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Obama-Europa: de la fascinación a la indiferencia

Written by Debate Plural
Barack Obama

Barack Obama

Debateplural.com, comparte con los lectores el interesante artículo de Luis Rivas, titulado «Obama-Europa: de la fascinación a la indiferencia», publicado en el portal Sputniknews.com, en fecha 25 de abril de 2016.

Tras la elección de Barack Obama como presidente, muchos franceses felicitaban a los ciudadanos negros que se cruzaban en las calles, como si Obama representara a todos los africanos y descendientes de africanos del planeta.

Un gesto de racismo camuflado, pues esos mismos franceses —y otros muchos europeos- que se congratulaban de la elección del nuevo mandatario jamás votarían por un negro en su país.Pero el color de la piel no era la única ventaja que para muchos europeos tenía Obama. Su gran virtud no venía de él mismo. Obama era apreciado por representar —se pensaba- lo opuesto a George W. Bush, que durante ocho años había personificado para muchos habitantes del Viejo Continente al mismísimo Lucifer.

Con ese simple bagaje, y antes incluso de firmar una medida importante, los sabios y nórdicos jueces del Nobel le condecoraron con la principal distinción reservada a los arquitectos de la Paz en el mundo.

Su primera visita a Berlín, en 2008, fue más un espectáculo propio de los desparecidos Michael Jackson o Prince que un discurso político. En otra época, los presidentes norteamericanos eran todos «berlineses» o pedían «derribar el Muro de Berlín». Obama no encontró la frase para pasar a la historia de la capital alemana, como lo hicieron Kennedy y Reagan.

El inquilino de la Casa Blanca se despide ahora de Europa en una gira para la que ha elegido a sus dos principales aliados: Gran Bretaña y Alemania. En Londres, Obama votó por la permanencia del Reino en la Unión Europea. Ante el asombro y el enfado de los partidarios del «Brexit», el presidente estadounidense hizo campaña en favor de las tesis del «premier», David Cameron, que ha decidido jugarse su mandato y su prestigio con la convocatoria de un referéndum exigido por muchos de sus correligionarios dentro del Partido Conservador.

Para los británicos que dicen querer recuperar su plena soberanía, la actitud de Obama es hipócrita: «cuando Estados Unidos abra su frontera con México, cuando una corte exterior pueda anular decisiones de su Tribunal supremo, y cuando el Congreso no tenga la última palabra sobre las leyes federales, quizá le escuchemos», resumió Liam Fox, ex ministro de Defensa conservador. Obama no fue comedido en sus declaraciones y pasó un claro mensaje a los británicos: que no sueñen con un acuerdo de libre comercio individual con Washington.

EEUU y la debilidad de la UE

Estados Unidos prefiere que el país más librecambista y más cercano a su idiosincrasia en Europa siga influyendo dentro de las instituciones europeas. Otras voces sugerían que a Estados Unidos le interesaría una salida británica de la UE para debilitar aún más al «club de los 28». Pero por encima de las consideraciones políticas están las comerciales. Además, la UE no representa ninguna amenaza política para los intereses de Washington, aunque sea solo por la diversidad de puntos de vista que en ella coexisten. Por el lado militar, los europeos se quejan de no tener tampoco una política de Defensa común. Washington sabe que la OTAN reemplaza esos deseos de independencia militar.

La única resistencia que ciertas capitales europeas oponen a Obama es sobre aspectos, une vez más, comerciales. Obama quería también hacer campaña en favor del tratado de comercio transatlántico conocido por su acrónimo inglés, TTIP (Transatlantic Trade ans Investment Partnership). Alemania, principal exportador de la UE, era el mejor lugar para apoyarlo. Su firma supondría, en opinión de muchos políticos y ciudadanos europeos el abandono, entre otras cosas, de los estándares de control exigidos en Europa para los alimentos y las cuestiones referidas al medio ambiente.

Vendido por Washington como una panacea para la creación de puestos de trabajo a los dos lados del Atlántico, el TTIP es visto en Europa como el fin de los residuos de excepción cultural de la que presumen todavía algunas naciones europeas. Por ello, el presidente francés, Francois Hollande, se negaba a que el TTIP formara parte de los puntos de discusión en la reunión de Berlín entre Angela Merkel, David Cameron, el primer ministro italiano, Matteo Renzi, Obama y él mismo. Para Francia, perder la denominación de origen de sus vinos, de sus quesos y de su industria cultural puede significar perder el alma del país. Y si además de ello las negociaciones sobre su contenido se han llevado en secreto, es comprensible que el TTPI despierte recelos.

Cuando Obama fue elegido, parecía claro que su prioridad no sería ya Europa, como los acontecimientos del siglo XX habían «obligado» a sus antecesores. En sus discursos dejaba claro que Estados Unidos pondría el foco en Asia y, especialmente, en China. En la misma Europa en la que algunos denunciaban desde hace décadas la injerencia norteamericana en todos los rincones donde sus intereses estaban en juego, otros se lamentaban de la pasividad de Washington ante los nuevos desafíos que comenzaron a brotar tras la toma de posesión del nuevo presidente de EEUU: el declive económico europeo, la crisis de los refugiados, el aumento del populismo ligado al descrédito de los partidos tradicionales, el terrorismo islamista, la guerra en Siria, Irak y África contra Daesh (autodenominado Estado Islámico, proscrito en Rusia y otros países) y sus aliados…

Obama se unió a Cameron y al ex presidente francés, Nicolas Sarkozi, en la operación de guerra que acabó con el líder de la Yamahiriya árabe libia, Muamar Gadafi. Él mismo acaba de reconocer que esa iniciativa, que ha convertido a Libia en un Estado fallido y ha propiciado la expansión armada de grupos yihadistas en África, es uno de sus principales errores.

Cuando el nuevo mandatario francés, François Hollande, le pidió intervenir en Siria contra el régimen de Bashar Asad, Obama dijo no. De nuevo, algunos europeos que en el pasado criticaban las acciones militares estadounidenses en Irak o en Afganistán, por citar dos ejemplos, exigían ahora al nobel acabar a cañonazos con el presidente sirio.

Presión contra Moscú

Pero Obama y la opinión pública estadounidense no estaban para más guerras… con víctimas norteamericanas. Obama prefiere las acciones armadas de comandos infiltrados y los bombardeos con telecomando de plástico, a través de drones teledirigidos desde barracones instalados en su propio territorio. Sus aliados alemanes, además, habían aceptado echarles una mano en Afganistán, mientras británicos y franceses prefieren concentrar su fuego sobre el Estado Islámico instalado en Siria, Irak y Libia.

Si en un punto los europeos han sentido una mayor presión de su aliado transatántico ha sido en las relaciones con Rusia. En 2009, es decir, años antes del inicio del conflicto en Ucrania, Obama insistió en reforzar el flanco oriental europeo, incluyendo en el plan a los países bálticos. Por las mismas fechas empujó a la OTAN a modernizar sus sistemas antimisiles. Los sucesos de Ucrania fueron la excusa perfecta para hacer presión sobre sus aliados contra Moscú. Muchos de ellos, como el italiano Renzi, reunido con él en la «minicumbre» del 25 de abril en Berlín, han mostrado en varias ocasiones su deseo de acabar con la política de sanciones a Rusia.

Obama se despedirá de Europa en la reunión de la OTAN que se celebrará en julio en Varsovia. Lejos quedará el recuerdo del meeting-show de Berlín 2008. Entonces, fueron en su mayoría jóvenes los que le recibieron, movilizados por políticos y medios de comunicación excitados por el inicio de la era post-Bush. En la capital polaca le despedirán, además de altos mandatarios, uniformados poco sensibles a los discursos pacifistas e indiferentes al color de la piel.

 

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