Tan pronto me juramenté como diputado de la Fuerza Nacional Progresista (FNP) en el mes de abril del año 2014, propuse una resolución en la que planteaba al poder ejecutivo la necesidad imperiosa de construir un muro fronterizo que sirviera como mecanismo efectivo de control del flujo migratorio ilegal procedente de Haití.
Aunque todas las encuestas populares y digitales que se hicieron a raíz del gran debate suscitado por tal iniciativa favorecieron ampliamente la construcción del muro, el Palacio Nacional y sus acólitos de la prensa rechazaron tajantemente mi iniciativa, mereciendo el proponente, quien esto escribe, duros ataques en una rueda de prensa, celebrada en el Salón Orlando Martínez, dirigida por Roberto Rodríguez Marchena, quien actuaba por encargo del ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, y del propio presidente Danilo Medina.
La Cámara de Diputados y su Comisión de Frontera inició consultas sobre la pertinencia del muro fronterizo con Haití. Todos los sectores importantes de la nación, incluyendo las Fuerzas Armadas, se pronunciaron a favor de la construcción de un muro con el cual RD enviaría una señal de control fronterizo y de freno a la masiva y pacífi ca invasión de que estamos siendo víctimas desde la parte oeste de la isla.
Junto con nueve diputados viajamos en helicóptero a la zona fronteriza. El apoyo al muro fue total. Pudimos comprobar con nuestros propios ojos que había sido el Gobierno haitiano el que había iniciado la construcción de un muro en su territorio fronterizo, para poner orden aduanero a la entrada de mercancías ilegales desde la República Dominicana.
Tanto el presidente Medina como Gustavo Montalvo maniobraron para que, a pesar de tener un informe favorable de la Comisión de Frontera, mi iniciativa nunca fuera conocida por el Pleno de los Diputados, y mucho menos aprobada, con lo que quedó en una gaveta del hemiciclo la propuesta de construcción del muro fronterizo.
Desde el 2014 hacia acá, se han producido en el mundo acontecimientos que prueban que la construcción de muros en diversos países representa hoy un mecanismo efectivo de control migratorio ilegal. El pueblo de los Estados Unidos, pese a la satanización que una prensa apandillada con élites globales hicieron contra la propuesta del muro que enarboló el entonces candidato Donald Trump, terminó votando masivamente por éste, empoderándolo para llevar a cabo lo que en los Estados Unidos se considera una prioridad nacional en materia migratoria, como es tener los mecanismos necesarios para frenar la masiva inmigración ilegal.
La semana recién transcurrida el presidente Trump ya ha hecho realidad el anuncio de la construcción del muro fronterizo de más de 3,000 kilómetros con México, ejerciendo de manera soberana un derecho que nadie puede discutirle a la gran nación del norte.
México, cuyo gobierno se ha quejado de la construcción del muro, construye en el municipio de Tierra Blanca, en el Estado de Veracruz, un muro de 3 metros de altura para evitar que los migrantes centroamericanos ingresen a su territorio.
Los enemigos de la construcción de muros como mecanismo de control fronterizo han hecho propaganda a nivel global, asociando nuestra iniciativa a la odiosa construcción del muro de Berlín, aprovechándose de la ignorancia de la mayoría de los opinólogos del patio que repiten ese ejemplo para denostar la construcción del muro, sin profundizar en el tema. La verdad es que el mundo celebró la caída del muro de Berlín porque fue un muro oprobioso que dividió un mismo pueblo, el alemán, por razones ideológicas y de repartición que se hicieran las superpotencias una vez vencida la Alemania Nazi Adolfo Hitler en la Segunda Guerra Mundial.
Le he propuesto en redes sociales a modo de ejemplo y broma a los que se oponen a nuestra iniciativa de construcción de un muro fronterizo, que derriben las verjas que separan sus casas de sus vecinos; que dejen entrar a todo el que quiera a su casa. En su casa, como en un país, tiene que haber orden y respeto de los vecinos, a quien debemos de brindarle toda la solidaridad posible, pero siempre bajo el esquema del respeto de lo que es cada país y sus reglas internas.
Hace poco volví en compañía de mi esposa al Vaticano, en una visita guiada.
Pude apreciar los grandes muros de la ciudad del Vaticano y el control estricto del acceso. A nadie he escuchado regateando el derecho de la iglesia y del Estado Vaticano a tener su delimitación geográfi ca edifi cada y mucho menos a normar quién entra y quién sale y bajo qué condiciones.
Nuestro país está siendo invadido por una población depauperada de un Estado colapsado como es Haití, al cual debemos ayudar en todo lo que podamos para su desarrollo en su país. Pero tenemos derecho de preservar nuestro territorio, nuestra cultura, nuestro idioma, nuestra religión. Tenemos derecho a normar quién puede entrar a nuestro país, quién puede permanecer y quién tiene que salir. Como dijo el presidente Trump al fi rmar la orden del muro en EU: “No hay nación sin fronteras”. Una verdad que aplasta a los adversarios de nuestra iniciativa de construcción del muro.
La construcción del muro en Estados Unidos con México por parte del nuevo gobierno del presidente Trump nos abre una excelente oportunidad para hacer lo mismo en nuestra frontera con Haití, sin ser sometidos a las presiones internacionales que encabezaron las administraciones demócratas en el sensible tema migratorio domínico- haitiano. No podemos olvidar que es el nuevo Jefe de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, general John Kelly, el que recientemente dijo públicamente que la República Dominicana no resistía un haitiano más en su territorio. Es hora de que construyamos nuestro muro.