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¿Qué es el Pensamiento Complejo? (2)

La Cibernética reconoció la complejidad pero la puso entre paréntesis: formuló el principio de la caja negra (black-box). Detectaba las entradas al sistema (imputs) y las salidas (outputs), con lo que podía estudiar las necesidades de alimentación y los resultados, pero sin entrar en el misterio de la caja negra. El problema teórico de la complejidad es entrar en las cajas negras. Consiste en considerar la complejidad organizacional y la complejidad lógica. Se presentan dificultades: en la renovación de la concepción del objeto; en revertir las perspectivas epistemológicas del sujeto, o sea del observador científico; en la construcción científica misma. Hasta ahora, lo científico exigía eliminar la imprecisión, la ambigüedad, la contradicción. Ahora hace falta admitir “una cierta imprecisión y una imprecisión cierta”, y “una cierta ambigüedad y una ambigüedad cierta”, tanto en los fenómenos como en los conceptos: en la relación sujeto/objeto, orden/desorden, auto/ hetero-organización, y otros.

El estudio del cerebro humano conquistó la evidencia de que, una de sus superioridades sobre la computadora, es la de poder trabajar con lo suficiente y lo impreciso. Hace falta para reconocer fenómenos que, como la libertad o la creatividad, son inexplicables fuera del cuadro complejo en el que aparecen.

En cuanto al acceso lógico a la complejidad, Morin estima que, si bien las herramientas con que hoy contamos, nuestro aparato lógico-matemático actual, se “adapta” a ciertos aspectos de la realidad fenoménica, no se adapta a los aspectos verdaderamente complejos. De manera que tal aparato ha de desarrollarse en dirección a la complejidad.

Morin cree que no hay que buscar la complejidad solamente en los desarrollos científicos. Hay que verla allí donde por lo general parece estar ausente, como por ejemplo, la vida cotidiana. La complejidad en ese ámbito fue descrita por la novela del siglo XIX y principios del XX. La ciencia de entonces se afanaba por expulsar de su discurso todo lo que fuera individual y singular, y por operar sólo con términos generales que le permitan formular leyes cada vez de mayor nivel de abstracción; incluso llegaba a expulsar el tiempo de su descripción del mundo. El ideal científico apuntaba a concebir un universo perfecto, una máquina determinista verdaderamente perfecta que se basta a sí misma, de la cual Laplace elimina a Dios.

Por la unidad de la ciencia

Morin postula la posibilidad y, al mismo tiempo, la necesidad de una unidad de la ciencia. Una unidad tal es evidentemente imposible e incomprensible dentro del marco actual en el cual miríadas de datos se acumulan en los alvéolos disciplinarios cada vez más estrechos y taponados.

Es imposible dentro del marco en el que las grandes disciplinas parecen corresponder a esencias y a materias heterogéneas: lo físico, lo biológico, lo antropológico. Pero es concebible en el campo de una physis generalizada.

Bien entendida, una tal unificación, no tendría ningún sentido, si fuera únicamente reduccionista, reduciendo al nivel más simple de organización los fenómenos de organización compleja; sería insípida si se hiciera efectiva envolviéndose en una generalidad omnipresente, como la palabra sistema. Sólo tiene sentido si es capaz de aprehender, al mismo tiempo, unidad y diversidad, continuidad y rupturas. Pero nos parece bien que eso sea posible en una teoría de la auto-eco-organización, abierta a una teoría general neral de la physis. Física, Biología, Antropología, dejan de ser entidades cerradas, pero no pierden su identidad. La unidad de la ciencia respeta a la Física, a la Biología, a la Antropología, pero golpea al fisicismo, al biologismo, al antropologismo (Fig. 1).

 

                ANTROPOLOGIA

          BIOLOGIA

FISICA

FIGURA 1

Se ve la diferencia con la tentativa de unidad de la ciencia lanzada por el positivismo lógico. Aquél no ha podido más que jugar el rol de una Epistemología armada que prohibía llevar la mirada allí donde se debe precisamente mirar hoy en día, hacia lo incierto, lo ambiguo, lo contradictorio.

Como siempre, una teoría que se quiere fundamental escapa al campo de las disciplinas, las atraviesa, como lo han hecho, aunque cada uno con su propia ceguera y su propia arrogancia, el marxismo, el freudismo, el estructuralismo.

Es decir, que la perspectiva aquí es transdisciplinaria. Transdisciplinaria significa, hoy, indisciplinaría. Toda una enorme institución burocratizada —la ciencia—, todo un cuerpo de principios, resiste al menor cuestionamiento, rechaza con violencia y desprecio como «no científico» todo lo que no corresponde al modelo.

Pero hay una incertidumbre en el concepto de ciencia, una brecha, una apertura, y toda pretensión de definir las fronteras de la ciencia de manera segura, toda pretensión al monopolio de la ciencia es, por eso mismo, no científica. Me aplastaran hasta la muerte (mi muerte y su muerte) por las inocentes verdades que digo aquí mismo.

Pero hacía falta que las dijera, porque la ciencia se ha vuelto ciega por su incapacidad de controlar, prever, incluso concebir su rol social, por su incapacidad de integrar, articular, reflexionar sus propios conocimientos. Si, efectivamente, el espíritu humano no puede aprehender el enorme conjunto del saber disciplinario, hace falta, entonces, cambiar, ya sea al espíritu humano, ya sea al saber disciplinarizado (Morin, 1993).

El paradigma de simplicidad

Para comprender la complejidad hay que saber antes que hay un paradigma de simplicidad. Un paradigma es un cierto tipo de relación lógica fuerte entre nociones maestras, nociones claves, principios clave. Esa relación y esos principios están presentes en todos los discursos de una comunidad científica; constituyen su sustrato inconsciente. El paradigma de simplicidad pone orden en el universo y persigue el desorden. El orden se reduce a una ley, a un principio. La simplicidad ve lo uno y ve lo múltiple, pero no concibe que lo Uno pueda, al mismo tiempo, ser lo Múltiple. La simplicidad, o bien separa lo que está ligado (disyunción), o bien unifica lo que es diverso (reducción).

Por ejemplo, el hombre, que es un ser biológico pero al mismo tiempo cultural pues vive un mundo de lenguaje, ideas y conciencia, que vive dos realidades al mismo tiempo, el paradigma de simplicidad disocia las dos realidades o bien reduce la más compleja a la menos compleja. Así, en Biología se estudia al hombre como un ser anatómico o fisiológico; en Ciencias Humanas y Sociales se estudia al ser cultural. Se estudia el cerebro humano como órgano biológico por una parte, y al espíritu como función o realidad psicológica. “Olvidamos que el uno no existe sin el otro; más aún, que uno es, al mismo tiempo, el otro, si bien son tratados con términos y conceptos diferentes” (pg. 89)

De la misma forma el paradigma de simplicidad buscó los elementos simples detrás del aparente desorden de los fenómenos. Su obsesión fue descubrir las leyes que gobiernan el universo perfecto: una obsesión fértil porque permitió descubrir las grandes leyes físicas como la de gravedad o el electromagnetismo. Todavía hoy los científicos buscan la conexión entre las diferentes leyes que represente una ley única. Con la misma obsesión la ciencia ha buscado el ladrillo elemental con el que está construido el universo. Primero creímos encontrarlo en la molécula. Pero después apareció el átomo; pero descubrimos que era un sistema muy complejo compuesto por núcleo y electrones; la partícula pasó a ser la unidad primaria. La partícula luego fue concebida como fenómeno divisible teóricamente en quarks. Cuando parecía que habíamos encontrado el ladrillo elemental del universo, el ladrillo desapareció como tal: una entidad difusa y compleja, imposible de aislar. En el siglo XX se produjo un acontecimiento mayor: la irrupción del desorden en el universo físico. El segundo principio de la Termodinámica es, primeramente, un principio de degradación de la energía. El primer principio, que es el de la conservación de la energía, va seguido de un principio que dice que la energía se degrada bajo forma de calor. Toda actividad, todo trabajo, produce calor. O, dicho de otro modo, toda utilización de energía tiende a degradar esa energía. Luego Boltzman (pp. 206—207) explicó que lo que llamamos calor es la agitación en desorden de moléculas y átomos. De esta forma se percibe que el desorden está en el universo físico ligado a todo trabajo o transformación.

Pensamiento complejo y Epistemología

Todo lo relacionado con el pensamiento complejo está vinculado a la epistemología (la doctrina de los métodos del conocimiento científico). El objeto de estudio de la epistemología o gnoseología es la producción y validación del conocimiento científico a través del análisis de distintos criterios.

Pensamiento complejo El término complejo suele ser asociado a aquellas cosas muy difíciles de comprender, inalcanzables para quienes no posean una serie de terminada de destrezas o conocimientos muy específicos. Sin embargo, su etimología nos muestra un significado ligeramente diferente: “lo que está tejido en conjunto”. De allí que el pensamiento complejo, en palabras del propio Morin, (1995) se base en establecer relaciones y complementos, en el estudio del todo mediante sus defectos y sus efectos, su movimiento y su quietud, tomando en cuenta la reciprocidad que tiene lugar entre éste y sus partes.

La complejidad representa al mundo como una gran red formada de delgados hilos que se entrelazan y relacionan todos sus componentes. El pensamiento complejo atiende cuestiones tan profundas pero tan cercanas como la vida, los problemas sociales y el futuro de la especie humana, y en los últimos tiempos ha cobrado mucha importancia en el ámbito de la educación, el foco de las relaciones interpersonales más significativo, dado que representa el proceso de formación que nos vuelve aptos para integrarnos en la sociedad de una forma activa y productiva.

Según Matthew Lipman (1992), un filósofo y docente especializado en pedagogía (1922 – 2010, Estados Unidos), todo pensamiento considerado complejo debe presentar una organización basada en la coherencia, estar formado de conceptos ricos y generar un constante movimiento, una necesidad de investigar y explorar. Asimismo, resaltó en más de una ocasión la importancia de inculcar a los estudiantes este tipo de pensamiento desde la infancia, para estimular su intelecto, su sentido crítico y su creatividad. (Pp.193-228).

 

About the author

Frank A. Peña Valdes

Profesor adjunto Escuela de Psicología, Facultad de Humanidades y Escuela de Orientación Educativa, Facultad de Ciencias de la Educación Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD. Licenciatura en Psicología, Maestría en Metodología de la Investigación Científica. Especialidad en Psicología del Desarrollo, Maestría en Desarrollo Humano, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Postgrado en Educación Superior, Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). Estudios Doctorales en Psicología Social, Universidad Central de Madrid (UCM).

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