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Pompeo al rescate democrático con “La salida”. Biden es el “usurpador” y, “nada más”

Written by Debate Plural

Eligio Damas (Aporrea, 13-11-20)

 

¡Quién lo iba pensar de esa manera!

Pompeo fue llamado de donde estaba, algún oscuro rincón habitado por los sin alma, de esos que son como vacíos para que se les meta adentro lo que quiera quienes los toman en alquiler o como esos cartuchos recargables sin tinta para que el usuario les llene, por Donald Trump, quien antes de comenzar a usarle, le hizo pasar por el Pentágono para que lo reprogramasen y le llenasen el espacio asignado al alma, para que se encargase del manejo de su política internacional o diplomacia. Le atoró hasta las tripas, el ámbito del ser natural y cada hueco de su espíritu y ambición, sin inconveniente alguno, pues genéticamente está constituido para recibir toda esa carga propia del ahora presidente perdedor, como si fuera suya, porque en verdad son, ni más ni menos, la misma gente. Y se llenó sin siquiera eructar.

No obstante, Trump esperó, como a quien se le pone la vacuna anti Covid, por alguna reacción de rechazo para tomar la decisión definitiva y pasado el tiempo prudencial, estando bajo estricto control, se observó que aquello, a Pompeo, le quedó «como guante al pie». O para mejor decirlo, Trump encontró como un alma gemela, un dispuesto a hacer lo que él quisiese y hasta le adivinase pensamientos y deseos más íntimos. Porque son como hechos uno para el otro, una especie de dupla o de dos mosqueteros, todos para uno y uno para todos. Tanto que, hasta en lo ordinario e indiferencia a los principios que marcan la moral, se parecen. Donde está uno, están los dos.

El, Pompeo es el cuervo segundo en la oscura bandada, uno más como el «nunca más» de Poe, el mismo rapaz que, «enviado por el tentador» se instaló sobre el busto de Palas, que con aquellas dos palabras como pico extrae las vísceras y cuanto sea necesario para causar dolor y afrenta por el recuerdo de Leonora. Su figura no lo parece, como sí la de su ayudante en asuntos para tumbar gobiernos en América Latina, el conocido como Eliot Abrams; porque hay muchos cuervos en aquella mansión o cueva. Unos como Abrams, son cuervos y eso lo parecen; otros, como Pompeo, lo son, pero parecieran otra cosa hasta peor. Unos vuelan, otros reptan. De estos últimos es Luis Almagro.

Y si algo ha unido a los dos, Trump y Pompeo, es la idea de creerse salvadores modernos de la democracia. Paladines del bien, lo mismo que aquellos «Brujos de Salem». Sienten sobre ellos el deber de luchar por el bien en el mundo, amenazado por un mal extendido que procede de todas partes, menos de una. Para ellos, como dicen hasta el aburrimiento sus partidarios, el conflicto de hoy, como si estuviesen descubriendo un dilema novedoso y nada cursi, está entre el bien y el mal que encarna el demonio.

El demonio maneja, orienta, todas aquellas economías y proyectos políticos que no se sujeten a los dictados de la Casa Blanca, del capital de su país. Todo aquél que surja con ánimo competitivo o intención de independencia, es el demonio mismo o uno de sus agentes y por eso hay que destruirlo; más si, de hecho, allí no hay democracia. Y no hay, porque según ellos, de hecho, no debe haberla. Pues pretender andar por allí, por el mundo, buscando maneras de romper lazos y cadenas que traen puestos desde el nacimiento mismo, es un acto de sublevación e irrespeto contra la democracia, el orden y Dios.

De manera que cualquier elección, en el país que sea, debe estar sujeta a su conformidad. Si el ganador es de aquellos que con el mal andan, sus elecciones serán fraudulentas y los cuervos, porque tienen de esos en cada hueco, sin duda ni temor, gritarán ¡¡fraude»!! No importa que el ganador, como Evo en Bolivia, lo haya hecho de calle. Así ha sido siempre, porque los cuervos y los brujos que de Salem salen, y eso queda allá, en los predios de Trump y Pompeo, a vigilar al mundo y siempre han creído tener el derecho de decidir quién es quién en eso de vestirse y presumir de demócrata.

Una elección no es válida en función de las reglas del proceso, la pulcritud de los participantes, la voluntad del elector, más allá del ganador, el cumplimiento estricto de las obligaciones, el parecer de los observadores internacionales, sino dependiendo de quién gane. Y, además, declarar lo fraudulento o legal del proceso, no corresponde a la autoridad competente del país donde esas elecciones se realicen; sino a quien tenga el control allá en la Casa Blanca y el Pentágono. Los cuervos y los brujos, se pondrán en vigilancia y de acuerdo como vaya la cosa, no pudiendo aplicar aquello de «acta mata voto», pese la autoridad competente no haya encontrado vestigios de fraude ni causa para ilegalizar el proceso, ellos si podrán hacerlo. Además, si es en la América, la del bajo status y nivel, la de sangre mestiza, será la OEA y Luis Almagro, ese cuervo encorvado y doblado, tanto que el pico luce como si fuera un bastón y hasta repta, se encargará del fallo.

Por eso, Pompeo, Abrams, como otros antes, están ahora encargados de decidir, en la parte del mundo que sea, cuando un proceso electoral es limpio o fraudulento. Ellos andan volando de aquí a allá, atisbando por todos los rincones con su «nunca más», para decidir donde hay democracia y donde no. Pues el asunto es por demás sencillo, quien no esté con el bien sino con el mal, no es demócrata y no habrá democracia donde ese gobierne, aunque lo hayan escogido todos los votos juntos. ¡Y quién está con el mal? ¿Cómo identificarle? Pues muy fácil. Le ponen una pistola en el pecho y le gritan, «manos arriba y bolsa al aire» y quien esa solicitud no atienda, es un agente del demonio. Y siendo así, esa elección es un fraude y el gobernante un usurpador.

Pompeo ahora sobrevuela el cielo ennegrecido de Estados Unidos; él no es el cuervo mayor, pero forma parte de la bandada que entre otros conforma como segundo al mando con Eliot Abrams. Un cuervo éste de forma, con su nariz como pico de cuervo, unos ojos saltones, puyudos, como para taladrar, escrutar hasta el más recóndito rincón del alma, cual policía vigilante, hábil y cruel para el interrogatorio y sacarle a cualquier infeliz que caiga en sus manos el más cuidado secreto. Y este como aquél, también decide donde hay democracia y dónde no. Donde el proceso electoral fue pulcro y donde hubo fraude.

No son las máquinas, el proceder todo, la observación nacional e internacional, la certeza del votante que su voto fue contado y en el mismo sentido que lo emitió, tampoco que el ganador haya sacado una abrumadora ventaja, lo que vale. No. Todo depende de lo digan Pompeo, Abrams y los agentes de estos en cada rincón del mundo y donde se hagan elecciones. Es decir. Lo que los cuervos digan. Sin olvidar, por supuesto, que todos ellos actúan por orden y respaldo absoluto del mandador de la Casa Blanca, algo así como el cuervo mayor o el jefe de la bandada o de la banda.

Pompeo ha decidido «ganó Trump». No puede ser de otra manera. Pues el Diablo, las fuerzas del mal, esas que intentan acorralar y reducir a las del bien, como profundamente cava su pensamiento, ese que siempre han utilizado para interpretar y definir lo que en cada país suceda, también, de repente, cree sirve para aplicárselo al suyo. No es que el cuervo se haya confundido, el ave de rapiña haya olfateado las mismas emanaciones propias de donde «patea» el diablo, sino éste que, en verdad, siempre ha habitado en su cuerpo y, de repente, siente que los hechos, los resultados, no puede digerirlos y menos comprenderlos.

Y creyéndose eso, Pompeo, asegura que se encaminan hacia una «segura transición al segundo gobierno de Trump», pese los hechos digan lo contrario, como el cuervo, «nada más». Pues es como demasiado sencillo, eso que la cuenta diga que ganó Biden, no es otra cosa sino ¡¡fraude!! Para eso ya ponen en práctica un plan, «La salida», el que les falló con López, pero ahora no porque, sin duda, Biden es «El usurpador».

¿Quién lo iba a pensar! Que terminarían, quizás por tanto hacerlo y repetirlo en todas partes, como quien por eso se confunde, aplicándole a su país, a su modelo, a ellos mismos, una auto aplicación, un gesto masoquista, contra la constitución eterna, lo mismo que en cada sitio donde el cuervo, deteniendo su vuelo, posa sus patas o arrastrándose y oliendo allí se llega, como lo hace Almagro.

Por su parte, hasta en la intimidad de su alcoba, Trump, también mucho se pregunta, busca respuestas y estas les son dadas, como que la mayoría no te quiere, estas despedido por peligroso y ególatra. «Nada más», le dice su cuervo cuando pregunta, «¿Quién más, aparte del demonio y su virus del mal, me acecha?»

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