Que algunos países fronterizos con Rusia sigan utilizando su historia para mantener una tensión artificial puede ser comprensible si uno hace un esfuerzo para entender las necesidades políticas internas del gobierno de turno, pero querer embarcar a toda una organización multinacional en su querella solo puede provocar el bloqueo, además de la desunión entre socios.
No se trata de jugar al «y tú más», pero las lecciones de comportamiento que pretende impartir la UE se pueden calificar, más que de doble, de múltiple moral, pues las exigencias que se aplican a ciertos países no se requieren a otros que, siguiendo el mismo catecismo europeo, serían pecadores sin absolución. Para ello, se esconden bajo razones económicas, comerciales, geopolíticas o armamentísticas, como reflejan las relaciones de la Unión Europea con China, Turquía o Arabia Saudí, por ejemplo.
Nord Stream 2, la madre de todas las sanciones
Esas disensiones entre los miembros de la UE también ayudan a gripar el bimotor de la institución, representado por París y Berlín. El gobierno de Emmanuel Macron contribuyó a enturbiar la estancia de Josep Borrell en la capital rusa. El ministro francés de relaciones con la UE, Clément Beaune, pidió a Alemania la cancelación del proyecto de gasoducto Nord Stream 2 firmado con Rusia. Poco más tarde y en una secuencia bien calculada, el responsable de exteriores de Francia, Jean Yves Le Drian, añadió que el gasoducto «pone en peligro la seguridad energética de Europa». El propio Emmanuel Macron expresó ya sus «reservas» al Nord Stream 2 el pasado mes de agosto. Para muchos gobiernos europeos, la cancelación del acuerdo ruso-alemán sería la respuesta ideal, la madre de todas las sanciones a Rusia.
Con ello, cumplirían el sueño de Donald Trump, que utilizó el gasoducto como chantaje permanente hacia Angela Merkel que, si resistió las presiones del expresidente norteamericano, piensa de momento hacer caso omiso de las «sugerencias» de París u otras capitales aliadas.
Vacuna contra la «histeria antirrusa»
Nunca un responsable de las Relaciones Exteriores europeo había cargado con tanta documentación en una visita a Moscú, pues aparte los asuntos ya descritos, la actualidad sobre la lucha mundial contra el nuevo coronavirus y sus variantes le aportó la noticia sobre la vacuna rusa,
Sputnik V, juzgada positivamente por la publicación científica «The Lancet» y no por un «medio ruso fabricante de fake news».
Boicoteada y burlada por ciertos medios de comunicación y responsables europeos por motivos políticos, la vacuna Sputnik V contribuirá también, quizá, a frenar la epidemia de «histeria antirrusa» que se extiende por el territorio europeo.