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Guía de seguridad nacional de EEUU: el diálogo con Rusia y China sobre la estabilidad estratégica

Written by Debate Plural
Alfredo Jalife (Sputnik, 5-3-21)
La Casa Blanca con su reciente ‘Guía interina de seguridad estratégica nacional’ parece optar por una «estabilidad estratégica» con Rusia y China mediante la diplomacia, la reducción de las armas nucleares y un nuevo acomodamiento con las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, la computación cuántica y el 5G.
La guía la firma el presidente de EEUU, Joe Biden. El mandatario advierte de que «el mundo se encuentra en un punto de inflexión» en el que «la dinámica global ha cambiado de dirección» en medio de «la pandemia, el cambio climático, la proliferación nuclear y la cuarta revolución industrial». Formula en forma quimérica que su «mayor ventaja fundamental» es la democracia de EEUU, que colisiona con las autocracias, sin citarlas, de China y Rusia.
De entrada, Biden comete un grave error semántico y político, ya que EEUU no practica la democracia, como se vio en las recientes y controvertidas elecciones. Quien gobierna EEUU es el deep state (o estado profundo) mediante una coalición del Pentágono, las agencias de inteligencia y la bancocracia plutocrática que dominan su totalitaria cibercracia.
La guía interina, de 20 páginas, comporta dos capítulos primordiales: El paisaje global de la seguridad y Prioridades nacionales de seguridad de EEUU.
En el primero apela a una «nueva ruta» en la política exterior, la seguridad nacional y la política nacional. En lo que respecta a esta última, no se nota todavía dicha nueva ruta cuando el trumpismo, con o sin Trump, está siendo ferozmente marginado en forma neomaniquea como un terrorismo autóctono, pese a haber obtenido 75 millones de votos en las urnas de la plutocracia militarizada de EEUU.
El documento sostiene que «muchas de las amenazas más grandes» a las que se enfrenta EEUU «no entienden de fronteras o muros y deben ser afrontadas con acciones colectivas». ¡El país constructor de muros desde Clinton con su vecino México, perorando ahora sobre muros!
Sentencia que las «democracias del mundo, incluyendo la de EEUU, se encuentran cada vez más sitiadas» y emprende un añejo discurso de la guerra fría sobre las «sociedades libres», muy aburrido a estas alturas, cuando la cibercracia del GAFAM —Google/Apple/Facebook/Amazon/Microsoft/Twitter—, en el mismo seno de EEUU, no se diga al exterior y comete atropellos contra la libertad de expresión que recuerdan el medioevo censurador de Torquemada.
Reconoce que EEUU debe «también contender con la realidad de que la distribución del poder en el mundo está cambiando y genera nuevas amenazas». En forma implícita la Casa Blanca confiesa el fin del caduco orden unipolar y describe a China como «el único competidor potencialmente capaz de combinar su poder económico, diplomático, militar y tecnológico para emprender un desafío sostenido contra un sistema internacional estable y abierto». Aquí alucina la Casa Blanca, ya que el sistema internacional controlado por EEUU no ha sido nunca «abierto» y ahora no es nada «estable».
Respecto a Rusia, la Casa Blanca considera que «sigue determinada a mejorar su influencia global y a jugar un papel disruptivo en la escena mundial».
Repite la aburrida arenga de que «Pekín y Moscú han invertido muchísimos esfuerzos en poner en jaque las fortalezas de EEUU». No podían faltar los catalogados como rogue states, o estados canalla. Expresión acuñada por George W. Bush desde el montaje hollywoodense del 11/9. Irán y Corea del Norte «amenazan a los aliados y socios de EEUU», así como la «estabilidad regional».
La Casa Blanca es muy vaga en cuanto a su «readaptación» para «modernizar la arquitectura de la cooperación internacional» y se preocupa y ocupa de que «bajo las amplias tendencias se encuentra una revolución tecnológica que es tanto un peligro como algo prometedor». Cita la inteligencia artificial y la computación cuántica, que «pueden reconfigurar todo desde el equilibrio económico y militar entre los Estados hasta el futuro laboral, la riqueza y la desigualdad en su seno».
Apuesta en «el futuro más probable en las tecnologías de la energía limpia, la biotecnología y la infraestructura 5G«. Estas «impactarán el comercio y el acceso a la información». Nada nuevo que no se sepa y donde, en varios de sus rubros, China le lleva la delantera a EEUU primordialmente en lo tocante a la inteligencia artificial y el 5G.
Llama poderosamente la atención que la Casa Blanca omita en forma obscena el liderazgo militar de Rusia, con sus armas hipersónicas, que llevaría una ventaja de 20 años a EEUU y China, como muy bien ha explayado Andréi Martiánov.
También llama la atención que la Casa Blanca omita el mayor avance en ciberseguridad de Rusia y China, lo que da a entender que su guía itnerina sirve meramente a propósitos vulgarmente propagandísticos al interior del país, cuya cohesión en estos momentos se encuentra seriamente dislocada.
Sobre las Prioridades de la seguridad nacional, la guía rumia lo mismo de siempre y que pudo haber emitido cualquier presidente de turno desde Ronald Reagan.
Lo más relevante a mi juicio versa sobre el supuesto «retorno al sistema internacional» para «abordar la amenaza existencial de las armas nucleares» con el fin de «evitar costosas carreras armamentistas» y así «restablecer» la «credibilidad de EEUU como líder en el control de armas». Cita como ejemplo la «rápida extensión del nuevo tratado START con Rusia».
La guía promete «dar los pasos necesarios para reducir el papel de las armas nucleares» y, en forma inverosímil, se compromete a un «diálogo significativo con Rusia y China» respecto a la panoplia de «emergentes desarrollos tecnológicos militares que implican la estabilidad estratégica».
Hoy la «estabilidad estratégica», un concepto muy preciado durante la Guerra Fría —la ausencia de incentivos de EEUU y la URSS para lanzar un primer ataque nuclear—, adopta una nueva dimensión con la irrupción de China.
La Casa Blanca evita enunciar la clandestina proliferación nuclear de Israel, país que posee entre 200 y 400 bombas nucleares, mientras propone emplear la diplomacia «para enfrentarse al programa nuclear de Irán». En paralelo, también propone el abordaje diplomático para «reducir la amenaza de los crecientes programas misilísticos y nucleares de Corea del Norte», en colaboración con Japón y Corea del Sur.
Como si la primera operación militar de Biden bombardeando los intereses chiítas iraquíes en la frontera con Siria no hubiese exhibido su más remota intención diplomática en Oriente Medio.
Aunque empieza a promover un acomodamiento entre Irán y Arabia Saudí en el devastado Yemen, pareciera que la dupla Biden/Harris en materia nuclear y con las nuevas tecnologías prefiere el uso de la diplomacia con Rusia y China, mientras que estaría optando por la vía bélica disuasiva contra los aliados valetudinarios de Moscú y Pekín en las zonas candentes donde EEUU opera todavía sin restricción alguna, desde Siria y hasta Irak pasando por Afganistán. Concluye que EEUU debe «modernizar sus capacidades militares mientras jefatura con su diplomacia».
¿No estará más bien ganando tiempo mientras se recompone de sus descalabros globales frente a Rusia y China?

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