Dennis Kosuth, (Rebelión, 11-5-20)

En ciudades como Chicago y el cercano Condado de Cook la pandemia de coronavirus está convirtiendo en una pesadilla las desigualdades en materia de salud que existen desde hace mucho tiempo entre las personas presas y en los barrios pobres.

El Covid-19 ha puesto de relieve las profundas desigualdades que existen en Chicago. Por desgracia, algunas de las decisiones tomadas por los responsables del Condado de Cook, que incluye Chicago y sus suburbios, se sitúan entre el olvido y la negligencia.

Dos domingos recientes estuve trabajando en la cárcel del Condado de Cook. Situada en Chicago, es una de las cárceles más grandes del país y en un momento dado era el mayor foco de infección del Covid-19 conocido del país. A fecha del 30 de abril casi 800 personas presas y pertenecientes al personal de la cárcel habían dado positivo en las pruebas, y habían muerto seis presos y un agente. Durante trece años he trabajado como enfermero y ocho de ellos los he pasado en la ajetreada sala de urgencias del Hospital Stroger del Condado de Cook. Era la primera vez que trabajaba en el entorno de una cárcel y fue peor de lo que esperaba.

Varios de los reclusos informaron de que no recibían la atención adecuada. A otro con el que trabajé se le diagnosticó casualmente diabetes tras haber estado encarcelado. Estaba tan frustrado por haber contraído el Covid-19 que no creía que fuera correcto el diagnóstico de diabetes, rechazaba su tratamiento y había protestado por medio de una huelga de hambre de dos días. Otros dos jóvenes diabéticos tenían unos niveles de glucosa mayores de lo que podía medir mi medidor. Uno dijo que se debía a que el día anterior no le había puesto su dosis de insulina. Pregunté a otro enfermero cómo podía haber ocurrido esto y me respondió que cuando no había personal suficiente los presos no recibían su medicación. La falta de personal es un problema crónico que conoce la dirección, pero el personal de enfermería no ha dicho nada por miedo a las represalias.

Ahora muchas personas aplauden al personal de enfermería como héroes, como personas que ponen sus vidas en peligro para ayudar a otras. Pero hay una falta de relación entre esta exaltación y las condiciones reales en las que trabaja actualmente la mayoría de este personal de enfermería.

La mayoría de los retos a los que nos enfrentamos no surgieron con el coronavirus, existen desde hace décadas. Miles de las personas encarceladas en esta cárcel no han sido condenadas por ningún delito, pero están encarceladas porque no pueden pagar la fianza. Antes de la pandemia el sistema judicial estaba saturado y ahora los presos se enfrentan a una posible condena a muerte por el delito de ser pobres en un estado que abolió esta práctica hace casi diez años.

Las personas afroestadounidenses suponen aproximadamente el 30 % de la población de Chicago, pero el 72 % de las personas muertas por el Covid-19. Esta pandemia ha exacerbado las desigualdades en materia de salud y el apartheid médico subyacentes que existen en este condado desde hace siglos. Quienes ya han sufrido tanto tienen todas las posibilidades de enfermar.

Estados Unidos gasta más que cualquier otro país en atención médica y tiene uno de los peores resultados, especialmente cuando se trata de comunidades pobres de color. Muchos estudios revisados por otros expertos relacionan la salud con una vivienda adecuada, el acceso a alimentos sanos, el acceso a la atención primaria y a medicación, tener un empleo con un salario digno y el nivel de estrés que soporta la persona. He conocido a muchos pacientes que toman la pastilla para la tensión en días alternos en vez de a diario o que comparten la insulina con otro miembro de la familia. No debería sorprender que el control general de la hipertensión y de la diabetes en este país sea peligrosamente bajo.

La razón por la que me destinaron a la cárcel fue que la sala de urgencias en la que he trabajado a tiempo parcial durante los últimos dos años y medio cerró por obras el 6 de abril y volverá a abrir 6 de mayo. El primer hospital que abrieron y gestionaron personas afroestadounidenses, el Hospital Provident, está en una comunidad pobre de Washington Park. Contiguo al mucho más rico barrio de Hyde Park, lugar en el que se ubica la Universidad de Chicago, la esperanza media de vida desciende catorce años si una persona vive en el “lado equivocado” de la Avenida Cottage Grove en Washington Park.

Según la presidenta de la Junta del Condado de Cook, Toni Preckwinkle, la sala de urgencias del Hospital Provident cerró por obras porque “un miembro del personal sanitario del departamento de urgencias tenía coronavirus”. Sin embargo, no hay ni un solo centro de atención médica similar en el país en el que al menos un empleado no haya dado positivo en el test de Covid-19.

Este mismo gobierno del condado de Cook, responsable de la cárcel y del sistema sanitario que incluye el Hospital Provident, ha preparado una morgue provisional de 66.000 pies cuadrados. Este almacén refrigerado podrá contener más de dos mil cuerpos. Dado el nivel de propagación que ha alcanzado la enfermedad es probable que, por desgracia, se necesite esta morgue. Pero la falta de acción por parte del Condado en la cárcel y las obras en la sala de urgencias de Washington Park contribuirán a llenarla. Necesitamos más instalaciones de atención sanitaria en comunidades como Washington Park, no menos.

Mis colegas y yo no nos opusimos a que se hicieran mejoras en la sala de urgencias, pero nos parecía que no era necesario cerrarla por completo. Una sala de urgencias no es como un Burger King. No se puede simplemente apagar las luces y poner un cartel de “cerrado” cuando se encuentra un ratón en la freidora. La gente acude a una sala de urgencias porque necesita atención de urgencia. Mientras estuve ahí trabajé con mujeres que eran víctimas de violencia doméstica, con personas que no podían respirar debido al asma, con personas que tenían ataques al corazón, con personas que tenían heridas traumáticas y con personas que habían dejado de respirar debido a una sobredosis de heroína.

También creemos que en un mes se podrían hacer las obras de mejora. A diez minutos en coche al norte del Hospital Provident está McCormick Place, donde se gastaron 13 millones de dólares para que 400 obreros de la construcción trabajaran 24 horas al día para convertir el centro de convenciones en un hospital. ¿Acaso son menos importantes las familias de Washington Park?

El personal de enfermería organizó protestas junto con nuestro sindicato, National Nurses United. Contactamos con otros sindicatos, como Chicago Teachers Union, y con organizaciones comunitarias activas en esta zona. Ofrecimos una rueda de prensa la tarde del lunes 6 de abril y preguntamos por qué cerraban una sala de urgencias comunitaria en un barrio afroaestadounidense justo cuando esta pandemia estaba en su peor momento. Iniciamos una petición on line que inmediatamente reunió casi tres mil firmas. Elaboramos un vídeo para explicar el caso y empezamos a compartirlo en las redes sociales junto con la petición. Pedimos a las personas que habían firmado la petición que llamaran a los políticos para pedirles que revocaran la decisión.

Conseguimos que la sala de urgencias abriera dieciséis días antes de lo que las autoridades del Condado habían anunciado. Las personas trabajadoras ordinarias, unidas a través de sus sindicatos, las organizaciones comunitarias y los políticos locales disminuyeron las posibilidades de que ocurriera algo trágico mientras estuvo cerrada. Es muy posible que se haya llevado a una persona muy enferma a la puerta de esa sala de urgencia, donde la ayuda ofrecida no habría sido adecuada.

¿Qué más se puede hacer? Podemos reducir la población reclusa de la cárcel del Condado de Cook, acelerar los casos de quienes pueden ser puestos en libertad y aumentar el nivel de la atención sanitaria de las personas que deben permanecer en ella. Hay recursos para hacer frente a esta catástrofe y el Condado de Cook debe destinarlos a aquellas zonas en las que tendrán el máximo impacto. En el centro de Chicago hay cientos de habitaciones de hotel vacías debido a la pandemia. Si lo que preocupa es que quienes están [encarcelados] en espera de juicio simplemente porque no pueden pagar la fianza suponen un riesgo para la salud de sus comunidades, alójenlos en habitaciones de hotel. Hagan que estén en cuarentena dos semanas antes de volver a sus casas. Una vez que pase esta crisis se pueden reanudar los procedimientos legales que les atañen.

Hay que actuar para encontrar soluciones a largo plazo a los problemas previos que afectan a nuestro sistema de salud. El hecho de que exista una diferencia de treinta años en la esperanza de vida entre las zonas de Chicago ricas y con predominio de población blanca, y los barrios que reciben una financiación insuficiente y están habitados sobre todo por personas de color ya debería haber sido una emergencia extremadamente preocupante. Esto era verdad antes del Covid-19. Con la pandemia la diferencia no hará más que agrandarse a menos que instituciones gubernamentales como el Condado de Cook actúen para mantener y mejorar la atención sanitaria en vez de recortarla, y a menos que desmantelemos rápidamente el sistema carcelario que está haciendo que la pandemia sea infinitamente peor.