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Mujeres atormentadas. Mercedes Mota: Correspondencia con Pedro Henríquez Ureña (X)

Written by Debate Plural

Diogenes Cespedes (Hoy, 9-7-16)

Al igual que en el hogar de los Henríquez-Ureña, el triunfo de la revolución llamada de la Desunión en contra del gobierno lilisista de Alejandro Woss y Gil, la familia Reyes-Mota también disfrutó de un poco de tranquilidad económica y de relativa paz.

La revolución montonera fue encabezada por el general Carlos Morales Languasco, ahora apoyado por un sector del horacismo, enemigo de los jimenistas, y llevó a la presidencia al jefe de los insurrectos y a Ramón Cáceres como vicepresidente. Woss y Gil gobernó del 1 de agosto de 1903 al 24 de noviembre de 1904.

Morales Languasco encabezó un gobierno provisional, llamó a elecciones para el 31 de mayo de 1904 y marginó a Jimenes, al igual que ya lo había hecho Woss y Gil cuando no permitió que el caudillo bolo terciara en las elecciones y de ahí la transacción que llevó a Deschamps a la vicepresidencia. Morales Languasco ganó, apoyado en el poder, dichas elecciones y los jimenistas se sintieron traicionados y por este motivo conspiraron junto con los horacistas para tumbarle, como en efecto ocurrió.

Se constata aquí lo que Juan Bosch dijo siempre: que los partidos políticos dominicanos, desde la independencia hasta hoy, no tenían principios ni ideologías y que pasar a militar en uno u otro daba lo mismo, al igual que en nuestro tiempo presente que da lo mismo ser peledeísta que perredeísta, reformista o perremeísta o miembro de los partidos chiquitos.

Pero nuevamente se desató la guerra porque el vicepresidente Cáceres, al aprovechar un descontento de los mismos partidarios de Morales Languasco, se alzó con la presidencia de la República, devorando a su aliado como cualquier  parricida. Caso único en la historia, según narra Bosch, donde un presidente, Morales Languasco, se levanta en armas en contra de su propio gabinete. Pero en esas luchas clientelistas por apoderarse del Estado, único lugar posible para acumular riquezas y prestigio social, se entiende el referido levantamiento, pues el Gabinete estaba controlado por el vicepresidente Cáceres y entonces la lucha era en contra de ese Gabinete y su líder horacista. Pero Morales Languasco perdió la contienda frente a Cáceres y su ejército privado. En su huida de la mesnada cacerista se partió una pierna, pero se le perdonó la vida a cambio de su renuncia a la presidencia. ¿Folklórico, no?

Morales Languasco gobernó del 19 de junio de 1904 hasta 29 de diciembre de 1905, cadáver ya, víctima de su Vicepresidente, quien gobernaría con mano de hierro hasta 1911, víctima esta vez –bueno es decirlo–  de su propio hijo político: el general Luis Tejera, vástago de Don Emiliano, Ministro de Exteriores de Mon, victimario que a su vez será ultimado por los caceristas que le persiguieron con saña en su huida por los rumbos de Haina. Y ante este hecho, al saber la suerte corrida por su hijo, el padre del magnicida solo atinó a exclamar o: “Bien muerto, pero mal matado.”

En el gobierno de Morales Languasco, jimenista, las Mota vivieron un pequeño espacio de bienestar y tranquilidad, pues el esposo de Antera, Rufo Reyes, auto titulado general, ocupó interinamente la cartera de Justicia e Instrucción Pública en lo que llegaba el titular, Enrique Jimenes, sobrino  de don  Juan Isidro. Seguramente el “general Reyes”, cuando su titular ocupó el cargo, fue designado en otra posición elevada, a juzgar por la quinta que se construyó en Puerto Plata, independientemente de la casa hogareña parcialmente descrita por María Antonieta Sagredo en Páginas íntimas (Puerto Plata: s.i.i, 1948). Reyes era un seguidor leal de Morales Languasco, a pesar de que fue próspero agricultor que exportaba los frutos de sus predios,

Y en medio de esta barahúnda, los escritores: entre ellos Mercedes Mota (MM) y Pedro Henríquez Ureña (PHU), como lo habían estado antes Francisco Carlos Ortea Kennedy (1845-1899), padre de Virginia Elena Ortea Mella (1866-1903), y Juan Isidro (1849-1881), tío de esta última y celebrado autor del romántico poema “Sueños”, muy recitado a las bellas del siglo XIX. Ambos hermanos fueron escritores, poetas y altos jefes del Partido Verde fundado por Ignacio María González para sustituir el baecismo moribundo.

Este es el contexto histórico-político donde se desenvuelve la relación epistolar de MM y PHU, a lo que se le agrega, durante el gobierno de Morales Languasco y Cáceres, el predominio absoluto del gobierno de los Estados Unidos de los resortes financieros de la República Dominicana, entregado el país, paulatinamente, por los dos políticos antes mencionados a cambio de apoyo para mantenerse en el poder y repartir el patrimonio público entre sus huestes.

Esta situación se inició con el empréstito Hartmont y culminó con la quiebra financiera del país llevada a cabo por Lilís, lo que explica su asesinato, pero también el predominio imperial de los Estados Unidos en el Caribe y Centroamérica (invasiones, desmembramiento de la provincia colombiana de Panamá, etc.) que le garantizó la hegemonía del comercio internacional a través del control del canal de Panamá y que, andando cuatro años después del asesinato de Cáceres, el imperialismo ocupará militarmente nuestro país de 1916 a 1924 para cobrarse, fue el pretexto, lo que le debíamos a los tenedores de bonos internacionales desde Hartmont hasta la Improvement.

Luego del asesinato de Cáceres y el período de inestabilidad que le siguió, el reposo vino en 1914 con la elección de Juan Isidro Jimenes a la presidencia de la República, pero ya las contradicciones eran tan fuertes a causa del control financiero norteamericano, que la acumulación a través del Estado no daba para mucho y esto explica que en el seno del gobierno el propio Ministro de Guerra, Desiderio Arias, se insubordinara contra el presidente Jimenes y como controlaba el Congreso, a Jimenes no le quedó otra alternativa que renunciar antes de verse sometido a un juicio político.

Con toda seguridad, Desiderio se hubiese hecho proclamar presidente de la República por el Congreso, pero he aquí que intervino lo radicalmente arbitrario de la historia: los yanquis le amenazaron con tomar a la fuerza la Fortaleza si Arias no se rendía y entregaba las armas a las tropas de ocupación. Según documento del historiador José C. Novas, Desiderio firmó un acuerdo en la Legación haitiana en Santo Domingo donde las partes acordaron que Desiderio entregaría las armas al gobernador de Santiago. Así ocurrió y Arias fue internado en una finca de tabaco, pero quisieron incoarle un juicio por “apoderarse de dinero público”. Él alegó inocencia e invocó el acuerdo firmado, le dejaron tranquilo y pudo sobrevivir a la Era de Trujillo, pero ya era tarde para la montonera, finiquitada por la Orden Ejecutiva del desarme general.

Del hecho de fuerza de Desiderio en contra de Jimenes se derivó la elección de Francisco Henríquez y Carvajal como presidente provisional, pero los norteamericanos que ya controlaban el país, impidieron que gobernara y que se eligiera a otro presidente definitivo. La negativa de Jimenes, primero; y luego la de Henríquez y Carvajal, a autorizar el nombramiento de un ciudadano norteamericano como Secretario de Hacienda del gobierno dominicano por el presidente de los Estados Unidos fue el pretexto para la ocupación militar de nuestro país el 29 de noviembre de 1916.

Pero antes de llegar a la ocupación militar y estudiar la relación de MM y PHU con respecto a este acontecimiento histórico, veamos los puntos más sobresalientes de ese intercambio epistolar.

La carta de MM con el juicio sobre Virginia Elena Ortea acicateó a PHU a escribir un artículo sobre esta y que anuncia su publicación en el Listín (BVega, 110), pero se publicó finalmente en La Cuna de América el 3 de mayo de 1903. Sin embargo, lo impactante es lo que avancé en la entrega anterior, donde dije que las palabras de elogio de MM a Ortea eran fingidas. En efecto, en su misiva  fechada en San Juan de Puerto Rico el 23 de octubre de 1903, MM le dice a PHU lo siguiente sobre Ortea: «No me explico cómo V.[irginia] Ortea, viviendo largo tiempo en un medio como este no pudo levantar más alto el vuelo de su talento de escritora. Juzgo acertado el decir que era un talento intelectual mediocre.» (BVega, 137).

Si MM es punzante, PHU no le queda a la zaga. Claro, yo escribí en algún libro el juicio negativo de Ramona (Mon) Ureña sobre Amelia Francasci,  y dije que debió ser compartido por el clan Henríquez Ureña, pero no había dado con el de PHU, quien en carta a MM , fechada en Nueva York, el 25 de septiembre de 1903, afirma y censura lo siguiente: «Las mujeres dominicanas han dado en la manía de escribir prosa poética (que era según Núñez de Arce, la peor forma posible)(…) De Amelia Francasci no hay que hablar; es la disparatera más grande entre las dominicanas, el peor discípulo que ha formado Meriño, y eso que este formó a Andrés J. Montolío y a M. A. Machado.» (BVega, 123, 125).

Y PHU infla el ego de MM al declararle lo siguiente en la misiva de marras: «Pienso que eres hoy la única dominicana que tiene fibra de escritora, fecundidad a lo menos, porque Leonor Feltz no es fecunda y lo que escribe es muy indeciso para que se conozca lo que ella vale como cerebro. Quizá a ella le pase lo que a un personaje de D’Anunzio que no tenía la facultad de crear, aunque todas las bellezas las comprendía; o aunque puede ser una escritora, quizá no llegue a serlo por no querer decidirse a escribir.» (BVega, 124). Verdad de a folio, profecía cumplida. Y este juicio es independiente del amor y el afecto que PHU sentía por Leonor Feltz, patentizado en su célebre carta a ella titulada “Los días alcionios”. Este juicio revela lo siguiente: que en materia de crítica literaria el amiguismo no funciona, aunque en política clientelista, sí.

Si este juicio sobre Francasci y Feltz es valedero para las escritoras dominicanas de finales de siglo XIX  e inicio del XX, también es válido para los hombres de aquella dos centurias, vicios de dicción que se han extendido hasta el siglo XXI, a causa del defecto señalado por PHU. ¿Por qué  mujeres y hombres arrastran esta escritura sin energía? PHU no se planteó esta pregunta. Doy mi  respuesta hoy: porque no asumen la escritura como riesgo. Y aparte de esto, les falta cultura y dominio cabal del idioma. Las que han asumido algún riesgo en el pasado el presente, luego se arrepienten y terminan su vida y su carrera literaria, al igual que los hombres, como auxiliares del poder y sus ideologías y, sobre todo, como intelectuales ancilares de lo teológico-político. Si los escritores dominicanos adolecen de los vicios que señala PHU, peor les va a las escritoras cuando adoptan el rol de amas de casa y de madres. Entonces la literatura que producen unos y otras son obras frívolas o, si no, un vómito de clichés, como decía Roland Barthes. Y esto lo muestra con creces el Álbum simbólico y el libro La mujer en la Era de Trujillo, donde tanto hombre y mujeres, poetas y feministas, celebran con fervor teológico-político la grandeza del semidiós Trujillo.

Y PHU, que también apunta a una enseñanza socrática con MM, revela por qué no escribe sobre las escritoras dominicanas, aunque ha estado tentado de hacerlo, pero aquí funciona lo del “alacrán con ponzoña”: «A veces tengo ganas de escribir una crítica, Cómo escriben las mujeres, pero pienso que muchas escritoras son amigas mías. Hay que fijarse en el estilo de los buenos escritores. Para mí, el modelo más perfecto de estilo español, [es] José Enrique Rodó, en cuya prosa cada palabra tiene su valor y su peso, cuyo tono es [a] la vez amable y docto, profundo y gracioso, enérgico y elástico. Imitándole no se corre el riesgo de adquirir defectos, como imitando a Vargas Vila, muy exagerado.» (BVega, 124).

Sea usted el jurado.

En esta lección de valoración crítica, PHU le imparte un curso gratis a MM y a nosotros también, hoy, lectores suyos:   «De los otros escritores españoles, Valera es más pueril, Menéndez Pelayo más macizo, pero menos elástico. Zumeta más voluble y Díaz Rodríguez es más lento y más exclusivamente analista y poético. Estos cinco son hoy reyes de la prosa española. Me olvidaba de gente tan alta como la Pardo Bazán, muy nerviosa, Pérez Galdós, deliciosamente castizo, Pereda, muy regional. Los españoles que llegan a prominencia tienen sello europeo. Pero en América hay menos estilistas de lo que parece y la mayoría tiene en general la misma indecisión y descuido de los escritores dominicanos.» (BVega, 124).

Sea usted el jurado, de nuevo.

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