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Crimea celebra el segundo aniversario de su reunificación con Rusia

Written by Debate Plural
Bandera de Crimea

Bandera de Crimea

Tal día como hoy hace dos años la ciudad autónoma de Sebastopol y la república autónoma de Crimea celebraron un referéndum para reintegrarse en Rusia.

El histórico reencuentro de Crimea y los crimeos con Rusia se hizo realidad hace dos años y el tiempo transcurrido ya es comparable con el período relativamente breve que la península permaneció subordinada a Kiev, primero bajo la soberanía soviética y luego como una autonomía dentro del Estado de Ucrania.

La península perteneció a la Federación de Rusia en los años de la Guerra Civil (1918-1922), y siguió formando parte de Rusia después de la creación de la URSS. Fue rusa también durante la Segunda Guerra Mundial, y solo en 1954, por voluntad del entonces gobernante Nikita Jruschov, fue subordinada a Kiev. La ciudad de Sebastopol recibió entonces un estatus especial como base naval soviética, estatus que mantuvo después de la desintegración de la URSS, aunque entonces bajo la soberanía de Ucrania. Algunos habitantes de la península consideran que entre 1992 y 2014 vivieron «bajo una ocupación vergonzosa».

Hoy se cumplen dos años del día en que los crimeos «regresaron a casa», según una expresión repetida en múltiples ocasiones por los políticos regionales y el presidente de Rusia, Vladímir Putin. Dos años durante los cuales la población ha luchado por reivindicar su derecho al acceso al agua, al libre tránsito, a disponer de los bienes que están en su territorio y por el reconocimiento internacional.

El punto sin retorno en esta lucha fue el 16 de marzo de 2014, cuando tanto Sebastopol como el resto de la península celebraron un referéndum sobre la independencia y la reunificación con Rusia. Un proceso que se vio precipitado por los acontecimientos del febrero de ese año en Kiev.

Este era el ambiente en Ucrania antes de celebrarse la consulta

En medio de una atmósfera de intimidación por parte de la extrema derecha y de protestas callejeras no controladas, el 22 de febrero la Rada Suprema (el Parlamento) de Ucrania destituyó al presidente Víktor Yanukóvich, infringiendo así la Constitución. La oposición se repartió las carteras ministeriales y a uno de sus dirigentes, Alexánder Turchínov, se le asignaron las funciones de presidente interino. Acto seguido fue disuelto el Tribunal Constitucional y comenzó la revisión de la política lingüística del Gobierno anterior, que concedía a cada región el derecho a mantener la paridad lingüística entre el ucraniano y el ruso.

Los nacionalistas buscaban imponer el ucraniano como único idioma oficial en todo el territorio, una condición inaceptable para los crimeos, cuya gran mayoría tiene el ruso como lengua materna. Por si eso fuera poco, Kiev envió a Crimea a emisarios oficiales y no oficiales para garantizar con amenazas y con el uso de la fuerza la obediencia de todos los niveles del poder.

Ante el riesgo de perder completamente la autonomía y frente a las flagrantes arbitrariedades de Kiev a la hora de tomar decisiones, la población de la península salió a la calle para defender sus derechos. Las autoridades regionales anunciaron un referéndum sobre la ampliación de sus competencias, que inicialmente debía celebrarse el 25 de mayo. Sin embargo, posteriormente esta fecha se adelantó en dos ocasiones y la fórmula de la pregunta se modificó para incluir la posibilidad de votar por la independencia después de que en Simferópol tuviera lugar un intento de ataque al edificio del Consejo de Ministros y al del Consejo Supremo de Crimea.

Fue en aquellos días críticos cuando, a instancias de los responsables crimeos, Rusia desplegó una fuerza especial en algunos de los puntos estratégicos de la península para no abandonar a sus habitantes «a la apisonadora de los nacionalistas», explicó posteriormente el presidente Putin en una entrevista.

Finalmente, la consulta fue convocada para el día 16 de marzo y planteó a los votantes la opción de la independencia de la república y su reintegración en Rusia. En Sebastopol se desarrolló una votación semejante.

Resultados de la consulta

La participación en la consulta de los electores registrados en la península superó el 83%. Ambas propuestas fueron aprobadas por una mayoría abrumadora. La idea de la reintegración en la Federación de Rusia recibió el apoyo del 95,6% de los votantes en la ciudad de Sebastopol y del 96,77% en el resto del territorio peninsular.

Tras el cómputo de los sufragios, los acontecimientos históricos se precipitaron. El día 17 los legisladores de Crimea votaron a favor de autorizar la firma de un acuerdo de reunificación con Rusia por parte del presidente del Consejo Supremo de la república autónoma, Vladímir Konstantínov, y del presidente del Gabinete de ministros regional, Serguéi Axiónov. El Ayuntamiento de Sebastopol ordenó hacer lo mismo al alcalde Alexéi Chaly. El día siguiente los tres viajaron a Moscú, donde firmaron el acuerdo.

Rusia incluyó los dos territorios con un gobierno autónomo en cada uno, elegidos, designados e investidos de conformidad con las leyes federales y regionales. «La frontera terrestre de la República de Crimea con Ucrania coincidirá con la frontera estatal de la Federación de Rusia», estipulaba el documento. Semanas después el rublo ruso empezó a circular en Crimea como moneda oficial.

Las primeras reacciones

El último gobernante de la Unión Soviética y premio Nobel de la Paz, Mijaíl Gorbachov, no tardó en admitir que el referéndum «satisfizo las expectativas de los crimeos». «Si anteriormente Crimea fue anexada a Ucrania en virtud de las leyes soviéticas, es decir, las leyes del partido [Comunista], sin preguntar a la población, ahora el pueblo ha decidido corregir ese error», explicó el político retirado, que exhortó al mundo a apoyar aquella manifestación de la voluntad popular.

El presidente Putin comparó el proceso político impulsado por la consulta con «una vuelta a casa». En una conversación telefónica explicó a su homólogo estadounidense, Barack Obama, que el referéndum había transcurrido «en total coherencia con el derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas y se tuvo en cuenta, en particular, el famoso precedente de Kosovo». Los habitantes de la península, dijo, «hicieron uso del libre albedrío y la libre determinación».

No obstante, Estados Unidos desde el principio intentó aprovechar la nueva situación para expandir su influencia sobre más territorios en Europa. Las autoridades del país norteamericano dejaron de colaborar con Rusia incluso en la lucha antidrogas e impusieron gradualmente sanciones personales y sectoriales para causar el mayor daño posible a la economía rusa y, específicamente, a los dirigentes y a todos los habitantes de Crimea. También fue negativa la postura del Reino Unido y la mayor parte de los países de la Unión Europea.

A su vez, Ucrania interrumpió los servicios ferroviarios en la península, así como el suministro de agua por un canal construido en los años 1960. Los frecuentes cortes en el suministro eléctrico se convirtieron en noviembre de 2015 en un bloqueo total de la península por parte de Kiev. Ante la actitud de Kiev y pese a las dificultades experimentadas, la opinión pública de los habitantes de la región no cambió, y un sondeo realizado el pasado mes de enero demostró que el 93,1% de los encuestados consideraba que era inaceptable comprar la electricidad a Ucrania mientras en los contratos ese país siguiera refiriéndose a Crimea como una provincia ucraniana, una de las condiciones de Kiev.

El largo camino hacia el reconocimiento

Días después del referéndum la entonces presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, denunció el «doble estándar» del enfoque de las «principales potencias» a la situación en torno a Crimea. En su opinión el referéndum fue uno de los «famosos plebiscitos de la autodeterminación de los pueblos» estipulados por la Carta de las Naciones Unidas. «El plebiscito para la autodeterminación en Crimea está mal, ahora que el plebiscito de autodeterminación en Malvinas de los ‘kelpers’ está bien», criticó la mandataria.

A principios de abril de 2014 el presidente de la República Checa, Milos Zeman, fue el primer dirigente europeo que pidió a la UE reconocer que ahora Crimea formaba parte de la Federación de Rusia. Abordando el contexto histórico, el líder checo describió de «tonta» la decisión de 1954 de transferir la península de Crimea a Ucrania y admitió que la mayoría de la población nunca la había aceptado.

«Votaron el 87% de los ciudadanos de Crimea, un 93% votó a favor de abandonar Ucrania. Votaron por una república autónoma, votaron por convertirse en parte de la Federación de Rusia», recopiló aquellos acontecimientos el ex primer ministro de Italia Silvio Berlusconi. El veterano político, que conoció en persona la opinión pública en la península durante una visita en septiembre de 2015, calificó de «democrática» y «válida» la decisión de los crimeos.

Una delegación de parlamentarios franceses que visitó la región también a mediados de 2015 tuvo constancia de que en Crimea reinaba la paz «pese a que EE.UU. querría que allí se desatara una guerra», según expresó en una rueda de prensa el diputado Claude Goasguen. Los crimeos, dijo, se sienten aliviados por esta situación de paz, y desaconsejó reprobar a los organizadores del referéndum que permitió evitar una guerra interna como la que vive Ucrania.

Ese mismo año el expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter calificó la reunificación de «un paso casi inevitable, se esté de acuerdo con ello o no». «Fue algo que el pueblo de Crimea quiso», admitió.

Parte de los países miembros de las Naciones Unidas han reconocido a nivel oficial que Crimea forma parte de Rusia. En 2015, cuando Lituania convocó una reunión informal del Consejo de Seguridad de la ONU dedicada a la situación en Crimea, tres países miembros del organismo —Venezuela, China y Angola— la ignoraron por considerar el tema un asunto interno de Rusia, que tampoco asistió a la reunión.

Dos años juntos

Después de resolver los problemas más urgentes de la población crimea, Rusia empezó la construcción de un puente que debe comunicar por tierra el territorio de la península con el resto del país. En total se han proyectado dos puentes, el principal de los cuales, de 19 kilómetros de longitud, debe estar construido en diciembre de 2018. Las obras se desarrollar a toda velocidad y cuando estén finalizadas será posible el tránsito por tierra entre la región de Krasnodar y la ciudad de Kerch, la más oriental de la península de Crimea, evitando así el paso por Ucrania. Actualmente ese trayecto solo se puede realizar por mar en ‘ferry’.

Desde la guerra de Crimea (a mediados del siglo XIX) ese territorio ha desempeñado un papel clave en la protección de la soberanía nacional rusa, especialmente la ciudad portuaria de Sebastopol. Debido a esta aportación histórica, después de la reunificación las autoridades rusas se dedicaron a reforzar el contingente militar en la península y la ciudad. Enviaron varios aviones y equipo bélico nuevo, aunque sin cambiar la pertenencia administrativa de las unidades desplegadas.

Todas forman parte de la Marina y sus subdivisiones, que mantenían sus cuarteles en Crimea desde la disolución de la URSS. En la península no hay ningún regimiento del Ejército de Tierra, pero podrían ser desplegados siempre y cuando que sea necesario,aseguró a principios de este año el comandante en jefe del Ejército de Tierra, Oleg Saliukov.

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