Cultura Libros

Un acentuado ejercicio de escribir

(25-5-17)

 

“Rubén Darío fue el abanderado de la revolución más importante que conocieron las letras castellanas en las postrimerías del siglo XIX. Hoy, cuando el período revolucionario ha pasado, dejándonos muchas y muy valiosas conquistas, podemos analizarlo con serenidad”. (Ver “Rubén Darío. 1, “La revolución modernista”,  en Max Henríquez Ureña: Obra y Apuntes, Vol. V, op. cit., p. 95)

Repetimos esta cita a propósito del acentuado ejercicio de escribir que distingue a Max Henríquez Ureña de otros críticos, historiadores y escritores latinoamericanos. Volvemos al argumento de ese primer párrafo de su motivador y sustancial ensayo que venimos comentando por razones de memoria, necesidad y lectura crítica procesual. La revolución modernista no fue solo revolución. Fue más que eso. Abrió una puerta-lenguaje que motivó nuestra consciencia moderna y sus pasos por una tierra que cada vez más se multiplica.

Somos, en este comienzo de siglo XXI, los nuevos modernistas, los nuevos viajeros, creadores de universos, “rompedores” de huesos de la tradición y de la misma ruptura. Nos envolvemos en un imaginario político, poético, filosófico, estético, pedagógico, científico, artístico, teológico y propiciamos textos cuya gran riqueza está en la contradicción generadora de los mismos.

Tal y como sugiere MHU, nos dejamos influir, abrazar, precipitar por el lenguaje de lo moderno, la modernidad y el modernariato. Apelamos a las influencias, a la “ansiedad de las influencias” y al “canon occidental” que después de Harold Bloom se impone como revelación. Nuestra condena histórica y literaria nos absorbe como prisioneros de un colonialismo de las influencias y sobre todo de las fuerzas ideológicas, estéticas y literarias que nos atraen porque han sido y aun hoy siguen siendo revolucionarios y han determinado de una u otra forma nuestras empresas literarias, culturales, políticas y por lo mismo creacionales.

Como ya hemos sugerido en ensayos anteriores, nuestros modelos literarios paternos y maternos han buscado y han encontrado materia, lenguaje y modos de expresión para hablarle al Otro como sujeto viviente de la historia literaria, artística e ideológica en su generalidad y particularidad. Nuestros maestros han tenido que buscar, explorar, cautivar, divulgar y de ahí “Nuestra herencia”.

El ejemplo de todo modernismo literario en “nuestra América” hay que saberlo leer, interpretar y comprender como rutario productivo de las ideas, las formas de creación, la percepción de la lectura misma como fenómeno integrador. Desde este movimiento horizontal, conjuntivo y transversal de los productos y productividades literarias, filosóficas y estéticas, el poeta, el narrador, el pensador y el esteta crean un horizonte o una concepción de lo que es, ha sido y será la apertura propiciada y creada por el lenguaje-mundo de cada fundación.

El fenómeno Darío, el modernismo y sus compañeros de empresa se gestó y aceptó en un contexto hispanoamericano de victorias, derrotas, ritmos, transiciones y búsquedas de todo tipo, tal y como lo ha demostrado con decisión crítica y creadora MHU. Pero el poeta nicaragüense fue el resultado de otras transformaciones y visiones que ya hemos señalado, pero que merecen por su significación análisis más sostenidos para poder comprender este presente desgarrante, retador, provocador, temerario y acusador de la ruptura.

Por eso, la obra de la estudiosa GwenKirkpatrick, Disonancias del modernismo (2005), invita  a reconsiderar la modernidad del “modernismo” en su extensión y campo de expansión socioliterario y sociocultural.

En su orgánica, extensiva y sustancial conclusión la estudiosa norteamericana opera como el buen latinoamericanista e investigador, esto es, acentúa el trazado de superficie y profundidad de la materia-forma modernista y atraviesa el espesor significante del texto y las textualidades modernistas.

“En las últimas etapas del modernismo –concluye Kirkpatrick- mientras los aspectos físicos y mecánicos de la construcción poética surgen a la superficie en fragmentos deslumbrantes, mientras la unidad del poema empieza a disolverse, cada flujo de imágenes que empieza a lograr coherencia es rápidamente desmantelado, y ningún edificio ni cuerpo es visto en su totalidad, enmarcado en un ambiente apropiado”.  (Vid. Op. cit. p. 239)

El pulso-tiempo de su conclusión sugiere que:

“Una y otra vez somos arrancados de la imagen para prestar atención al artífice que modifica el detalle, observador irónico que guarda una distancia crítica”.  (Ibídem. Op. cit.)

¿Cuál ha sido (y es) el propósito de este libro, según su autora?

“Nuestro propósito de suspender la incredulidad es constantemente puesto a prueba por una actividad marginal. El cuerpo y la ciudad asumen este sentido de registro artificial en la poesía modernista. Y como esos elementos están divididos, subdivididos, y finalmente aislados de su contexto “real”,  la noción de perspectiva pierde fuerza”. (Vid. Loc. cit.)

La tesis sostenida en este enjundioso ensayo crítico está respaldada por su orden argumental, demostrativo, documental y crítico. La misma bibliografía utilizada por su autora, reconoce la herencia crítica del modernista y el modernismo planteada por MHU en su Breve historia…

Los siete capítulos de Disonancias del modernismo, establecen diferencias reales desde el punto de vista de los estudios literarios, la crítica y la historia literaria a partir de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuando otros tonos, tiempos, ritmos y especies poéticas se habían vuelto cautivadores en Lugones, Herrera Reissig, Vallejo, López Velarde, Storni y otros poetas, narradores y pensadores modernistas y vanguardistas.

Kirkpatrick busca donde Max dejó algunas brechas y caminos por completar y analizar. De ahí que sus obras sean citadas y tomadas como punto de documentación y trabajo estimado por hispanistas y latinoamericanistas norteamericanos. MHU quien enseñó “novela modernista” en la UCLA invitado también como conferencista a nivel de postgrado a finales de los años 50, dejó también un alumnado y seguidores que se nutrieron de sus enseñanzas literarias.

Max no estudió profundamente el modernismo en poetas como Lugones, Herrera Reissig, López Velarde, Alfonsina Storni, Delmira Agustini y otros-otras modernistas epocales. Sin embargo, documentó y analizó perspectivas, suelos expresivos, conceptos literarios que surgieron en el proceso mismo de creación de su archivo y la mirada cercana que él mismo, como poeta y traductor de poetas pudo conocer a partir de ciertas intuiciones y registros que propiciaron escrituras marcadas por núcleos ilustrados, pero también resistentes.

El acentuado ejercicio de escribir cobra cuerpo y valor en sus poemas y traducciones. Así, le dedica a José Enrique Rodó su poema Alma pagana, escrito en Monterrey en 1908:

“Joven alma que un día, con fruición pagana,

en la grave calma rusticana

cantaste amor y juventud;

y dispersaste, en dáctilos, vírgenes sentimientos,

y en las raudas alas de los vientos

diste la nota de salud.

Y en la hímnica gloria de los bosques arcaicos

dejaste, en babilonia de mosaicos,

la pedrería de tu canción,

saludando al apóstol de la nueva doctrina,

al que vendrá, reuniendo en comunión divina

La sapiencia de Göethe y el alma de Platón.

Joven alma que un día, en candoroso espasmo,

lanzaste un grito de entusiasmo,

de vigorosa fe…

Quien fuera un gran erudito y traductor fue también un poeta que abrazó el demonio de la invención, el estro y algunos arquetipos sentientes de la imaginación que encontró en la fundación modernista, en los ritmos simbolistas y parnasianos de la confluyente poesía francesa de finales de siglo XIX, tal como se puede advertir en estos versos dedicados a Rodó y en los poemas de su libro Fosforescencias.

MHU tradujo poemas de: Dylan Thomas, Edwin Arlington, Robert Bridges, John Masefield, Pierre Roncard, Jules Supervielle, José María Heredia, George Rodenbach y otros. Su práctica traductora gozó del cuidado de las equivalencias, significados, adecuaciones de ritmos, sentido de envío, llegada y estilo de cláusulas, segmentos y valores estilísticos de la traducción. Se siente en sus traducciones al poeta y estilista cuidadoso.

About the author

Odalís G. Pérez

Profesor Investigador de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Leave a Comment