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No hace falta golpear nazis para luchar contra el fascismo

Written by Debate Plural

Talia Lavin (The Nation, 10-6-20)

 

Esta semana he vuelto a tomar contacto con las milicias ultraderechistas. Es fácil encontrar diversos grupos “patriotas” de extrema derecha en Facebook, y la mayor parte de ellos no ocultan su identidad. Me apunté a tantas páginas como pude y empecé a monitorearlas con un objetivo: ¿Planeaba alguno de ellos acudir con armas a las protestas de Black Lives Matter? Además, a través de Discord (una aplicación para chatear mediante texto o audio) también me sumé a varios foros de discusión centrados en torno a la ideología Boogaloo, el movimiento informal de supremacistas blancos cuyo más ardiente deseo es provocar una guerra de razas.

(El término Boogaloo procede de una película de breakdance de 1984 Breakin’ 2: Electric Boogaloo, secuela de Breakin, y el movimiento también se centra en otra secuela: una segunda guerra civil). Mi objetivo al entrar en estos chats era el mismo: averiguar todo lo que pudiera sobre planes específicos y grabar los recursos con los que la gente decía que contaba. Uno de los grupos, por ejemplo, alardeaba de sus armas de fuego SIG, sus pistolas Glock y sus fusiles de asalto AR. Si surgía alguna información útil, me pondría en contacto con personas que se la transmitirían a los activistas que protestan sobre el terreno.

Para mis propósitos empleaba una cuenta falsa de Facebook que he utilizado docenas de veces para objetivos similares. El nombre es falso y el perfil está elaborado con referencias a diversos grupos de extrema derecha, intereses “patrióticos” y posts de contenido racista, con el fin de mantener la credibilidad. He abierto tantas cuentas en tantas aplicaciones en los últimos años que tengo que tener cuidado de no olvidar mis seudónimos. Aunque me lo tomé muy en serio cuando investigaba para mi libro sobre la extrema derecha en las redes sociales, la infiltración en grupos de odio no es un extraño hobby ni una labor periodística: es antifascismo.



Aunque la imagen que acuda a la cabeza cuando la mayoría de la gente piensa en los “Antifa” sea la de una legión de militantes vestidos de negro listos para repartir puñetazos, esta clase de investigación también es una tarea antifascista. De hecho, la monitorización de esos grupos forma parte integral de las operaciones antifascistas. El movimiento Antifa consiste en una serie de tácticas organizativas y en una ética, no en ninguna organización específica; así como cualquier grupo descentralizado engloba una diversidad de ideas, Antifa cosiste en oponerse a los grupos fascistas por cualquier medio disponible, incluyendo, en caso de que sea necesaria, la violencia.

No obstante, para muchos antifascistas la infiltración, la vigilancia y la investigación son las principales maneras (si no las únicas) de involucrarse en el antifascismo. Luchar contra grupos fascistas militantes es una tarea ambiciosa y complicada, y aunque dirigir un puño a la cara de un nazi puede formar parte de esa oposición, solo representa una manera. Al igual que otras formas de activismo social requieren el uso de variedad de tácticas –el manifestante que toma la calle, el planificador que presenta un presupuesto ciudadano con recortes a los fondos para la policía, la persona que asiste a los plenos municipales–, lo mismo pasa con el antifascismo.

La investigación carece de glamur, agota y supone un nivel de engaño angustioso. Tienes que exponerte a una asquerosa masa de bilis racista, lo que implica un peaje agotador para el espíritu. Además debe hacerse con sumo cuidado, los miembros de grupos ultraderechistas pueden amenazar de muerte a los activistas y sus familias, acosarlos y hacerles objeto de su violencia. Pero el trabajo sirve al único propósito de Antifa: evitar el aumento de las bandas de extrema derecha y defender del odio a nuestras comunidades.



El antifascismo está presente en la web de múltiples maneras. La infiltración en grupos ultraderechistas puede ayudar a conocer los detalles de futuras marchas fascistas. Pero en otros casos, con identidades falsas y conociendo los matices de las tensiones existentes entre los diferentes grupos racistas, los antifascistas pueden intentar desbaratar a la ultraderecha creando discrepancias desde dentro.

El periodista Aaron Gell informó en la revista GEN de Medium de que una operación antifascista evitó una secuela de la sangrienta marcha Unite the Right en Charlottesville. Gracias a una argucia en la que participaron múltiples personas con identidad falsa, que alimentaron cuidadosamente el conflicto entre los grupos paramilitares neonazis y la alt-right, los antifascistas desbarataron una marcha que pensaba atraer a 1.000 ultraderechistas a la que finalmente solo acudieron 20. Los puños no son el único instrumento para defender a las comunidades, con mucho trabajo y algo de suerte se puede frustrar el juego de los fascistas.

Otra herramienta importante de los antifascistas es el doxing, la identificación de las personas reales que están detrás de los pseudónimos fascistas. El mes pasado una cuenta antifascista de Twitter subió documentación que aparentemente demostraba que un profesor de ciencias sociales de enseñanza media en Carolina del Sur, Timothy Manning, fue uno de los principales organizadores de la marcha  Unite the Right de 2017.

En un hilo de 20 tuits, la cuenta Identify Dixie –un giro de Identity Dixie, un grupo neoconfederado que se autodescribe como “los auténticos hijos del Sur”– vinculaba meticulosamente a Manning con los posts subidos a Twitter y a Discord por “SCNazi” y con la planificación entusiasta de la marcha de 2017 en Charlottesville. En sus mensajes en línea supuestamente Manning se refería a las duchas (i.e. cámaras de gas) para judíos, utilizaba imágenes de la iconografía nazi y se lamentaba del poder judío. Identify Dixie mostraba que presuntamente Manning organizaba el transporte y alojamiento de los manifestantes que gritaban “¡Los judíos no nos reemplazarán!” en Charlottesville. Mientras ocurría todo eso, ejercía de profesor para los chicos y entrenaba al equipo femenino de voleibol de la escuela Pleasant Hill en Lexington, CS.

Un día después de que la cuenta anónima subiera la documentación que le inculpaba, la escuela le dio una baja administrativa, aunque Manning negó tener vínculos con los nazis. Una posterior investigación de The State reveló otras actividades de Manning y su padre en las redes sociales supremacistas blancas. La pasada semana, Manning se despidió de la escuela sin esperar su readmisión.

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