Reina Rosario, Directora del Museo Nacional de Historia (Listin, 29-9-20)
He leído el editorial del periódico Listín Diario del sábado 26 de septiembre del presente 2020 titulado “La identidad nacional en decadencia” y me he animado a escribir estas líneas. En dicha pieza el veterano periodista Miguel Franjul da detalles de los niveles en que ha decaído de la identidad dominicana en los actuales momentos. Se trata de una inquietud con muchos niveles de acierto.
La preocupación externada por el editorial del Listín Diario la comparten muchos dominicanos y dominicanas. Yo me siento estar dentro de ese colectivo por mi condición de ciudadana, por ser profesora universitaria y por las funciones acabo de asumir como directora del Museo Nacional de Historia de la República Dominicana.
Apenas con quince días en el puesto estamos conformando un equipo y trabajando en lo que será el nuevo Museo Nacional de Historia. Sé que se trata de una tarea ardua para rearmar una institución que fue cerrada al público desde el año 2005. Pero dentro de poco tiempo daremos apertura a una institución totalmente renovada. Nueva porque su planta física está totalmente reconstruida. Nueva porque se inserta dentro de los cambios de la nueva gestión de gobierno. Pero, sobre todo, será un museo nuevo porque estamos creando el cuerpo de una institución que tenga tal nivel de compromiso con el país que se convierta en el rostro que debe presentar la nación en materia de difusión y fortalecimiento de la identidad nacional dominicana.
Es que, dentro del plan museográfico que estamos elaborando, uno de los ejes centrales será el de contribuir con el despertar de la conciencia y la identidad nacional. Esto porque, desde que se nos consultó para dicha posición, el primer objetivo que nos llegó a la mente fue el de trabajar para lograr una institución en la que, cuando todo dominicano termine el recorrido del museo, sin distinción de procedencia o clase social, comprenda el proceso de construcción de la identidad del pueblo dominicano, se identifique con ella y se sienta orgulloso de la misma.
Los museos, aunque a veces no se tenga conciencia de ello, siempre han sido espacios de diálogo intergeneracional. En el 2015 la UNESCO los definió como “espacios para la transmisión cultural, el diálogo intercultural, el aprendizaje, el debate y la formación; los museos desempeñan también una importante función en la educación (formal y no formal, y el aprendizaje a lo largo de toda la vida), la cohesión social y el desarrollo sostenible. Los museos encierran un gran potencial de sensibilización del público acerca del valor del patrimonio cultural y natural y la responsabilidad de todos los ciudadanos de contribuir a su cuidado y transmisión”.
La responsabilidad asumida de dirigir la conformación de dicho museo no es una tarea unilateral, sino de un equipo de personas expertas que serán consultadas. Claro, también estaremos en la total disposición de recibir sugerencias de quienes entiendan que pueden aportar cualquier idea, piezas o documentos históricos. Nuestro compromiso en todo momento será el de mostrar la historia dominicana con el mayor apego a la verdad. Sin tergiversaciones ni interpretaciones interesadas. Nos guiaremos por el Código de Deontología elaborado por el Consejo Internacional de Museos (ICOM), que “promueve la responsabilidad social, la independencia y la libertad científica, la tolerancia, y el respeto mutuo, sin comprometer los estándares profesionales de los museos”.
Tradicionalmente en la República Dominicana han existido dos maneras de entender la cultura y la identidad nacional. Una de ellas ve la identidad como algo estático, acabado, y con un apego a los monumentos construidos en el pasado lejano. La otra manera está en los que ven la cultura de forma dinámica, como algo que se transforma. Algo que se va enriqueciendo continuamente dentro de la diversidad de nuestra sociedad caracterizada por las tres raíces que le dieron origen: la aborigen, la española y la africana; enriquecida constantemente por inmigrantes de muchas otras latitudes procedentes de todos los continentes.
Nuestros jóvenes deben ser formados con conciencia plena de la diversidad local para que asuman ese conglomerado que llamamos República Dominicana. Al mismo tiempo, cada miembro de ese conglomerado debe dar y esperar un trato igualitario y fraterno. El Museo Nacional de Historia pretende contribuir a formar a nuestros jóvenes para reproducir conductas a favor de la dignidad de todo el pueblo dominicano y promover valores. Dignidad y valores establecidos en la Constitución del país donde se enarbola un trato igualitario a todos; libres de sentimientos discriminatorios y excluyentes.
La dominicanidad debe ser vista como un todo. No es posible imaginar al pueblo dominicano excluyendo una parte de ese todo. La educación de calidad para todos es el medio ideal para promover los cambios que debe alcanzar la sociedad dominicana y a ello contribuirá el Museo Nacional de Historia para canalizar la inquietud de personas como el veterano periodista Miguel Franjul y como tantos dominicanos más. De esta forma ser dominicano, ser dominicana, debe ser algo más que guardar el debido respeto a los símbolos patrios, valorar los ritmos que nos han dado a conocer internacionalmente (merengue y bachata), consumir el sancocho y jugar pelota; también deberá estar ligada a una visión de igualdad para todos.
Lo que hemos planteado tiene mayores posibilidades de realización si retomemos a Duarte para fortalecer la identidad nacional. Cuando esto suceda, estaremos construyendo una identidad como la pensó y la soñó, como la sintió, la enseñó y la ejecutó Juan Pablo Duarte. Así lo legó el padre de la patria en un hermoso poema titulado “El criollo” con una estrofa que recoge la diversidad que somos como pueblo cuando dice: “Los blancos, morenos, cobrizos, cruzados, marchando serenos, unidos y osados, la patria salvemos de viles tiranos, y al mundo mostremos que somos hermanos”.