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Enfocando el pensamiento dominicano (XIV)

Written by Debate Plural

Izquierda y elecciones nacionales en RD (I)

 

Por: Franklin Franco (12-10-12)

A nuestra manera de ver las cosas, no hay mejor forma de explicar las causas de cualquier fenómeno social que tomar como punto de partida los orígenes del mismo, para luego seguir el derrotero de su desenvolvimiento.

Por esa razón, al tratar de exponer mis ideas en torno a: “La participación electoral de la izquierda en la República Dominicana”, entiendo como una obligación el trazar siquiera una panorámica breve sobre los orígenes de esta corriente política, para entonces comenzar a transitar por el sendero de lo que ha sido su participación o de su visión el marco de los procesos electorales nacionales, donde ha podido estar presente.

Hecha esta observación debemos además aclarar que cuando hablamos de las izquierdas, nuestra referencia estará dirigida a considerar en nuestro enfoque como tales, solo aquellas organizaciones definidas como partidarias del marxismo o del marxismo-leninismo, u otras tendencias afines como las que a partir del año 1959, mostraron cercanías ideológicas o simpatías con la revolución cubana.

Aclarado nuestro campo de mira, nuestra perspectiva, debemos comenzar diciendo que la izquierda dominicana, o lo que es lo mismo, el marxismo, como tendencia política es sumamente joven. En América Latina nuestro país fue de los últimos en responder a la abrazadora influencia y simpatías que en todo el continente registró esta corriente política durante el siglo XX a partir de la revolución de octubre de 1917. En esos momentos, oportuno es precisarlo, nuestra nación recién comenzaba a vivir el suplicio de la 1ra. Intervención Norteamericana, que impuso una rigurosa censura de prensa 2 prohibiendo al mismo tiempo la difusión de todas las ideas e informaciones relacionadas con el comunismo, el socialismo y el anarquismo. El texto de la Orden Ejecutiva de los ocupantes norteamericanos que estableció esa censura, por su amplitud es ridícula, y dice así: “Quedan prohibido los discursos públicos y las publicación de artículos en revistas periódicas, folletos, diarios, carteles u otro órgano impreso o escrito, en cualquiera de los siguientes casos: A) Cuando el discurso o artículo contenga algo que favorezca, apoye o recomiende la anarquía o lo que se conoce con el nombre de Bolshevikismo” 1 .

El primer texto publicado aquí que ofrece elementos, no de conocimientos, sino de simpatías con el marxismo-leninismo, o más bien con la revolución rusa, circuló después de la 1ra. Intervención Norteamericana, en 1930, escrito por Adalberto Chapuseaux, bajo el título de “El porqué del bolchevismo”. Ese pequeño libro delata la tremenda ignorancia que sobre el socialismo y el comunismo se registraba en el reducido mundo intelectual dominicano de la época.

Con anterioridad sin embargo habían aparecido en 1912 algunos artículos sueltos sobre el socialismo en el periódico “Listín Diario” de la autoría de José Ramón López, quien propugnaba por un “socialismo gradual” con cierto acento cristiano.

El ensayo de Chapuseaux es profuso en confusiones, pues allí se mezclan, lo que el autor entiende como conceptos claves del marxismo, pero envueltos bajo coberturas religiosas.

Pero hay razones que pueden explicar esa ignorancia. No es el momento, ni tenemos el tiempo necesario para referirnos a ello, pero para que se tenga una idea les expresó que en 1930 la matrícula universitaria no superaba los 200 alumnos, en toda la nación solo habían dos escuelas secundarias, una en la capital y otra en Santiago y en Santo Domingo una sola biblioteca, cuyo fondo no superaba los 1000 libros. La población dominicana de entonces rondaba el millón doscientos mil habitantes, con un índice rural de aproximadamente de un 70% y urbano de un 30%, con una barrera de analfabetismo que sobrepasaba el 60% de los dominicanos.

Este libro de Jiménez puede ser considerado el primer ensayo de clara orientación socialdemócrata escrito en nuestro país, pues si bien su autor se define como partidario del marxismo, siguiendo a Berstein y otros clásicos de la socialdemocracia alemana y europea, rechaza la existencia de la lucha de clase como propulsora del desarrollo histórico y también la dictadura del proletariado.

Para los momentos en que estos dos libros inician su circulación, ya en casi todos los países de América Latina se habían fundado organizaciones marxistas leninistas, en algunos bajo el nombre de Partido Comunista, en otros como Partido Socialista. Y lo que es más importante, en algunos de ellos, como en Cuba, México, Brasil, Chile, se habían registrado conatos de insurrecciones con presencia de los comunistas en alianzas con otras fuerzas, dirigidas a la toma del poder. Naturalmente todas fracasadas y en Argentina y Chile por esos años los socialistas alcanzaron representantes ante el Congreso.

La izquierda marxista como corriente política surge en nuestro suelo muy tardíamente y en el marco de la dictadura de Trujillo, casi a mediados de la década de los años cuarenta. No apareció antes en razón de que fue durante este período cuando se comienza a registrar –al amparo de la bonanza económica que originó en toda América Latina la 2da. Guerra Mundial- cierto crecimiento económico en el plano industrial –industria azucarera, sustitutiva, etc.- y se originaron también lo que podemos denominar los primeros esfuerzos organizativos de la clase obrera, base de apoyo fundamental de los partidos socialistas y comunistas. Con anterioridad el antecedente más cercano dirigido 4 a la organización de la clase trabajadora fueron los de Eugenio Kunhart y sus compañeros durante la ocupación norteamericana.

Pero este primer esfuerzo no cuajó por dos razones. Primero porque Kunhardt afilió su pequeña organización que solo reunía a trabajadores de los muelles de Puerto Plata y Santo Domingo, choferes, etc., a una poderosa entidad sindical de Estados Unidos lo que le restó credibilidad, pero también por el reducido número de obreros existentes en nuestro país, una buena parte de los cuales extranjeros que no dominaban nuestra lengua, es decir, haitianos y cocolos, como llaman aquí a los inmigrantes de procedentes de las pequeñas colonias antillanas inglesas.

Durante muchos años, digamos entre 1900 y 1940, casi todas las llamadas organizaciones obreras eran más bien entidades gremialistas o de ayuda mutua y sus actividades políticas eran prácticamente nulas.

Las primeras actividades de los comunistas y socialistas dominicanos que en principio no pasaban de una docena, dirigidas a crear una organización con cobertura nacional, surgieron en 1944 con la fundación primero, del Partido Revolucionario Democrático Dominicano, más tarde, Partido Socialista Popular (bajo el clima de democratización que vivió el mundo a raíz de la derrota del fascismo), que se definió como marxista, leninista y stalinista, y la Juventud Democrática, creada bajo el aliento y la orientación de los dirigentes del primero. Sin embargo ambos proyectos sucumbieron bajo la terrible represión de la dictadura de Trujillo, inmediatamente después de los inicios de la guerra fría en 1947, con el costo de varias docenas de mártires, centenares de militantes y simpatizantes presos durante años y el exilio del resto de la dirigencia que logró sobrevivir.

La trayectoria de estas dos entidades estuvo fundamentalmente dirigida, primero, a forzar a la dictadura a una verdadera apertura política, a impedir la reelección de Trujillo, no así a tratar de participar en las elecciones que se aproximaban en 1946.

Como se conoce, durante los treinta y un años de la dictadura de Trujillo no fue posible la celebración de elecciones democráticas. Ese régimen implantó 5 un sistema de gobierno unipartidista que impidió todo ejercicio político ajeno a la dominación de la dictadura, instaurando al mismo tiempo un control casi absoluto sobre el sistema educativo y los medios de comunicación, envolviendo a la nación bajo un riguroso sistema de censura que le permitió controlar, incluso, la circulación de todo tipo de literatura, no solo marxista, prohibida mediante ley, sino también las de orientación liberal o democrática.

La juventud dominicana de estos días no puede tener una idea sobre la situación de absoluta cerrazón cultural, para mejor decir, de asfixie, en que vivieron los dominicanos bajo aquel régimen de terror, entre otras cosas porque aquella terrible experiencia que duró treinta años por su complejidad y perfección, sobrepasaba la capacidad de descripción del mejor y más enjundioso de los escritores.

Tres importantes intelectuales de aquella época, Juan Isidro Jimenes Grullón, en su obra: “Una Gestapo en América”, publicada en La Habana, en 1944, Bosch, en “Trujillo: Una Tiranía sin Ejemplo” (1959) y el español Jesús de Galíndez, con su texto: “La Era de Trujillo” en 1957, se acercaron bastante a la realidad, pero no lograron plasmar por completo en sus obras aquel ambiente tenebroso de represión, de permanente espanto demoníaco en que vivía nuestra sociedad.

Tenemos que poner énfasis en explicar que esa censura casi absoluta impuesta a la población dominicana mediante los métodos represivos y de espionaje que la hicieron posible y como hemos advertido, junto con los controles del sistema educativo y medios informativos, radio, prensa y a partir de 1952, la televisión, donde se filtraban como por un colador las noticias que la dictadura entendía según su conveniencia que podían circular, mantuvo a la ciudadanía en una especie de limbo, es decir, casi de absoluta ignorancia sobre lo que ocurría en el mundo, pero sobre todo en el plano de las luchas y los avances de las fuerzas políticas democráticas, progresistas y comunistas de América Latina.

Sin embargo en 1959 un acontecimiento externo, inesperado, sorpresivo y explosivo, por su repercusión inmediata en todo nuestro continente y muy particularmente en nuestro país (y no sería exagerado en sostener que también en gran parte del mundo) trastocó todo el ordenamiento de la política nacional e internacional y muy particularmente de los Estados Unidos, fuerza de apoyo fundamental de la dictadura de Trujillo. Nos referimos al triunfo de las fuerzas revolucionarias cubanas bajo la bandera del movimiento revolucionario del 26 de julio dirigido por Fidel Castro Ruz. No sería exagerado expresar que la extraordinaria ola de simpatía que levantó en nuestro suelo el triunfo de Fidel por el derrocamiento de Batista, por los demás aliado de Trujillo, comenzó a agrietar el ambiente de temor, terror y de censura en que vivía el pueblo dominicano.

Poco después, en esos días varios hechos derivados del impacto de la revolución cubana, transformaron completamente el panorama político nacional:

1ro. La expedición del 14 de junio de ese último año, organizada en el territorio de Cuba y bajo el influjo y solidaridad de su revolución, que si bien militarmente no fue exitosa, su repercusión en la conciencia de los dominicanos fue determinante para influir en la creación del ambiente que condujo a la desaparición de la dictadura.

2do. La decisión de Estados Unidos, temerosos de que aquí se repitiera otra Cuba, de retirarle el apoyo a la dictadura de Trujillo, y la creación de parte del Presidente Kennedy de la famosa “Alianza para el Progreso”, programa diseñado como elemento estratégico clave para fortalecer o más bien revivir la llamada “Democracia Representativa” en gran parte del continente, y lo que fue peor para el tirano dominicano, la creación de un bloqueo económico y diplomático continental contra su régimen decretado por la OEA, casi inmediatamente después del atentado organizado contra Rómulo Betancourt.

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