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Occidente vs. Rusia y China. ¿Quién hallará la cura para COVID-19?

Written by Debate Plural

Hispantv, 2-8-20)

 

Los países del mundo están inmersos en una carrera contrarreloj para hallar una vacuna para la COVID-19, pero, ¿quién se hará con los laureles primero?

Desde que apareciera la letal pandemia del nuevo coronavirus, causante de la COVID-19, en el mundo, son muchos los países, encabezados por las llamadas superpotencias, que quieren tomar la delantera para hallar una vacuna a fin de combatir sus estragos entre sus poblaciones; no obstante, surge la cuestión de quién de ellos será el primero en alcanzar el Monte del Olimpo, que, entre otras cosas, le aportará unos benéficos estratosféricos, tanto en el ámbito económico como en lo político, a nivel mundial.

La enfermedad de la COVID-19 se puede considerar la impericia de unos seres humanos que, al estar coexistiendo en una era de sobresalientes y constantes desarrollos, progresos y avances tecnológicos están, sin embargo, incapacitados a la hora de hacer frente a este letal patógeno, que, hasta el momento, ha causado la muerte de más de 677 000 personas alrededor del orbe.

En una coyuntura como la que sigue a esta pandemia global, son muchas las personas en todo el mundo que a diario siguen muy atentamente cualquier desarrollo que se diera en torno al proceso de descubrimiento y posterior producción de alguna vacuna que pudiera estar disponible en el menor plazo de tiempo posible, a fin de poder tratar los efectos nocivos del virus a nivel mundial.

Es posible que el ser humano del siglo XXI nunca se hubiera imaginado que, en el apogeo de la era de la nanotecnología o espacial, surgiera una enfermedad de estas características, que, en una carrera meteórica, pudiera provocar tanto la muerte en masa de miles de personas como, al mismo tiempo, que no hubiera una cura o vacuna definitiva para acotarla.

La expectación es máxima a nivel mundial para saber en qué momento y en qué lugar del globo terráqueo se anunciará la dicha del hallazgo de alguna vacuna que pudiera combatir el virus, puesto que la cantidad de proyectos de investigación en marcha en todo el mundo es muy alta y significativa en su género.

Entretanto, existe una seria competición entre los países más desarrollados o en vías de desarrollo del planeta para encontrar una cura lo antes posible, a fin de poder combatir la COVID-19. Es como si hubiera comenzado una guerra científica entre China y Rusia, por un lado, y Estados Unidos y Europa, por el otro, para obtener la vacuna contra el SARS-CoV-2.

Cada una de estas naciones está tratando de tomar la delantera en esta guerra científica y propagandística. Por supuesto, esta feroz rivalidad entre ellas, sin duda alguna, finalmente beneficiará a la población mundial por acelerar el proceso del hallazgo y la posterior producción en masa de la tan deseada vacuna que pueda, por fin, controlar la crisis sanitaria global.

Resulta que en la referida carrera propagandista es EE.UU. el que lidera el desarrollo de cualquier tipo de vacuna contra la mortífera cepa de la COVID-19, por contar con el mayor número de proyectos de investigación en marcha en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

De acuerdo con las últimas cifras facilitadas por la OMS, a día de hoy hay al menos 130 proyectos de investigación en curso sobre cómo combatir esta emergencia sanitaria global, con Estados Unidos a la cabeza, con 42 proyectos científicos, seguido por China, con 19.

Por supuesto, el hecho de que un país tenga una mayor cantidad de proyectos de investigación en marcha en sus laboratorios científicos no significa que pueda tener éxito a la hora de hallar una cura que le encumbre a la producción final de la vacuna de la COVID-19, no obstante, es muy probable que un país con una gran inversión, enfocado en un solo proyecto científico, logre un resultado más favorable para esta difícil empresa de la búsqueda de la producción en masa de algún tratamiento específico contra la letal enfermedad.

Debe tenerse en cuenta que, para analizar adecuadamente la situación de la producción de la vacuna para el coronavirus en Estados Unidos, también se deben considerar las características políticas y económicas de este país. Dentro del propio Estados Unidos existe una feroz competición entre diferentes compañías farmacéuticas, y el sistema capitalista en este país es tal que las compañías científicas, todas con iniciativa privada, que operan en esta nación, se ven como competidores serios entre sí, y lograr avances significativos en vías de desarrollo para la obtención de la referida cura de una de estas compañías viene significando el descrédito de la otra, así como la consecución de grandes sumas de beneficios económicos.

Una perspectiva tan tremendamente competitiva para tener acceso a más fondos de financiación en la fase del desarrollo de la vacuna para la COVID-19 es, de lejos, muy insuficiente en muchos otros países.

Por supuesto, mientras tanto, no debe olvidarse que la ingente inversión estadounidense en proyectos científicos de compañías privadas y campus universitarios es mucho mayor que la de otros países. Esta coyuntura es cierta no solo para la vacuna para el SARS-CoV-2, sino también para otros tantos campos científicos. De hecho, se puede decir que Estados Unidos no escatima esfuerzos a la hora de invertir y destinar fondos financieros para los proyectos de investigación y desarrollo.

Para entender mejor este punto, es necesario considerar que, en la Universidad privada Johns Hopkin, de Baltimore, situada en el estado de Maryland, se destinó unos 2,66 mil millones de dólares tan solo para proyectos de investigación en 2018 [1]. Mientras tanto, el Ministerio de Educación y Formación Profesional de España, en el marco de las dotaciones presupuestarias destinadas a esta área, designó 2722 millones de euros para el período 2019-2020 [2]. Sin embargo, el presupuesto no financiero en I+D+I (investigación, desarrollo e innovación) para investigación civil ascendió a 2845 millones de euros.

China, por su parte, destinó unos 2,17 mil millones de yuanes (311 mil millones de dólares) a I+D para proyectos de investigación [3] en 2019, mientras que el Ministerio de Educación de Irán, siendo un país en vías de desarrollo, asignó cerca de 1000 millones de dólares para el período comprendido entre 2020-2021.

Por lo tanto, en la comparación entre países para fabricar la tan ansiada vacuna para la COVID-19, la capacidad financiera de esas naciones también debe tenerse en cuenta, de lo contrario, la comparativa no sería lógica.

Si bien la industria farmacéutica de Irán ocupa el primer lugar en la región de Asia Occidental en cuanto a la producción de vacunas y medicamentos, como pone de relieve el hecho de que en estos momentos está produciendo tratamientos en masa para combatir la plaga del virus, conforme sostiene la Cartera de Salud de dicha nación, considerando la mera cuestión del enorme potencial financiero y científico con el que cuentan las empresas de investigación occidentales, rusas y chinas, es muy posible que estas estén más cerca de lograr obtener una cura para controlar la propagación de la pandemia global.

En una visión general sobre los proyectos de investigación más importantes para la producción de la dosis necesaria para la vacuna para la COVID-19, se puede mencionar al equipo de investigación de la Universidad de Oxford (Reino Unido) como uno de los pioneros en este campo, junto al laboratorio chino Sinovac y el Centro Nacional de Investigaciones Epidemiológicas y Microbiología Gamalei, del Ministerio de Salud de Rusia.

El equipo de Oxford ya anunció en su día que estará listo para entregar la vacuna definitiva contra el letal virus a finales del año en curso. Los esfuerzos combinados de este equipo de investigación británico también han hecho aumentar el valor de las acciones de muchas de las empresas farmacéuticas occidentales.

Se sabe que las cuatro compañías biotecnológicas y farmacéuticas Moderna y Pfizer, ambas de EE.UU.; Oxford-Astrazenka, del Reino Unido; y BioNTech, de Alemania, son empresas asociadas entre sí que buscan ponerse por delante de sus competidores chinos y rusos en una carrera contrarreloj, a fin de adjudicarse la patente de la primera vacuna para la COVID-19 a nivel mundial, que les aportaría, sin duda alguna, unos beneficios económicos tan exorbitantes que serían muy difíciles de imaginar por el común de los mortales.

El Gobierno de EE.UU., presidido por el magnate Donald Trump, alcanzó un acuerdo de 2000 millones de dólares con los laboratorios Pfizer (estadounidense) y Biontech (alemán), para garantizarse 100 millones de dosis de una potencial vacuna para el coronavirus con previsión de aumentar dicho monto en 500 millones de unidades.

El laboratorio estadounidense Moderna, con sede en Massachusetts, por su parte, anunció recientemente que podría tener preparada una vacuna para la COVID-19 para principios del próximo noviembre, ya que sus científicos han iniciado la fase 3 de un ensayo clínico, una fase en la que participarán unas 30 000 personas en total de diferentes partes de Estados Unidos.

Las autoridades estadounidenses calculan que cientos de miles de dosis de vacunas seguras y efectivas para contrarrestar el letal virus llegarían al mercado norteamericano a principios de 2021. De esta manera, cualquier compañía farmacéutica que lidere la producción mundial de la cura conoce, de antemano, el interés de la Casa Blanca en la compra de todas y cada una de sus acciones bursátiles.

Esta actitud monopolista estadounidense también ha sido criticada por la comunidad internacional, pues sostiene que esta dinámica emprendida por la Casa Blanca permitirá que los países más ricos reciban la vacuna para la COVID-19 en un menor plazo de tiempo en comparación con aquellos países que cuentan con una menor capacidad de recursos económicos.

El Ejecutivo de Estados Unidos siguió exactamente la misma práctica monopolista con RemedSavir, cuando logró un polémico acuerdo con la farmacéutica Gilead Sciences para hacerse con todo el suministro mundial de los próximos tres meses de este medicamento, que, según parece, es uno de los más prometedores tratamientos para la COVID-19.

Entretanto, las empresas biofarmacéuticas chinas, que están a la vanguardia de los esfuerzos mundiales para crear una vacuna contra el coronavirus con más de media docena de candidatos en desarrollo clínico de una dosis efectiva, vienen informando de sus progresos científicos de tal modo que, de acuerdo con los medios estatales del gigante asiático, es probable que una de las vacunas en fase de prueba en los laboratorios locales pueda estar disponible para el gran público a finales del presente año.

De hecho, CanSino Biologics, con sede en Tianjín, cerca de Pekín (capital china), publicó los resultados [4] de un ensayo clínico en etapa inicial, que arrojan que su vacuna es segura y efectiva para poder desencadenar una respuesta inmune contra el virus.

Además, en la misma línea, el Grupo Farmacéutico Nacional de China (Sinofarm) anunció recientemente que la última fase de pruebas de ensayo clínico en seres humanos de la vacuna se completaría en unos tres meses.

Por otra parte, desde Rusia se ha anunciado que se están completando los ensayos clínicos para proyección de una vacuna para la COVID-19, desarrollada por el Instituto Nacional de Epidemiología y Microbiología Gamaleya del país euroasiático.

El ministro ruso de Salud, Mijail Murashko, afirmó el sábado, 1 de agosto, que ahora se están preparando los documentos para proceder al registro de la vacuna y que, en cuanto se finalice este proceso, se comenzará a inyectar a los trabajadores de la salud y los maestros; ambos grupos serán mantenidos bajo observación científica.

Murashko adelantó, asimismo, que otra proyección de la vacuna para el coronavirus, desarrollada por el Instituto de Virología Vector, se encuentra en etapa de ensayo clínico y agregó que están esperando los resultados de otras dos vacunas, para, posteriormente, ser probadas en voluntarios en los próximos dos meses.

Aun con todos los esfuerzos realizados y por realizar para producir la vacuna para la COVID-19 en el mundo, en una carrera contrarreloj, es muy pronto cantar victoria, a sabiendas de que los ensayos clínicos de la mayoría de estas dosis de las vacunas en vías de desarrollo por los laboratorios mundiales llevarán mucho tiempo en ofrecer un resultado positivo y efectivo.

En resumidas cuentas, el hecho de que algunas compañías biotecnológicas anuncien que lanzarán la ansiada vacuna antes de que finalice 2020 a menudo puede ser un truco publicitario para incrementar el valor de sus acciones bursátiles y, por lo tanto, no todas las declaraciones de esta índole, sean tanto provenientes de las compañas farmacéuticas de los países occidentales como si son de las empresas chinas y rusas, deben ser tomadas en serio por la opinión pública a nivel mundial.

Así pues, hasta que se descubra una vacuna efectiva para combatir los efectos nocivos de la COVID-19, sea cual sea su procedencia, no nos queda más remedio a los mundanos cumplir a rajatabla los protocolos de salud y no abandonar el autocuidado recomendado por las autoridades sanitarias mundiales.

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