Santa Marte (Listin, 2-9-13)
Su vida transcurrió entre la lectura, la investigación y la cátedra, a la que le dedicó alrededor de 50 años de su vida, y de la que se nutrieron miles de estudiantes y profesionales dominicanos.
Hoy muchos dominicanos, amigos y colaboradores recuerdan con nostalgia los momentos que les dedicó Franklin Franco para orientarlos sobre historia e investigación, para lo que nunca decía que no cuando de transmitir conocimiento se trataba.
Su amor por los libros lo llevó a instalar una librería en El Conde, la que años después cerró, pero sin olvidarse de que la lectura era su pasión, llegando a tener una biblioteca con más de 10 mil ejemplares.
Sus visitas a la librería La Trinitaria las inició hace 25 años, pero se convirtió en parte de su itinerario diario en la última década, a donde solo dejaba de asistir en casos extremos.
“De la 5:00 de la tarde en adelante ya nosotros estábamos esperando a Franklin con la bandeja, su taza de café, su vaso de agua. El sillón donde se sentaba, si había gente tenía que quitarse, porque ese era su sillón”, afirma Virtudes Uribe, propietaria de La Trinitaria, ubicada en El Conde, y la que se convertiría prácticamente en su segunda oficina, ya que allí escribía prólogos, recibía a estudiantes, escritores y amigos a los que orientaba sobre distintos temas.
Pero su vida no solo navegaba en la lectura y en la investigación, también dejaba de ser un intelectual para convertirse en un buen padre, esposo y amigo.
“A veces venía se tomaba el café, se paraba y se iba de una vez, y yo le preguntaba: oh, pero ¿por qué te vas?, y me respondía: porque hoy soy muchacho de mandado, hoy quien manda es mi mujer, que me mandó a un mandado”, cuenta Uribe que le decía cuando no podía quedarse el tiempo que generalmente permanecía en la librería cuando iba.
Sentada en la misma silla que por más de 10 años utilizó don Franklin para tomarse su café en la librería, Uribe narra la nostalgia que sintió cuando vio el carro fúnebre con sus restos, que fueron llevados allí por última vez, ya que apenas 48 horas antes había estado en el lugar. “Nos unió una amistad muy sincera, con mucho cariño, era muy solidario. En realidad para mí ha representado un gran vacío, y cada vez que llega la cinco de la tarde siempre lo pienso, y me da la impresión de que lo voy a ver llegar”, dice.
Su cariño y la solidaridad fue lo que contagió a su viuda Ángela Soto, quien aún no se repone del dolor que le causó la partida del hombre con el que compartió su vida los últimos 40 años y con el que procreó tres hijos. Procreó otros cuatro hijos de dos matrimonios anteriores.
“Era incapaz de no cumplir ninguna de sus responsabilidades, desde niño entiendo que fue así, siempre vivió con su madre, fue al exilio y su madre también. Hasta el último día estuvo con su mamá”, indica.
Nacido en Santiago de los Caballeros, fue el único hijo de la señora Ana Antonia Pichardo, quien le dedicó todo su tiempo y por el que sentía un amor infinito.
“Franklin era una persona muy tierna y respetuosa, respetaba los principios y el espacio de sus hijos. Siempre daba opciones, pero lo que estaba bien estaba bien, y lo que estaba mal se lo decía. Crió sus hijos con un gran amor”, dice.
Como opositor al régimen trujillista Franklin era una persona vertical, indomable, que nunca doblegó sus ideales, ni los cambió. Nunca aceptó dádivas ni cargos del Gobierno, hasta el punto de llegar a rechazar dos ofertad para pensiones.
“Si a él le mandaban un cheque, como sucedió una vez, lo devolvía y le hacía un cuestionario al que se lo llevaba, preguntándole que porqué le enviaban ese cheque”, señaló su esposa, quien asegura que nunca vendió su pluma ni hizo un trabajo por paga, “por eso nunca aceptó que nadie le cambiara ni una coma a su trabajo”. “Mi idea es esa y nadie me la puede cambiar”, decía. “Y eso trae rose, pero su familia nos sentimos muy orgullosa de él, porque el legado que dejó y el trabajo que realizó en favor del país es inmenso”.
Su lucha en defensa de los interesas nacionales
A pesar de ser una persona pacífica nunca le faltó coraje para coger las armas y enfrentarse a los enemigos del país.
Su pensamiento, la forma en que expresaba sus ideas, y la firmeza con que defendía los intereses nacionales, eran características con las que la exvicepresidenta de la República, Milagros Ortiz Bosch se sentía identificada con Franklin.
Entiende que no solo era un hombre que escribía, polemizaba, pensaba, dictaba cátedras, y conferencias, sino que todo lo hacía pensando en el bienestar de la nación.
Cree que lleva una carga emocional con la muerte de Franklin, “por el hecho de haber partido queriéndome decir algo que no me llegó a decir”, refiere, al indicar que la habían llamado días antes para lo que cree era algo que él quería exponerle.
“El más pequeños de sus hijos se me acercó y me dijo después que me tenía mucho respeto, pero yo a Franklin le tenía mi respeto y admiración, y sentía además que obligaba al compromiso con las grandes ideas, con la patria”, dijo.
A juicio del profesor e investigador Lipe Collado, Franklin, como investigador y en su conducta académica se mantuvo fiel a los principios que enarboló de carácter político.
Como político
Como político perteneció al movimiento 14 de Junio y se enroló en la expedición del 14 de junio del 59, aunque nunca logró embarcarse porque estaba previsto que viniera en el segundo grupo que nunca llegó, aunque fue entrenado para venir.
Estuvo en la revolución de abril del 65, no como combatiente, sino en una labor cultural y fue de los fundadores y candidato a la presidencia de la República por la Unión Patriótica, entidad de la que fue presidente.
“Fue una persona con un hablar muy pausado, una voz casi inaudible, una persona inalterable, nunca tuvo una actitud agresiva, y un total desapego a lo material, no negociaba sus principios con nadie, enfatiza Collado.
Para él, la República Dominicana perdió un gran investigador y dijo que aunque tuvo una gran trayectoria política, donde generalmente se suscitan diferencias, fue un gran acumulador de amigos.
Su relación con Leonel Fernández
“Yo te diría que era más una relación de admiración y respeto de Leonel hacia él, porque Leonel delante de mí utilizó varias veces la palabra profesor, para referirse a él. Leonel lo consultaba en algunos aspectos de carácter académico”, indica Collado al referirse a la amistad que ambos mantuvieron por décadas.
Entiende que Franklin también lo respetaba mucho, pero que más que una relación de amigos, Fernández lo distinguía.
Como investigador
Aunque nunca recibió un premio por su trabajo y sus obras en República Dominicana, tiene el mérito de hacer las primeras investigaciones sobre negritud y esclavitud, alcanzando un importante sitial en la bibliografía, no solamente dominicana, sino en el extranjero, ya que sus libros eran adquiridos por universidades extranjeras para enriquecer sus bibliotecas.
“Clases, Crisis y Comando” Israel y Palestina, Los negros, los mulatos y la nación dominicana, son algunas de sus obras más importante, que lo llevaron a convertirse en uno de los escritores más importantes del país, por la rigurosidad con que trabajaba sus investigaciones.
A él también se debe el primer intento de que República Dominicana contara con una enciclopedia.
“Los negros, los mulatos y la nación dominicana, es considerado como un clásico, que puede ser consultado por personas que desean nutrirse sobre el tema de la raza.
Se convirtió en la columna vertebral del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana (MMRD), ya que trabajó por más de cinco años las investigaciones históricas que reposan en la institución y elaboró los textos que hoy se encuentran allí. “Por lo tanto, en el museo está plasmada su más grande obra, su última y más inspiradora obra”, indica la directora Luisa de Peña Díaz.
La pasión con que trabajó las investigaciones es resaltada por de Peña, quien señala que Franklin sentía que en el Museo se conjugaban muchas cosas con las que soñó y luchó. Al momento de su fallecimiento fungía como director de investigación de la entidad.
“Este proyecto se convirtió en un renacer intelectual para él, y entonces él llegó a considerarlo, no solo como una obra cumbre, sino como un espacio donde se reivindicaban muchas cosas por las que él luchó durante muchos años”, resalta.
Cuenta que caminaron el museo entero buscando un lugar para fabricarle su oficina como él quisiera, que no estuviera lejos de sus libros, porque quería estar al lado de ellos, pero que quería un espacio donde también pudiera ver gente.
Su humildad
“Fue una persona muy humilde, en grado extremo. Recuerdo que cuando le enviamos la carta para informarle que habíamos tomado la decisión de ponerle su nombre al Centro de Documentación vino con carta en mano a decirnos que si estábamos locos”.
Como trabajador incansable dejó tres proyectos sin concluir, incluyendo sus memorias y un calendario de trabajo hasta el 2014.
Su muerte a los 76 años, a causa de un infarto fulminante el pasado 15 de junio, dejó un gran vacío entre los que le conocieron. Pero primero, con su pausado hablar, logró impregnar en sus relacionados el valor del trabajo, la humildad, la responsabilidad, la honestidad, el respeto y el significado de un ciudadano con compromiso, aspectos que nunca faltaron en su diario vivir y con los que coinciden los entrevistados.
Sus restos en el museo
Sus cenizas reposarán en el MMRD, entidad que el próximo cinco de septiembre inaugurará un centro de documentación en su honor. En ese centro también estará su biblioteca, compuesta por más de 10 mil libros y miles de documentos, que estarán al alcance del público.