Nacionales Politica

Haciendo memoria sobre hechos y casos de corrupción en República Dominicana (XLI)

Written by Debate Plural

El primer corrupto de la isla I

 

Andrés L. Mateo (Hoy,17-10-13)

 

(Reproduzco este ciclo de tres artículos sobre un personaje histórico porque, como siempre, la literatura se adelanta a la realidad. Desde que lo encontré en diversos documentos del pasado he escrito sobre su símbolo, hoy más que nunca redivivo bajo el mismo manto de impunidad.)

El primer corrupto documentado de la Isla de Santo Domingo fue un salmantino llamado Cristóbal de Santa Clara, seleccionado por Frey Nicolás de Ovando para ocupar el cargo de tesorero, y estrechamente vinculado a sus estrategias políticas de dominación indiana. Otras veces he escrito sobre este personaje, y casi se puede decir que lo he individualizado para la historia nacional, colocándolo en el centro mismo de una práctica perniciosa que ha acarreado muchas de nuestras vicisitudes, y casi se ha convertido en un signo distintivo del poder, en una manera tan reiterada de ejercer la política que es como si fuera un código genético de los dominicanos. Pero fue este Cristóbal de Santa Clara el primer corrupto datado que recogen las crónicas con un dejo de aspaviento y admiración.

 Frey Nicolás de Ovando dio inicio a la centralización administrativa, y estructuró el aparato burocrático de la colonia usando el clientelismo y fundando dos prácticas sobre las que la corrupción gubernamental se ha sustentado hasta nuestros días: La concepción patrimonial del Estado y la impunidad. Leyendo sobre su vida a uno le parece que el poder desmedido, la ambición que se tiene por mandar y orientar el destino de muchos otros, empujan a la permisibilidad que posibilita el fenómeno de la corrupción, y es lo que hace aparecer a personajes como Cristóbal de Santa Clara. Ovando es el administrador por excelencia de la época colonial, la referencia obligada cuando se habla de un legado arquitectónico (Los balagueristas decían que Balaguer era el Ovando de nuestra época), y es sobre el linaje de su estirpe que la corona española concretó los inicios de una administración colonial. Fue Ovando quien instaló los primeros funcionarios públicos que hubo en la isla de Santo Domingo con la conciencia del poder de la burocracia, y es célebre el olfato que siempre tuvo para acertar en su selección. Sin Ovando el modelo de administración colonial española en América no habría funcionado,

En el libro “Nicolás de Ovando y los orígenes del sistema colonial”, el historiador Esteban Mira Caballos dice lo siguiente: “Uno de los grandes méritos de Ovando fue su gran tino a la hora de elegir a los administradores. Muchos de ellos jugarían un papel destacado no sólo en la colonización de La española sino, tras la marcha de éste, en el resto de las grandes Antillas así como en la Nueva España y en el Perú. Tan sólo se equivocó en la elección del salmantino Cristóbal de Santa Clara para el puesto de Tesorería de la Isla”.

El padre Las Casas habla también del primer corrupto documentado de la Isla de Santo Domingo, y lo define como un “joven de buen carácter, medio poeta, dicharachero y gracioso, que llegó a la Isla acompañando al mismo Ovando en el año 1502”. Era tan joven, entonces, que nadie pensó en la posibilidad de que escalara un cargo de tanta importancia en la administración del aparato colonial, pero el tipo tenía sus encantos de los cuales el gobernador Ovando quedó prendado, y a la muerte del tesorero Villacorta, Ovando lo nombró de forma provisional. Es el mismo Las Casas quien narra la vida disoluta del tesorero, cuyas fiestas continuas y estruendosas, sus comidas opíparas, la arboladura de sus sedas, y el toque mayestático de su apostura, comenzaron a ser la comidilla de la apacible vida del solar colonial.

Eso que ahora los sociólogos llaman “poder de mostración social”, y que es el cencerro que los corruptos de todos los tiempos arrastran, terminó hundiendo al tesorero Cristóbal de Santa Clara. De esta manera se consagró como el primer corrupto documentado de la Isla, pero, como veremos en el próximo capítulo, la corrupción nació hermanada a la impunidad, tal y como ocurre en nuestros días, y Cristóbal de Santa Clara siguió siendo un personaje importante. Y volverlo a evocar ahora es más que una necesidad, puesto que su herencia ha germinado con extraordinarios bríos en la malhadada historia de este país.

II

La ostentación de Cristóbal de Santa Clara se convirtió en un escándalo mayúsculo, y el desfalco al tesoro de la colonia fue procesado por el renombrado Miguel de Pasamontes, quien tuvo que vender casi todos los bienes del acusado, y poner en la picota pública la honra de quien se consagraba como el primer corrupto documentado de la Isla de Santo Domingo.

Aún así el joven tesorero desfalcador siguió teniendo una influencia notable en la vida social de la Isla, puesto que su amistad con el gobernador Ovando lo resguardó, hasta el punto de que a su intervención se debe el hecho  de que muchos de los bienes del condenado fueran recuperados a través de intermediarios que hacían propuestas en la puja de la venta pública de sus propiedades.

Las características centralizadoras del dominio que estableció  en la Isla el gobernador Ovando proclamaban abiertamente su co-responsabilidad en el desfalco. Mira Caballos dice en su libro ya citado que “lo que sí estaba claro es que el desfalco era responsabilidad última del gobernador, pues entre sus obligaciones figuraba la de velar por los intereses de la Corona, administrando sus propiedades y cobrando los impuestos a ella pertenecientes. De hecho los vecinos tuvieron muy clara sino la implicación directa del gobernador al menos sí su responsabilidad, al denunciarlo al Rey por darles lugar a que tanto hubieren metido la mano en la hacienda”. Y ello es creíble porque “ fueron los enormes poderes que recibió el gobernador los que posibilitaron el control de una Isla que hasta entonces había sido  un auténtico desastre”.

Maridado con la conveniencia política, el primer corrupto documentado de la Isla de Santo Domingo quedó impune. Su vida disoluta no se extinguió, y bajo la protección del gobernador Ovando logró recomponer su carrera de funcionario público, amparado en esa capacidad de construir el olvido que tiene el poder. Incluso se sabe que llegó a Alcalde de Santo Domingo, y murió siendo regidor perpetuo, legando a su hijo títulos nobiliarios y bienes fruto de sus prebendas de funcionario público.

Pero el estigma que Cristóbal de Santa Clara dejó impreso en la historia dominicana sigue vigente. Lo que salvó al primer corrupto documentado de la Isla fue la impunidad, prohijada por la ideología patrimonialista del Estado, que como se ha visto tiene un carácter histórico. Concepción patrimonial del Estado y corrupción brotaron de un mismo árbol histórico. Exactamente como ocurre hoy día en nuestro país. Son tantos los Cristóbal de Santa Clara que hemos registrado en la historia, tantos los que andan  como si nada hubieran hecho por nuestras calles después de haber desfalcado al país, que a estas alturas la corrupción es vista como una seña de identidad de lo dominicano. Incluso, hay muchos que piensan que la corrupción es genética, pero la  historia de Cristóbal de Santa Clara nos demuestra que quienes dirigen la sociedad son los culpables de la legitimación de la corrupción.

Como hemos visto en este pequeño estudio, son los paradigmas de la impunidad los que han legitimado perversamente el uso despótico del poder. Desde Frey Nicolás de Ovando, los Cristóbal de Santa Clara se han estado burlando de nosotros, y es ella, la impunidad, la reina de la samba desdichada de esta nación.

La impunidad es el talón de Aquiles de la organización social de los dominicanos. Por la impunidad se repite en recurrencia angustiosa el espectáculo de la degradación moral de un  pueblo abatido. La impunidad es la madre de nuestras miserias. Pero la corrupción es histórica, no genética; y si es que el país no puede contra la corrupción y la impunidad, entonces lo que deberíamos es pedir la canonización de Cristóbal de Santa Clara, y convertirlo en nuestro Santo Patrón, en la enseña de la República, en el símbolo de nuestro porvenir.

Como Leonel Fernández anda por Roma y otros países europeos, tal vez le deja caer la idea al Papa, y a su regreso Cristóbal de Santa Clara, un personaje histórico, escrupulosamente datado, hecho ya un Santo, pasa a ser nuestra lumbre y guía protectora. ¡Oh, Dios!

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