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La permanencia de Jacques Viau (III)

Written by Debate Plural

Argenida Romero (D. Libre, 28-5-15)

Última entrega de la serie sobre el poeta Jacques Viau, muerto en la confrontación con las tropas invasoras estadounidenses durante la gesta revolucionaria de 1965.

En el libro «Jacques Viau, poeta de una isla y Madame Saga» se relata, en voz del exiliado Clarel Belliard, los nexos de Jacques Viau con los haitianos exiliados, y que adversaban con la dictadura duvalierista.

El texto, que señala hechos entre 1962 y 1963, indica que Belliard habría conocido a Jacques en una casa que albergaba a los exiliados en el kilómetro 9 de la carretera Sánchez.

«Había un Frente Haitiano de Liberación en el Exilio. (…), Jacques participó con Fred Baptiste en la Fuerza Armada Revolucionaria… Muchos de ellos vivían en Villa Duarte… Jacques se burlaba de Baptiste, porque siempre le ofrecía carteras en el futuro gobierno haitiano».

Entre los haitianos exiliados, apunta José del Castillo Pichardo en su artículo Petit Pays, publicado en Diario Libre el 23 de enero del 2010, estaban el sacerdote Gérard Bissainthe, Louis Déjoie, Pierre Rigaud, Bernard Sansaricq y el dirigente comunista René Théodore, quien formó parte del comando de haitianos que participó en la gesta revolucionaria de 1965.

Al momento de iniciar el movimiento cívico militar, Viau pasó a formar parte del comando B3, uno de los cerca de 120 que operaban para mayo de 1965, de acuerdo con el libro «El Pueblo en Armas, Revolución en Santo Domingo», del sacerdote jesuita y sociólogo José A. Moreno.

Junio López, quien formó parte del B3, asegura que el comando fue bautizado por el jefe de esa unidad, Pedro Bonilla, «en honor a sus hermanos». Dato reiterado en «Historia oral. Voces de abril del ’65: Fuentes para la historia de la guerra de abril de 1965», del antropólogo Aquiles Castro.

Explica que Jacques estuvo desde el primer momento, cuando el B3 estaba en una casa de la calle Caracas, en Villa Francisca. No precisa las circunstancias de su incorporación. «Tú sabes que eran momentos muy convulsos, muy desorganizados, y la cosas se hacían casi por inercia».

Tiempo después, el B3 se mudó a la «mansión de Meriño», en San Carlos (no en Villa Francisca como se señala en el texto de la primera parte de esta serie) que, apunta López, estaba ocupada por un grupo del Movimiento Popular Dominicano (MPD), que se trasladó al Liceo Argentina, en la Ciudad Colonial.

«Entre las anécdotas están que el bebía mucho café. Y le dije un día ‘pero ven acá, tú tienes un vicio de beber café’. Y él me decía ‘sí, pero eso es un vicio menor. Hay otros mayores'», recuerda entre risas.

Su papel en el B3

Viau era subcomandante del B3. López lo recuerda leyendo poemas en los momentos de calma, y participando en charlas a los residentes en la zona. Diomedes Mercedes, también subcomandante del B3, y quien se sumó a mediados de mayo de 1965, lo evoca con un sentido más trascendente.

Sostiene que Jacques asumió un magisterio que trataba de «transformar la violencia del resentimiento, en una lucha consciente del soldado que estaba creciendo junto a cada comando».

Detiene sus reflexiones, y pasa a otro tema, con el que dice busca corregir un error. Afirma que Viau nunca usó un arma de alto calibre. Sólo tenía un revólver, un Magnum 44.

«Eso no iba con Jacques. Jacques era la autoridad moral, si tú quieres. Además, te voy a dar otro calificativo de Jacques. Jacques, aun cuando éramos unos jóvenes, Jacques era el hombre universal. No era un hombre de Haití, ni dominicano, era el hombre universal. Tenía la conciencia, no de haitiano, no de dominicano, tenía la conciencia del hombre universal, que era mucho hace más de 40 años». Se le quiebra la voz.

«Sólo otro yo conocí después de la guerra. Míralo allá». Dirige su dedo índice derecho a una foto en la pared frente a él. Hacia el extremo izquierdo, junto a un librero, está la imagen de Ernesto (Che) Guevara.

En el B3 también había una avanzada de haitianos, dirigida por Leonel Viaux, amigo de Jacques.

La muerte de Jacques

Es un sábado soleado de finales de abril. Diomedes Mercedes camina en el patio de la sede de la Pastoral Juvenil, de la Iglesia Católica, la edificación donde estuvo el B3.

«A Pedro y a Jacques los sacamos heridos por aquí». Indica el espacio en que terminaba la calle José Reyes, y donde hoy se encuentran las oficinas de la Dirección de Impuestos Internos.

A ambos los colocó en una camioneta roja, estacionada frente a la casa de Cosme Pérez, un combatiente que lo ayudó, junto a Teudi Vizcaíno y «Tomás, el loco» a subir los heridos en la parte trasera del vehículo, interceptado después por Antonio Lockward Artiles. Lo pasaron a una ambulancia.

Diomedes entra a la casona. «Fue aquí». Frente a él, una pared. Detrás, las escaleras. Recuerda que antes de cargarlo, Jacques le entregó su Magnum 44. Tres semanas antes, rememoró ese episodio. «‘Ya yo no la voy a utilizar’, me dijo. Y me la entregó».

El arma, asegura, le fue requerida por el vicealmirante Ramón Montes Arache, segundo al mando del gobierno constitucionalista, días después. La entregó. «Se enamoró de ella sin saber el valor de esa reliquia».

Jacques y Pedro fueron trasladados al hospital Padre Billini, en la Ciudad Colonial. Ana María Ducoudray los acompañó. Luego fueron llevados a la clínica del doctor Franco, en la avenida Mella.

Jacques fue movido luego a la clínica Abel González, de la Independencia. Ana María dio la noticia a su padre. Afirma que desde ese momento, el señor Viau la identificó como la novia de su hijo. «No me atrevía a decirle a nadie lo contrario, no pensarán que estaba contra los haitianos, o era racista, o algo así».

Le amputaron las piernas. «Eso lo tumbó», dice Ana María. «Le dije ‘no te apures, Jacques, cuando salgamos de esto, afuera en Europa, en algún lugar, en la Unión Soviética, vamos a ir, y te vamos a arreglar’. Y me decía ‘¿y por qué no ahora?’ ‘Porque ahora no se puede’, le decía».

Diomedes lo vio al día siguiente, el 16 de junio. No pudo hablar con él. Ana María, Alfred Viau y una mujer que le acompañaba, se mantuvieron junto al poeta.

La madrugada del 21 de junio, empeoró su condición. Ana María observó cómo «la esposa del papá» colocaba un velón encendido cerca de la cama. Fue sacada de la habitación. Cuando el médico salió, le preguntó si había muerto. «Y dijo, sí».

A las 8 de la mañana, el cuerpo fue llevado a una casa cercana a la clínica, asegura Lockward Artiles.

«Parece dormir tranquillo dentro del estrecho ataúd negro. Su frente, sus cabellos, están secos y apagados. Sus grandes pestañas se juntan bajo los párpados haciendo parecer el sueño más profundo». Así describe la escena en su crónica Miguel Alfonseca, poeta y amigo de Jacques.

Las banderas dominicana y haitiana fueron colocadas sobre su féretro. Su padre llora desconsolado. Francisco Caamaño llega a dar el pésame, y abraza a Alfred Viau.

Ese mismo día, Caamaño, en su calidad de presidente constitucional, emite el decreto número 55, y le concede la nacionalidad dominicana a título de naturalización privilegiada póstuma a Jacques Viau. El documento está recogido en libro «El gobierno de Caamaño, 1965 : documentos, discursos y decretos», de Bonaparte Gautreaux Piñeyro.

El velorio duró pocas horas. Un cortejo numeroso acompañó sus restos hasta el cementerio de la avenida Independencia. Se entonaron los himnos de República Dominicana y Haití.

El recuerdo

La tumba de Jacques Viau se encuentra a unos 40 metros de la entrada del antiguo cementerio, a la izquierda. Junto a su nicho están Euclides Morillo, Ramón Núñez y Pablo Rodríguez, quienes también murieron durante la gesta revolucionaria.

El escritor Mateo Morrison dice que en 1970, se organizó un acto de poetas en su tumba para hacer una tradición. «Hasta que llegó el momento en que sólo éramos Antonio Lockward y yo y dos o tres más».

El Movimiento Cultural Universitario de la UASD celebró por varios años el concurso de literatura Jacques Viau. En 1990 se creó una cátedra en su honor.

Tras un recorrido en la casona donde funcionó el B3, que luego de finalizar la gesta de 1965 fue ocupada y convertida en lo que se conoció como el «Ensanche Cucaracha», Diomedes observa la actividad del edificio en el patio, construido luego de que la edificación fue entregada a la Iglesia Católica en 1993 y donde funciona una escuela vocacional.

«El mejor uso que se le puede dar a este lugar», expresa con un suspiro.

El día de su muerte, Francisco Caamaño le otorgó por decreto la nacionalidad dominicana a Jacques Viau.

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