Este proceso, desde la década de los años setenta, se reproduce de forma cada vez más fuerte a nivel mundial, como respuesta a las grandes luchas de los años sesenta, que debilitaron los mecanismos de control del sistema capitalista: las luchas anticoloniales, las luchas de los obreros industriales, las luchas feministas, de los estudiantes, contra la militarización de la vida, contra Vietnam… todas pusieron en crisis los sistemas de dominación capitalistas. No es una coincidencia que a partir de finales de los años setenta empecemos a ver todos estos procesos que juntos se denominaron neoliberalismo.
El neoliberalismo es un ataque feroz, en su común denominador, a las formas de reproducción a nivel global; empieza con el extractivismo, la privatización de la tierra, los ajustes estructurales, el ataque al sistema de bienestar, a las pensiones, a los derechos laborales. En este sentido, el proceso de reproducción tiene un papel central.
Hemos visto que las luchas más potentes y significativas de los últimos años se han desarrollado no solo en los lugares de trabajo asalariado, que de hecho están en crisis, sino fuera de ellos: luchas por la tierra, contra la destrucción del medio ambiente, contra el extractivismo y la contaminación del agua, contra la deforestación. Y cada vez más, a la cabeza de estas luchas, encontramos mujeres que comprenden que hoy no se puede separar la lucha por una sociedad más justa, sin jerarquías, no capitalista —no fundada sobre la explotación del trabajo humano—, de la lucha por la recuperación de la naturaleza y la lucha antipatriarcal: son una misma lucha que no se puede separar.
En este contexto, una visión marxista-feminista, con los aportes y críticas del marxismo que vengo describiendo, nos puede ayudar a liberarnos de algunas ideologías. Por ejemplo, una de ellas, presente en Marx y también en algunos importantes marxistas de la actualidad, defiende la idea de que el desarrollo capitalista es necesario porque es una fuente de progreso y, por sí mismo, nos lleva a un proceso de emancipación. En nuestros días existe un movimiento llamado «aceleracionista», que quiere acelerar el desarrollo capitalista porque entiende este desarrollo como un factor de emancipación.
Otro ejemplo son los marxistas autónomos que piensan que el capitalismo, al verse obligado en esta fase a usar la ciencia y el conocimiento, también se ve obligado a dar más autonomía a los trabajadores; muchos entienden entonces que el desarrollo capitalista genera más autonomía para los trabajadores. Creo que una mirada marxista-feminista, y para mí «feminista» significa «centrada en el proceso de reproducción», nos permite contestar estas visiones. Porque como decía una compañera ecuatoriana: «Lo que muchos llaman desarrollo, nosotras lo llamamos violencia». Desarrollo hoy significa violencia, expulsión, desposesión, migración, guerra.
Se tecnologizan algunas partes, por ejemplo muchas personas usan la televisión para cuidar a los niños, o sueñan con que pequeños robots limpien y hagan todas las tareas, incluso se anuncia que se convertirán en compañeros de piso; creo que esta no es la sociedad que queremos. Nos están preparando para una sociedad en la que las personas estén cada vez más aisladas. Creo que podemos afirmar que esto no encaja en una óptica emancipatoria.
El feminismo nos permite corregir las visiones marxistas actuales que piensan que la tecnología puede ser emancipatoria en sí misma. Para concluir, quiero destacar que el problema del trabajo de reproducción y de su desvalorización es un problema construido en una sociedad en la cual este trabajo no es particularmente degradante o poco creativo en sí mismo, como desafortunadamente muchas feministas piensan también. Ha sido convertido en un trabajo que oprime a quien lo realiza porque se realiza en condiciones que quedan fuera de nuestro control.
En este momento de necesidad de cambio social, y con esta mirada marxista-feminista, creo que el cambio debe empezar por una recuperación del trabajo de reproducción, de las actividades de reproducción, de su revalorización, desde la óptica de la construcción de una sociedad cuyo fin, en palabras de Marx, sea la reproducción de la vida, la felicidad de la sociedad misma, y no la explotación del trabajo.