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2020: ¿el año maldito?

Written by Debate Plural

Omar Olazábal Rodríguez (Cubadebate, 22-3-20)

 

Desde enero se suceden, una tras otra, teorías y opiniones, memes y cuasi-tratados sobre la malignidad que acompaña al año 2020. Cábalas, profecías del siempre recurrente Nostradamus, la conjugación de las cifras del año, los días y los meses, año bisiesto, en fin, todo un reto para el esoterismo globalizado. Y cada suceso negativo es vinculado automáticamente a esos designios del destino. Ya nos pasó en el 2000 y el 2012. Así está ocurriendo con la pandemia del Coronavirus, que tanta desgracia ha traído a nuestro mundo.

Voy a comenzar diciendo que el 2020 hasta ahora se está mostrando maldito. Tiene que serlo cuando cada día siguen muriendo seres humanos a consecuencia de un nuevo virus. Es cierto que podría haber ocurrido en cualquier otro año, pero nos ha caído en éste. Y su rápida y mortal dispersión tiene que ver, de manera directa, con los movimientos humanos en un mundo ya tan conectado, que ha provocado en algunos políticos la errónea y malsana idea de que solo poniendo muros podrán cerrarse las fronteras. Y de los muros se burló también el COVID 19. No hay freno total salvo la rápida elaboración de una vacuna que prevenga su completa difusión.

Los países ahora cierran sus fronteras. El tráfico aéreo y marítimo ha sido llevado al mínimo indispensable para una economía interdependiente. Los héroes del momento, pues al parecer antes no lo eran, son los médicos, enfermeros y enfermeras, y todo el personal dedicado a salvar vidas en tan angustioso momento. Una de las más grandes lecciones de esta pandemia es que debemos tratar siempre a esas personas como merecen. Cuidarlas y protegerlas, pues su heroísmo es diario. Se hace épico en momentos como éstos, pero cada día de cada año dan su sudor, y muchas veces su vida, por salvar a otros.

Es en momentos de crisis cuando el ser humano saca sus más nobles y, también, sus más viles sentimientos. Hay políticos que no descansan para tomar las medidas que se necesiten para salvar a los ciudadanos de su país y de otras naciones. Que protegen a sus pueblos y extienden la mano a otros que también necesitan apoyo. Que no piden nada a cambio, ni publicidad ni prebendas futuras, salvo que la historia juzgue cada acción en el lugar que merecen. Y que toman el ejemplo de humanismo de sus ancestros y lo convierten en estandarte.

Pero también hay aquellos que se olvidan de sus ciudadanos abandonados en otros lares. No dejan entrar aviones a sus países con esos, sus propios, ciudadanos. O cierran pistas con carros para que no aterrice un avión que llegó a salvar a connacionales de esa aerolínea y regresarlos a su país. O intentan comprar empresas para que, en exclusiva para su propio país, produzcan la vacuna que salva. Reparten migajas cuando se requiere poner todo el servicio de salud a disposición de sus ciudadanos, de manera gratuita, para que puedan ser salvados. No piensan como estadistas. Actúan como empresarios. No levantan sanciones a otros países, quizá con la malvada esperanza de que desaparezcan sus poblaciones. No tengo otra manera de interpretar sus acciones.

Hay también aquellos que, en medio de su decepción diaria, han llegado a desear que el virus acabe con el país que los parió. No importa que en ese país viva el resto de su familia. Si estuviera vivo Adolf Hitler, esos formarían parte de sus diabólicas huestes.

Para nuestro continente, el 2020 está lleno de maldiciones. No solo es el virus, también hechos que ocurren a diario y que no debemos dejar de mencionar por la trascendencia que tienen. Ayer, por ejemplo, una maniobra estadounidense de chantaje y oportunismo hizo reelegir a Luis Almagro al frente de la OEA. Voces dignas como la de México se alzaron contra ese hecho. Y prometen una fuerte batalla en esa desprestigiada organización. De todas formas, seguiremos viendo como el títere avala golpes de estado e intentos de cambio de régimen. Incluso participa de ello. Al parecer la tajada monetaria es grande.

Y menciono la OEA no solo por la elección en sí, sino también por cómo la avaricia y la deshonra pasa por encima de la seguridad de las personas. Realizar esa elección en medio de una pandemia es un indicio de que, para los organizadores de la maniobra, sus intereses están por encima de la vida de seres humanos, en este caso, diplomáticos latinoamericanos y caribeños. Un ejemplo de vileza que no debe dejar de ser denunciado.

Nos queda otro hecho que podría marcar definitivamente el año 2020 como maldito. Si Donald Trump es reelecto en noviembre, los Estados Unidos habrán dado el espaldarazo final a la marcha del fascismo en ese país y en el mundo. El racismo, la misoginia, la xenofobia se desatarán como nunca contra todos. La maquinaria de guerra de Norteamérica será puesta en alarma de combate para arrasar con países incómodos para el establishment. Nuestro planeta entrará de lleno en la época del invierno eterno. Y en eso no hay profecía de nadie. Será la más cruda realidad.

Yo no pierdo la esperanza de que el Coronavirus demuestre de una vez por todas cuán frágil es nuestro mundo. Y que los malvados deben ser detenidos en su intento por dominar el mundo. Por eso puse entre signos de interrogación el título de este escrito. Porque queda una rendija para demostrar que sabremos salvar al mundo no solo de este, sino de todos los virus posibles, llámense COVID 19 o Malvados Políticos. Y entonces la maldición hasta ahora del 2020 se habrá convertido en una gran y bendita lección.

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