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In Memoriam de Lipe Collado (5)

Written by Debate Plural

El triunfo de la mediocridad

Lipe Collado (24-5-16)

 

Contrario a la creencia generalizada, muchos mediocres triunfan en los negocios, en las profesiones, en la milicia, en el cine, en la radio, en la televisión, en la política, en algunas sindicaturas y en otros quehaceres del diario vivir. A mí me seducen los mediocres atrevidos. Su atrevimiento es su esfuerzo supremo contra el freno natural de su medianía. Medianos, pero intuitivos, casi siempre comienzan mal, pero terminan bien porque son incansables y buenos lambones y expoliadores del intelecto ajeno: saqueadores de ideas, ejecutores formidables de creaciones ajenas y, aunque torpes, aprenden a ser prácticos hasta el asaz.

Pero aunque triunfen tienen el desagradable defecto de retornar con  cierta frecuencia al reinado de la mediocridad, y por eso dejan a uno en el limbo de la incomprensión. Asumen conductas de “porque a mí me da la  gana”, y de “yo mismo soy”, y se  impermeabilizan ante las críticas.

Desde que Roberto Emérito* -¿”emérito” de qué?- Salcedo se postuló para Síndico del Distrito Nacional me sedujo por aquello de que  “A  mí me seducen los mediocres atrevidos”. He  votado por él dos veces para Síndico y la tercera vez para  “Alcalde” –que es lo mismo e igual-.

Y conste que por decirle mediocre no lo estoy desmeritando, por el contrario,  lo  estoy ameritando. Tanto así que he dicho a muchos que él es un símbolo indiscutible del triunfo de la mediocridad, de la medianía, de los escasos conocimientos y entendimientos, un tipo que se sabe enchufar con el alto voltaje de la nadería sin electrocutarse.

Este triunfador, en una acción de puro regreso al reinado anterior al de llegar, -eso es lo malo del mediocre que triunfa-, abandonó a su mala suerte a las bibliotecas municipales -¡nunca ha comprado ni un libro!- y le dio “la gana” de secuestrar y torturar a la viejita Güibia, la cercó con una empalizada de zines mal clavados en tablas con comejenes –como gambadas-, de alta contaminación visual en nuestro adorado Malecón, puso obstáculos al libre tránsito con unos horribles muros de cemento amarillos en el carril derecho, de suroeste a sureste, y asignó a guachimanes escopetados para que los que fueran más mediocres y    tígueres que él no pudieran entrar al área secuestrada.

¡A los cinco años!, en medio de una fase temprana de una campaña electoral, liberó a la viejita Güibia luego de torturarla con una grotesca “remodelación” (?) contrastante con el “buen gusto prestado” de los parques de las canquiñas, obra conjunta ésta indiciadora de que tiene  atrevidos destellos que le sofrenan los rebuznos. Todavía no entiendo qué fue lo que hizo, porque, a excepción de un Gimnasio, allí está mi misma Güibia, las mismas casetas de siempre, las mismas pendejadas, la misma arena de la playa, los mismos almendros y uvas playeras, la misma brisa y el mismo mar. ¿En cuánto presupuestó la remodelación del mar?

Después de esa acción medalaganaria e incalificable, al mediocre Roberto Salcedo le dio “la gana” de secuestrar al viejito parque Eugenio María de Hostos, y ¡siete años después! sin haber hecho nada allí -que no haya sido sacar injustificables camiones de tierra negra buena y cementar las aceras a su derredor después de apropiarle una franja de terreno al parque -ha dicho afrentosamente que carece de los millones necesarios para terminar “la obra”. ¿Qué cuento es ese? ¿Cuál obra? ¿Cómo la de  Guibia?

En el ínterin, el “emérito” ha invertido millones de pesos en el antiguo  y olvidado parque zoológico, con Gimnasio que algunos ricos usan, y en el Mirador Sur, donde acaba de inaugurar Gimnasios y otros medios de  “diversiones”.

¿Y de dónde le habrá venido al “emérito” –para no decirle por séptima vez “mediocre”- su vocación por los Gimnasios? Que yo sepa, tal vez le venga de cuando era un meritorio “feliz e indocumentado” ayudante en la cama de una camioneta distribuidora de tanques de gas propano. ¡Tremenda gimnasia!

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