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Lo que el coronavirus no dejó

Written by Debate Plural

Enoc Sánchez (Aporrea, 5-9-20)

 

Es indiscutible que reducida una pandemia la herencia que esta le entrega a la humanidad es tan sombría que en muchas ocasiones los vivos que quedaron, después de amainada la enfermedad, dudan si fue una ventaja haber sobrevivido a la tragedia. Por ejemplo, cuando la peste negra asoló a Europa, Asia y África en el siglo XIV, se contabilizaron como 80 millones de muertos, otros calculan 200 millones, hasta tal grado que entre un 30 % al 60 % de la población europea murió. Algo similar, pero menos tétrico, sucedió con la gripe española desde el 1918 hasta 1920 dejando, a lo largo de todo el planeta, la macabra cifra de 100 millones de muertos. Ciertamente tales pandemias no solo deben contabilizar el número de fallecidos, además es preciso agregar la desesperanza de aquellos que quedaron vivos, en muchos casos, en la inopia más degradante en la cual se puede encontrar un ser. El deprecio del prójimo al conocer que algún familiar murió de la terrible enfermedad, la pérdida de sus bienes, porque las casas donde habitaban el o los infectados fueron quemadas. Además, la merma de los trabajos dado que muchas empresas de la alta y mediana industria tuvieron que cerrar.

Hoy Venezuela y el mundo están padeciendo los embates de la pandemia del coronavirus, que más o menos apareció en marzo del 2020 y lamentablemente nadie sabe la fecha de cuándo acabará. Hasta ahora las cifras no son tan lastimeras como las referidas anteriormente, los encargados de esta información refieren unos 900 mil fallecidos y 26 millones contagiados. Por fortuna, la estadística no se asemeja en nada a las referidas anteriormente, siendo EEUU el país con mayor número de fallecidos (186.000) y con más contagiados (6.130.000). Contrariamente, Venezuela es unos de los países con una taza baja de fallecidos por la epidemia, pocos contagiados y altos niveles de recuperación.

La secuela de la pandemia del covid 19 no se reduce a los difuntos y a los infectados, también la economía de muchos países está padeciendo las consecuencias de esta epidemia, tales como la quiebra de las empresas, despedida de empleados, inflación por abuso de los comerciantes, restricciones en el comercio debido a la cuarentena, angustias y desesperanzas por la situación familiar, aumento del estrés, enfermedades nerviosas, problemas desnutrición y anemia debido al encarecimiento de los precios de los alimentos, padecimientos por el alto costo de las medicinas, entre tantos males que no se le ve la solución a corto plazo.

Agregado a lo anterior, la pandemia del coronavirus tiene una incidencia social y familiar. En el primer caso la enfermedad mostró el verdadero rostro de algunos seres individualistas y cobardes que no disimulan el desprecio por el vecino afectado por la enfermedad, a tal grado que promueve la ofensa social hacia el infectado próximo y hacia la familia de quien padece el mal. En cuanto a la familia que posee un pariente contagiado por el virus es prácticamente sometida al desprecio vecinal y en algunos casos, se le solicita el abandono de la residencia en la cual tiene viviendo muchos años.

En el plano internacional es lastimoso el uso que se está haciendo del problema de la pandemia, que pareciera que se convirtió en un problema político y no un problema de salud pública. Sin dejar de lado la actitud manifiesta de EEUU en descalificar el trabajo de OMS, desacreditar el adelanto que tiene Rusia, China y otras naciones con relación al descubrimiento de la vacuna contra el covid 19. Que, en vez de buscar una alianza con estos gobiernos para la erradicación total de la pandemia, se empeña en denigrar del trabajo de los científicos quienes tienen experiencia en virología y tiempo trabajando en la búsqueda de la cura de la enfermedad.

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