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Un historiador de provincias en República Dominicana

Written by Debate Plural

Angela Peña (Hoy, 5-3-12)

 

Es uno de los historiadores dominicanos más prolíficos, autor de una variada bibliografía no solo valiosa por numerosa sino por la credibilidad de sus datos. Polifacético, profundo, se ha ocupado de enmendar inexactitudes y yerros, recordar omisiones, desmentir invenciones y esclarecer acontecimientos novelados que han pasado a la tradición como verdades.

Pero los que hablan de Alfredo Rafael Hernández Figueroa son sus libros “preparados” y publicados que abarcan más de 50 títulos, sus conferencias magistrales, tan reveladoras, que ha debido imprimirlas en solicitadas separatas, y sus discípulos dispersos por el mundo, porque es un ser silencioso, discreto, que no hace alardes ni mercadeos, y porque pese a las inconveniencias de los viajes a la Capital, ha preferido quedarse en su pueblo.

Es pintor consagrado, maestro de las bellas artes y catedrático de historia que cuando no está en el aula recorre archivos, bibliotecas, ayuntamientos. No es amigo de recoger testimonios de supuestos actores y testigos porque “la fuente oral es demasiado limitada y, principalmente en los pueblos, la gente se quiere hacer protagonista de lo que nunca ocurrió”.

Luego de concluir estudios elementales y secundarios viajó a Santo Domingo a cursar Profesorado en Artes Plásticas pero su vocación era la historia, materia favorita de su padre que recibía grupos de estudiantes normales para explicarles acontecimientos pasados y Alfredo aprendió tanto de esas charlas que cree se alfabetizó “leyendo a Bernardo Pichardo”, aunque su inclinación era el dibujo.

Por esos conocimientos le buscaron como profesor del colegio “Vega Nueva” y convencido de que seguiría el rumbo del estudio del ayer volvió a la UASD a estudiar Ciencias Sociales, en la que hizo especialidad y maestría. Enseñándola a todos los niveles de la educación pública y en las universidades Católica Madre y Maestra y Tecnológica del Cibao conjuntamente con la formación de maestros, encontró grandes mitos que ha ido enmendando desde 1973, cuando inició la docencia en esa rama.

En torno a historiadores tradicionales han surgido nuevos que repiten sus distorsiones, explica. “Eso me chocó, no era la historia que había escuchado de mi padre, y esa realidad me llevó a investigar”, afirma.

“Las historias de los pueblos son fundamentales en la construcción de la macrohistoria nacional, que está plagada de héroes de las clases sociales dominantes y centralizada en Santo Domingo y Santiago. Aún hay mucho que investigar, fueron muchos los héroes anónimos de pueblos y campos que se destacaron pero, como no eran de renombre, los hechos se atribuían a jefes de apellidos sonoros involucrados más en la política que en la milicia, “generales” por antonomasia que se colocaban ese grado apoyados en su posición económica y social”, manifiesta.

Destaca el protagonismo de los veganos en las guerras de Independencia y cita a Marcos Trinidad y su sobrina Juana (Saltitopa), Antonio Caba, Tito Santos, José Concepción Tabera, las cuatro hermanas Villa del Orbe, “que bordaron la primera bandera que flotó en el Cibao el 4 de marzo de 1844, en La Vega”; Toribio Ramírez, Manuel María Frómeta, Manuel Mejía, Juan de la Cruz, Juan Álvarez Cartagena, Juan Francisco Guillermo, José Rafael Gómez, Dionisio Valerio de Moya, entre otros que estuvieron en Santiago el 30 de Marzo, en Talanquera, Beller, Sabana Larga.

“Desmitificar la tradición”. Un cáncer exitosamente intervenido no ha detenido el espíritu inquieto de Alfredo Rafael, nacido el 6 de agosto de 1945 en La Vega, hijo de Elías Hernández y Felicita Figueroa. Continúa investigando, escribiendo, enseñando, desmitificando fábulas como las que se publican del Carnaval Vegano, la persecución a la Iglesia por Trujillo o la misma historia de La Vega, y revelando datos que no tomaron en cuenta sus antecesores.

“Del Carnaval Vegano se dice que tiene 500 años, que lo empezó Álvaro de Castro, que en 1906 hubo disfraces de diablos cojuelos, que ese año hubo carnaval en Villa Rosa, cuando ese lugar no existió hasta después de 1930, confunden el carnaval de salón con el popular callejero y el concepto de comparsas con grupos de diablos”, refiere. En “Visión General del Carnaval de La Vega”, uno de sus tantos libros, hace aclaraciones al respecto.

Existía confusión, además, con sucesos ocurridos en La Vega el 19 de octubre y el 18 de abril de 1961 y Alfredo arroja claridad en “Luchas antitrujillistas y post trujillistas en La Vega” o en “Enfrentamiento Iglesia-Trujillo, Caso monseñor Panal”.

Otras obras suyas son Historia general de La Vega, Inmigración de refugiados españoles a La Vega en 1940, El feminismo en La Vega (1930-1950), Las ideas nacionalistas y socialistas en La Vega a inicios del siglo XX, Historia de la educación en La Vega, Reconstrucción antropológica de los saberes populares en La Vega, Antología poética vegana, Deportivas en La Vega (1900-1950) y tres docenas más, entre ellas, una sobre las artes visuales que fue texto en escuelas y universidades. Dan la impresión de que cubre toda actividad trascendente de su natal, de la que reivindica a Julio César Martínez, Rafael Sánchez Gratereaux, Joaquín Arismendi Robiou, Narciso Alberti Bosch, J. J. Acosta, J. J. Gassó G.; Lorenzo Despradel, Américo de la Rosa, Enrique García Godoy, Francisco Cruz Maquín, Carlos Lora, Ramón -Van Elder- Espinal, entre otros.

Destapa “informes confidenciales” de diplomáticos trujillistas y dedica atención a los gobiernos de Morales Languasco, Ramón Cáceres, Eladio Victoria, José Bordas Valdés, Ramón Báez.

El reservado esposo de Luz Antusa Peña y padre de Alfredo Rafael, Luz del Alba y Elsa Milagros, aclara que en sus libros no incluye anécdotas ni comentarios que no estén avalados por algún documento.

No se ubica en ningún modelo historiográfico, aunque dice encajar en lo tradicional por lo apegado a lo cronológico, “p e ro trato de ir lo más acorde con la moderna forma de historiar. No entro en lo novelesco y trato de que la novela “Rufinito”, de García Godoy, sea vista como un libro basado en la ficción histórica y no en los hechos, como se cree en La Vega, que andan detrás del protagonista como alguien muy real”.

Agrega que esclarece sobre personajes que participaron en actos vandálicos en 1961 contra la Iglesia y contra los opositores que luego, “como por arte de magia, se han convertido en Santos Varones aunque todavía sé que estoy “clamando en el desierto”. Dice no ver en el anecdotario “más que el deseo de engrandecer a determinados personajes y familias en detrimento de los verdaderos protagonistas de los hechos de la Independencia y la Restauración quienes terminaron en las calles como mendigos, salvo honrosas excepciones.

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