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Avanza formalmente el impeachment a Trump: otro trapo rojo de la élite del imperio

Written by Debate Plural

Misió Verdad (10-12-19)

 

Este miércoles 18 de diciembre, la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos aprobó formalmente el juicio político (impeachment) contra el presidente Donald Trump. Es la tercera vez que una acusación formal de destitución contra un inquilino de la Casa Blanca ocurre en la historia del país norteamericano.

LA «RACIONALIDAD» DE LAS RAZONES DEL IMPEACHMENT

La votación oficializó este primer paso, reseña el medio estadounidense Politico, contó con el abrumador apoyo del Partido Demócrata que domina más de la mitad de los escaños de la Cámara Baja del Congreso. En total se votaron dos artículos (abuso de poder y obstrucción del Congreso) que constituyen la acusación formal contra el presidente; ambos artículos obtuvieron 230 y 229 votos, respectivamente.

Las razones de esta acusación contra Trump «provienen del intento del presidente de presionar a Ucrania para que investigue a sus rivales políticos, así como del esfuerzo de Trump por bloquear la investigación del Congreso», dice Politico sobre el impeachment.

Como ya sabemos, el Partido Demócrata busca someter a Donald Trump a un juicio político desde la fabricación del denominado RussiaGate.

Al haber fracasado esa vía, luego de demostrarse que no existió tal «injerencia rusa» en la victoria electoral de Trump en 2016, aprovecharon la filtración de una conversación de Trump con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski para armar un caso artificial de crimen político y abuso de poder.

Pero que hace del juicio político una maniobra hecha a la medida de los intereses del Partido Demócrata, yace en su propia visión imperialista de las cosas: Trump no es un «criminal» que merece ser juzgado por su agresiva campaña de sanciones criminales contra Venezuela o por apoyar a Arabia Saudí en su guerra ilegal contra Yemen.

No. Lo que hace de Trump un «criminal» es haber intentado sacar ventaja frente al demócrata Joe Biden, tratando de convencer al presidente ucraniano de investigar a su corrupto entorno familiar.

Aunque la siguiente afirmación corresponde al terreno de la especulación, conviene hacerla para representar el modo de pensar de los promotores del impeachment: si Trump hubiera decidido hacer realidad sus repetitivas amenazas de una intervención militar contra Venezuela, o si, contrario a lo que hizo, hubiera duplicado, o mejor, triplicado el número de tropas militares en Siria, o si en un festín de democracia hubiera bombardeado a Cuba y a Nicaragua en un mismo día, sin lugar a dudas el controversial presidente estadounidense hubiera pasado de ser un «enemigo» de los valores fundamentales de los Estados Unidos a su defensor más convincente en el siglo XXI.

Lo de enemigo de Estados Unidos no es una licencia de esta tribuna, sino una reseña de lo que dijera Nancy Pelosi, la demócrata que preside la Cámara de Representantes del Congreso y una de las caras visibles del juicio político a Trump, en las últimas horas.

«El presidente es una amenaza continua para nuestra Seguridad Nacional», dijo Pelosi haciendo ver que la democracia constitucional gringa es una extensión de ese imperativo moral denominado «seguridad nacional», con el que un complejo sistema de guerras ilegales, espionaje global, terrorismo de Estado y financiarización corporativa se ha impuesto como el Imperio de nuestra traumática era política.

EL PASO SIGUIENTE DE UNA CRISIS CONSTITUCIONAL

La prensa occidental ha reseñado la votación formal del impeachment como un «día histórico». Si la vara para medir esa afirmación consiste en eventos que ocurren de vez en cuando, reflejando casi siempre circunstancias excepcionales, sin duda que lo es: es el tercer presidente en la historia de Estados Unidos en someterse a este procedimiento.

El primero fue el expresidente Andrew Johnson, en 1868. Luego del asesinato de Abraham Lincoln, Johnson, su vicepresidente, asumió el poder en un país caldeado por las secuelas de la Guerra Civil que consolidó la victoria de la Unión sobre los estados esclavistas del Sur. La inestabilidad política y económica, y su orientación supremacista, provocaron que el triunfante sector abolicionista de la élite capitalista lo llevara a juicio político al no representar sus intereses, proceso del que fue absuelto por el Senado tiempo después.

Lo mismo ocurrió con el expresidente Bill Clinton, quien recibió un voto de destitución luego de mentir frente a un gran jurado tras ser acusado de acoso sexual por Paula Jones, una trabajadora del estado de Arkansas. Luego Clinton mintió sobre si se acostaba con su secretaria Monica Lewinsky, provocando un conjunto de filtraciones que revelaron cómo, en realidad, sí mantenía relaciones extramaritales con ella. Finalmente, Clinton fue absuelto por un Senado dominado por republicanos.

En medio del icónico escándalo de Watergate, el expresidente Richard Nixon fue obligado a renunciar por sus colegas republicanos antes de que la Cámara de Representantes votara el impeachment. Este ejemplo no cuenta porque la votación nunca se llevó a cabo.

Trump confía en que el impeachment en su contra culminará como los casos de Johnson y Clinton. Los líderes republicanos del Senado, Lindsey Graham y Mitch McConnell, lo hacen sentir seguro de esto tras advertir que el proceso será frustrado. «Las consecuencias políticas de esto se sentirán en las próximas elecciones (…) Reproduzca esta cinta en la noche de las elecciones. Haré una predicción aquí: la acusación de este presidente por parte de Nancy Pelosi, Schiff y Nadler hará tanto para que Donald Trump sea reelegido», dijo Graham.

Independientemente de la seguridad de Trump y de los objetivos electorales que persigue el Partido Demócrata (minar el respaldo a Trump principalmente), cada mirada del proceso explora las zonas oscuras de una guerra civil institucional combinada a una crisis constitucional. Y es que las élites en los Estados Unidos están en una violenta confrontación por el control de un Imperio en declive medio en un mundo multipolar en ascenso.

Tanto la controversial figura de Trump, como el cínico impeachment impulsado por el Partido Demócrata, son síntomas de un sistema político y económico que se canibaliza a sí mismo al no poder exportar sus contradicciones internas (mediante guerras ilegales) y expoliar la riqueza del Sur Global con la facilidad de la década pasada.

Como afirmaban los líderes empresariales estadounidenses en 1942 para justificar la participación del país en la Segunda Guerra Mundial: «La economía de los Estados Unidos nunca ha demostrado que puede funcionar sin la inyección periódica de riqueza nueva y real. Toda la saga fronteriza (refiriéndose a la guerra colonial contra México), de hecho, se centró en este imperativo económico».

Los medios corporativos de la época, sirviendo como portavoces de la clase capitalista industrial de Estados Unidos, reflejaron con exactitud cómo el Imperio adaptó los principios coloniales de los Padres Fundadores (la expropiación de tierras por medios militares) para configurar el despliegue de su hegemonía a nivel mundial.

POR QUÉ EL IMPEACHMENT ES LO MENOS IMPORTANTE EN ESTE MOMENTO

Hace pocos días salieron a la luz The Afghanistan Papers, un colosal paquete de documentos confidenciales de la Oficina del Inspector General Especial para la Reconstrucción en Afganistán (Sigar) que fueron filtrados por The Washington Post.

La filtración, que según The Guardian es comparable a los archivos secretos sobre la Guerra de Vietnam en 1971, exponen cómo las administraciones que precedieron a Trump (la de Bush Jr. y Obama) engañaron al público estadounidense sobre los resultados reales de la guerra ilegal en Afganistán, vendida en su momento a la opinión pública como «necesaria» y «urgente» para extirpar el terrorismo mundial.

A grandes rasgos, esta mega filtración resume cómo los mandos militares y delegados especiales de Estados Unidos en Afganistán de las administraciones anteriores a la de Trump modificaron estadísticas e indicadores para sostener la mentira de que iban ganando la guerra contra el Talibán.

Los falsos progresos que mostraban en la arena militar, política y diplomática justificaban un aumento en los gastos de defensa que iban directamente a los bolsillos del establecimiento de seguridad nacional y empresas aliadas del complejo militar industrial.

Durante los últimos 18 años de «Guerra contra el Terrorismo» en Afganistán, la élite estadounidense y su clase capitalista desarrollaron una poderosa campaña de relaciones públicas para transformar la derrota militar y política en el terreno en un mecanismo de acumulación originaria de capitales. El resultado lógico de este modus operandi fue una orgía de gastos de defensa, desvalijamiento presupuestario, crecimiento del narcotráfico y disfuncionalidad geopolítica que se sostuvo engañando a la opinión pública durante casi dos décadas.

La revista War On The Rocks afirma luego de la filtración que «el costo de Afganistán para el público estadounidense, el ejército y el gobierno ha sido enorme. Casi $1 billón gastado en dinero federal, más de 2 mil 300 vidas perdidas y otras 20 mil heridas, y dos generaciones de afganos destruidos es posiblemente un precio demasiado alto para pagar una guerra que parece que el país no puede ganar».

A la publicación se le escapó comentar la relación que tuvo la intervención militar en el aumento exponencial de los cultivos de amapola (base de la heroína), y cómo este factor ha sido clave en la crisis de opioides que asesina a estadounidenses cada día, desamparados por un sistema público de salud desfinanciado tras el saqueo presupuestario que produjo la guerra contra Afganistán.

Esta guerra fatricida basada en un falso relato le ha costado a Afganistán casi 150 mil muertos, según cifras oficiales de la ONU.

La élite capitalista estadounidense intenta transformar el impeachment contra Trump en la pauta del discurso público, no solo estadounidense sino también a escala global. Los imperialistas liberales y halcones de seguridad nacional que configuraron la trama de saqueo, robo cínico y mentiras en Afganistán, se organizan en un solo bando para intentar barrer con Trump.

Las razones de este dramático movimiento nada tiene que ver con la errática política exterior del inquilino de la Casa Blanca en distintos frentes (Venezuela, Irán, Siria, Corea del Norte, China, Rusia, entre tantos otros países objetivo), o con su apetito por las sanciones ilegales como mecanismo de destrucción por vías económicas y financieras. Estas acciones incluso fueron respaldadas por quienes intentan destronarlo del poder.

El problema en realidad, y es de lo que intentan convencernos, es que Trump es un excéntrico racista homófobo que está afeando la cara de un Imperio estadounidense corrupto, en crisis estructural y en plena fase de descomposición interna. Quienes promueven este discurso son los mismos políticos y representantes de las élites capitalistas que han bombardeado y asesinado decenas de países en los últimos años.

Mientras la opinión pública global choca inútilmente contra el impeachment de Trump, la élite del Imperio replica la misma trama de corrupción y engaño al pueblo estadounidense, aplicada en Afganistán, en su actual guerra de desgaste (mediante sanciones ilegales) contra una República Bolivariana de Venezuela que resiste.

Pero esto y otras situaciones similares no son tema de importancia, porque lo más «urgente» es sacar al energúmeno de la Casa Blanca, que de eso sí tiene bastante.

Porque esta guerra también la van perdiendo y quieren, lo antes posible, cobrarle ese fracaso a Trump.

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