Eduardo García Michel (Diario Libre, 11/12/2012)
La Federación de Fundaciones Patrióticas y el Museo Memorial de la Resistencia acaban de poner en circulación el libro «El Crimen de Hacienda María: expediente de extradición de Ramfis Trujillo y compartes», con lo que hacen un notable servicio a la ciudadanía.
Ese expediente permaneció escondido durante 50 años, y es evidencia de que, a la muerte de Trujillo, siguió un espeso manto de complicidades que ha cobijado una impunidad larga y profunda.
El plan político de la Gesta del 30 de Mayo contemplaba la confiscación de bienes mal habidos adquiridos por el clan político y militar beneficiario de los resortes del poder. También la aplicación rigurosa de la ley, empezando por aquellos personeros del régimen que cometieron crímenes contra la población e impusieron el terror.
Ambos puntos del plan político fueron puestos en ejecución en 1962 por el Consejo de Estado, que se constituyó en gobierno provisional, pero no hubo tiempo, y quizás tampoco voluntad política suficiente para completar el proceso.
La confiscación de bienes mal habidos se materializó, y como consecuencia el Estado dominicano pasó a poseer cuantiosos bienes industriales y comerciales, y enormes extensiones de tierras. Sucedió que los bienes que permanecieron en manos del Estado poco a poco pasaron a ser objeto de saqueo y reparto, lo que enriqueció a mucha gente y alimentó la corrupción.
Por su parte, la aplicación rigurosa de la ley también se puso en movimiento, como se demuestra con el juicio celebrado y televisado en 1962, en blanco y negro, contra los criminales que quitaron la vida a las hermanas Mirabal, que fue un referente para la época, y con la concienzuda investigación realizada para esclarecer el crimen de Hacienda María y extraditar a los culpables.
A mi padre, Eduardo Antonio García Vásquez, autor del plan político de la Gesta del 30 de Mayo, le tocó poner en marcha y dar vida y aliento propio, en su calidad de Procurador General de la República, el proceso que debía de haber terminado con la impunidad. Si al trabajo que se empezó se le hubiese dado continuidad, hoy tendríamos un país muy diferente al que tenemos en cuanto al desarrollo de los valores éticos.
De aquella época todavía queda sin saberse en que sitio reposan los restos de tantos ciudadanos asesinados vilmente por razones políticas, como es el caso de los mártires de Hacienda María (Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda Pimentel, Modesto Díaz Quezada, Roberto Pastoriza Neret, Tunti Cáceres Michel, y Salvador Estrella Sadhalá), o de los hermanos Antonio, Mario, Ernesto, Pirolo, y Bolívar de la Maza, o de Juan Tomás Díaz Quezada y Miguel Ángel Báez Díaz, entre muchos más.
Lo peor es que no solo se contentaron con asesinarlos y hacer desaparecer sus restos, sino que también manipularon los expedientes judiciales para esconder sus culpabilidades.
Es verdad que ha pasado mucho tiempo para insistir en estas cosas, cuando los problemas cotidianos son tan abrumadores y agobiantes. Pero también lo es que este es un cáncer que mantiene sin aliento a la colectividad y que infecta de pus al colectivo.
El juez de instrucción del proceso de extradición de Ramfis Trujillo, el D. Simón Bolívar Scheker, lo expuso con claridad, al afirmar que «la extradición era necesaria… a fin de morigerar el trastorno social causado y el temor a la repetición de delitos semejantes con el estímulo de la impunidad del culpable».
El borrón y cuenta nueva que se instauró como política de Estado, pudo haber sido entendible como mecanismo para llegar al poder y evitar una confrontación cruenta entre hermanos, que de todos modos se produjo en 1965. A tantos años de aquello, no parece razonable que se continúe con lo mismo.
Quizás el expediente de Hacienda María llegue a ser un potente haz de luz, que permita exponer al escarnio público a aquellos comprometidos con ese crimen tan horrendo. Pero tal vez se proyecte más allá, y alcance a iluminar el cielo patrio para que nunca más impere la impunidad de la clase política, pues de eso se trata.
Hasta ahora los políticos han permanecido intocados, y los ojos de la justicia jamás han osado posarse en los que encarnan y huelen a poder. El día en que se desmonte ese privilegio, habrá igualdad ante la ley. Y habremos avanzado.
