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La iglesia en el complot contra Bosch

Written by Debate Plural
Rafael Núñez (Listín, 25-9-17)

La acendrada religiosidad del dominicano se manipuló de múltiples formas como una de las armas efectivas para conjurar el golpe de Estado que dio al traste con el primer gobierno democrático, encabezado por el profesor Juan Bosch después de caída de la tiranía de Rafael L. Trujillo.

El líder cívico Viriato Fiallo nunca se resignó a la derrota electoral que le propinó Bosch el 20 de diciembre de 1962, de modo que éste -a la cabeza de la conspiración- empleó todo tipo de argucias para derrocarlo, incluyendo la creencia, el empleo de los símbolos y rituales de la Iglesia Católica.

El de las Mercedes de 1963 no fue un día escogido al azar para tomar la determinación de sacar a Bosch del poder, hacerlo preso y expulsarlo del país el 25 de septiembre, porque el Día de las Mercedes tiene un gran significado en la religiosidad católica por ser la patrona del pueblo dominicano.

Cuando los mandos militares tomaron la decisión el 24 de septiembre, les sirvió el recogimiento religioso en todo el país; el hecho consumado el 25 fue el corolario a la utilización de la simbología católica para en medio de la celebración religiosa de la víspera embarcar al país por el camino de la aventura.

Los hechos previos a esa fecha demuestran que Viriato Fiallo, la legación diplomática norteamericana y la cúpula militar corrompida acudieron a todo tipo de mentiras para llevar a cabo sus planes, abusando de la catolicidad de los ciudadanos y del alto grado de ignorancia.

Historiadores y analistas de los hechos acaecidos en los meses previos al golpe, enumeran distintas causas que influyeron en la materialización del derrocamiento del profesor Bosch, evento que 54 años después resulta con un balance adverso que aún repercute.

La reforma constitucional llevada a cabo en 1963 por los legisladores de mayoría perredeísta, que no contempló la ratificación del Concordato por parte del Estado dominicano con la Iglesia Católica, fue un factor de primer orden, visto por sectores conservadores eclesiásticos como una agresión del nuevo gobierno, tildando a su líder de comunista.

Los hechos de los días que antecedieron al derrocamiento son muy elocuentes de cómo el poder político desplazado, sectores empresariales acostumbrados a las coimas, líderes militares corruptos y la Embajada de Estados Unidos, complotaron descaradamente para violar la primera Constitución democrática.

Al margen de otro tipo de campaña sucia que se empleó contra Bosch y el Partido Revolucionario Dominicano, sus opositores no escatimaron métodos para tratar de impedir, primero su llegada al poder, y luego sistematizar una campaña sucia en los siete meses de gobierno.

Ante la imputación de comunista y ateo que desde los púlpitos, emisoras cristianas y periódicos nacionales hacían los opositores por boca de sacerdotes y autoridades católicas, el PRD salió al paso.

Titulada “Exposición del Partido Revolucionario Dominicano a los obispos de la grey dominicana”, el partido de Bosch denunciaba la campaña en su contra que se hacía desde los púlpitos, las estaciones católicas como Radio Santa María, Amigo del Hogar, los periódicos El Sol de Higu¨ey y La Nación.

“Las masas dominicanas -decía el comunicado del PRD- se encuentran bajo coacción moral, y el PRD entiende que ir a elecciones bajo esa acción equivale a ir bajo terror físico…”.

Los promotores de semejante campaña de desprestigio y manipulación dirigida a las psiquis de los católicos, utilizaron a voceros me d i á t i c o s , editorialistas, propi e tar ios de medios, líderes de la Iglesia y a las cúpulas empresariales.

Un periódico como El Caribe, que posteriormente fue parte del golpe de Estado, repudió, empero, la injerencia de la religión en los predios de la política.

Sin que la jerarquía católica retirara las acusaciones contra Bosch y el PRD, hicieron público un comunicado en el que se explicó que la Iglesia actuaba “dejando a la conciencia de cada católico la elección de los actuales candidatos por los cuales debe votar…”.

Al que correspondió defender la acusación de comunista, y la supuesta militancia atea de Bosch, fue al reputado sacerdote jesuita Láutico García Álvarez, que tuvo la oportunidad de exponer el alegado marxismo-leninismo atribuido al líder del PRD.

Tres días antes de las elecciones, Bosch y Láutico García acudían a un debate, similar al primero de la historia política sostenido el 20 de septiembre de 1960 entre John F. Kennedy y Richard Nixon. Resultó un toque de queda el debate público entre el político y el sacerdote, tres años después de aquel primero, difundido por radio y televisión durante tres horas, a través del programa “Actualidades” que producía el fenecido periodista Salvador Pittaluga Nivar por Radio Santo Domingo Televisión.

Mientras toda esa maraña mediática resultaba aplastada por la voluntad popular, los líderes militares trujillistas que Bosch dejó en sus puestos de mando, escondieron información sensitiva al Presidente de la República, colocando al país a las puertas de un conflicto político-militar con Haití.

Cómo conoce Bosch al general León Cantave
Bosch narra en “La historia secreta del golpe de Estado” que Juan M. Díaz, un dominicano residente en New York, le pidió verle junto a una persona para tratarle un tema urgente y delicado. (“1963: de la Guerra Mediática al Golpe de Estado”, página 620, Eliades Acosta Matos).

A mediados de 1963, Bosch recibió la visita de Díaz y del general disgustado haitiano León Cantave, que se desempeñó como jefe del Ejército de Haití en la primera etapa del régimen de Jean Claude Duvalier.

Bosch narra ese episodio de la siguiente manera:
“Díaz y Cantave iban a pedirme que les facilitara medios, armas y una base en territorio dominicano para preparar una expedición contra el gobierno de Duvalier.

Antes que ellos, otros haitianos me habían pedido lo mismo, y entre esos recuerdo al padre de Jacinto, a Pierre Rigaud, a Louis Dejoie; a todos los cuales les había respondido lo mismo que les dije ese día a Juan M. Díaz y al ex general Cantave: que el gobierno que yo presidía no podía intervenir en los asuntos de otro país, porque el día que lo hiciera no tendría autoridad moral para impedir que otro gobierno interviniera en los asuntos dominicanos”.

Como bien relata Bosch, los dos hombres no necesitaban respuesta afirmativa o negativa porque ellos eran los cabecillas de un plan operativo para entrenar una guerrilla en el recinto del Ejército en Sierra Prieta, que estaba destinada a tumbar a Duvalier y a Bosch. Solo procuraban que los vieran entrar y salir de la casa de Bosch para alegar que estaban autorizados por el mandatario.

Y esa conspiración guerrillera se hizo durante meses, con la anuencia del secretario de las Fuerzas Armadas Elby Viñas Román, el general Renato Hungría, jefe del Estado Mayor del Ejército y el jefe de la Aviación, general Miguel Atila Luna Pérez, quienes actuaban en connivencia con la legación americana, a través de su embajador John Bartlow Martin.

Cuatro incursiones en el territorio haitiano hizo la guerrilla de Cantave en poco menos de tres meses, operando con 210 hombres en suelo dominicano a espaldas del Presidente, con el consentimiento del mando militar.

La reacción del gobierno de Duvalier al último ataque se produjo como una respuesta a las incursiones de Cantave al poblado haitiano de Ferrier, donde los sediciosos mataron al síndico de esa comunidad.

La respuesta del presidente Bosch a los tiroteos haitianos del 23 de septiembre hacia Dajabón fue la que habría dado cualquier mandatario, desconociendo -como no sabía- que una acción previa de violación de la soberanía de Haití se ejecutó desde nuestro territorio.

El ambiente estaba crispado porque previo a esos sucesos, la embajada dominicana en Puerto Príncipe fue violada por fuerzas duvalieristas que buscaban a los responsables del intento de secuestro de dos hijos de Papa Doc.

En relación a este incidente, Bosch dio 24 horas de plazo para que el gobierno haitiano se disculpara por las vías diplomáticas o su Palacio sería bombardeado.

“Inmediatamente -escribe Bosch al referirse al incidente de Dajabón- hice llamar al general Viñas Román y le pedí que convocara a una reunión de los altos jefes militares.

En esa reunión solo hablé yo, porque los altos jefes militares no decían nada. Me resultó sospechoso que ante la noticia de que Dajabón estaba siendo atacada ninguno de ellos demostrara la menor preocupación, pero así fue”.

Bosch se tuvo que conformar con leer la crónica de El Caribe, el Día de las Mercedes, calzada por el periodista Miguel A. Fernández sobre todo lo que había ocurrido en Dajabón.

El secretario de Relaciones Exteriores, Héctor García Godoy, fue instruido por Bosch para que informara a la OEA de lo sucedido y conociera del caso. Ese 24 de septiembre, se tomó la decisión de dar el golpe de Estado, lo que se ejecutó al día siguiente.

El fervor patriótico que generaron las correctas acciones del gobierno dominicano, tomadas en los días previos al 25 de septiembre por Bosch fueron, no obstante, ahogadas por las acciones conspirativas de la cúpula militar, el embajador norteamericano Bartlow Martin y sectores de la iglesia Católica para producir el rompimiento del orden constitucional.

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