“Cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde un barco”. -Benjamin Franklin-
El petróleo, gas natural, uranio, plutonio, entre otros tantos pretextos, son parte de los nombres que subyacen en una retórica que, en manos de la diplomacia de las grandes naciones del mundo, aparece cubierta de matices mediáticos que confunde incluso a tomadores de decisiones en naciones donde aún se piensa que hechos que acontecen en otras latitudes no pueden afectar a países como el nuestro, situados en el “lejano” Gran Caribe, en el mismo trayecto estratégico del astro rey.
Motivados y guiados por esta circunstancia tan recurrente, traemos a colación la situación que se vive hoy en el Golfo Pérsico, que no es más que el desenlace natural de una crisis soterrada a veces y pública otras, de dos corrientes hegemónicas que se disputan la supremacía en el Medio Oriente, las cuales se han ido fortaleciendo con la desaparición de la presencia de los servicios secretos sirios, quienes eran garantes del equilibrio que existía entre sunitas y chiítas, en un país gobernado por laicos del partido Baas, no religioso, del padre de Bashar al-Assad, Hafez al-Assad.
La situación está tan volátil en esa zona de cultura milenaria, que con las actuales tensiones entre Arabia Saudita e Irán, la ejecución de un clérigo chiíta por parte de Arabia Saudita, donde gobiernan los sunitas, ha ocasionado una reacción de Teherán, disponiendo cerrar la embajada Saudí en esa ciudad, hecho que pone en evidencia la tácita división del mundo musulmán entre sunitas y chiítas.
Remontándonos a la historia, esta división viene del año 632 tras la muerte del profeta Mahoma , cuya ausencia del panorama religioso originó una pugna para dirigir el mundo musulmán.
Sunitas y chiítas han coexistido por siglos con serias diferencias doctrinales, rituales y prácticas religiosas. Los sunitas, fundamentalistas por excelencia, son mayoría entre los musulmanes (86-90%) y se ven a sí mismos como la rama más tradicional y ortodoxa del Islam.
Por el otro lado, los chiítas, que representan la minoría, que por sus sufrimientos en las luchas religiosas mantienen el concepto del martirio, no obstante, grupos terroristas como los talibanes son extremistas sunitas, igual que al-Qaeda.
Recordemos que Saddam Hussein empezó como miembro del partido Baas no religioso, y por oportunismo se transformó en religioso con el final que conocemos.
En cambio Siria, con un 75% de mayoría sunita, fue durante mucho tiempo un refugio de minorías cristianas y ortodoxas (10%), alauitas (de donde proviene la familia de Bashar), yazidíes, drusos, ismaelitas y kurdos. Esa tolerancia religiosa y cultural le permitió por mucho tiempo ser el equilibrio de la región.
Pero la desestabilización de Siria ha tenido como consecuencia este confuso escenario que se ha formado, ya que, a diferencia de otros países, Hafez al-Assad protegió siempre a las minorías, las cuales han apoyado todo el tiempo a la familia Assad, para evitar ser perseguidas como en los países de la primavera árabe.
Esto ha dejado un vacío que tratan de ocupar los dos frentes formados por un lado por Siria, Irán, Catar, Turquía (Este último miembro de la OTAN); y por otro lado, Arabia Saudita, los Emiratos Arabes Unidos, Bahréin, Egipto, Omán, Estados Unidos, Unión Europea, entre otros.
En medio de este escenario, Catar, con su capital Doha, que proclamó su independencia el 1 de septiembre de 1971, situado en una península de la costa Sur del golfo Pérsico, donde el eje de su economía lo conforman el petróleo y el gas natural (tercera mayor reserva del mundo). Su principal puerto para exportación es Umm Sa-id- la única frontera terrestre de Catar colinda con Arabia Saudita-, es el país de mayor renta per capital del planeta, donde sus ciudadanos no pagan impuestos y es socio comercial-algunos a gran escala- de países como Francia y España, los del golfo, Turquía y Rusia.
De repente, el día 5 de este mes de junio, un grupo de grandes y pequeños Estados de la región (Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Yemen, Libia y Maldivas), acordaron un bloqueo económico a Catar, rompiendo también relaciones diplomáticas, con el pretexto de que este pequeño pero rico país, ofrece apoyo a grupos terroristas, entre estos a los “Hermanos Musulmanes” (Sunitas radicales enemigos de los wahabitas saudíes, conflicto entre sunitas) y los yihadistas en Siria.
Dada la compleja situación creada, queda en el aire la pregunta: ¿Es Catar el único que apoya el terrorismo?
En mi opinión, para entender la problemática hay que ver cómo se enfrentan las luchas de intereses económicos, del poder y supervivencia, en un laberinto de jeques petroleros, inversionistas internacionales, terroristas, sunitas y chiítas, donde las fichas del tablero geopolítico se mueven según convenga a las grandes potencias.
Expertos alegan que el viaje del presidente Trump ha desestabilizado aún más la situación en el Medio Oriente, creando una cacofonía con su secretario Rex Tillerson (señalado como amigo de Putin), el cual aprovechó para invitar a los países de la región a suavizar el embargo para negociar con Catar.
Hasta ahora la política del presidente Trump es la del hombre de negocios, creando crisis para obligar al adversario a sentarse a negociar en una posición de fuerza. Esta teoría funciona en los negocios, pero en la política internacional no siempre.
Algunos opinan que esto no le impide a la administración Trump aplicar una agenda que es la recomposición del Medio Oriente, acelerando la caída del Estado Islámico, lo que reforzaría a la oposición kurda en Siria y en Irak.
Aparentemente, lo que se busca en estos momentos es que Catar deje de apoyar el Hamas en Palestina, de facción musulmana extremista, y facilitar un acuerdo entre la Autoridad Palestina e Israel, sobre todo para poder explotar los yacimientos importantes de gas natural que se encuentran en las aguas territoriales de Gaza e Israel, bloqueadas por el conflicto.
Recordemos que Rex Tillerson era un alto ejecutivo de Exxon Mobil Oil, antes de ser secretario de Estado, y el presidente Trump espera que las relaciones de Tillerson con el mundo del petróleo (incluyendo a Rusia) ayuden a resolver la crisis.
Otra mediación importante es la de Kuwait, país que maniobra para que Catar deje de apoyar a los yihadistas sirios y complacer los socios rusos y turcos, para encontrar una solución al problema sirio, y así viabilizar su proyecto común de gasoducto y oleoducto al Mediterráneo, es decir hacia Europa.
Obsérvese que el pasado 16 de junio la canciller alemana Angela Merkel protestó por las nuevas sanciones del Senado de Estados Unidos contra Rusia porque afecta la construcción de un gasoducto a través del Báltico y perjudica a empresas europeas. ¿Qué les parece?
Al mismo tiempo se busca que la cadena de televisión de Catar, Al-Jazzera cambie su línea de apoyo a los “Hermanos Musulmanes” y los yihadistas en Siria, para complacer a Egipto. Como es sabido, en Egipto el general Al-Sissi apresó a “Hermanos Musulmanes” quienes representan oposición a su régimen y los ha condenado a muerte, a menos que pidan clemencia.
A pesar de toda esta compleja situación, esto no ha impedido que Estados Unidos venda a Catar 72 aviones F-15QA, por 21,1 billones de dólares. El Pentágono recordó a la administración Trump que en Catar está la principal base aérea norteamericana con 10,000 efectivos, de donde salen las misiones de bombardeos hacia Siria, Irak, Libia, y a los objetivos de oportunidad en África del Norte.
Conclusión
Según parece, esta podría ser la crisis más profunda del mundo sunita de los últimos tiempos. Hasta ahora, un actor clave, el Emir de Catar, se mantiene silencioso, quizás esperando a que sus inversiones en el mundo Occidental hablen por él, como es el caso de Inglaterra, recordando que una vez Catar se convirtió de hecho en un protectorado británico, desde 1916 hasta 1968, quedando ese pequeño y rico país con profundas raíces militares y comerciales de su antiguo protector. Por eso Inglaterra llama a levantar el bloqueo, negociar y a ampliar las concertaciones entre los gobiernos francés de Enmanuel Macron, Erdogan de Turquía, e Irán de los Ayatollah.
La imagen móvil de la eternidad, el tiempo, dirá …y los intereses decidirán.