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El Estado haitiano fue convertido en “Estado-canalla” por las troikas y grupos de poder

Written by Angel Moreta

(La teoria y la falacia del «Estado fallido»)

 

Por: Angel Moreta (Autor-Editor)

 

Se ha hablado de Estado “fallido” para referirse a los gobiernos haitianos, doctrina pseudosociológica y pseudohistorica  que ha sido manejada y divulgada en América Latina por académicos que obedecen a intereses políticos y económicos de los gobiernos norteamericanos y europeos.

El concepto “Estado fallido” no tiene fundamentos históricos, ya que deja de lado el problema de las clases sociales y el de la alianza y el dominio hegemónico entre gobiernos haitianos, los Estados Unidos y Francia. Se trata de una construcción conecptual que persigue encubrir la responsabilidad que tienen esos países con los crímenes que se han cometido en Haití; y de está manera tratar de echar la culpa exclusivamente a los sucesivos gobernantes haitianos.

Dicho concepto no se aplica por razones sociológicas, es decir, que los grupos corporativos haitianos son los que han convertido y convierten al Estado en un ente fallido. Por tanto, no existe el Estado fallido por naturaleza o por génesis imponderable; es más bien un concepto creado por una sociología académica ideológica, orientada e interesada en calificar a un Estado caribeño latinoamericano como un caso sui generis que nació y se mantuvo en estado de fracaso.

El fracaso tiene sus culpables, que son aquellos sectores internos y externos que pretenden el descuartizamiento del pueblo haitiano y su “huida” de las circunstancias sociales difíciles que le obligan y le obligarán a lanzarse en estampida abruptamente como caballos espantados hacia República Dominicana.

Y de esta manera y bajo está teoría de «Estado fallido», las potencias imperiales justifican y justificarán siempre la estampida del pueblo haitiano hacia nuestro país; y se hacen de la vista gorda, conjuntamente con los círculos anti nacionales de las cúpulas y elites haitianas, para plantear la fusión silenciosa de las dos naciones que ocupan la isla de Saint Domingue.

Esta teoría que planteamos aquí ahora toma en cuenta el asunto de las clases sociales en la República de Haiti y la subordinación y alianza y complicidad de los gobiernos haitianos con los poderes hegemónicos extranjeros, principalmente los Estados Unidos y Francia.

Palacio Presidencial de Haiti

En este punto entra la historia de Haiti, que incluye la revolución haitiana que culminó en 1804. Incluye también la consideración de la ocupación militar que durante 24 años, en el siglo XX, mantuvo el control absoluto de esa nación pluricultural y plurinacional, cuyas elites liderearon dicho acontecimiento histórico y luego por más de 100 años han retenido el poder político y mantenida la hegemonía gubernamental; y que son indiferentes, más bien permisivas y cómplices del proyecto que tienen las potencias occidentales que consiste en “resolver” la incertidumbre social y la pobreza histórica del pueblo haitiano sobre la base de que la República Dominicana absorba dicha situación histórica.

La población haitiana ha sido explotada inmisericordemente durante décadas y convertida en una masa estructuralmente pobre y analfabeta, todo por causa del accionar de las cúpulas mulatas haitianas dominantes, de mentalidad anti nacional, subordinadas a los intereses coloniales de los países ricos y al mantenimiento de un Estado controlado y utilizado por estos sectores para explotar fuerza de trabajo, recursos naturales, minerales, el comercio de importaciones y exportaciones, en fin, un Estado subdesarrollado, un “Estado-canalla” que no puede atender a la solución de los problemas sociales fundamentales, tales como salud, educación, alimentación, producción para el consumo, pobreza estructural, analfabetismo, entrega de la soberanía del Estado haitiano a las potencias EU y Europa.

Estamos hablando, por tanto, de dos enfoques diferentes. El primero el argumento de la existencia de un “Estado fallido”, proveniente de la sociología académica norteamericana y de sus repetidores y acólitos en América Latina.

El segundo enfoque es el del “Estado-canalla”, el “Estado bandido” (que plantea Juan Jacobo Rousseau, en su obra El Contrato Social), y que debido a las estructuras de la corrupción de las elites explotadoras y saqueadoras de las finanzas y del patrimonio público, no puede invertir en la economía productiva, en la minería, en la cultura y la educación, y en el sistema de salud.

Entonces no debemos llamarle “fallido”, sino “canalla”; el primer enfoque analiza la pobreza como algo natural y la falencia del Estado empobrecido como un producto de la pobreza histórica.

Reiteramos que son dos enfoques diferentes sobre el subdesarrollo en América Latina; el primero con carácter aparentemente científico y el segundo con una explicación de las raíces históricas de la actual situación de la formación económica y social haitiana.

El Estado-canalla haitiano

Esta especie de Estado se caracteriza por su impotencia para invertir en la consolidación de la nación y de la sociedad, debido a la carencia de recursos económicos, financieros y soberanía, por causa de la corrupción, el robo y el saqueo sistemático de los bienes y patrimonio estatales; y la depredación voraz de los empréstitos públicos internacionales y de los fondos y donaciones que provienen del extranjero. La teoría del «Estado fallido» pasa por encima e ignora de mala fe estás circunstancias, desviando el enfoque hacia la ideología de un carácter nacional del pueblo haitiano. Nada más falaz e infundado.

El Estado-canalla haitiano no es nacional, no defiende la nación, pues las cúpulas dirigentes aceptan como algo natural la subordinación y la hegemonía de  los Estados Unidos y Francia; y por tanto, lo que les interesa a esas troikas es el enriquecimiento ilícito y la acumulación privada de capitales, y por tales razones los gobiernos permiten la ocupación de territorios mediante contratos abusivos impuestos por la hegemonía de los EU y países europeos.

Dichas troikas omiten desarrollar actitudes contra la injerencia extranjera; permiten contratos leoninos con empresas transnacionales norteamericanas, francesas y europeas; aceptan la explotación minera discriminatoria de cuyos beneficios no se aprovecha el pueblo haitiano.

Lo mismo puede decirse de la explotación de los recursos naturales en sentido amplio. La xenofobia y el racismo son un elemento cultural utilizado por el Estado-canalla para encubrir la alianza con los poderes injerencistas extranjeros, incluyendo la República Dominicana.

El accionar de empresas mafiosas, que lavan dineros, utilizan el contrabando, los negocios espúreos, la trata de personas (mujeres, niños y adultos); el contrabando de armas y drogas, etc. Mirando bien, son empresas evasoras, lavadoras, algunas dedicadas a las actividades turísticas, y en esta dinámica crean una riqueza y acumulan capitales de los cuales ni siquiera el Estado haitiano se beneficia.

En Haiti el Estado-canalla está consolidado contemporáneamente, y por esa razón hemos dicho y repetido varias veces, en varios artículos publicados en este mismo digital, que dicho Estado no tiene la capacidad para castigar los negocios mafiosos, es mal administrador de las riquezas y patrimonios públicos y además  permite un Estado confesional-católico que enriquece a la iglesia católica día tras día y favorece los privilegios para las empresas de las telecomunicaciones, del comercio de exportación, del turismo, de la construcción, de la salud, de la educación, de la alimentación, de las finanzas, del capital financiero y de la construcción de infraestructuras.

El Estado-canalla haitiano permite el desorden en cuanto al Estado Civil y no tiene ningún interés en desarrollar una ciudadanía provista de documentos de identidad, una ciudadanía digna; más bien permite la falsificación de documentos en contra de República Dominicana y hace difícil que sectores de clase media haitianos puedan obtener un pasaporte, ya que cobra más de 300 dólares por una libreta y tarda meses en entregarla a las personas que las solicitan.

Ese Estado-canalla, hegemonizado por las elites corruptas mulatas, permite que sus funcionarios vengan a la República Dominicana como turistas de alto rango económico, a comprar villas e inmuebles en el este de la isla en sitios como Bávaro, Verón, La Romana, etc., valga decir que en Haiti los principales medios de producción están privatizados, lo que canaliza cómodamente un proceso de apropiación de la riqueza y acumulación originaria de capitales, que son invertidos en un ciclo repetido.

El Estado-canalla en los países subdesarrollados

En América Latina las economías están dominadas por grupos o troikas que conjuntamente con gobiernos extranjeros se aprovechan de todos los recursos de las naciones, y realizan grandes negociaciones nacionales e internacionales que permiten el robo de costas y playas, lagos y lagunas, fuentes de agua, minerales, reservas naturales, devastación de ríos, montañas, suelos, senderos y monumentos prehistóricos; privatización de los puertos, aeropuertos, fronteras, terrenos urbanos estratégicos, inmuebles estatales millonarios, ingenios azucareros, compañías estatales empresariales.

Dichos grupos permiten operaciones dudosas y espúreas, tales como falsificación de medicamentos, contrabandos discriminatorios y privilegiados; violaciones de las leyes, violaciones a la Constitución, contratos para la instalación de bases militares de los Estados Unidos en territorio haitiano, otorgamientos de exenciones, exoneraciones y evasiones fiscales de manera cómplice.

Ese Estado-canalla es un ente esencialmente privatizador; obedece a un modelo neoliberal capitalista depredador del salario, de la seguridad social, del sindicato, de la salud, del erario público y de las contrataciones públicas, de las obras de infraestructura.

Todas estas estructuras se aplican también en el Estado-canalla haitiano, que es un Estado antinacional monopolizado por elites antinacionales corruptas y privatizadoras, que día tras día se corrompen y se apropian de la riqueza pública.

Por esa razón es que mantenemos y mantendremos nuestra tesis de que la República de Haiti, en este siglo XXI, necesita organizarse para realizar su segunda revolución liberadora.

About the author

Angel Moreta

Angel Moreta, jurista, sociólogo, y filósofo; Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), República Dominicana, Autor-Editor de Debateplural.

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