Nacionales Politica

“La caída de Horacio Vázquez y la irrupción de Trujillo”

Written by Debate Plural

M. Hernández Ruigómez (D. Libre, 30-12-17)

Sin duda, una de las etapas más trascendentales de la historia dominicana está circunscrita a los meses finales del mandato presidencial de Horacio Vásquez (1924-1930) y la llegada del general Rafael Trujillo al poder (1930-1961). Con la destitución de Vásquez, terminó en la República Dominicana el modo de hacer política tradicional del siglo XIX, es decir, lo que podemos identificar como caciquismo clientelar en tanto control de los resortes del poder por las élites sociales al servicio de sus intereses. Y comenzó una larga fase de dictadura militar tal como ocurrió en otros tantos países hispanoamericanos en aquellos convulsos años. No es casual, por tanto, que estemos ante la etapa de la historia dominicana más estudiada por la historiografía, tanto nacional como extranjera.

Como contribución al conocimiento de ese período, la Academia Dominicana de la Historia acaba de publicar el libro La caída de Horacio Vásquez y la irrupción de Trujillo, de la que son autores Manuel García Arévalo y Francis Pou. La obra tiene un sugerente subtítulo: “En los informes diplomáticos españoles”. A pesar de la sobreproducción historiográfica que caracteriza la era de Trujillo, faltaba analizar un momento histórico dominicano transcendental a partir de informes diplomáticos. Este estudio aporta al conocimiento historiográfico una nueva visión de aquellos años cruciales (1929 y 1930) y lo hace desde la atalaya de un testigo privilegiado: el jefe de la misión diplomática de España en Santo Domingo, Francisco Javier Meruéndano.

No descubro nada si afirmo que una de las fuentes más consistentes de la historia, al menos a partir de los últimos años de la Edad Media, han sido los informes de los embajadores desde que la diplomacia pasó a formar parte de la estructura del Estado moderno. En lo que a España concierne, la diplomacia superó la itinerancia que la había caracterizado hasta entonces y comenzó a ser permanente (residente) durante el reinado de los Reyes Católicos (1474-1516). Así, la política internacional se constituyó como una verdadera columna vertebral del Estado y los diplomáticos enviados por España han servido a los intereses de la Corona y del país, representando e informando, protegiendo sus intereses, negociando con las autoridades del país de acogida y fomentando las relaciones entre las naciones. Fruto de esa labor de información diplomática son los testimonios enviados por los embajadores que, en España, están a la disposición de los historiadores en básicamente tres archivos: el Archivo General de Simancas; el Archivo Histórico Nacional y el Archivo el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Los autores de este libro han rebuscado entre los legajos de ese último y han rescatado los despachos y telegramas redactados por Meruéndano en aquel tiempo. Y ahí comienza la sugestiva labor de análisis histórico que han llevado a cabo Manuel García Arévalo y Francis Pou, poniendo en relación los informes del diplomático español con los sucesos ocurridos en los meses finales del horacismo. A este respecto, elementos fundamentales de su análisis son las decisiones tomadas por Vásquez cuando finalizaba su presidencia o las bases estructurales de la nueva política implementada por Trujillo.

En este estudio sobresalen dos aspectos fundamentales que incidieron en el país justo en el lapso de un año: la Gran Depresión desatada por el crack de la Bolsa de Nueva York en octubre de 1929 y el devastador huracán de San Zenón que arrasó la Española en septiembre de 1930. Merece la pena leer la descripción que hace Meruéndano en sus informes, recogidos en el libro, de cómo quedó Santo Domingo tras el paso del San Zenón para hacerse una idea de la dimensión de aquella hecatombe. Como apuntan los autores, el “realismo y vigor de sus párrafos se asemejan a los de una narración de tintes apocalípticos”.

En definitiva, estamos ante un excelente trabajo que ha rescatado de los archivos unos testimonios fundamentales para la comprensión de un período crucial de la historia dominicana. Como dice el historiador Miguel Ángel Ochoa, autor de una monumental Historia de la Diplomacia Española, “la Diplomacia la hacen los diplomáticos; sus acciones “diplomáticas” les son –para bien o para mal- imputables”. En el caso de Javier Meruéndano, le podemos imputar para bien, para el mejor conocimiento de la historia, su magnífica acción de informar.

Además, hay que felicitar a los autores no sólo por haber desenterrado esas fuentes esenciales para la historia dominicana, sino por haber puesto en relación lo descrito por el diplomático español con los acontecimientos políticos que se sucedían en la isla, al tiempo que la afectaba la terrible crisis económica que produjo el hundimiento de la bolsa neoyorquina y el ciclón de San Zenón. Como predice la presidente de la Academia Dominicana de la Historia “esta obra se convertirá en un importante referente para el estudio de la época”.

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