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Una auditoría a la medida del golpe: todas las inconsistencias de la OEA explicadas

Written by Debate Plural

Franco Vielma (Sin Permiso, 12-11-19)

 

El reciente informe preliminar como resultado de una auditoría, publicado por los expertos de la Organización de Estados Americanos (OEA) destacados en Bolivia para la observación de las pasadas elecciones generales del 20 de octubre, establece lo que denominan un conjunto de «irregularidades». Estas han sido un insumo esencial para un golpe de Estado ya consumado contra Evo Morales Ayma.

En contexto; dicho informe fue redactado como resultado de una auditoría de la OEA, que fue solicitada mediante acto de «buena fe» del gobierno boliviano, para que dicho organismo zanjara la gran diatriba sobre el resultado electoral y que luego del 20 de octubre se consolidaría como un proceso de desestabilización en marcha.

Pero la OEA, actuando como «Caballo de Troya», y como lo afirmó Evo Morales, asumió una «posición política».

Casi en simultáneo con la renuncia forzada de Evo Morales, el organismo mediante su grupo de expertos publicó un informe preliminar. Acto seguido el secretario general Luis Almagro, comentó en una terminología fuera de lo señalado por los expertos, que existían «graves delitos electorales», cuya investigación tendría que dar «hasta las últimas consecuencias».

Dicho de otra forma, la OEA ha desarrollado un argumentario electoral que criminaliza a Evo Morales, justificando de esa forma el golpe consumado mientras realiza la convocatoria de una sesión del Consejo Permanente para blanquear el cambio de régimen.

UN INFORME DE «EXPERTOS» COMO GUION POLÍTICO

A continuación, algunos de los detalles esenciales de dicho informe que deben estar bajo la lupa:

¿Imposibilidad estadística o desconocimiento del voto rural?: Durante la noche del 20 de octubre y en la primera transmisión de datos preliminares de la elección al cargo de Presidente, Evo Morales se alzaba sobre su más cercano rival, Carlos Mesa, con un puntaje de 45.28% de los votos versus 38.16%, respectivamente.

Morales ganaba la primera vuelta, pero con 7 puntos de ventaja sobre Mesa, y a 3 puntos para consolidar una brecha de 10. Lo que estaba por definirse era si se iría o no a una segunda vuelta electoral.

Tanto el ente electoral boliviano como el propio Morales, anunciaron esa noche que quedaba por escrutar más del 16% de las actas, que eran principalmente de centros electorales de áreas remotas rurales e indígenas.

Morales confió en el voto histórico de esos bastiones del Movimiento al Socialismo (MAS) para definir su victoria definitiva en primera vuelta.

Sin embargo, para la OEA en su informe, «resulta improbable estadísticamente que Morales haya obtenido el 10% de diferencia para evitar una segunda vuelta», una vez contabilizados los votos de las áreas rurales e indígenas, dada una tendencia arrojada en unas 588 mesas electorales, donde la votación a Evo Morales fue por el orden de más de 80%, cosechando 95.955 votos.

Dicho de otra forma, la OEA cuestiona la posibilidad de que Evo Morales tenga tan alta preferencia en zonas indígenas y rurales, aunque los históricos en las elecciones bolivianas así lo afirmen.

«AUDITORÍA» SOBRE UNA MUESTRA ENDEBLE

Con base a apenas 250 denuncias recabadas por vías físicas y electrónicas, los expertos de la OEA procedieron a realizar esta auditoría que arrojó el referido informe preliminar, que según explican, se realizó sobre 333 «actas cuestionadas», es decir, seleccionadas no de manera aleatoria, sino mediante la presunción de que en esas actas específicas podría haber irregularidades.

Indica la OEA que «del análisis efectuado, se concluyó que 78 actas (23% de la muestra de 333 actas) presentaban irregularidades desde el punto de vista pericial. En algunos casos, se verificó que todas las actas de un mismo centro habían sido completadas por la misma persona. En ocasiones, se constató que esa persona era el representante del MAS acreditado como delegado en el centro».

Es indispensable señalar que la OEA ha realizado este informe, que ahora valida un golpe de Estado, sobre 333 actas que representan menos del 1% del total de 34.555 actas de la elección.

Léase bien el dato: sólo 78 actas de la muestra recabada selectivamente tienen irregularidades, lo que descarta por matemática elemental toda posibilidad de fraude masivo. Estas 78 actas representan apenas el 0,2% del total de actas.

El hecho de aplicar una «auditoría» con base a una muestra tan reducida, y que además de ello, sea mediante actas seleccionadas a criterio, vicia a plenitud la credibilidad del informe, que no es técnicamente una auditoria en los términos exactos de la palabra.

UN INFORME MANUFACTURADO ACORDE A UN «MOMENTUM»

La realización del informe de la OEA estuvo precedido por varios elementos de contexto que no son circunstanciales.

Tenía lugar desde antes de las elecciones,  con la clara determinación de la oposición boliviana de desconocer el resultado electoral por razones de «fraude».

Por otro lado, apenas horas después de cerradas las mesas de votación, la oposición se dirigió enardecidamente a atacar las sedes electorales para destruir material sensible, vulnerar su cadena de custodia y cuestionar los primeros resultados.

Estos eventos tuvieron la convergencia de tratarse de las primeras horas de una operación a gran escala, en marcha, para propiciar una espiral de inestabilidad que finalmente desembocó en el quiebre institucional y golpe de Estado consumado.

La OEA publicó su informe preliminar un par de días antes de lo previsto, a saber, el 10 de noviembre, a unos 9 días de haber iniciado una auditoría que en teoría duraría entre 10 y 12 días, para luego emitir una respuesta como fue anunciado en su momento. Tal parece que la aceleración de los eventos desencadenó el llamado de Evo Morales a nuevas elecciones, intentando apaciguar el ciclo violento en curso, siendo desoído por la oposición, la OEA y los sectores militares que horas luego lo obligaron a renunciar.

El factor simultaneidad en la publicación del informe preliminar de la OEA con los eventos desbocados en el estrepitoso y acelerado golpe, dan cuenta de una confluencia particular. Por contexto, es evidente que el informe de la OEA viene a ser una pieza en el engranaje de golpe consumado.

La OEA, en las conclusiones finales de su informe, indica que «teniendo en cuenta las proyecciones estadísticas, resulta posible que el candidato Morales haya quedado en primer lugar y el candidato Mesa en segundo. Sin embargo, resulta improbable estadísticamente que Morales haya obtenido el 10% de diferencia para evitar una segunda vuelta», desconociendo luego la validez de la elección.

Para el propio organismo, no hay duda de la victoria del mandatario depuesto. A fin de cuentas, su victoria definitiva en primera vuelta para ellos es una «improbabilidad» estadística que aunque siendo cuestionada, no es demostrada en su viciado informe.

En esencia, el saldo político real en Bolivia, es el de unas elecciones que según la propia OEA sí ganó Evo Morales, quien ahora ha sido depuesto del cargo por una convergencia militar, política e institucional, en donde las cifras electorales quedaron de lado por «irrelevantes».

La referencia de vocerías políticas y mediáticas sobre la «causa» que «legitima» el golpe en Bolivia, es un fraude electoral que no existe, dado que no ha sido demostrado.

Un «fraude» que desde la noche del 20 de octubre y más hoy todavía, será imposible de demostrar, dados los convenientes y focalizados actos de destrucción de material electoral a cargo de los golpistas y el sucesivo desmantelamiento de las autoridades electorales, detenciones a civiles y figuras institucionales, que justo ahora han tenido lugar.

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