en las leyes de la herencia.
Por un lado, todos podemos condenar moralmente prácticas semejantes como la
eugenesia2, que se llevaba a cabo fruto también de la aplicación de los test de inteligencia. Pero puede ser que una duda salga de un escondrijo de la mente: ¿Y si la ética nos impide ver la cruel verdad? ¿No será cierto que los genes, con su determinación férrea, confieren a unos una mente penetrante mientras que condenan a otros a una mediocridad intelectual?
Para esbozar una posible respuesta, vamos a recorrer el fascinante paisaje de la inteligencia. Nos adentraremos en un cerebro eminente (el de Einstein), exploraremos algunos de los rincones más ocultos de la inteligencia, buscándola en la mente de los retrasados y, por fin, nos vamos a plantear una posibilidad extravagante: ¿Es posible que ser «imbécil» (es decir, no muy listo o mediocre) sea, más que un perjuicio, una ventaja?
Usted verá por qué los test de CI no miden lo que pretenden, sabrá quiénes son los idiotas sabios y por qué los inteligentes pueden convertirse en unos dinosaurios.
Los siguientes párrafos no aspiran a llegar a una definición de la inteligencia, lo cual, como confirma la misma historia de la psicología, es una labor parecida a la de Sísifo de la mitología griega. Tan sólo queremos estimular la imaginación y la reflexión –rompiendo con la rigidez propia de la ciencia convencional, pero sirviéndonos de sus aportaciones– para quedarnos aún más perplejos ante la inteligencia humana.
Dos grandes grupos de teorías
Si bien como hemos dicho existen diversas formas de clasificar la ingente variedad de teorías respecto a qué consideramos inteligencia, una de las que resulta más clara es la que resulta más divisoria entre las diferentes conceptualizaciones: si la inteligencia es una o, por el contrario, hay varios tipos de inteligencia.
Una inteligencia unitaria
Los primeros estudios referentes a la inteligencia y la capacidad intelectual trabajaban bajo el supuesto de que la inteligencia es una única capacidad general, inmodificable y determinada genéticamente. A través de estas teorías se han elaborado test psicométricos que valoran la inteligencia a partir de su reflejo en pruebas estandarizados, midiéndose a través de ellos el cociente intelectual o CI. Según estas teorías, pues, la inteligencia era unifactorial.
Conjunto de capacidades
Existen otras teorías que estipulan que la inteligencia no es una única capacidad, sino que se trata de un conjunto de habilidades y aptitudes independientes entre sí. Esto explica por qué existen genios en algunos aspectos como la música y el arte que tienen una capacidad lógica limitada, o eminencias a nivel intelectual que son incapaces de proyectar tales conocimientos o entender las reacciones ajenas. Es este tipo de teorías, multifactoriales, son las más consideradas a día de hoy.
Principales propuestas teóricas
Sea considerada una capacidad única o múltiple, lo cierto es que la investigación al respecto ha sido extensa y ha permitido la construcción de diversas teorías. Algunas de las más consideradas a lo largo de la historia son las siguientes.
Primeras aproximaciones: Binet
El nombre de Alfred Binet es especialmente conocido por haber sido el creador de la primera escala de medida de la inteligencia. Este autor, que consideraba la inteligencia una única capacidad, fue uno de los primeros en explorar el concepto de edad mental como edad en la que la mayoría de sujetos son capaces de realizar o resolver un problema determinado. Creía que las habilidades y facultades podían mejorarse con la educación y el entrenamiento.
El concepto de edad mental sería usado por este autor como medida de la inteligencia. Posteriormente a él, William Stern vincularía esta edad mental a la edad cronológica por tal de poder evaluar de forma comparativa el nivel de desarrollo intelectual y finalmente con todo ello Terman acabaría creando el concepto de Cociente Intelectual o CI.
Teoría bifactorial de Spearman
Una de las primeras teorías de la inteligencia, Spearman propone en su teoría bifactorial de la inteligencia que existe una capacidad intelectual general o Factor G, que es común a todas las actividades que llevamos a cabo.
Sin embargo, según el tipo de actividad que hagamos vamos a tener que aplicar unas habilidades concretas para llevarla a buen fin, capacidades concretas que reciben el nombre de Factor s. Mientras que el factor g es hereditario e inmodificable, las habilidades específicas sí serían mejorables a través del aprendizaje y la educación.
Teoría de la inteligencia de Cattell
Una de las más conocidas teorías de la inteligencia es la de Raymond Cattell. En su teoría este autor interpreta, en parte en base a la teoría bifactorial, que la capacidad intelectual está configurada por dos tipos de inteligencia: fluida y cristalizada. Mientras que la inteligencia fluida se corresponde con el razonamiento y la capacidad general de adaptación en situaciones novedosas, sin que el aprendizaje influya en la actuación llevada a cabo, la inteligencia cristalizada se refiere a la capacidad de aplicar los conocimientos aprendidos a lo largo de la vida.