Tony Raful (Listin, 13-2-18)
“Te amo por todas las mujeres que no he conocido.
Te amo por todos los tiempos que no he vivido.
Por el olor del mar inmenso y el olor del pan caliente.
Por la nieve que se funde por las primeras flores.
Por los animales puros que el hombre no persigue.
Te amo por amar.
Te amo por todas las mujeres que no amo”.
“No he podido atravesar el muro de mi espejo.
Tuve que aprender la vida como se olvida palabra por palabra”.
“Quién me refleja sino tú misma, me veo tan poco, sin ti no veo más que una planicie desierta.
Entre antes y ahora están todas estas muertes que he sorteado sobre paja.
No he podido atravesar el muro de mi espejo.
Tuve que aprender la vida como se olvida palabra por palabra”.
“Te amo por tu sabiduría que no me pertenece.
Te amo contra todo lo que no es más que ilusión.
Por el corazón inmortal que no poseo
crees ser la duda y no eres sino razón.
Eres el sol que me sube a la cabeza
cuando estoy seguro de mí”.
He seleccionado el poema “Te amo” del gran poeta francés Paul Eluard, para este 14 de febrero, para Cupido, para la amistad, para el amor, sin cursilerías, sin casilleros ni vitrinas comerciales. Me refiero a un efluvio espontáneo que ilumina el corazón humano. El amor en medio del desconcierto, el amor en tiempos oscuros. El poeta lírico alemán, Fredrich Holderlin, se preguntaba, si acaso se debía cantar a la rosa y al amor en tiempos sombríos, para responderse a sí mismo, que “también en los tiempos sombríos, cantaremos a la rosa y al amor”. El gran filósofo alemán de origen judío, Theodor Adorno, desesperanzado, llegó a decir, que después de “Auschwitz”, símbolo del genocidio de seis millones judíos, mujeres, niños, ancianos, atreverse a escribir poesía, constituía un acto de barbarie. No comprendió Adorno, que la poesía es una arma cargada de futuro y de amor, como la definió el poeta español Gabriel Celaya. Creo que la tesis de Holderlin era visualizar la poesía como un acto de resistencia frente a la desnudez de la miseria humana, a su escatológica vocación a la violencia, al odio y a la muerte. Los aedas responden con el alto lenguaje de la imagen que sustituye la realidad cuestionada, la transmutan en un acto de subversión estética de la llamada realidad concreta, sujeta esta última a variables y procesos de deconstrucción.
La vida intensa que nos fragmenta, el aletear del odio, la violencia generalizada, no nos puede impedir alcanzar la poesía, ese momento grávido, que el alma teclea, ese espacio de sensibilidad que nos salva de la rutina espantosa, del egoísmo más mordaz. Mi columna de hoy, reproduce poemas de Eluard, que oímos hace algunos años, en una tertulia de un grupo de amigos y amigas, lectura en francés, con el ritmo cadencioso y sublime de las entonaciones, en la voz de la embajadora Lil Despradel, versos que tocan fibras del alma, que nos recuperan para la gran tarea del amor. Hablo de amor como sentimiento superior, como ofrenda, como tiempo liberado de los instintos y del yugo de los egos. Otro texto de Paul Eluard, tiene suficiente letra y música para encandilar el amor. “Al alba te amo/tengo toda la noche en las venas/toda la noche te he contemplado/tengo que adivinarlo todo/me siento seguro en las tinieblas/Ellas me conceden el poder de envolverte/ de sacudirte/ deseo de vivir- en el seno de mi inmovilidad/el poder de revelarte/ de liberarte/ de perderte/ Llama invisible del día/ Si te vas la puerta se abre hacia el día/Si te vas la puerta se abre hacia mi mismo”.
Vivimos de sobresaltos en sobresaltos, la violencia se ha enseñoreado sobre la vida nacional. Pienso que cuando se producen casos como el reciente, de un asesino que liquidó una familia completa a sangre fría, junto a él, debería sentarse en el banquillo de los acusados, la sociedad en su conjunto. Toda la ideología del éxito, el culto desmesurado al ego, la descomposición familiar, el abandono de creencias éticas, morales y espirituales, la inequidad social, la búsqueda insaciable de riquezas, “mas allá de simples necesidades” como dijo el gran poeta norteamericano, Carl Sandburg, que “convierte a hombres sanos y buenos en gusanos secos y retorcidos”. Es la falta de amor lo que va insensibilizando a sectores crecientes de la comunidad nacional. Es la caricatura del amor, su degradación, la que hunde en la desesperación a la sociedad. El abandono de la tabla de valores que forja la conducta honorable, el abuso de la comunicación en las redes, que invalida la jerarquía del conocimiento, los vicios y degradaciones.
Ante la confusión reinante aboguemos por un país diferente, por seres forjados en la educación y en el amor a la Patria, por convivencias fraternales basadas en objetivos comunes de trabajo y superación personal. Todos los días deben ser de San Valentín, debe reinar Cupido, toda esa imaginería de la cultura popular, instancia de celebración del más bello sentimiento humano. Justipreciando el amor en una dimensión posible, solícita, amistosa, franca, amatoria, hermosa. Pienso que habrá que diseñar una arquitectura del amor entre iguales, una “civilización del amor”, la llamó el Papa Juan Pablo Segundo. Yo creo en ese amor gratificante, en el hogar, en la escuela, en las calles, en la familia como núcleo central de formación. Son tiempos sombríos. Pero como dijo el poeta Holderlin, cantaremos al amor y a la rosa en los tiempos sombríos. Y la poesía con su luz de aurora navegará en los cielos encantados de Dios.