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Bolivia y la segunda guerra fría

Written by Debate Plural

Martín Pulgar Piñero (CTXT, 27-11-19)

 

Desde el año 2009, con la expulsión del poder del presidente Manuel Zelaya en Honduras, se han reiniciado los golpes de Estado en América Latina.

Han vuelto con nuevo empaque, reconfigurados. Como las «nuevas guerras», estos «nuevos golpes» son más sutiles, delicados; su ejecución inicial no reside en la violencia descarnada de los militares utlizando los tanques, tomando por asalto los símbolos del poder, como serían los parlamentos, sedes de partidos políticos o los palacios de gobierno.

Ahora utilizan como método la violencia desbordada por grupos de «civiles» organizados por hilos de poderes imperiales y sus agentes locales, donde las policías, responsables de mantener el orden público, deciden no ejercer sus funciones constitucionales de soporte institucional de la paz social. Actúan agudizando la conmoción y la violencia para que surja el caos (controlado) y se apodere de la sociedad.

Luego de consumado el cambio de régimen con una figura civil, legitimada por poderes internacionales, como organismos multilaterales que califican de «forajidos» a gobiernos antiimperialistas, países «desarrollados y democráticos» y partidos locales bendecidos por la «ideología correcta», nace el rostro «humanitario» de la violencia, responsabilidad ejecutada por la mano de las fuerzas de seguridad policiales y militares, negadas a reprimir al «pueblo bueno»: cristiano, occidental y blanqueado por la ideología colonial, ahora dispuestos a imponer el orden ante las hordas de delincuentes, traficantes, indios, satánicos y no occidentales.

Ley y orden que se impondrá con todo su poder de fuego, sin miramiento ni excusa.

Bolivia vuelve a su hilo histórico de sucesivos golpes de Estado, la estabilidad dada por el presidente Evo Morales solo fue un paréntesis que produjo crecimiento económico e igualdad social a su pueblo. Crecimiento económico y estabilidad política y social que por orden de los poderes internacionales y fácticos del «Estado profundo» boliviano no merece parte de su pueblo: la mayoría indígena, la cual no es sujeto histórico, solo debe ser posesión para aumentar los niveles de rentabilidad de la sociedad blanca, minoría sí, pero poderosa.

Este revival de la inestabilidad de Bolivia debe enmarcarse en el escenario de una segunda Guerra Fría, guerra total que los Estados Unidos libra para su reposicionamiento como hegemón único e indiscutible de la estructura internacional para vencer en la confrontación a sus rivales emergentes: China y Rusia, así como eliminar cualquier posibilidad de conformación de algún nuevo polo alternativo de influencia en el escenario internacional.

La reconstrucción de la Guerra Fría a escala global se ejecuta en su fase preventiva en el teatro de operaciones de América Latina y del Caribe, donde el frente de batalla boliviano es una acción necesaria por el control y dominio absoluto del «hemisferio occidental», control necesario para poder ganar la guerra global que consolide su hegemonía e impida el surgimiento de una potencia emergente en su propio patio trasero, por ello su empeño de anular a la UNASUR y controlar los recursos naturales y mercados en esta parte del mundo.

EL LITIO ES MATERIA PRIMA NECESARIA A LA FABRICACIÓN DE BATERÍAS PARA EL USO DE ALTA TECNOLOGÍA

Si bien en la primera Guerra Fría, Estados Unidos se enfrentó con otro polo centralizado y unificado (Unión Soviética), con una clara identificación ideológica que los convirtieron en fuerzas mutuamente excluyentes, en esta segunda Guerra Fría, Estados Unidos se enfrenta a múltiples frentes de confrontación, desdibujando la noción clásica de amigo-enemigo, constituyéndose en el polo central en reconstrucción, el cual tiene que enfrentar a una variedad de centros de poder que actúan en su contra bajo el concepto de «manada», donde competidores, adversarios, enemigos, e inclusive sus propios amigos, socios o aliados, compiten o lo enfrentan degradando su capacidad de reconstituir su hegemonía mundial.

En este contexto, nos encontramos con la guerra de Estados Unidos contra China por el control de la tecnología 5G, las sanciones a empresas electrónicas como Huawei y la denegación a China, y a otros competidores como Alemania, del litio como materia prima necesaria para la fabricación de baterías para el uso de alta tecnología.

El control del litio boliviano representa la llave de acceso al recurso necesario para influir en la próxima revolución tecnológica de la energía. Por tal, garantiza el liderazgo en el desarrollo de la economía del futuro, de la misma forma que el control de Internet garantizó en los años 80 del siglo pasado que Estados Unidos le ganara la guerra económica a Japón y Alemania, subordinando sus economías a los intereses del hegemón norteamericano.

La estrategia estadounidense de la primera Guerra Fría fue enfrentar a la Unión Soviética a través de dos grandes acciones: la que buscaba un gran evento que permitiera una conversión categórica del modelo soviético, el derrumbe del paradigma socialista y la inviabilidad de la URSS como Estado, y por la otra, fue gradualista, por lo cual usó la presión selectiva en el tiempo, lo que haría que la URSS cambiara su sistema hasta su domesticación.

Ambas acciones parecen estar aplicándose en esta nueva Guerra Fría, donde Estados Unidos ha sancionado a una veintena de países con la finalidad de su domesticación o derrumbe utilizando acciones multidimensionales de guerra, como las económicas, mediáticas, jurídicas, culturales, sancionatorias y en el campo meramente militar, ha utilizado diferentes mecanismos desde la subversión hasta la infiltración o invasiones con mercenarios y personal de sus agencias de seguridad o de sus Fuerzas Armadas.

Dentro de esta estrategia de enfrentamiento global con varios frentes de batalla expresados en distintas dimensiones de guerra militar y no militar, le corresponde a las fuerzas antihegemónica, construir escenarios de resistencia y contragolpe que perfeccionen las alianzas estratégicas para el «aguante de la envestida».

Por lo antes descrito, debemos iniciar el diseño dinámico de acciones en concordancia con los nuevos polos mundiales, no confiarle la instrucción de nuestros policías y militares a países miembros de la OTAN, ni creer en las instituciones multilaterales como la OEA, ni en la buena voluntad de ONG financiadas por corporaciones y Estados imperiales.

Se hace prioritario el fortalecimiento de un tejido social que esté en movimiento permanente, flexible y descentralizado que permita la derrota de las estrategias de dominación hegemónica y la consolidación de las «Brisas Bolivarianas de Liberación” en «Nuestra América» y en el lado Sur del planeta.

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