Cultura

Valores y proyección de la obra de Pedro Mir

Written by Debate Plural

Miguel Angel Fornerín (Hoy, 19-1-13)

Motivado por el centenario de su nacimiento (1913-2013), doy a la estampa estas consideraciones sintéticas sobre la obra de Pedro Mir. Como he estado dedicado por varios años al estudio de su obra, siento que la investigación vuelve a su grado cero, ¿qué podemos saber sobre la obra literaria? ¿De qué tamaño es nuestra ignorancia?

Así camino sobre las paredes de la escritura de Pedro Mir, a veces con la certeza de quien ha profundizado en ella, y otras veces, con los vaivenes del equilibrista que sabe cuál es la tensión de la cuerda y el destino que le depara. Siempre hay aspectos no cubiertos, aristas no tocadas, tesoros no encontrados. Las líneas que siguen a continuación tienen el propósito de entrar en ciertos terrenos no explorados por el autor y tienen el deseo de establecer los valores y la proyección de la obra miriana más allá de nuestra frontera.

Lo que propongo es una conversación que nos lleve a situar los valores intrínsecos de la obra miriana y las formas de lectura o recepción que esta obra ha tenido.

La obra de Pedro Mir debe estudiarse desde cuatro géneros: la poesía, el cuento, la novela y el ensayo, este histórico o filosófico. Y su valoración, como he apuntado más arriba, centrada en sus valores intrínsecos y en la lectura. Tenido esto en cuenta, aprovechemos los cinturones. Creo que la obra de Pedro Mir no puede ser vista sino dentro del contexto social y político en el que vivió.

La información biográfica del autor nos ayudará a recorrer los caminos de su obra. Un joven bohemio, oriundo de San Pedro de Macorís, que dedicaba parte de su tiempo a los estudios universitarios y a tocar piano, es sorprendido cuando su amigo, José Rijo, inconsultamente le llevó unos poemas suyos al editor literario del Listín, el joven, Juan Emilio Bosch. Las palabras de presentación del autor de La Mañosa harían que ese joven tomara en cuenta lo que sería su rumbo literario. Bosch lo había presentado como el poeta social que el país estaba esperando.

No hay que dudar que esa concepción mesiánica del poeta está profundamente ligada a una concepción política y estética. La poesía está signada por el compromiso social. Creo que el hostosianismo con su relevo arielista, así como la existencia de las primeras células socialistas habían marcado el pensamiento del joven Bosch que ya veía en la poesía una arma cargada de futuro social.

El poeta social no lo era, en la afirmación de Juan Bosch, el trashumante Domingo Moreno Jimenes ni podía serlo el poeta, el dominicano más conocido en esos momentos fuera del país, Fabio Fiallo. Tampoco el autor de Los humildes, cuya vida malograda dejaba vacante ese puesto de poeta social. Bosch ve la posibilidad de esa realización en la obra de Pedro Mir.

Así es que dirige al poeta a su propósito; le pide que vea la realidad dominicana. Los primeros versos de Pedro Mir muestran desde ya lo que sería el valor más poderoso de su poesía: La creación de un ritmo propio.

Una manera de hacer la poesía que se distanciaba de los poetas de su época, pero guardaba con ellos una relación fundamental. Como músico al fin, Pedro Mir hace gala de una orquestación que logra al trabajar el extracto sonoro de las palabras. A la vez lo hace entrando en los temas de la poesía del momento: el tema del compromiso social.

Pero no olvidemos que Mir es un modernista, un amante de la poesía de Rubén Darío. Su obra tiene la sonoridad modernista atentada y el componente social que lo ubica en los años treinta. Así no hay que olvidar que también toma la imaginería lorquiana que ya había tenido su cultivo en la poesía más reciente en el país.

La poesía de Pedro Mir se publicó en periódicos y revistas de la época en la que todavía quedan algunos poemas que el autor no incluyó en Primeros versos(publicados definitivamente en 1993). Y no los incluyó, entre otras razones, porque estaban dedicados al tema del amor. Y hay que tener muy en cuenta que Mir quiso siempre distanciarse de la poesía romántica. Un libro dedicó a la poesía amorosa (Seis poemas de buen amor y a veces de esperanza, 1969) y el análisis que he realizado de esa obra muestra que no tenemos en Pedro Mir a un poeta del amor, que el amor está íntimamente ligado a su pueblo y no a cantarle a la mujer como lo hiciera Pablo Neruda.

Pero no solo las palabras de Juan Bosch marcaron el destino de la obra de Pedro Mir, sino que la situación política dominicana lo llevó a empuñar la bandera partidaria.

Así que en Pedro Mir se conjuga el poeta con el militante político. Sabemos por la lectura de sus artículos publicados en La Nación que Pedro Mir se resistía a convertirse en otro escritor más del régimen de Trujillo y que su posición de abogado podría convertirse en el silencioso actor social o en el colaborador del régimen, era muy difícil mantenerse independiente dentro del país. La lectura de estos artículos (publicados Ayer menos cuarto, 2000) muestra al intelectual que quiere hacer una obra crítica independiente. En la medida en que se acerca su salida del país encontramos en su tono el cerco que la dictadura podría estarle tendiendo.

Mir viaja al exilio y por otra vía lo hace su amigo Tulio H. Arvelo, quien cuenta cómo desertó de una delegación deportiva que viajó a Puerto Rico y en la que participaba como periodista. Los caminos que la vida le mandó a caminar marcaron decisivamente la vida y la obra de Pedro Mir. Esos son hechos conocidos, pero tal vez haya que matizar su participación en la fracasada invasión de Cayo Confites y el viaje que realiza Mir a Guatemala a principios de la década del cincuenta para analizar su participación en el Partido Socialista Popular y su construcción como el poeta social del pueblo dominicano.

Ya Mir ha escrito dos de sus textos poéticos fundamentales. Hay un país en el mundo (1949) y el Contracanto a Walt Whitman (1951), estas obras habían sido publicadas y leídas en Cuba, México y Guatemala.

Ellas presentan no solo a un poeta dominicano sino al único poeta dominicano que se enfrenta a la dictadura. Esos elementos de lectura son importantes para establecer la construcción de Pedro Mir como el poeta nacional dominicano y como el poeta socialista, tal y como lo presentara Antonio Fernández Spencer en su antología de la poesía dominicana contemporánea. En Mir se conjugaba al militante político y al poeta de vanguardia. Doblemente vanguardista.

Y creo que es imposible aquilatar la figura poética de Pedro Mir sin ver esa doble dimensión. Ningún otro poeta de su categoría enfrentó a la dictadura directamente. Manuel del Cabral fue en un principio embajador de esa dictadura a pesar de que luego renunciara. Héctor Incháustegui era un colaborador, director de un periódico de Trujillo; Tomás Hernández Franco era un funcionario del Partido Dominicano y trabajaba como amanuense del poder de Trujillo y Franklin Mieses Burgos realizaba un trabajo de simbolización crítica sin llamar la atención de los inconfesados de la dictadura.

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