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Refutación del fundamentalismo religioso

Written by Debate Plural

Manuel E. Yepe (Prensa Latina, 20-5-20)

 

El modelo de los pastores carismáticos multitudinarios fue exportado por Estados Unidos a América Latina en los años 1970 para debilitar a la Teología de la Liberación, corriente de la Iglesia católica comprometida con el destino de los más pobres.

Según el sociólogo, filósofo, economista, jurista, historiador y
politólogo alemán Max Weber, considerado uno de los fundadores del
estudio moderno de la sociología y la administración pública, el
protestantismo es uno de los elementos constitutivos del origen del
capitalismo. A partir esa misma lógica del desarrollo, es evidente qu
la reaccionaria y tradicional iglesia neopentecostal –nacida en y
exportada por Estados Unidos– es parte fundamental de la actual fase
neoliberal del capitalismo, la que promueve que el Estado no
intervenga en la sociedad, que sea partidario del individualismo más
cruel, ajeno a toda solidaridad social y que privilegie el control
confesional incluso sobre la salud de la población.

Aproximadamente así lo aprecia el doctor en ciencias económicas,
sociólogo, investigador, docente, periodista y poeta argentino Jorge
Elbaum en su artículo  “Pastores del Virus”. El modelo de los pastores carismáticos multitudinarios fue exportado por Estados Unidos a América Latina en los años 1970 para debilitar a la Teología de la Liberación, corriente de la Iglesia católica comprometida con el destino de los más pobres.

El pastor Gerard Glenn, referente de la congregación New Deliverance
Evangelistic de Richmond, desafió recomendaciones de aislamiento
social afirmando que “Dios es más grande que este temido virus” y
advirtió que no iba a consentir el cierre temporal de su templo. “Soy
esencial como predicador, porque hablo con Dios”, manifestaba. Glenn
falleció el 22 de marzo último por coronavirus pero su esposa pelea
aún contra la enfermedad.

El mismo destino lo sufrió Landon Spradlin, líder de la comunidad
evangélica de Virginia, quien se convirtió en un acérrimo defensor de
los postulados de Donald Trump. El 25 de marzo último murió a los 65
años, poco después de afirmar que la cuarentena tenía como objetivo
básico “manipular la vida de los ciudadanos estadounidenses” y que su
comunicación a través de los medios estaba produciendo “un innecesario terror”.

A mediados de abril la editorial Life Way Christian Resources de
Tennessee reprodujo los resultados de una encuesta sobre la percepción
de los pastores, en relación con la pandemia: el 81 % de los
consultados indicó que “el amor de muchos creyentes se está disipando
como producto del distanciamiento social”, razón por la cual se debían
mantener abiertas sus congregaciones.

En Corea del Sur, la Iglesia de Jesús –conocida como la congregación
de Shincheon, promovente de asambleas multitudinarias– se convirtió en
el epicentro de los contagios con COVID en ese país. Su máximo
referente, el pastor Lee Man-Hee, impulsó a sus seguidores a oponerse
a las rigurosas medidas de aislamiento ordenadas por el gobierno. El
60 % del total de los infectados de ese país pertenecen a ese
colectivo.

En situaciones de crisis como la actual, los fundamentalismos
religiosos (de todas las confesiones) se oponen a las regulaciones
humanas a la ley de dios, exigiendo obediencia a mandatos divinos que
supuestamente interpretan y gestionan. Sus reclamos aperturistas se
aprecian motivados por las expectativas de pérdidas en la recaudación
proveniente de las contribuciones y los diezmos de los feligreses. Los
líderes de la ortodoxia confesional consideran que la falta de
ingresos puede llevar a la quiebra de sus empresas comerciales. El
lógico temor que genera la pandemia permite a los líderes
fundamentalistas apelar al discurso apocalíptico y aconsejar a los
pecadores un regreso a la verdad revelada.

En América Latina la tradición neopentecostal se consolidó difundiendo
la denominada teología de la prosperidad, que sostiene que la riqueza
es un don divino. Los multimillonarios, para esa tradición, son
sujetos que han sido recompensados por la deidad y carecen de
responsabilidad por la inequidad que originan. Según sus referentes,
no se les puede acusar de mezquindad por aquello de que al acumular
riquezas someten al resto de la humanidad a la miseria. Desde ese
posicionamiento ideológico se defiende el sexismo y el patriarcado, y
se agrede a las identidades LGTBI, a los movimientos feministas y/o a
quienes promueven la interrupción voluntaria del embarazo.
Según el sociólogo Max Weber, el protestantismo es uno de los
elementos constitutivos de los orígenes del capitalismo. En esa misma
lógica, aparece como evidente que la reaccionaria tradición neopentecostal –nacida en y exportada por Estados Unidos– es parte
fundamental de su actual fase neoliberal, que promueve tanto un Estado
indiferente (no intervencionista) como la preeminencia de un
individualismo cruel, ajeno a toda solidaridad social, privilegiando
el control confesional por encima, incluso, del gubernamental en
materia de atención de la salud de la población.

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