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50 Aniversario del triunfo de la Unidad Popular en Chile

Lois Pérez Leira (Aporrea, 4-9-20)

 

Este septiembre se cumplen dos aniversario de la historia heroica del pueblo chileno: el triunfo de la Unidad Popular el 4 de septiembre de 1970 y el golpe de Estado genocida del 11 de septiembre de 1973.

Fue esa madrugada del triunfo de la Unidad Popular que el flamante presidente Allende visiblemente emocionado y desde un palco improvisado, la madrugada del 5 de septiembre dio un discurso a la multitud que celebraba su victoria en las elecciones presidenciales de 1970. Desde el balcón del antiguo edificio de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech), el «compañero presidente», dedicó el triunfo a «los hombres y mujeres, a los militantes de los partidos populares e integrantes de las fuerzas sociales que hicieron posible esta victoria que tiene proyecciones más allá de las fronteras de la propia patria».

Eran tiempos de sueños y de victorias. Eran los tiempos del Vietnan heroico, de Laos y Camboya resistiendo, de nuestra Cuba querida y cercana que alumbraba la América insurgente. Hacia poco tiempo que nuestro Ernesto Guevara caía en combate para guiarnos en la construcción del Hombre Nuevo. La revolución estaba allí, el socialismo era una utopía posible y los jóvenes marchábamos cantando las canciones de Víctor Jara y Quilapayun que nos hablaba de Santa Maria de Iquique y la explotación de los obreros en las minas del salitre, mientras Violeta Parra nos daba «Gracias a la Vida» y Biglietti nos convocaba a «Desalambrar». Cuanta ilusión. Cuanta esperanza.

Un 23 de mayo de 1973. En mi condición de Presidente de la Confederación de Estudiantes Secundarios (CAES), me toco el honor de ir a recibir a Salvador Allende, al aeropuerto de Buenos Aires. Aquella mañana fue emocionante, recibir al líder de la izquierda chilena, plural y democrática. Recibir a nuestro querido «Chicho» que estaba encabezando la primera revolución pacifica hacia el socialismo. Aquel dia éramos cientos, que nos convertimos en miles. Fue inolvidable. Al día siguiente tuvimos la suerte de escucharlo desde las ventanas de la Embajada de su país, donde nuevamente una multitud le transmitía el apoyo a la revolución que era de todos. Que trascendía la cordillera de los Andes, que invadía la Argentina peronista y montonera. Fue la verdadera primavera americana. Era un aire fresco que penetraba por todos los rincones. De la América que llevaba siglos esperando. Unos días después el presidente Campora asumía el gobierno argentino. Los gritos de la multitud cantaban «Perón Evita, la Patria Socialista» Mientras en el balcón de la Casa Rosada, Allende y Dorticos miraban hacia el infinito y soñaban con una Patria Latinoamericana. La de Bolívar, la de San Martín, la de Martí.

Salvador Allende

La reacción no se hizo esperar. Los del norte como siempre. Los de la muerte como siempre. Tenían que matar la esperanza. Meses después la noticia recorría el mundo. Allende resistía en la Moneda, mientras Gladis Marín y Miguel Enríquez llamaban a la juventud a resistir y los obreros del puerto de Valparaíso, hacían los últimos esfuerzos para defender la dignidad de Chile.

Chile no se rinde carajo! Chile no se rinde carajo! era el grito que recorría las calles de Buenos Aires y del mundo. Mientras Salvador Allende moría combatiendo y Víctor Jara nos seguía acompañando con sus canciones desde aquel Estadio Nacional, desde donde nos seguía hablaban del futuro y del amor.

Nunca voy a olvidar todas aquellas lagrimas y todas nuestras tristezas compartidas, por que solamente quisimos, como dijo el poeta «llenar de estrellas el corazón del hombre»·

Meses después, en enero de 1974 tuve el «honor» de ser detenido durante 24 horas por participar de una manifestación en solidaridad con Chile. Mi delito fue «tremendo» fue llevar un libro con los últimos discursos del presidente mártir. Tiempo después la actividad política me llevo a participar de la fundación del Comité Argentino de Solidaridad con Chile (COMACHI) y después de 30 años sigo recordando a aquella inolvidable Amanda y a un Víctor Jara que me sigue acompañado por el Chile de Recabarren, del salitre y del cobre Y las canciones de Violeta me siguen desgarrando en la soledad. Mientras el mar sigue batiendo sobre la Isla Negra. Y los gritos de ¡Chile no se rinden carajo! los sigo escuchando como si fuera hoy. Y el recuerdo de Inés y todos los compañeros muertos y de tantas historias… Hace algunos años hablando en Madrid con Isabel, la hija de Allende nos pusimos a recordar aquellos años. Y a pesar del tiempo la emoción nos fue pasando algunas facturas. Ya son muchos años sin Salvador Allende, sin Víctor Jara, sin Neruda, sin tantos compañeros… Pero nos queda la esperanza.

¡Viva Chile Carajo!

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