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La política de la dirección del Partido Demócrata y el proceso de destitución de Trump

Written by Debate Plural

Barry Sheppard (Sin Permiso, 15-1-20)

 

Son dos las acusaciones contra Donald Trump que han formulado los Demócratas de la Cámara de Representantes en el procedimiento de destitución del presidente. Una es que ha obstruido la investigación que ha dado pie a la incoación del procedimiento. La otra es que ha actuado en contra de los intereses de EE UU al retener la ayuda militar a Ucrania en un intento de que este país trate de ensuciar la imagen de Joe Biden, quien concurre a las primarias del Partido Demócrata para ser elegido candidato a la elección presidencial de este año.

Siempre que los políticos evocan los intereses nacionales de EE UU en materia de política exterior, se refieren a los intereses del imperialismo estadounidense, no a los de la mayoría de la población, es decir, la clase trabajadora y las clases medias. Al centrarse en los intereses del imperialismo estadounidense, la dirección del Partido Demócrata ha dejado de lado los principales crímenes contra la humanidad que ha cometido Trump en todo el mundo y contra la gran mayoría de la población de EE UU.

La lista de acusaciones formuladas en la Cámara de Representantes para incoar el procedimiento de destitución la ha controlado la presidenta Nancy Pelosi, dirigente del Partido Demócrata en este órgano. En el Senado, que juzgará a Trump a la luz de estas acusaciones, está personificado por Chuck Schumer, el líder de la minoría Demócrata. Refiriéndose a la propuesta de destitución de Pelosi, el defensor de los consumidores Ralph Nader ha declarado en una entrevista publicada en Democracy Now que “se queda demasiado corta y es arriesgada”. Acto seguido ha hablado de algunos de los delitos cometidos por Trump que pueden aducirse para pedir su destitución:

Ha destruido, triturado e inhabilitado los vitales programas federales encaminados a prevenir los perjuicios [para la clase trabajadora] y las enfermedades de la Agencia de Protección Ambiental, de la Administración de Salud y Seguridad en el Trabajo y de la Comisión de Seguridad de los Productos. Ha cerrado la Oficina de Protección del Consumo, destinada a proteger a la población de los delitos de Wall Street y otras entidades financieras contra la gente común… Este es un delito crucial para la destitución… la insolente negativa a cumplir exactamente la ley.

Nader siguió enumerando otros delitos, incluido el de que Trump es un depredador sexual. Recordemos el vídeo en que exclama con toda su vulgaridad que tiene derecho a “meter mano a las mujeres” porque es rico y poderoso.

Está implicado en toda clase de demandas presentadas por mujeres que han declarado bajo juramento que él ha abusado de ellas y las ha acosado. También está su fanatismo y su racismo. Sus políticas suponen un duro golpe para las minorías y la gente pobre. Además está la incitación a la violencia. [Un ejemplo es su declaración] de que si le destituyen habrá disturbios en las calles. Así que Pelosi ha perdido una gran oportunidad para destituir a Trump. ¿Qué sentido tiene iniciar un procedimiento de destitución si no se utiliza todo el arsenal de delitos de los que se le puede acusar?

Amy Goodman, quien estaba entrevistando a Nader, mencionó el hecho de que Trump sacara a EE UU de los acuerdos de París sobre el clima. Nader recalcó:

Bueno, ha hecho cosas mucho peores. Ha dado rienda suelta a la industria de los combustibles fósiles, permitiendo las perforaciones en el Ártico y en los océanos. Ha permitido que se generen grandes cantidades de gases de invernadero… Es un presidente que no defiende a nuestro país contra una industria de los combustibles fósiles que devasta la naturaleza, con graves sequías y graves inundaciones, el cambio incipiente de las corrientes oceánicas, la fusión de los glaciares y toda clase de agresiones críticas… ¿Y esto no es un delito por el que deba ser destituido? Quiero decir, ¿a qué juega el Congreso?

En el mismo programa de televisión también entrevistaron a Al Green, un diputado afroamericano de Texas, que poco después de constituirse el gobierno de Trump presentó una serie de acusaciones en la Cámara de Representantes para impulsar su destitución y que incluían toda una gama de delitos. Pocos compañeros Demócratas le apoyaron. Green enumeró algunas manifestaciones de Trump que incitaban a la violencia contra la población latina, musulmana, LGBTQ y otras minorías.

También mencionó el proceso de destitución del presidente Andrew Johnson en 1868. Johnson formaba parte del tándem, como vicepresidente, de la candidatura de Abraham Lincoln en las elecciones presidenciales de 1864. Pese a ser esclavista, no apoyaba la guerra del Sur para separarse de la Unión. Cuando Lincoln fue asesinado en 1865, Johnson, que era vicepresidente, asumió la presidencia. Desde este cargo, apoyó a los antiguos propietarios de esclavos de la Confederación derrotada en su campaña racista por oprimir a los esclavos liberados. Respaldó el infame Código Negro para privarles de los derechos civiles en los Estados del Sur y se opuso a la 14ª enmienda constitucional, que garantizaba la ciudadanía a los antiguos esclavos. Su política racista le enfrentó a los Republicanos Radicales que querían aplastar el Viejo Sur, y esto provocó el proceso de destitución. Sin embargo, en el juicio ante el Senado fue absuelto con un voto de diferencia.

Green dijo que “entender que en 1868 Andrew Johnson fue procesado por motivos relacionados con el fanatismo, el odio, el racismo, me lleva a la conclusión… de que si Andrew Johnson pudo ser procesado… por estos motivos, este presidente [Trump] también puede ser procesado por los mismos motivos”.

Antes del ascenso del movimiento de la minoría negra que combatió en las décadas de 1950 y 1960 las leyes de Jim Crow de segregación (apartheid en afrikáans) en el Sur, el Partido Demócrata apoyaba firmemente a Jim Crow. En las vicisitudes de la política estadounidense, el Partido Demócrata rompió con su sector sureño y, bajo fuertes presiones del movimiento de liberación de la minoría negra, tanto en el Sur como en el resto del país, a mediados de la década de 1960 hizo aprobar leyes favorables a la abolición de las leyes de Jim Crow. Los Republicanos aprovecharon para tratar de capturar el grueso del voto blanco en el Sur. Los Dixiecrats, como se llamaba a los Demócratas sureños, se integraron en el nuevo Partido Republicano. En todas las elecciones presidenciales que han tenido lugar desde entonces, ningún candidato Demócrata ha obtenido la mayoría del voto blanco.

En 2016, los sondeos a pie de urna revelaron que Trump había obtenido el 58 % del voto blanco, que ascendió al 63 % entre los hombres blancos y se quedó en un 53 % entre las mujeres blancas (aproximadamente, pues los sondeos son imprecisos). El racismo declarado y virulento de Trump hace de él un supremacista blanco. Esto no significa que sea miembro de uno de los pequeños grupos nacionalistas blancos de mentalidad fascista, pero sí quiere decir que les da cobertura. El resultado han sido asesinatos masivos cometidos por nacionalistas blancos contra personas negras, latinas, musulmanas, judías y otras. La ideología de estos grupos también incluye la misoginia y los ataques a mujeres.

La negativa de la dirección Demócrata a instar la destitución de Trump por su racismo refleja la posición política de aquella, y lo mismo ocurre con su negativa a acusarle de las otras cuestiones que plantea Nader. A medida que los Republicanos se han desplazado a la extrema derecha, el aparato del Partido Demócrata también se ha movido en esa dirección, solo que no tan lejos. Esto explica su negativa a combatir las políticas de Trump con voluntad y firmeza.

Otra indicación de su política es el hecho de que, mientras se desarrollaba el procedimiento de destitución, se reunieron en secreto con los Republicanos para acordar un presupuesto común, que fue aprobado con el apoyo mayoritario de los dos partidos. Sin entrar en todos los detalles en que este presupuesto comporta concesiones a Trump, que están saliendo a la luz ahora, sabemos que ha habido una mayoría aplastante de ambos partidos a favor del presupuesto militar. El gasto militar presupuestado asciende este año a 738.000 millones de dólares, 22.000 millones más que el año pasado. Crea una nueva rama de las fuerzas armadas, la Fuerza Espacial. También prevé aumentar el gasto en armas nucleares con vistas a perfeccionarlas, poniendo en marcha una nueva carrera de armamentos nucleares.

Asimismo, el aparato del Partido Demócrata rechazó, en las negociaciones secretas, algunas propuestas de congresistas del ala izquierda del partido. Una de estas propuestas era la de prohibir a Trump el uso de fondos para lanzar una guerra no autorizada contra Irán, lo cual adquiere un nuevo significado con el asesinato ordenado por Trump del general iraní Qussim Suleiman, hecho que amenaza con desencadenar una nueva guerra. Otra propuesta que rechazó la dirección Demócrata estaba encaminada a prohibir el apoyo militar de EE UU a Arabia Saudí en su guerra en Yemen. Otra más habría prohibido la venta de municiones tierra-aire a Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos.

La aceptación por parte de la dirección Demócrata de este atroz regalo de 738.000 millones de dólares a los militares pone de relieve que el Partido Demócrata es un partido igual de imperialista que el Republicano y revela sus prioridades ante el deterioro de la situación económica para la mitad (por lo menos) más desfavorecida de la población.

Para completar el cuadro, portavoces del aparato del Partido Demócrata, al tiempo que expresaban su nerviosismo con respecto a la guerra con Irán, aprobaron el asesinato de Suleiman, a pesar de que suponía una violación de las leyes de guerra internacionales, de la soberanía de Irak y de la constitución de EE UU en la medida en que no ha habido ninguna declaración de guerra a Irán. Todos estos son delitos suficientes para destituir al presidente. Los tuits de Trump van todavía más lejos, al amenazar a Irán con la destrucción total del país y el asesinato masivo de su población sin la aprobación del Congreso, y con la destrucción de su patrimonio cultural (otra violación del derecho internacional).

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