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No en el nombre de Chávez

Written by Debate Plural

José Roberto Duque (Misión Verdad, 25-11-19)

 

El plano informativo o propagandístico de la guerra, en el actual sacudón latinoamericano, ha entrado en una fase muy peculiar de propagación de un fenómeno: llegó el momento de emplear los acontecimientos de otros países para hacer ejercicios comparativos y tratar de convencer a mucha gente (¿a quién?) de cuán mal o bien anda cada uno de ellos. Ya no es tan difícil argumentar qué tan bien o mal está Ecuador en determinado aspecto de su desarrollo o deterioro social-político-institucional: la ciudadanía está cada vez más adiestrada para tomar datos y elementos de sus vecinos, hacer comparaciones y sentirse autorizada para concluir qué tan avanzado o jodido se encuentra.

El ejercicio comenzó hace unos años utilizando como plataforma o instrumento de medición a Venezuela; como en esta década consolidamos nuestra imagen como oveja negra o roja de la región, todo bicho de uña con aspiraciones electorales nos usó como ejemplo de lo que le podía ocurrir a su país o a su municipio si los ciudadanos votaban por el candidato adversario.

Hoy, las llagas seculares de todos los países latinoamericanos, sometidos a un modelo económico y político que ningún gobierno progresista o abiertamente de derecha ha conseguido erradicar, están sangrando fluvialmente, torrencialmente. Ninguna estrategia propagandística puede ya intentar siquiera señalar a Venezuela como ejemplo de lo mal que le puede ir a nadie si le da por mantener viva la llama encendida por el chavismo, porque de pronto «se descubrió» que en todos los países de América Latina hay brutalidad policial, corrupción, hambre, pobreza, racismo, narcotráfico y un poder judicial que se compra y se vende. Hasta los distraídos saben que estos no son males exportados por el chavismo sino bacterias inherentes al funcionamiento de la sociedad capitalista. Esa suciedad estaba más o menos silenciada u oculta bajo la alfombra, pero ¿quién los manda a vender masivamente entre los pobres esos aparatos que captan y difunden al segundo imágenes, videos y opiniones?

Pero los activadores de la propaganda se han ido adaptado a sus derrotas y lo que vemos hoy en las redes y medios de información es el viejo truco de tratar de respirar por la herida, llamado también con el tiempo «huir hacia adelante». Los gritos agónicos de ese tipo de propaganda sucia le suenan desafinados incluso a los neonazis: «Chile estaba muy chévere, lo que pasa es que nos pusimos a dejar entrar a los venezolanos y ahí se infiltraron los comunistas y bla bla bla».

Nueva táctica: si tus propagandistas ya no tienen credibilidad, capta a un sector de tus antiguos adversarios para que te hagan la tarea. ¿Quieres joder al chavismo? Pon a los chavistas o a sujetos que parezcan chavistas a hablar mal del chavismo. Una campaña antivenezolana ya no puede prosperar si la originas y promueves abiertamente desde Colombia: mejor págales u ofréceles una muerte espantosa a unos cuantos venezolanos. A algunos puedes amenazarlos; a otros, comprarlos con los billetes de la vergüenza, y a otros más puedes mostrarles ambas cosas a la vez y crearles la disyuntiva: cárcel o linchamiento si te resistes, unos dolaritos si trabajas para mí.

Ahí está el Figuera, quien fue el más alto alto jerarca del SEBIN hasta que sucumbió a la presión sicológica de Bolton, y ahora anda en Estados Unidos ganándose un sueldo de 3 mil verdes al mes. Eso es muy poquito, sí, pero era eso o las mazmorras de Guantánamo. Figuera decidió que era preferible firmar donde el gobierno gringo le dijo que firmara, para acusar de lo que fuera a Nicolás Maduro.

A partir de esa figura triste y despreciable puede uno suponer o imaginarse qué clase de artilugios fueron usados para ir quebrándole los miligramos de moral que les quedaban a «izquierdistas» de papel como Bachelet, Almagro, el presidente de El Salvador y media docena de «progres», tan marxeros y violetaparristas algunos como detractores del proceso venezolano.

LA IZQUIERDA GRATA A LAS TRANSNACIONALES

Seguimos: si tus propagandistas ya no tienen credibilidad, capta a un sector de tus antiguos adversarios para que te hagan la tarea.

Por ejemplo, para socavar una iniciativa como el Arco Minero del Orinoco no es tan eficiente la vocería de las transnacionales de la minería; es mejor y más efectivo poner a hablar a portavoces «de izquierda», por aquello de que todo socialista tiene una sensibilidad especial hacia temas críticos del llamado «desarrollo»: medio ambiente, comunidades indígenas, soberanía. Pocas semanas después de decretado el plan denominado Arco Minero ya había ONGs y personajes al frente de una criatura llamada inadecuadamente «chavismo crítico» destruyendo al gobierno de Venezuela y a su plan con procedimientos asquerosos: por ejemplo, denunciando al Arco Minero por la destrucción de selvas y ríos, con fotografías de los años 80 y 90. Al frente de esa campaña marchaba un grupo que se escudaba detrás de fotos en grupo (son muy fotográficas las armas del momento) al lado del comandante Hugo Chávez.

Recurso fenomenal: los señores Arconada, Lander y Evans levantando su voz contra la destrucción de la selva, con el rótulo de «chavistas» pegado en la frente. Pocos meses más tarde, cuando Guaidó hizo su teatro de autocoronación, allí estaban los «chavistas» Lander, Arconada y Evans ofreciéndole su colaboración para que su plan de derrocamiento fuera o pareciera más limpio. Aceptaron retratarse con el estúpido interino porque creen que la foto al lado de Chávez un día va a dejar de rendirles dividendos.

Los titulares que arrojaron estos gestos de la «izquierda» o el «chavismo» contrario al gobierno chavista de Nicolás Maduro le cayeron sumamente bien a la transnacional del golpe antivenezolano: «HASTA EL CHAVISMO se opone al gobierno de Nicolás Maduro y quiere derrocarlo».

Dicho grupo ha fracasado en su intento de ver cómo colapsa el gobierno legítimo de Venezuela para erigirse como el chavismo «distinto», el que sobrevivirá cuando el nazi-fascismo venga por fin a exterminarnos (ellos creen o están seguros de que su gesto colaboracionista con Guaidó los salvará de la golpiza mínima que nos tienen ofrecida a todos).

Pero la táctica sigue viva, y los métodos para perfeccionarla saltan a la vista.

LA POLICÍA «DE MADURO»

En vista de que he sido emplazado personalmente (cordial y amablemente por unas personas; a lo arrecho y en plan insultante por otras) para que fije posición respecto al tema, entonces lo haré desde mi muy personal punto de vista y mi declaración de principios: ando denunciando la descomposición de los cuerpos policiales desde hace tres décadas, cuando muchos de quienes me quieren empujar a anotarme en una fulana campaña no habían nacido o todavía no podían limpiarse el culo por sí mismos. Lo seguiré denunciando, cada vez que pueda y cada vez que quiera, pero siempre que no sienta o perciba en el ambiente el interés de utilizarme para socavar al gobierno de mi país, o para llenarle los bolsillos a algún grupo o coñoemadrito oportunista.

Ahora, comentemos de manera enumerativa y punto por punto, un asunto puntual, mucho más importante y delicado que ese.

Denunciar el malfuncionamiento de algunos procesos del gobierno y sus instituciones es un derecho, y si forzamos un poco las cosas pudiéramos decir que es también un deber del chavismo de base, el que anda guerreando aquí y padeciendo los problemas de aquí. Que esa función la asuman algunas de las miles o millones de mujeres de las comunidades pobres que se han echado en los hombros el fenómeno CLAP (que, más que un plan del gobierno, es el fenómeno de organización popular, de reactivación de las comunidades pobres, más importante de esta segunda década del siglo) tiene sentido y legitimidad; que lo haga un puñado de sociólogos visitantes ocasionales de los barrios o recién llegados a los barrios, es de una truculencia que causa más sospechas que risa.

La campaña activada en días recientes tiene entre sus características:

  • Su punto de partida y alimento estadístico en un informe financiado por Open Society Foundation, organismo de penetración y desestabilización con fachada de entidad filantrópica presidido por el magnate George Soros (aquí se puede descargar el informe). Este informe es del año 2017, pero es ahora, de pronto, así como así, cuando algunos grupos han decidido revivir sus conclusiones.
  • Sincronización del «nuevo» ataque propagandístico con el de la ultraderecha local, continental y hemisférica. El foco de atención mundial está instalado desde hace semanas, al menos circunstancialmente, en torno al colapso y la degradación de la dirigencia neonazi en Chile, Ecuador, Colombia y Bolivia. Justo donde los cuerpos policiales se han prestado para el derrocamiento de gobiernos populares o el sostenimiento de dictaduras de tendencia neoliberal disfrazadas de democracias sólidas. Esas cúpulas han asumido la misión de desviar ese foco de atención, desde aquellos países, hacia Venezuela. Era previsible: es su trabajo, su necesidad y su objetivo. Pero que desde el chavismo emerjan grupos que se presten para reforzar o reavivar campañas internacionales contra el gobierno venezolano, justo cuando (¡por fin, aleluya!) al nazi-fascismo le está costando ocultar su proceso de descomposición, es un acto sucio, tramposo, vergonzoso, repugnante. El gran titular del informe citado arriba es: «La policía venzolana asesina a más personas que en Colombia, El Salvador, México y Brasil».
  • El análisis de datos por países se atribuye a académicos de la UNAM (México); el Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro (Brasil), entre otros. El capítulo correspondiente a Venezuela fue redactado por un señor investigador de la UCV que, además, es algo así como el presidente o secretario del club de fans de aquel Nicmer Evans.
  • Obvia o ignora el hecho de que los cuerpos policiales no son un bloque unido y monolíticamente chavista o «madurista», cuyos integrantes reciben y acatan instrucciones del Gobierno Bolivariano. La ultraderecha y la izquierda financiada por Soros quisieran que así fuera: nada más fácil e incluso grato poder atribuirle todo exceso o crimen de todos los funcionarios policiales a un gobierno y a un presidente. En los cuerpos policiales pergeñan y se mimetizan elementos y estructuras de poder capaces de pervertir a voluntad la acción de gobierno. De un cuerpo de seguridad brotó el personaje Óscar Pérez; de varios cuerpos de seguridad han surgido elementos de apoyo a las sectas más reaccionarias del fascismo venezolano (Voluntad Popular, Primero Justicia), incluidos los microscópicos grupos que participaron en ensayos golpistas y shows trasvestidos de rebeliones (San José de Cotiza, distribuidor Altamira, frontera con Colombia y huida a Cúcuta, otros).

Simultáneamente a la activación de la campaña local, la contra ha desempolvado a momias de mayor o menor calado para que comenten y pongan en la palestra exactamente el mismo tema: Iván Simonovis, Rafael Ramírez, la mafia o club Provea, la agencia Reuters. El aporte de esta última a la campaña ha sido un seudoreportaje cuya idea transversal es: «Nicolás Maduro asesina a los pobres, y esto ADEMÁS le sirve para controlar mediante el terror a la población antichavista».

  • La invocación de viejas o actuales lazos de amistad: «Epa viejo, ¿cómo te va? Mira, dame tu firma para esta campaña, en la que estamos denunciando esto y esto y esto». También la utilización de la figura, la memoria y la palabra del comandante Hugo Chávez para intentar instalar como hecho irrebatible el que Chávez estaría combatiendo al gobierno de Nicolás Maduro si estuviera vivo.

Entonces: encampáñense como quieran y cuando quieran, pero por favor NO LO HAGAN en nombre de Chávez.

APÉNDICE: OLP, FAES Y LO QUE VENGA

El año 2016 fue, para el pueblo pobre de Venezuela, uno de los más críticos de esta década que ya llega a su fin. Al feroz enemigo de la escasez, la fuga de alimentos, billetes de curso legal y medicinas hacia Colombia, se unió el efecto directo y a veces también colateral de la activación de un mecanismo de fuerza, por parte del Estado: la Operación Liberación del Pueblo (OLP), demoledora respuesta al auge de la delincuencia organizada en sectores populares de Caracas.

Este mecanismo inició sus actividades en 2015, y un año después ya se desplegaba con fuerza en los sectores adonde los pranes se habían convertido en estructura de poder, e incluso en ingrediente activo de conspiraciones y desestabilización política, con sello paramilitar colombiano.

Como suele suceder con ese tipo de terapias de shock, el remedio se lleva por delante un trozo de la enfermedad pero también suele maltratar las partes sanas del cuerpo. Muchas bandas de delincuentes fueron extirpadas del tejido social o quedaron severamente diezmadas, pero el tejido social alrededor también sufrió algún tipo de injusto maltrato represivo. Policías pobres agrediendo y masacrando a gente pobre como él, pero desarmada y sin uniforme: la lógica es vieja y se ha debatido profusamente en todos los ámbitos.

Quienes nos hemos zambullido a mirar de cerca algunos charcos operativos y sicológicos de la acción policial sabemos de qué se trata, cuál es el origen y el sustrato de esta perversión: hay funcionarios policiales que se sienten llamados a defender al sector «decente» de la sociedad, y como eso de «decencia» se suele asociar con gente blanca, de clase media o alta, que huele a perfumes y vive en residencias más o menos salubres, entonces el objetivo de la violencia suele ser el ser humano empobrecido, el que no se parece al sifrinaje transmutado en ciudadanía «de bien». Como los cuerpos policiales son creación del Estado burgués hay un rasgo inalterable e inamovible de su filosofía primigenia, que es la defensa de los burgueses y pequeñoburgueses. El policía promedio, aquí y en todas partes del mundo, siente que su objetivo vital y profesional es someter y reducir al cara’e culpable de todos los tiempos: pobre, negro, mal vestido, tenga o no ocupación formal (trabajo, estudios). Si usted vive en un rancho, así sea víctima de la delincuencia, usted es sospechoso de ser delincuente.

Creo que la institución policial no solo debe intervenirse y «limpiarse», sino además ser sustituida por otra que parta de una filosofía de la seguridad ciudadana distinta a la actual. No sé si eso es posible, pero es una deuda del Estado para con los desposeídos y excluidos de siempre.

En la década pasada algunos actores de la actual campaña intentaron ese proceso de reconstrucción, desde la UNES y la creación de la Policía Nacional Bolivariana. A ellos les corresponde explicar en qué fallaron, o qué fue lo que no les permitieron hacer.

***

¿Qué diferencia hay entre este recuento y lo que anda propagando la «repentina» campaña de descrédito? Básicamente, en que a mí nadie me está pagando para que le arrime leña a la hoguera en la que se quiere incinerar al gobierno de mi país. Tampoco para que se utilicen mis opiniones como bandera y combustible para que algún exministro quiera ahora promoverse como el nuevo paladín de los campesinos y habitantes de los barrios.

Reinaldo Iturriza me ha hecho el honor de invocar en uno de sus recientes artículos el título de mi columna de denuncia de los cuerpos policiales de finales de los 90. En ese breve texto («Las guerras nuestras») Reinaldo hace votos por el mantenimiento de la unidad del chavismo, por encima o a pesar de la polémica o controversia que pueda generar este asunto de la campaña. Como ha sido cordial, cordialmente le respondí:

«Tu invocación a la unidad del chavismo se va a estrellar durísimo contra la campaña misma, que dice (sin decirlo) que no plegarse a ella es apoyar a los pacos asesinos. Ese será otro triunfo de la campaña: la sensación o la prueba de que el chavismo está dividido. Ha sido una jugada magistral».

El propio Reinaldo ha moldeado y defendido la teoría u observación de que el chavismo hace rato dejó de ser un asunto de partidos y movimientos formales. Que el chavismo cogió calle y que es más un fenómeno telúrico que el pegamento con que se sostienen edificios partidistas o grupales. Y tiene razón: estas escaramuzas nuestras serán entonces, apenas, material para un anecdotario más o menos marginal e invisible a las multitudes.

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